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El Vestido de Novia; por Eva de la Fuente

El vestido de Novia

Esta es la bella historia de un vestido negro…

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Si seguimos su rastro de naftalina podemos verlo somnoliento en el rincón olvidado de un viejo armario de lunas, lunas que con el paso de las décadas ya no reflejan apenas nuestro rostro y no consiguen detenernos un pequeño instante para pensar en alguno de los tesoros que alberga su interior.

Pero…y si lo hiciéramos?... entonces volaríamos de nuevo a 1959 cuando una novia ilusionada idea su diseño en su cabeza… …sencillo, telas que no se arruguen, no demasiado ceñido, por debajo de la rodilla y sobre todo sin demasiado escote; en definitiva sobrio y elegante, al más puro estilo Audrey Hepburn.

EVA DE LA FUENTE

El color viene dado por la costumbre, prueba de ello es la foto matrimonial de sus padres que preside la habitación principal. Allí ambos muestran sus mejores galas, aportando la novia un bonito collar de coral y el novio un reloj de cadena. A veces el fotógrafo, con mucha pericia, añade una medalla de la Virgen de Fátima al conjunto. Los dos muy serios eso sí, son tiempos difíciles.

Lo que no puede imaginar en ese momento es que su hija cambiará el negro por un vaporoso blanco roto, color perfectamente identificado en el cerebro de una mujer e imposible de detallar a un hombre (el blanco es blanco, esté roto o no el vestido…).

Después lleva su idea a la modista y esta lo modifica lo suficiente para que se adapte a los patrones que ya tiene con lo que al final todos parecen iguales, como ideados por Amancio Ortega. Sin embargo, para esta novia como para todas las demás, su vestido es especial y lo distinguiría entre miles en cualquier centro comercial.

Toda la primavera, la novia camina mensualmente al pueblo vecino para realizar las pruebas del vestido, rodeada del olor a flores silvestres, el canto de los pájaros y la compañía de los vecinos que sabiendo donde va, la ven más guapa y radiante que nunca.

Poco a poco el verano deja paso al otoño y con las últimas hojas caídas llegarán las primeras nieves y por fin ese día tan esperado…y es entonces cuando el vestido será estrenado por fin! Se le añaden algunos accesorios como los zapatos de aguja no demasiado altos, un casquete de redecilla y un pañuelo de encaje muy doblado metido en su manga francesa.

En ese instante el fotógrafo inmortaliza el momento.

La novia con su ya marido en una mano y un discreto ramo en la otra, se muestra radiante ante sus invitados. Desde ese día, el vestido presidirá todas las risas y llantos de la familia. Si las inclemencias del tiempo o la economía no permiten contar con un fotógrafo no hay ningún problema, ya que siempre habrá otra boda donde poder utilizar el mismo vestido y solo es necesario pedir a la nueva novia el ramo durante los minutos necesarios para que la pareja se haga una foto, que igualmente será la de su boda.

Y es que el vestido no es para un día, si no para siempre.

Acompañará a la novia en las bodas de todas sus amigas, en las misas y bailes importantes, en viajes increíbles e incluso en muchos meses de gestación de sus futuros hijos.

Pasados los años, la llegada al país de prosperidad y libertad relegó al vestido a su rinconcito en el armario, sustituido por sedas de colores.

Y allí sigue esperando a que alguien lo rescate.

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