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4.1 Tasa de dependencia (en porcentaje
la ventana de oportunidad demográfica y en la etapa de envejecimiento? Esta sección, y la siguiente, intentan responder estas preguntas. Junto con los desarrollos de índole analítica se presentan hechos estilizados de los países de la América Latina y el Caribe, que se consideran útiles, para clarificar los conceptos y vincularlos con la evidencia empírica. En primer lugar, se analiza la relación de dependencia, así como las nociones de “consumidores efectivos”, “trabajadores efectivos” y déficit de ciclo de vida y, después, se muestra cómo la transición demográfica incide sobre el déficit del ciclo de vida agregado y, por ende, sobre el ahorro, la inversión y el financiamiento.
4.2.1 Transición demográfica, tasa de dependencia y envejecimiento
una característica de los efectos macroeconómicos que genera la transición demográfica es su prolongada duración. dado que la transición demográfica también es extensa, resulta útil distinguir tres etapas en dicha transición: a) economía “joven”: una sociedad en la que los menores de 15 años representan más del 30% de la población y los mayores de 65 menos del 15%; b) ventana de oportunidad demográfica: las cohortes hasta 15 años caen debajo del 30% del total pero los adultos mayores aún no superan el 15% de la población; y, c) economía “envejecida”: los adultos mayores representan más del 15% de la población.
La conducta y las decisiones de las cohortes que integran cada grupo son claves para tres dimensiones de la macroeconomía: los factores que influyen en el crecimiento, los determinantes del equilibrio macroeconómico –esencial para que el crecimiento sea sostenido– y la economía política, que surge de los efectos distributivos asociados con los cambios en la estructura poblacional. una economía que se prepara para envejecer debe prestar especial atención a las consecuencias intertemporales de las decisiones que se toman en un momento determinado. Suponer que el futuro repetirá el presente en la transición demográfica es, por definición, incorrecto, como puede verse en la
FIGURA 4.1
Tasa de dependencia (en porcentaje)
a. América Latina y el Caribe b. Brasil y Bolivia
Tasa de dependencia (en %) 200 180 160 140 120 100 80 60 40 Ventana de oportunidad
20 0 1950196019701980199020002010202020302040205020602070208020902100 1950196019701980199020002010202020302040205020602070208020902100
<15 años >65 años Tasa de dependencia Tasa de dependencia A Tasa de dependencia (en %) 100 90 80 70 60 50 40 Mínimo, 2020
Mínimo, 2045
30 20 10 0
Brasil Bolivia
figura 4.1, que presenta la variación de la tasa de dependencia. Incluso si se descarta cualquier tipo de miopía por parte de los agentes económicos, dos obstáculos esenciales persisten. En primer lugar, los mercados fallan en la asignación intertemporal de los recursos. un ejemplo de dichas fallas es el subdesarrollo financiero relativo que muestran los países de la región (de la torre et al., 2012). Por lo tanto, es necesaria la intervención y las regulaciones del gobierno para mejorar la asignación intertemporal de los recursos y superar la miopía o las fallas de mercado. Aquí surge el segundo obstáculo: la economía política. dado que las instituciones y políticas públicas que asignan intertemporalmente los recursos para adaptarse a la transición demográfica tienen efectos distributivos, las reglas de juego se verán considerablemente influenciadas por el poder político de los grupos involucrados. El ejemplo más claro y estudiado es el de los sistemas de seguridad social que, con frecuencia, en vez de mejorar la asignación inter-temporal de los recursos, devienen en una fuente de desequilibrios macroeconómicos (BId, 2016). Entre los desequilibrios con consecuencias intertemporales se destaca la sostenibilidad de la deuda pública, como se verá más adelante. En un contexto de fallas institucionales y de mercado, las conductas de los agentes pertenecientes a cohortes activas y dependientes no necesariamente estarán coordinadas, pero las políticas macroeconómicas y reformas apropiadas podrían mejorar la asignación. uno de los indicadores más útiles –y conocidos– para visualizar el vínculo entre economía y demografía es la tasa de dependencia. Esta se calcula como el cociente entre la cantidad de personas que no están en edad activa para trabajar y la de aquellas que sí lo están (entre los 15 y los 64 años).La tasa de dependencia da cuenta de la relación entre tres grupos etarios: los dependientes, es decir, los “jóvenes” y los “mayores”, por un lado; y los “adultos” en edad activa, por otro. La figura 4.1a muestra el comportamiento de la tasa de dependencia a través de la transición demográfica. Para el período posterior a 2015,se utilizan las proyecciones medias de las naciones unidas realizadas en 20172. A la luz del análisis macroeconómico que se realizará posteriormente, el segmento de 25 a 64 años se utiliza para reflejar el peso relativo de un grupo etario con tasa de ahorro positiva. Esta tasa de dependencia, que incluye a las personas que ahorran, se denomina “A”.
Por efecto de la transición demográfica, la tasa de dependencia total parte de un nivel máximo, disminuye hasta llegar a su mínimo, aumenta nuevamente hasta alcanzar otro máximo y finalmente alcanza un estado estacionario que, como se observa en la figura 4.1a, no está previsto que ocurra en la región antes del año 2100. Sin embargo, la figura 4.1b indica que Brasil, un país avanzado en la transición, podría estar más cerca del momento en que la tasa de dependencia se aplana que Bolivia, un país más atrasado en la transición. La transición demográfica es un determinante clave de la tasa de dependencia, ya que la sociedad pasa de una situación de altas tasas de fecundidad y de mortalidad a otra en que ambas son bajas. Este hecho genera cambios en la proporción de la población menor a 15 años y mayor a 65, como se advierte en la parte inferior de la figura 4.1a. Para la región, en su conjunto, entre el primer máximo y el mínimo transcurrirían entre 55 y 60 años, y después de 2100 se arribaría nuevamente al máximo de la tasa de dependencia, registrado en 1965. Sin embargo, existe una diferencia crucial entre ambos máximos: el primero se explica por el peso de la población joven y el segundo, por el de la población adulta mayor. Más aún, dado que el consumo y los ingresos de los jóvenes y de los adultos mayores son distintos, tanto en su nivel como en su composición, las diferencias entre los máximos tienen
consecuencias macroeconómicas de primer orden. Al respecto, cabe señalar dos características de la tasa de dependencia A de América Latina y el Caribe: el mínimo se encuentra levemente desplazado hacia la derecha y su descenso es mucho más pronunciado durante la ventana de oportunidad demográfica, lo que facilita el aumento del ahorro.
El comportamiento regional promedio oculta significativas disparidades. El panel derecho de la figura 4.1 muestra la evolución de la tasa de dependencia de Brasil (una economía “adulta”) y de Bolivia (una economía “joven”). Estas economías alcanzan el mínimo de la tasa de dependencia con una diferencia de 25 años. Las sociedades jóvenes de América Latina –y de menor ingreso per cápita– están avanzando hacia el punto mínimo pero aún se encuentran lejos. Bolivia alcanzaría ese punto recién en 2045. Para ahondar en la dimensión macroeconómica del envejecimiento poblacional, a continuación se analizan algunos indicadores económicos más precisos que la tasa de dependencia, que es puramente demográfica.
4.2.2 Déficit del ciclo de vida y demanda de riqueza de ciclo de vida
Como se señaló en el capítulo 2, el “déficit del ciclo de vida” mide la diferencia entre el consumo y los ingresos laborales. dicho déficit varía a lo largo de la vida de un individuo. En el caso de cohortes de personas aún muy jóvenes para ingresar al mercado de trabajo, el consumo es mayor que los ingresos laborales y se genera un déficit que debe ser financiado con transferencias de otras cohortes. En la etapa activa, los individuos participan en el mercado de trabajo y los ingresos laborales suelen exceder el monto necesario para financiar el consumo. Aparece un superávit que crece a medida que aumentar la edad y que llega a su nivel máximo en la etapa de madurez. Luego comienza a reducirse hasta desaparecer y finalmente se convierte en déficit cuando el individuo se retira de la vida laboral. El comportamiento del déficit de ciclo de vida es similar en todos los países de la región, aunque los ingresos laborales y el consumo varían considerablemente. La figura 4.2a muestra el déficit por edad de Brasil. Es importante tomar en cuenta que, tanto la composición como el nivel del consumo van cambiando a lo largo de la vida. En particular, los jóvenes consumen más educación, mientras que los mayores gastan más en salud. Esto tiene efectos fiscales, ya que la provisión de ese tipo de bienes y servicios recae principalmente sobre el Estado, pero también efectos económicos más amplios, debido al impacto de los cambios en la demanda.
El déficit de ciclo de vida no necesariamente implicará que una persona no pueda financiar su consumo, ya que puede ser financiado con ingresos no laborales, provenientes de la titularidad de activos físicos o financieros. debido a que los activos se acumulan a lo largo de la vida, la participación del ingreso no laboral en el ingreso total de la cohorte crece con la edad, como se muestra la figura 4.2b. En la figura 4.2a se compara el aumento del ingreso no laboral con el consumo, aunque conviene considerar que en Brasil el incremento de los ingresos del capital es particularmente veloz y se mantiene hasta edades avanzadas. Ambos rasgos son más suaves en otros países de la región.
El sesgo a favor de los ingresos de capital a medida que aumenta la edad posee dos consecuencias directas. La primera es que los individuos de mayor edad pasan a financiar una proporción mayor de su consumo y su ahorro con ingresos de capital. La segunda es que si la distribución de la riqueza dentro de