Revista Mishkán Anuario 5782

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Mishkán    Altas Fiestas 5782

Verdad verdadera En distintos rincones del Talmud se destaca como un valor positivo la afirmación: “juzgar con la verdad verdadera” (Col daian shedan din emet la amitó). ¿Pero qué entendemos por emet, la verdad, y qué por “verdad verdadera”, emet la amitó? Para los sabios de nuestra tradición la verdad es la Torá, lo revelado, el texto devenido en tradición. ¿Y qué es, entonces, “la verdad verdadera” de la que habla el Talmud? Es el cambio, la adaptación de la palabra a cada momento y a cada lugar. Los maestros del Talmud destacaban la virtud de “quien juzga con verdad verdadera” —no solo con la verdad— a quien se lo considera como un socio de Dios en la creación del mundo (Talmud Babli, Shabat 10a). Incluso afirmaron que quien juzga “emet la amitó” hace morar la Divina Presencia entre todos los hombres y entre todas las mujeres. En cambio, quien no lo hace expulsa a la divinidad de entre nosotros (Talmud Babli, Sanedrín 7a). La enseñanza de los sabios nos lleva a otra pregunta: ¿por qué quien juzga con la “verdad verdadera” se convierte en socio de Dios en la creación del mundo? Rabenu Iacob ben Asher (1270-1340) destaca en su TUR —la obra donde compiló los debates halájicos de sus días y del tiempo de sus antecesores—, la diferencia entre el sentido, la misión del mundo y las reglas que ayudan a sostenerlo (Joshen Mishpat 1). Él nos recuerda que, como está escrito en Pirkei Avot (1:18), Raban Shimón ben Gamaliel solía decir que el mundo se sostiene, kaiam, es viable sobre tres pilares: el juicio, la verdad y la paz. En cambio, Shimón Hatzadik enseñaba que el mundo se levanta, omed, sobre tres cosas: sobre la Torá (el estudio), sobre la Avodá (el servicio) y sobre Gmilut Jasadim (los actos de bondad)” (Pirkei Avot 1:2). Hay una diferencia entre lo que sostiene al mundo en el tiempo y aquello otro para lo que fue creado. Juicio, verdad y paz permiten la existencia. Crean. El mundo es posible gracias a esos tres pilares. En cambio, el estudio, el servicio y los actos de bondad constituyen el sentido de la creación. Y sobre ellos se apoya. Concluía el TUR, siguiendo a los Sabios del Talmud, que quien juzga con la verdad verdadera se convierte en socio de Dios en la Creación, porque su juicio también sostiene, le da lugar a la existencia. Rabi Joshua Falk (1555-1614), un gran exégeta del Shuljan Aruj y del TUR, va aun más allá y dice sobre la interpretación de Rabi Iacob Ben Asher que juzgar con la “verdad verdadera” es juzgar según el lugar y el momento. Así, se opone a lo “verdadero”, es decir a quien dictamina solamente de acuerdo a lo que está escrito en la Torá. Porque, a veces, el juez debe dictaminar más allá de la ley establecida, según su tiempo y su contexto. De no ser así, su sentencia podrá ser emet verdad, pero no una verdad verdadera. Emet es actuar apostando solo por la literalidad de la Torá. Emet la amitó supone su revisión. Quien no lo hace, dicen los sabios del Talmud, expulsa a la Shejiná, la Divina presencia. La tradición intocable es un modo incompleto de ser de la verdad. Hay otro modo, la verdad verdadera, que puede significar, precisamente, una traición indispensable a la tradición, de acuerdo con las necesidades del presente. La tradición judía nos exige que la traicionemos, que cambiemos. Allí, en el cambio, es donde Dios mora entre nosotros. Ahí es donde Él y nosotros somos socios.

Rabino Damián Karo Decano Instituto de Formación Rabínica Reformista

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