Edición N°24: Revista Con-Sentidos

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Comunicación Pública, Política & Gestión del Desarrollo

Dios en la

avenida 30 Por: Juan Felipe Buitrago Estrada

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sta historia es sobre un hombre que vio su final, su destino. Los ojos de Dios o del demonio.

Todo comienza en una tarde en la avenida 30. Ese día cumplía mis seis años de edad. Antes de esa fecha no tengo muchos recuerdos, siempre que he intentado hacer memoria es confuso en mi mente. Los veo cómo sueños, muy surrealista en mi opinión. Pero lo que pasó en ese día, esa tarde, marcó un antes y después en mi memoria. Ese fatídico momento, vi algo que me marcó para siempre. Fue el primer instante de mi existencia que sentí temor. Pensé que mi vida se acabaría allí. El día de mi cumpleaños, y yo con solo seis años de vida. Aun así, fue algo que me generó mucha curiosidad. No dimensioné la situación en su momento. Las cosas dieron inicio cuando mi madre

nos llevó a una manga por la Avenida 30. En el lugar había arreglado un espectacular pícnic. Recuerdo que había pollo asado, mi favorito en ese entonces, torta de chocolate, y mi gaseosa preferida sabor manzana. En esa época no existían todos los caminos que hay hoy. Únicamente estaba la vía principal, ya pavimentada, por donde subían los autos y transeúntes. En medio de todo estaba la quebrada, la hermosa fuente de agua donde jugaba con mis primos. En ese entonces no estaba canalizada, corría libremente en medio de las dos vías de la 30. Mi padre y yo salimos de casa hacia la manga. Yo vivía muy cerca de la avenida, a dos cuadras. El día estaba soleado, pensaba en la perfección de la escena. Cuando llegué al sitio, mi madre me esperaba con mis tías y primos. Frente a la manga estaba la principal, justo en uno de los primeros semáforos que colocaron a lo largo del recorrido. Esto me agradaba, ya


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