
4 minute read
Vivir Agradecidos
Anipoli, en Ucrania, es la cuna de la dinastía jasídica fundada por Reb Sushe, quien a su vez fue discípulo del famoso maguid de Mezrich, alumno directo del Baal Shem tov, el fundador del jasidismo, movimiento que transformó al judaísmo en la primera mitad del 1700.
“En Anipoli, además de Reb Sushe, vivía otro rabino. También un gran sabio pero con un enorme problema. A pesar de su erudición tenía mucha dificultad para aplacar su ira, que habitualmente se adueñaba de su carácter. No había día en que se mantuviera lejos del enojo o incluso de la furia.
Advertisement
Una noche no pudo más. Esperó a que no hubiera nadie en la calle para salir y que nadie lo vea humillarse, al ir a pedirle consejo al otro maestro del pueblo.
Reb Sushe abrió la puerta después de oír algunos golpes no muy delicados y se le iluminaron los ojos ante la sorpresa de ver a su viejo amigo allí, que también tenía los ojos encendidos pero no de alegría, sino de rabia. -No se qué estoy haciendo mal… ¿Por qué la ira está controlando mi vida? -Dejame decirte algo que pasó hace pocos días. ¿Te acordás que estuvimos en un casamiento? -Si, claro, como no voy a recordarlo… -Bueno, a mi me invitaron y a vos te invitaron. Pero vos sentiste que la forma en la que lo hicieron no era digna de tu importancia. Entonces, para mostrar tu malestar llegaste tarde. ¿Fue así? -Si, por supuesto. -Cuando apareciste te quedaste un buen rato al lado de la puerta con la cara larga hasta que se dieron cuenta que estabas ahí. Cuando te vieron buscaron un lugar para que te sentaras pero como ya todos los invitados habían llegado no había suficiente lugar y te sentaron atrás de otras personas. Te trajeron la comida pero como ya habían servido a todos hacía rato, no estaba muy caliente ni muy rica. ¿Fue así? -Qué desastre ese casamiento, claro que fue así. -Tu experiencia no fue precisamente buena. -Para nada, fue horrible. -Bueno… yo también estuve en esa boda, pero me fue distinto. Yo realmente no esperaba ser invitado y cuando recibí la tarjeta me puse tan feliz que contaba los minutos para ir. Tanto fue así que llegué temprano con una emoción gigante porque se habían acordado de mí y pude además ayudar a preparar todo. De pronto alguien me trajo una silla . Yo ni esperaba que me dieran un lugar donde sentarme y en un lugar de privilegio. Y me sirvieron un plato con comida. Ni me imaginaba que me iban a dar también algo tan rico para cenar. ¡Manjares comí en esa boda! ¡Que fiesta hermosa!
Ahora fijate cómo tu experiencia y la mía fueron tan distintas. Y la explicación es simple. Vos siempre esperás todo y sentís que no tenés nada y yo nunca espero nada y siempre siento que tengo todo.”
Reb Sushe nos enseña una manera de ver el mundo y de vivir agradecidos reconociendo lo bueno, que en hebreo llamamos “hakarat hatov”. Lo bueno ya está ahí. Practicar la gratitud significa ser plenamente conscientes del bien que ya es nuestro.
Si nuestro foco está siempre puesto en lo que nos falta, viviremos infinitamente insatisfechos porque no hay límite para lo que no poseemos. Pero si reconocemos lo que sí tenemos pero lo sentimos como un derecho adquirido, terminamos siendo insensibles a ellos.
Se trata de sentirlos desde el agradecimiento. “¿Eizehu ashir?, ¿Quién es rico?” preguntan nuestros sabios en Pirkei Avot, el tratado de principios. “Aquél que es feliz con su parte”, responden.
Si viviéramos así podríamos descubrir que todo el día, que todos los días, tenemos por qué dar gracias.
Estos nuevos Iamim Noraim son una gran oportunidad para detenernos y agradecer. Siento que tengo mucho que reconocer y valorar de todo lo bueno que hemos vivido juntos en Mishkán durante el año que pasó y cómo pudimos enfrentar y superar los desafíos que este tiempo tan misteriosamente inestable nos propuso. El abrazo, la compañia, el aliento y la presencia de tantos queridos amigos han sido un invalorable sostén y energía para todos. Mi querido Rabino Reubén Nisenbom presente en el día a día para aconsejar y marcar el rumbo; el equipo de trabajo que conformamos con los dirigentes voluntarios, los shlijei tzibur, Secretaría y maestranza; quienes se suman cada semana a los servicios religiosos y espacios de estudio; las familias que confían en nosotros para acompañarlos en los momentos trascendentes del ciclo de vida; aquellos que precisan una palabra y vienen a buscarla. Gracias a todos quienes hacemos esta hermosa comunidad, que no es otra cosa que una gran familia.
Que este ciclo que se abre sea de reencuentro con nosotros y entre nosotros. Que podamos hacer del 5782, con la bendición del Cielo, un hermoso año.
LeShaná Tová Umetuká, con mucho afecto,
Diego Elman Rabino Adjunto