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cómo aprender
9.4 MÁS ALLÁ DE LOS INDICADORES CLÁSICOS DE
LOGROS: PARA QUÉ Y CÓMO APRENDER
El aumento de la cobertura educativa y del cuidado en la primera infancia, la universalización de la matricula en la escuela primaria y secundaria, y el avance en las tasas de graduación de la secundaria son objetivos necesarios. también es crucial mejorar los resultados de aprendizaje de lectura, matemática y ciencias y reducir el porcentaje de alumnos que no alcanzan los niveles básicos de suficiencia. Asimismo, resulta necesario cambiar el modelo de enseñanza y aprendizaje basado en “qué, para qué y cómo” (tedesco et al., 2014). una cita que se ha hecho famosa dice que la región tiene alumnos del siglo XXI, profesores del siglo XX y programas de estudio del siglo XIX. Los alumnos de hoy en día son “nativos digitales”, lo cual tiene varias implicancias. Pasan más tiempo con videojuegos, administrando contenido en sus redes sociales, enviando y leyendo textos cortos –como conversaciones virtuales y producción de contenido– que leyendo libros y escribiendo cartas y ensayos. Buscan conocimiento para satisfacer requisitos inmediatos de dichas comunicaciones y videojuegos, y lo hacen de forma horizontal y colaborativa. Asimismo, tienen períodos de atención más cortos con respecto a la exposición pasiva al conocimiento y períodos de atención relativamente más extensos en actividades prácticas (como los videojuegos, en los que pueden pasar dos horas seguidas intentando subir de nivel). En términos generales, carecen de la predisposición natural para aprender la teoría de las habilidades básicas (matemática, lectura y escritura, y ciencias), y sin embargo, tienen la capacidad de utilizar dichas habilidades en la resolución de problemas. Por último, aunque los estudiantes de hoy no carecen de acceso a la información, en ocasiones pueden adolecer del criterio para clasificarla, agruparla y relacionarla. más aún, estos alumnos nativos digitales saben que deberán enfrentar un mundo, en el cual los esquemas canónicos, herméticos y estables de conocimientos y rutinas, que se enseñan a través de las denominadas asignaturas y disciplinas, ya no son relevantes. La escolaridad tradicional es incompatible tanto con lo que se debe aprender, como con la manera en que se aprende en la revolución digital (tedesco et al., 2014).
El aprendizaje personalizado se ha convertido en una posibilidad real: la escolaridad durante la mayor parte del siglo XX fue concebida como un proceso de producción masiva, en la que todos debían aprender lo mismo al mismo tiempo. Dicho abordaje es erróneo en muchos aspectos. Los niños y los adolescentes aprenden de distintas formas y con ritmos diferenciados. Debido a la genética y al entorno, los niños desarrollan diferentes intereses y talentos. Hoy en día, la tecnología permite explorar el aprendizaje “a medida” y personalizado en niveles que resultaban inimaginables hace algunos años. Las computadoras pueden dar respuesta a los intereses y a las dificultades particulares de los alumnos y ofrecer contenido en los tema que sean de su interés. Sin embargo, los programas de estudio rígidos y prescriptivos basados en contenidos predeterminados, al igual que la organización tradicional del tiempo y del espacio el aula, inhiben la posibilidad de que dichos cambios y oportunidades se conviertan en parte integral de la experiencia de aprendizaje.
La escolaridad se basa en la noción de que los profesores son los expertos y su tarea es transmitir los conocimientos a sus alumnos. Los profesores formados en la cultura tradicional de la vieja escuela mostrarán una reacción negativa al
sentirse desafiados por aquellos estudiantes que busquen nueva información o que cuestionen su idoneidad. Sin embargo, los grandes maestros siempre han sido aquellos capaces de atraer y guiar a los estudiantes, brindándoles las herramientas que necesitan, en lugar de posicionarse como los únicos dueños de la información y la verdad. En el siglo XXI, dichos atributos han pasado a ser críticos para la enseñanza, ya que, en este siglo, lo importante no es la cantidad de información que se tiene, sino la capacidad para evaluar críticamente su utilidad y emplearla para resolver problemas.
Este último punto se vincula con la distinción entre el conocimiento como algo que se tiene y el conocimiento como algo que se sabe buscar. Aún persiste, entre profesores y padres, la convicción de que para el verdadero aprendizaje requiere internalizar los conocimientos sin depender de recursos externos. Por lo tanto, los alumnos, en general, no tienen permitido usar libros o calculadoras durante las evaluaciones, mucho menos computadoras o la web. Lo opuesto ocurre en la vida adulta: la tecnología brinda soporte al uso que hacen las personas de los recursos externos. De hecho, en el lugar de trabajo se valora la destreza en el uso de los recursos externos para completar las tareas.
La revolución de la información ha expandido el conocimiento a niveles exponenciales. una forma de lidiar con esta explosión consiste en continuar añadiendo contenido a los programas de estudio que ya son bastante extensos. Este enfoque torna superficial el aprendizaje, ya que tanto los estudiantes como los profesores deben hacer enormes esfuerzos para abordar contenidos infinitos. La forma de controlar la revolución del conocimiento no es mediante la acumulación de temas, sino mediante el dominio de las habilidades que les permitan a las personas transitar los distintos problemas y áreas de conocimiento. “Aprender a aprender” y adquirir la flexibilidad mental para “desaprender” y volver a aprender es mucho más importante que impartir programas de estudio prescriptivos basados en contenido de enciclopedia. La velocidad y la incertidumbre en el cambio constituyen el signo de estos tiempos. Por lo tanto, preestablecer de forma definitiva los conocimientos será contraproducente. Esto no significa que la educación deba carecer de contenidos o dejar de enseñar determinadas tareas rutinarias y la capacidad para llevarlas a cabo. no se trata de decidir si deben enseñarse, o no, ciertos contenidos o rutinas. Deben enseñarse, pero no como un fin en sí mismo, sino como una herramienta para adquirir otras capacidades.
En este sentido, es crucial la forma en qué aprenden las personas. La cultura de la escolaridad promueve la noción de que los alumnos deben incorporar de manera pasiva, de memoria y a través de la repetición, una gran cantidad de hechos, teorías y obras de arte y ciencia, sin ninguna asociación de dichos conocimientos con tareas sean prácticas o inmediatas. La tecnología permite una educación más práctica y basada en actividades. La revolución digital y de las comunicaciones es, por definición, interactiva y ofrece una variedad de herramientas para cumplir con tareas relevantes. Está más alineada con la perspectiva educativa de “aprender haciendo” que con la perspectiva de “adquisición de conocimiento cultural” prevaleciente en la escolaridad. La mayoría de las recomendaciones realizadas en los últimos párrafos han logrado insertarse en el debate sobre educación de América Latina, pero todavía están lejos de ser el enfoque predominante en las políticas y prácticas educativas (Aguerrondo, 2016; rivas, 2015).
Existen al menos cuatro dominios que deben transformarse para lograr el surgimiento de un nuevo paradigma educativo en la región: los programas o currículas; la pedagogía y la enseñanza; el acceso, uso y rol de las tecnologías de información digital (tIC) en el proceso educativo; y las nuevas fronteras e interacciones entre la escuela y el ecosistema de aprendizaje en sentido amplio (tedesco et al., 2014).
En lo que respecta a la reforma curricular, las principales dimensiones incluyen: la transición desde un programa de estudios prescriptivo y extensivo, basado en contenidos, hacia marcos de estudio comunes basados en las competencias y abiertos a combinaciones de contenido diferentes y flexibles; desde una organización rígida basada en asignaturas hacia una organización flexible de asignaturas y otros conocimientos basados en problemas; desde exámenes de gran impacto estructurados por asignaturas, centrados en el aprendizaje rutinario de memoria y estandarizado en entornos artificiales, hacia evaluaciones diseñadas con fines educativos, basadas en capacidades de resolución de problemas, que integran situaciones de la vida real y diferentes fuentes de conocimiento; y desde un aprendizaje individualizado hacia un aprendizaje colaborativo (tedesco et al., 2014).
En cuanto a la enseñanza y las innovaciones pedagógicas, los cambios que movilizan el sistema deberían incluir la transición desde las clases tradicionales en las aulas hacia el aprendizaje abierto e interactivo en talleres; desde las expectativas y los métodos de enseñanza estandarizados hacia la personalización de objetivos y estrategias; desde una única fuente de enseñanza (maestros) hacia múltiples agentes de enseñanza (maestros, pares, padres, redes sociales, tIC); desde la enseñanza de contenidos estáticos hacia la enseñanza de estrategias de aprendizaje; desde el objetivo que los alumnos incorporen información y conocimientos hacia la capacidad de producirlos. La transformación de las evaluaciones también es parte integral de la reforma curricular y de la innovación de la enseñanza. En ese sentido, las evaluaciones deberían ser parte integral de la experiencia de enseñanza, en lugar de un filtro o sistema meritocrático de progreso.
Las tIC y la educación abarcan mucho más que el acceso a las computadoras. Las instancias iniciales de la escuela primaria deberían enseñar codificación y programación. Las redes sociales deberían incorporarse como parte y fuente de aprendizaje. El uso de teléfonos celulares y computadoras debiera ser alentado, en vez de restringido. Las tIC, además, pueden mejorar los procesos de aprendizaje y fomentar las innovaciones en la enseñanza, a través de exámenes adaptativos, comunidades virtuales de aprendizaje, modelos de clases invertidas, exámenes personalizados y a medida, y dispositivos de aprendizaje. Los profesores y los alumnos deberían compartir un espacio virtual que vaya más allá de las aulas y las escuelas.
Por ultimo, es fundamental redefinir la frontera entre la educación formal y la educación en las distintas situaciones de la vida. Los enfoques tradicionales han perdido efectividad porque el acceso a la información y al conocimiento es cada vez más fácil a través de internet y de otros canales. Las familias, los grupos de pares y de esparcimiento podrían participar y recibir acciones educativas dirigidas. De igual forma, la dinámica educativa podría transformarse gracias a la incorporación de la dinámica de pares, las inquietudes y acciones de los padres, así como el tiempo de ocio y entretenimiento.