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Compartiendo Historias
Siempre me gustaron las historias, leer cuentos, que me cuenten historias, escribir cuentos.
Especialmente aquellos vinculados con Iamim Noraim que me contaba mi Babe .
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Decía Lisa Lipkin en el libro Aprender a educar con cuentos, que desde que nacemos vivimos historias, inhalamos y expulsamos relatos reales o imaginarios . Los cuentos son inherentes a todo lo que hacemos. Están presentes en las anécdotas familiares, en las cenas, en un viaje en auto, o en los símbolos de los que nos rodeamos. Jean Paul Sartre escribió “Un hombre es siempre un cuenta cuentos;vive rodeado de sus historias y de las historias de los demás; ve todo lo que le ocurre a través de ellas, e intenta vivir su vida como si estuviera contando un cuento”.
Rabi Nachman de Breslau dijo : “Hay quien cuenta historias para que los demás concilien el sueño, ¡Yo lo hago para despertarlos!“.
Ahora disfruto de los midrashim que narra y explica el Rab para hacernos reflexionar en el Templo.
Es por eso que en esta oportunidad quiero regalarles dos cuentos: “La Tienda de los buenos deseos” y “El triple filtro” para que los disfruten, los mediten y quizás se los cuenten a otros.
La tienda de los buenos deseos
Hace tiempo, caminando por un caminito perdido, por un lugar cualquiera, encontré un letrero que decía: "Tienda de los buenos deseos". Como soy muy curiosa entré y vi muchos niños charlando, riendo y compartiendo, hacían sus compras. Uno de ellos me alcanzó una canastita y me dijo: - Compra con cuidado, todo lo que necesita una buena persona está en el supermercado. Primero, compré paciencia; el amor estaba en la misma góndola. Más abajo, había comprensión, que se necesita por donde uno vaya. Compré dos cajas de sabiduría y dos bolsas de buenos propósitos. Me encontré el envoltorio del perdón. Me detuve a comprar fuerza y coraje para ayudarme en esta carrera que es la vida. Ya tenía casi lista la canasta, cuando recordé que necesitaba solidaridad y que no podía olvidar la amistad que la ofrecían gratis. Entonces tome bastante de ella para brindársela a todos. Caminé hacia el cajero para pagar la cuenta porque creí que ya tenía todo lo que necesitaba, pero cuando iba a llegar, vi el respeto y lo puse en mi canasta repleta, porque sabía que cuando saliera lo iba a usar. La paz y la felicidad estaban en los estantes pequeños al lado de la caja y aproveché para levantarlos. La alegría colgaba del techo y arranqué una para mí. Llegué al cajero y le pregunté: - ¿Cuánto debo? Él sonrió y me contestó: - Lleva tu canasta adonde quiera que vayas. – Si, pero ¿cuánto le debo? - volví a preguntar. Él otra vez sonrió y me dijo: - No te preocupes; cuando tu canasta esté vacía y hayas usado todo lo que llevas, tu deuda estará saldada.
El triple filtro
En la Antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos. Un día, un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo: - ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo? - Espera un minuto - replicó Sócrates-. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo “El examen del triple filtro”. - ¿Triple filtro? - Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo “El examen del triple filtro”. El primer filtro es la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto? - No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y... - Bien -dijo Sócrates-. Entonces realmente no sabes si es cierto o no… - Ahora permíteme aplicar el segundo filtro: el filtro de la bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo? - No, por el contrario... - Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Pero podría querer escucharlo, porque queda un filtro: el filtro de la utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo? - No, la verdad que no. - Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, e incluso no es útil, ¿para qué querría saberlo?
El aprendizaje constituye por lo tanto un voluminoso libro de cuentos. Que en estos días de reflexión e introspección podamos crear nuevos cuentos de vida. SHANÁ TOVÁ UMETUKÁ – GMAR JATIMÁ TOVÁ
Laura Sambresqui