Por qué. Número 120

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EDITORIAL

No perder la esperanza

LA VIDA NOS ENSEÑA muchas lecciones y de todas ellas debemos aprender para seguir avanzando, aunque a veces no seamos capaces de entenderlas o explicarlas. Algo parecido nos ha ocurrido con los momentos difíciles vividos en esta pandemia, momentos negativos a los que nos hemos enfrentado y que nos pueden servir para extraer consecuencias positivas. Dicen que lo último que se pierde es la esperanza y en los momentos difíciles hay que saber enfrentarse a las adversidades porque en la vida, todos podemos encontrar un motivo para no perder la esperanza y la ilusión. La historia está llena de hechos sorprendentes, de cantidad de lecciones para no perder la esperanza, de anécdotas increíbles de personas que han sacado fuerzas para seguir adelante. La pandemia nos ha hecho poner en duda nuestra esperanza y nos ha cuestionado nuestra forma de vida: cuáles son nuestras verdaderas necesidades, nuestras aspiraciones y todo lo que ello lleva consigo. Nos creíamos dueños y señores del universo y esta situación nos ha bajado a nuestra propia realidad y todo lo que pensábamos que éramos poderosos, ha demostrado ser nuestra debilidad. Esta pandemia nos ha vuelto más inseguros con más incertidumbres: económicas, políticas, sociales… y nos ha acercado al vacio de la muerte y todo lo que lleva consigo. También nos ha llevado a cambiar lo esencial por lo inútil, la calidad por la cantidad, lo duradero por lo perecedero y así cuanto más vida social llevábamos la pandemia nos ha recluido en nuestras casas conviviendo en reducidos grupos. Esta situación ha despertado nuestra solidaridad frente al individualismo y ha despertado mucha creatividad frente a la escasa respuesta de los servicios públicos. Ha puesto en evidencia que servicios sencillos como personal de limpieza, cajeras… han sido más necesarios que los privilegiados en sus torres de marfil. Pero también ha puesto en evidencia las carencias de tanta gente necesitada de un hogar, gente solitaria, personas con cualquier clase de problema. Esta crisis ha puesto de manifiesto las carencias de una política que ha favorecido al poder

económico, a los lobbies y a una política neoliberal. No podemos quedarnos en el pasado sino que hemos de mirar al futuro con esperanza y eso nos lleva a reducir las desigualdades y a valorar los pequeños trabajos que tan necesarios han sido durante esta pandemia. No perder la esperanza significa promover la solidaridad y responsabilidad como hábitos que hemos adquirido en este tiempo. Me viene a la memoria las palabras de Benjamín Franklin: "la felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días". La solidaridad y responsabilidad humana no pueden evadirse. La pandemia hemos de vencerla por medio de la ciencia para conseguir una vacuna, por medio de la igualdad para que las vacunas lleguen a todos, a fuerza de optar por el bien común, a fuerza de solidaridad para que nadie pase necesidad. Esa fuerza debe estar en todos nosotros porque si no generamos esa vitalidad, todo se degenera. Creemos que el ser humano tiene unas virtudes regeneradoras y creadoras que tenemos que potenciar para cambiar las situaciones que nos puedan desintegrar. Todas y todos aspiramos a otra vida mejor, aquí y ahora, y a otro mundo que nos lleve a la realización plena de las personas y a buscar lo que muchos llaman paraíso. La esperanza no es seguridad y lleva implícita dificultades que debemos asumir y aceptar como un valor realizable. Es esa esperanza de la que habla el Papa Francisco "como agua viva que nos permite continuar nuestro camino, estando más atentos a decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan". Recordando la representación que vi el otro día: "Viejo amigo Cicerón" señalo una frase que me impresionó y que guardo como reflexión necesaria para mí y para esta sociedad en la que vivimos. La frase es atribuida al filósofo, a la que José Mª Pou pone voz, "Pretérita mutare non possumus, sed futura providere debemus", "No podemos cambiar el pasado pero debemos prevenir el futuro". POR QUÉ

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