Mishkán Altas Fiestas 5782
Iamim Noraim Se acercan los Iamim Noraim y algo en mí lo sabe. Mi cuerpo se siente distinto; sumido en una especie de trance. La sensación de estar corriendo (¿Hacia donde?). El apuro por llegar da paso a un ritmo más lento, y aminoro la marcha de forma inconsciente, como un tren que divisa la estación. Recuerdos de mi infancia; el templo de la calle Sucre, y esperando la tarde en la casa de Sarita y Julio para el servicio de la noche. Las cenas, deliciosas, y el zumbido de las voces familiares celebrando las fiestas. Los recuerdos apilados como bloques del Kotel, testimonio de un pasado que toma vida presente, con deseos apiñados y cartas, lágrimas, y personas que se acercan a comulgar con la pared de la historia. Cierro los ojos y evoco mi propia pared. La imagen de mi abuela Hanka una mañana, después de la Haftará de Iom Kipur. La calidad de la luz que baja por una apertura circular en el cielo del templo. ¿Dónde aprendiste a rezar? -Me pregunta ella con una mezcla de incredulidad y orgullo. Abro los ojos y miro hacia afuera. Casas coloridas y altos árboles en la ventana de mi casa. Se acercan los Iamim Noraim y este año mi abuela Hanka ya no está. En septiembre no cocinará una cena a miles de kilómetros de distancia, ni me llamará por Whatsapp para que le recuerde su receta de galletitas dulces. Hanka es ahora un recuerdo, un fragmento de mi memoria. Mi tristeza es profunda. Mi última abuela se ha ido. Hanki. Al hacer espacio, me doy cuenta de las formas en que vivís en mí. Cuando te pienso, o imagino qué dirías en respuesta a algo. Cuando recuerdo nuestras peleas, y también los momentos tiernos compartidos. Fuiste una gran abuela. Al perderte, pierdo una parte mía. Pierdo caricias en mi espalda, y una defensora ferviente, siempre de mi lado, excepto cuando abogabas por el que creías mío. Pierdo tanto y a la vez heredo la responsabilidad de tu historia. La historia de León. La historia de nuestro pueblo judío. La historia de lo que el hombre ha hecho por el hombre en Auschwitz y en los campos de concentración alrededor del mundo. La responsabilidad de transmitir el legado a las generaciones futuras. Hanki, hay heridas que están y nunca podrán curarse. Cuánto dolor. Cuán perdida me siento y qué extraños son los tiempos. Cuán necesitada de ustedes, de mi familia, de que llegue septiembre para recordarlos. Para recordar quién soy, de dónde vengo, y qué estoy haciendo con mi tiempo. Para aminorar la marcha y estar presente en esta que es mi vida. Para prender una vela, cocinar jalá redonda, y recordarte a mi manera. Para vivir el judaísmo de valores que aprendí de ustedes, y de mis padres. Del Rabbí Rubén y la comunidad de Mishkán. Dar mi parte para hacer de este un mundo mejor. Ser buena con el otro. Contribuir al Tikkun Olam. León siempre me contaba que mientras nuestro pueblo caminaba hambriento y exhausto en la Marcha de la muerte, había gente tirando panes. Gente que arriesgaba su vida para alimentarnos. “Por eso sigue el mundo” -Me decía. Hanki, que las palabras de tu marido León, me inspiren a recordarte y a honrar tu historia en estos Iamim Noraim así como cada día de mi vida: “[…] Qué el recuerdo nos de fuerza de convertir muerte en vida, de amar cuando otros odian, de tener esperanza cuando otros no dan más […] Para asegurarnos de que el mal no prevalezca sobre el bien […] Para lograr una sociedad de relaciones justas. […] Para que no haya más niños que tengan hambre, ni familias que vivan en las calles. Que la luz de Dios ilumine nuestro camino para afianzar el respeto, el pluralismo, la democracia, los derechos humanos, la justicia social. Baluartes indispensables para la libertad del hombre”.1 A la bendita y consagrada memoria de Hanka Dziubas de Grzmot Z'L. Que su alma sea unida a los brazos indisolubles de la vida eterna. Amén. Este fragmento es un extracto de un discurso pronunciado por Leon Grzmot el día 26 de Enero de 2011. El testimonio fue parte del acto por el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, realizado en el Palacio Sarmiento, donde se encendieron seis velas en memoria de los 6 millones de judíos asesinados por el régimen nazi y se interpretó el Kol Nidrei, de Max Bruch. 1
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Martina Grzmot