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EDITORIAL
EDICIÓN 587/ del 21 al 27 de marzo de 2020
¡Que Dios nos pille confesados!
"Q
ue Dios nos coja (o pille)
de las familias chilenas. Cuando por un lado, las autoridades políticas, religiosas y de la sociedad civil, llaman a permanecer unidos, ser solidarios en las urgencias, otros desenmascaran sus ambiciones para continuar contando dinero, porque se les abre un amplio callejón para especular, y con ello financiar sus proyectos de desarrollo. Porque apenas se difundieron las noticias de la llegada de ese desconocido pero poderoso virus, hemos podido constatar como un mismo producto hace un mes lo encontrábamos en los supermercados a un precio determinado, pero que hoy, la unidad ha tenido alzas que sorprenden porque los costos son los mismos y los sueldos y salarios también. Todos los alimentos, también frutas, verduras y cereales, como también medicamentos y artículos básicos para no dar espacios al maldito desconocido, han subidos de precios y desaparecido de las estanterías y góndolas. Cierto es que
Suerte, compatriotas. Cuando por 40 años hemos sufrido por la precarización del sistema público de salud y se exaltan los “valores” del libre mercado, las Isapres y el sistema privado de salud, nos encontramos en esta encrucijada: rascarnos con nuestras propias uñas. Nos proponen “Elige vivir sano” y que la salud es nuestro problema. La salud pública, adolorida, empobrecida y cada año con menos presupuesto, es el sistema donde tienen que tratarse los más pobres. ¡Que dios nos pille confesados!
confesados" es una expresión con que se indica el deseo de la intervención divina para evitar un mal inminente y, al parecer, inevitable. Su origen se pierde en las tinieblas de los tiempos. Pero desde el punto de vista cristiano, también puede significar que "Dios nos asista", "Dios nos la depare buena" o "Dios nos tenga de su mano". Para quienes se declaran ateo, entendemos que se ha querido señalar ¡hay de nosotros si no estamos preparados cuando ocurra lo malo (que estimamos muy posible que ocurra)! Cuando enfrentamos esta profunda crisis mundial y que más temprano que tarde ha llegado a nuestro país, encontramos elementos o un doloroso período que nos hace enfrentar a una encrucijada dolorosa, la oportunidad para observar como algunos que aun frente a una pandemia, la oportunidad para realizar negocios a costo de las urgencias y dramas
CARTA
Escribe: Diputado Miguel Mellado
S
eñor Director: Chile despertó: no normalicemos la violencia “Chile despertó”. Desde el 18 de octubre del año pasado esta frase se escucha y se lee en todas partes. Yo estoy de acuerdo y me sumé a cada una de las acciones destinadas a avanzar en justicia social… Sin embargo, desde entonces el caos ha sido tal, que he llegado a pensar que lo que pasó es que “Chile se desbordó” y lo hizo en delincuencia, en acciones del lumpen y hasta en terrorismo. Nosotros lo vivimos en La Araucanía desde hace 20 años. Fue un entrenamiento a lo que hoy está sucediendo en Chile, donde se normaliza la violencia. Incluso en nuestras vidas privadas, en nuestras casas, con nuestras familias, las preguntas son “¿qué va a pasar mañana?”, “¿podremos ir a trabajar?”, y si logramos llegar al trabajo “¿llegaremos sanos y sanos de regreso?”… Estas preguntas que ya son parte de nuestras vidas íntimas y cotidianas no son normales. No es normal que estemos estresados, preocupados por nuestros hijos, por nuestras familias,
otros chilenos han aprovechado la ocasión para mostrar su capacidad económica o de endeudamiento, acaparando productos a diestra y siniestra, para dejar a otros vecinos sin acceso a ellos. Una empresaria de la V Región –Gianina Figueroa- escribió que “en nuestras vidas cotidianas estamos a merced y en manos de poderes fácticos, que no dudan en provocar una cadena de daños colaterales para, desde una cultura del egoísmo y la codicia suprema, mantener sus posiciones de privilegio”. Mientras, en la noche de este jueves, en sectores de la capital comenzaron a escucharse tibios aplausos que fueron aumentando en la medida que los vecinos se percataron para quienes eran los gritos de agradecimiento y apoyo: a los equipos de funcionarios de Salud que visitaban a pacientes y personas sin capacidad para trasladarse hasta centros de vacunación. Esto mismo lo hemos visto en informativos que llegan de la sufrida España, que de esa manera agradecen el sacrificio de funcionarios y voluntarios que ayudan al prójimo, a costa de su salud e incluso de sus vidas, desafiando al coronavirus. Suerte, compatriotas. Cuando por 40 años hemos sufrido por la precarización del sistema público de salud y se exaltan los “valores” del libre mercado, las Isapres y el sistema privado de salud, nos encontramos en esta encrucijada: rascarnos con nuestras propias uñas. Nos proponen “Elige vivir sano” y que la salud es nuestro problema. La salud pública, adolorida, empobrecida y cada año con menos presupuesto, es el sistema donde tienen que tratarse los más pobres. ¡Que dios nos pille confesados!
nuestros vecinos, y por cada uno de los chilenos decentes de nuestro país. Me preocupa la liviandad con que se toman las manifestaciones que sirven como excusa para destruir y crear caos… Me preocupa que justifiquemos la violencia y más aún que esta vaya en escalada sin que nadie haga nada. Las tomas, saqueos, marchas… Y en Chile ahora se normalizó, porque todos nosotros nos hemos convertido en comentaristas de lo que sucedió el día anterior y nos preguntamos “¿qué sucederá hoy?” como si habláramos del clima. Vivamos este proceso con tranquilidad y tolerancia. No podemos aceptar una polarización como la que mantuvo dividido tantos años al país. Hace 30 años que la democracia se instaló en Chile y en esa ruta debemos seguir avanzando en satisfacer las necesidades de una sociedad que por años se mantuvo en silencio, pero que hoy habló y con voz fuerte y clara exigió un cambio, con justa razón. “Chile despertó”, pero no podemos normalizar la violencia, por el bien de nuestra democracia. No a las posiciones extremas, no a los grupos que destruyen sin sentido, no a los saqueos, no a las tomas, no a los atentados terroristas en la Araucanía… No a la violencia, simplemente porque la violencia no es un estado natural Yo le pregunto al ministro del Interior, qué medidas administrativas se adoptarán y qué proyectos de ley se enviarán al Congreso para terminar con toda esta violencia normalizada; qué elemento y qué herramientas tecnológicas u operativas implementará para terminar todo esto y evitar que verdaderos delincuentes hagan lo que quieran y terminen sepultando esta democracia que nos costó tanto. Chile merece más y todos estamos llamados a seguir avanzando, sin sacar dividendos políticos de una situación delicada a la que llegamos por culpa de una sordera política que no tiene excusa, como tampoco tiene excusa la violencia. Yo quiero que despierten los chilenos que están dormidos normalizando la violencia, y que despierten las autoridades y cumplan con sus funciones, que despierte el Gobierno y tenga mano dura contra los vándalos y terroristas que ha diario destruyen nuestro país. Chile despertó: no normalicemos la violencia.
Reflexiones Cristianas
Trabajemos de acuerdo con Cristo La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo. Sant. 1: 27.
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uestra obra será incompleta si no preparamos a otras personas para que sean colaboradoras de Dios, para visitar a las familias y orar por ellas, y para mostrar al mundo lo que Jesús ha hecho por nosotros. La Palabra de Dios declara: "La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo". Estas palabras están dirigidas a cada seguidor de Cristo. No sólo el pastor, sino cada alma relacionada con el Señor debe trabajar en su viña. "En esto es glorificado mi Padre - dijo Cristo-, en que llevéis mucho fruto" (Juan 15: 8). Mediante su propia vida Cristo pagó el fervor y la cordial colaboración de cada uno de ustedes. Si no trabajan como fieles misioneros, son desleales al cometido que se les confió, y desilusionan a su Salvador. . . Dios ha mostrado en su Palabra la única manera como se puede hacer esta tarea. Debemos realizar una obra fervorosa y fiel, para trabajar en favor de las almas como quienes tenemos que dar cuenta. "¡Arrepentíos, arrepentíos!" fue el mensaje que proclamó Juan en el desierto, el mensaje de Cristo a la gente fue: "Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente" (Luc. 13: 3). Y a los apóstoles se les ordenó que predicaran por todas partes que los hombres debían arrepentirse. El Señor quiere que sus siervos prediquen hoy las antiguas doctrinas del Evangelio: el dolor por el pecado, el arrepentimiento y la confesión. Necesitamos sermones de estilo antiguo, costumbres de estilo antiguo, padres y madres en Israel como los de antes, que posean la ternura de Cristo. Hay que trabajar con el pecador en forma perseverante, ferviente y sabia, hasta que se dé cuenta de que es transgresor de la ley de Dios y manifieste arrepentimiento hacia el Altísimo y fe hacia nuestro Señor Jesucristo. Cuando el pecador sea consciente de su condición desesperada, y sienta su necesidad del Salvador, acudirá con fe y esperanza al "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1: 29). Cristo aceptará al alma que acude a él verdaderamente arrepentida. No rechazará el corazón quebrantado. . . Ya resuena el grito de guerra por todas partes. Avance hacia el frente cada soldado de la cruz, no con suficiencia propia, sino con mansedumbre y humildad de corazón (Signs of the Times, 27 de diciembre de 1899). (E. G. White).
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