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Afondo

Historias del confinamiento II

Se acaba de cumplir un año del decreto de estado de alarma que aprobó el confinamiento domiciliario para impedir la propagación del SARS-Cov-2. Como en el número anterior seguimos reproduciendo los artículos que durante esos días publicamos en la web de la Escuela.

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CRÓNICAS

POR VICTORIA

"Déjate llevar por el niño que fuiste". Frase de José Saramago Tres cosas positivas de este confinamiento, la relectura de El Principito, la foto de mi nieto creciendo feliz, y dos maravillosas flores que ha cultivado una amiga durante este encierro. La primera nos lleva a recordar que debemos mirar desde el corazón, la segunda me llena de orgullo como abuela y la tercera me invita al goce extraordinario de los sentidos. La vida desde esa mirada prístina de la infancia y la naturaleza que nos acercan a colores, formas, sonidos, y gustos. A esa memoria táctil de acariciar a un animal y al disfrute de esa vista del atardecer de esta época de primavera cuando salimos a aplaudir y se nos regala una estupenda puesta de sol. Sí, es cierto, estamos pasando por momentos difíciles, sufriendo incertidumbre, pero nos hemos vuelto más empáticos. ¡Vale la pena vivir!

ELSILENCIO

POR ANGELINES

Hacía tiempo que mi mente metía demasiado ruido. Me costaba concentrarme hasta las tareas más sencillas. Necesitaba un tiempo de reflexión, de estar en mí, de salir de mis pensamientos. Necesitaba silencio, paz, calma. Y cuando nos hicieron parar, yo dije, ¿y qué hago yo ahora? Por supuesto empecé a valorar muchas cosas, y ante todo, empecé a oír ese silencio, ese lenguaje por el que nos comunicamos. El silencio invita a la reflexión. Yo en estos días he aprendido a practicar mi silencio. Y oigo el silencio en la calle, las voces se han apagado. Estamos en alarma y en silencio Tenemos mucho que contar, esto pasará, aunque nos dejará una huella difícil de olvidar, pero no podemos sucumbir al desánimo, yo todas las tardes, cuando salgo a aplaudir, me reconforta ese calor, el calor del corazón herido. En mi barrio cantamos el Resistiré con un sentimiento y una emoción que me deja exhausta. Hoy mi reflexión va dedicada a la amistad, pero amistad con MAYÚSCULAS. Yo cuido mucho la palabra amigo. Porque quiero que cuando alguien la recibe de mis labios, sepa que la pronunció mi

Alma. Tengo amigos, pero pocos. Por eso quiero cuidarlos de una forma especial y por eso quiero que esta palabra (Amistad) sea para ellos y para todos vosotros.

A PESARDE... HAYVIDA

POR JOSÉ MANUEL

Después de una cuarentena ya larga y donde los días van cayendo sin mucho ruido, hoy he atisbado un halo de esperanza cuando el ruido ha dejado de serlo para convertirse en pueriles voces que con toda ilusión pisaban la calle con sus patinetes o simplemente paseando de la mano de sus progenitores. He sentido que había mucha vida a pesar de las noticias que nos llegan día a día de lo que ese micro virus nos está haciendo a nosotros que nos consideramos macro (dueños del universo). El virus nos ha recordado que somos débiles y en nuestra debilidad nos hemos refugiado en las armas como defensa y no hemos apostado por la educación y la sanidad. Es verdad que este virus ha atacado a cualquier clase social pero no es menos cierto que se ha alojado en los más débiles y delicados como son nuestros mayores y los más olvidados de nuestra sociedad. Ha traspasado fronteras, pero se ha hecho más resistentes donde la riqueza era mayor o donde simplemente estaban mejor equipados para esta pandemia. Es una tristeza reconocer en la misma Europa que habla de lo "nuestro" sintiendo a los demás como extraños. Este virus, pues, nos ha recordado que todos no somos iguales, que mientras unos disfrutan de unos metros cuadrados para pasear, otros se tienen que arreglar en una habitación pequeñísima para una familia de cuatro personas o simplemente no tienen nada para cobijarse. Nos creíamos dueños de la creación y hemos visto que somos una pequeñísima parte de este Cosmos. Esta pandemia nos ha hecho ver que lo que considerábamos algo natural como pasear, hacer deporte al aire libre, saludarnos, abrazarnos…se ha convertido en deseo que ojalá muy pronto podamos realizar. Schopenhauer ponía un ejemplo que puede servirnos hoy con lo que está pasando, "la sociedad humana es como la de los puercoespines que en invierno se arriman para darse calor, pero si se acercan demasiado se pinchan con las púas y deben guardar las distancias". A pesar de todo esto hay vida. Lo he sentido cuando esta mañana ha vuelto la alegría a nuestras calles, cuando una abuela ha salido a aplaudir a sus nietos que pasaban cerca de su hogar. Es verdad que ha habido señales de vida cada tarde a las ocho cuando salíamos a nuestra ventana y aplaudíamos el tesón y la lucha de todas las personas que han arriesgado sus vidas por darnos vida a los demás. Es verdad que hay vida cuando nuestras ciudades están libres de contaminación y somos capaces de ver un poco más allá de nuestras ventanas y rozar el aire limpio de nuestros ambientes. Hoy he palpado cierta resurrección como me decía un amigo. Pero son atisbos de vida que nos tienen que llevar a plantearnos otra forma de vivir. Estoy oyendo decir que de esta situación tenemos que salir cambiados, pero como dice Harari "las ideas únicamente cambian el mundo cuando cambia nuestro comportamiento".

De todos nosotros depende y por esos debemos luchar por fomentar lo mejor de nosotros.

CORONAVIRUS

POR MARGARITA LAS HERAS

Yo hago un poco de comentario sobre lo que estamos viviendo todos los españoles y todo el mundo. Pude comprobar por mí misma, que estuve en Urgencias, el trabajo que tienen médicos, enfermeras, las de la limpieza; todo el rato fregando y desinfectando; los camilleros transportando enfermos de un sitio a otro; para mí esto tiene mucho valor porque se exponen y tienen mucho riesgo de coger la enfermedad. Por el bien que hacen a toda la humanidad, bien se merecen el aplauso de las ocho de la tarde. En cuanto a todo lo demás esto va a perjudicar mucho a todos los trabajadores; si antes había paro, con esto mucho más, en lugar de levantar a España se va a hundir más. Los políticos se insultan unos a otros, pero arreglan poco; también hay que pensar que son situaciones muy difíciles. A nosotros nos toca estar en casa, es duro, pero cuando oyes las noticias de cuantos hay en la calle que no tienen techo para meterse, es mucho más duro; y tantos y tantos que han muerto sin despedirse de sus seres más queridos, cuando oyes las despedidas por la tele te da mucha pena. Pidamos que no nos toque pasar esas penas tan duras; y los que están sin hogar, a ver si podemos entre todos los que estamos en mejor situación poder ayudarles un poco. No sé de qué forma, también, se les podía ayudar al colectivo sanitario de todos los hospitales, que no fallen que hoy son muy necesarios. Ahora cuento cómo me organizo yo ante esta situación; ya tengo ganas de hacer cosas y procuro tener el tiempo ocupado. He pensado copiar todas las cosas que guardo de la escuela de San Federico y José Luis Sampedro en un cuaderno para que puedan leerlas mis hijos y nietos, con eso yo lo paso bien y disfruto; mi hija me ha traído cuadernos, uno de ortografía, que me gusta, otro para pintar. Así me organizo, un rato leo, otro escribo, relleno los cuadernos y me pongo cuentas, si me tren algo para coser ¡estupendo! y, si no, hago un poco de ganchillo. Mis hijos están muy pendientes de mí, uno de ellos ha estado conmigo cuando estaba peor de salud, ahora, que estoy mejor viene a comer y me da mucha alegría; así se va pasando. Esperemos que el coronavirus pase de largo y todo vuelva a la normalidad.

SUSPIROS

POR Mª CARMEN GONZÁÈZ

"Los suspiros son aire y van al aire". Eso decía Bécquer, pero yo creo que ahora son diferentes. Me encuentro suspirando muchas veces, involuntariamente, y esos suspiros son mucho más que aire. Salen de lo más profundo, donde guardamos todo lo que durante estos días nos preocupa. Es como si con ellos quisiéramos hacer salir todas las cosas, en las que no podemos dejar de pensar. A veces cuando suspiramos, parece que nos vaciamos un poco por dentro y que nuestro ánimo se serena. Es como si estuvieran un poco encarcelados, como nosotros, sin cerrojos, pero sabiendo lo

que debemos hacer. Son las ansias que tenemos de que esta espera termine y de recuperar nuestra vida cotidiana. De ver, de tocar, de sentir, de contemplar, de escuchar, de todo lo que teníamos y que no valorábamos. Por eso los suspiros hoy no son aire, son sentimientos.

FALTADE LIBERTAD

POR GLORIA GARCÍA ALONSO

Esta falta de libertad con el confinamiento me ha servido, como imagino, lo habrá sentido la mayoría de la gente, para dar más importancia a lo que realmente lo tiene en esta vida: La familia, la salud, la amistad, la libertad y el constatar una vez más, que para ser feliz se necesita muy poco. Al comienzo de este confinamiento tenía sentimientos de incertidumbre, de preocupación, porque pensaba que el hecho de no poder salir a la calle y no poder ver a mi familia me iba a afectar anímicamente, pero día a día en el silencio creado a mi alrededor, donde el ruido de los coches en mi ventana se había cambiado por el gorjeo de los pájaros, es decir por el ruido que nos brinda la naturaleza, me fui relajando, saboreando esa sensación de quietud y sintiéndome cada vez mejor entre libros y en mi pequeño mundo, o también tal vez, porque iba interiorizando el riesgo inmenso de contagio que existía fuera, según iba escuchando la escalada ascendente de enfermos y fallecidos de cada día. Ese sentimiento de riesgo me llegó de lleno cuando recibí la comunicación del fallecimiento por coronavirus de un amigo de muchos años, totalmente sano y robusto, compañero de mi marido, profesor de mis hijos, …y es que cuando se oyen las noticias con las cifras, estadísticas y porcentajes en ascenso, te impactan y te preguntas como será posible…, pero cuando palpas el dolor de cerca, cuando tu amiga te cuenta que no puede soportar la situación de no poder estar a su lado, ni poderlo despedir, es cuando de verdad te percatas de lo dañino que es esta epidemia y los sentimientos de tristeza e impotencia te afloran sin poderlo evitar. Añadiendo a todo esto, la imposibilidad de ofrecerla ese abrazo de consuelo que ayudaría en su duelo, ya que todos necesitamos el apoyo humano de los demás ante tal pérdida. Por otra parte, hoy en día, tenemos que agradecer el hecho de disponer de los avances científicos, como el ordenador y los móviles que nos han permitido estar en contacto virtual con los hijos, nietos y demás familia por medio de las videoconferencias lo que nos ha permitido, superar y hacer más llevadera esta falta de libertad impuestra por el coronavirus. Por este medio virtual, cada día a las 7 de la tarde, tengo una cita con mis hermanas para hacer ejercicio físico juntas, corriendo en el sitio y realizando una tabla de ejercicios, mientras nos contamos los pormenores del día. Y los lunes a las 18:00 nuestra cita con el Test de Turing, la Maquina Enigma, o las Propiedades de los sonidos etc. con nuestra profesora Lia. Gracias por tu tiempo Lía, por tu generosidad, por la ilusión que nos contagias y por haber hecho posible ese con-

tacto virtual con las compañeras, que me supone una gran satisfacción, aunque sea entre pantallas. Sin olvidarme tampoco de Victoria, que escribe en Ingles al grupo del WhatsApp y nos envía vídeos para no perder ese contacto con el idioma que es tan necesario para no olvidarlo y sentirlo vivo. Con el corazón en la mano, muchas gracias.

MICONFINAMIENTO

POR DORI DÍAZ

Cuando nos despedimos no sé ya qué día de marzo, nunca pensé y creo que nadie nos imaginábamos que este dichoso virus iba a ser tan malo y duro. Yo he dedicado este tiempo a hacer limpieza, coser unos cuadros de punto de cruz, leer. Gracias a mi perrita salía casi todos los días un rato con ella y me daba pena ver La Dehesa tan en silencio, sólo se oían los pájaros y las palomas, la verdad que impresionaba. Bueno, un saludo y abrazos para todos, espero que nos veamos pronto.

VIDAPERRAO PERRAVIDA

POR MAITE

"Durante el confinamiento" va a ser una frase que se repita frecuentemente a partir de ahora, en la desescalada. "Pues a mí durante el confinamiento…", "ah sí, yo lo vi durante el confinamiento", "encontré aquella camiseta perdida en la limpieza que hice durante el confinamiento"… También durante este tiempo de retirada, ha habido como siempre, grupos más beneficiados que otros, y no me refiero solo a los que viven en casas amplias, con terrazas o jardines, ni a los que marcharon la víspera del confinamiento rápidamente a sus segundas residencias, no, me refiero a los perros, ellos han sido como se dice popularmente, "los putos amos". Antes del Estado de alarma, los perros no tenían tan buena prensa, y la vida cotidiana estaba llena de dichos como: vaya vida de perro que llevo, perra suerte, eres una perra, cochina suerte de perro, incluso en textos clásicos de literatura como Fuenteovejuna, aparece el término "perro villano"; en refranes: "el perro del hortelano que ni come ni deja comer", expresiones peyorativas como: perro judío y perro moro. Es cierto que en los últimos tiempos y sobre todo en las ciudades el perro ha conseguido una entidad propia sin precedentes, se respetan sus derechos y se castigan a los que les maltratan o abandonan. Y es cierto que se han convertido, en muchos casos, en compañeros vitales para muchas personas solas. Pero es quizá ahora, durante el confinamiento, cuando los perros han tenido más derechos que los propios humanos. No han tenido franja horaria para salir, ni duración o distancia a la que atenerse y han salido incluso en los momentos de más intensidad vírica. Sus necesidades han estado cubiertas desde el principio. Y qué gusto, en sus salidas han podido respirar libremente, los cielos de Madrid estaban limpios, puros, sin contaminación, y ellos los han disfrutado y sin mascarillas que les asfixien. ¡Qué envidia tener un perro!, y casi diría más ¡Qué envidia ser perro! Las perreras se han visto desbordadas por las peticiones de adop-

ción, veremos a ver qué ocurre tras el confinamiento. Aunque también es verdad que tendríamos que preguntarles a ellos cómo han visto, esta situación, como ya hizo Cervantes en su obra "El coloquio de los perros" en la que pone en boca de ellos, que todo lo ven y todo lo andan la visión crítica de la sociedad de su tiempo. Muchas veces he dicho que si tuviese que escoger, en otra vida, qué ser, escogería ser gato. Me gustan los gatos por su independencia. Cuando quieren que les mimes remolonean, se restriegan y consiguen lo que quieren, y cuando quieren estar solos se aíslan sin que nadie les moleste. No necesitan que les saquen, requieren pocos cuidados de sus dueños acompañantes, y no piden permiso para cambiar de vida si encuentran algo más atractivo. Me gustan los gatos aunque no sé, quizá después del confinamiento cambie de parecer y si puedo escoger me quede con ser perro, bueno, perra.

LAVENTANA INDISCRETA

POR PILAR ITURRIOZ

Muchos conoceréis la película de Hitchcock "La ventana indiscreta" (Rear window), en la que un fotógrafo enyesado debe permanece en casa en una silla de ruedas mientras se recupera de las fracturas de su pierna. Ante la imposibilidad de moverse, se aficiona a fisgonear a los vecinos del edificio de enfrente. Así se inicia la trama de esta película de la que no cuento más por si alguien no la ha visto y se anima a conocerla. En estos días, mi ventana también se ha convertido en “ i n d i s c r e t a " . Afortunadamente vivo en un piso alto y tengo buena perspectiva para "fisgonear". He pasado mucho tiempo con el regusto en la mirada del jardín que, con lluvias, calores, nieblas y cada vez más horas de luz, ofrece como si fuera absenta un bálsamo verde de tonos esmeraldas y vibrantes brotes casi translúcidos. Este colorido invita a la vitalidad, al hacer, a no dejarse mecer por la pereza. Pero no es el jardín, el protagonista de este relato. Cada día a las 8 de la tarde salimos a aplaudir. Detengo lo que esté haciendo; aplaudir, asomarme a la ventana, se ha convertido en una necesidad para mi. Tomo aire, respiro, me achucho con mi hija porque la ventana no es muy grande y nos miramos y nos reímos. Asomamos tanto la cabeza intentando ver a los otros vecinos que nunca había conseguido tanta elasticidad en el cuello en las clases de gimnasia, parecemos "cisnes". Algunos días, el aplauso tiene "otros objetivos": celebramos algún cumpleaños, cantamos alguna canción o aplaudimos a ritmo de sevillanas. La monotonía también tiene sus excepciones, sin embargo, hay algo que no he dejado de hacer ningún día: saludar a 2 bebés de los edificios cercanos. Son bebés de cerca de un añito, deduzco por sus ropas a veces rosas que son niñas. Se asoman en brazos de sus papás, una en una ventana

porque igual que nosotros no tienen balcón, la otra desde su terraza. Con una lámpara lanzo señales de luz encendiendo y apagando, como un faro en un océano de asfalto. Es nuestra clave. Sus papás están atentos y el rito continúa hasta que capto la atención de las niñas y me saludan, al estilo "cinco lobitos". Así día tras día. El tiempo se detiene en ese instante. Si los aplausos cesan y no he conseguido su saludo, continúo llamando su atención. ¡Qué vergüenza!, dice mi hija. ¿Vergüenza, por qué? Si no nos conocemos… Ahora estamos con horarios distintos pero llegará muy pronto el momento en que nos crucemos por la calle y quizás las reconozca o quizás no porque son un espejismo de rostro sin detalle pero para mí ya son y serán en mi recuerdo, aunque ellas nunca lo sepan, mi motivo para salir, aplaudir y compartir cada día con ellas y por ellas desde mi ventana indiscreta… un día más, un futuro que se me antoja será mejor…

QUÉSABENADIE

POR MARÍA PILAR AZNAR

Hola amigos, como leo por vuestros mensajes, estáis todos bien y los pachuchos mejorando. Quiero también expresar el sentir de estos horribles días que estamos pasando. Hoy mismo viendo esas colas para coger alimentos, tapándose la cara para no ser reconocidos y la tristeza… no la puedes resistir, porque puede ser que algún hijo esté en estas circunstancias, ¡es muy duro! Quizás, porque hay días que estás más sensible, también te hacen reflexionar en lo positivo que tienes y sobre todo la VIDA. Yo ya he decidido no pensar en el futuro. Quá sabe nadie… como dice la canción. Un saludo grande y nos veremos pronto.

CORAJEPARA AGUANTAR

POR RUFI CAMPOS

Todos sabemos lo importante que es hacer ejercicio en todas las edades: niños, adolescentes, jóvenes... Pero a medida que cumplimos años nos vamos volviéndonos más sedentarios, quizás porque nos cansamos o porque nuestro cuerpo se va acomodando a la falta de agilidad y flexibilidad . Es importante salir de esta actitud porque nuestra vida continúa y tiene que ser de la manera mejor posible. Tenemos que procurar no enfermar y estar en forma, con agilidad y buen ánimo, para ello es recomendable hacer ejercicio. La actitud sedentaria causa obesidad y provoca una serie de enfermedades que limitan nuestra vida. Dar paseos diarios, ahora, que ya podemos salir en una franja horaria, y hacer ejercicios suaves en casa nos hace mantener el tono muscular, la flexibilidad y el equilibrio, además nos ayudan a mantener un aspecto más juvenil a pesar de nuestra edad y evitar caídas, que son más frecuentes a medida que cumplimos años. En las emociones también influye la falta de ejercicio. Y precisamente en estos momento, que las emociones negativas son muchas, debemos animarnos a superarlas. La falta de ejercicio hace que tengamos tendencia a la ansiedad y a la depresión. Toda cambia si nos planteamos hacer alguna actividad física y comenzamos a organizar nuestro tiempo hacia unos hábitos para conseguir una buena salud física y mental. La vida nos exige un esfuerzo constante para conseguir un reto que es, conseguir un bienestar hasta el final.

CONFINAMIENTOSARISTOCRÁTICOS

POR ÁLVARO MOVELLÁN

Allá por el siglo XVI en la Francia de las guerras de religión, un señor llamado Michel Eyquem de Montaigne vivió confinado durante 10 años en su castillo, sin más preocupación que la lectura de Platón, Séneca, Epicuro o Lucrecio. Bien es verdad que así cualquiera se confina, siendo aristócrata y en una torre cir-

cular llena de libros. Pero algo podemos aprender de esa reclusión, por muy voluntaria que fuera la suya y obligada la nuestra. Y es que además de poder disfrutar de nosotros mismos y de los que tenemos cerca, podemos pararnos a pensar, esa característica que nos hace humanos, pero que tan poco llevamos a la práctica en medio del frenesí de la vida moderna. Al principio de su confinamiento, Montaigne se preguntó ‘¿Qué sé yo?’, y no fue esta una mera interrogación retórica, sino que el intento de respuesta le llevó a plasmar sus reflexiones en piezas que llamó ‘ensayos’ y que lo mismo versaban sobre la amistad que sobre el canibalismo, sobre la oración que sobre el placer, sobre el arrepentimiento que sobre los cálculos renales, sobre los olores que sobre la soledad... Si en un principio estos escritos solo quedaron a disposición de familiares y amigos, al cabo de los años acabaron por dar nombre a todo un género, el ensayo, se recopilaron en una magna obra conocida como ‘Los ensayos de Montaigne’ y, sobre todo, han ayudado a millones de lectores a conocer el mundo, la existencia y también a sí mismos. En esa pregunta ya se atisba una característica fundamental del pensador francés, la duda. Montaigne es uno de los más preclaros representantes de la corriente del escepticismo, de aquellos para los que la única certeza que existe es que todo debe ser sometido a interrogación, de aquellos para los que el conocimiento, el progreso, se basa en la puesta de cuestión de cualquier conocimiento, en no dar nada por cierto. Y sí esta máxima debiera acompañarnos siempre en la vida (y más en una Escuela como es la nuestra en la que intentamos llevar a cabo el “siempre que enseñes enseña a dudar de lo que enseñas” de Ortega), estos días más aún si cabe y así deberíamos pasar por el tamiz de la duda las informaciones que nos llegan, especialmente por redes sociales o whastsapp, los consejos de los ‘todólogos’ y, si me apuráis, hasta las decisiones del Gobierno. Como dijo T. S. Elliot ni la información implica conocimiento, ni el conocimiento sabiduría. Limitar la información, elegir medios rigurosos, silenciar los grupos de whatsapp y similares y evitar las opiniones negativas nos ayudará a evadirnos y a ser un rato dueños de nosotros mismos, podremos pensar, reflexionar, disfrutar del canto de los pájaros que tan raro es oír en nuestro bullanguero Madrid, de la lectura sosegada, de la conversación sin el ruido de los coches... de lo que, en fin, debería ser una vida plácida. Porque como se ha preguntado estos días la premio Nobel de Literatura Olga Tozarczuch, ¿no será que hemos vuelto al ritmo de vida normal? ¿que el virus no es el trastorno de la norma, sino que, por el contrario, lo anormal era el frenético mundo anterior al virus? Y es que en la época de la globalización, de la biotecnología, de la inteligencia artificial, una peste, esa palabra que parecía enterrada en épocas pretéritas, nos ha venido a recordar, además, la fragilidad de la vida humana. Montaigne dejó sus cargos en la magistratura de Burdeos y se recluyó en su castillo cuando después de la caída de un caballo fue consciente de la inmediatez de la muerte y ante eso decidió que lo mejor era disfrutar de sí mismo y de los demás, de la vida campestre y de los libros, y sobre todo de la reflexión en libertad. “Filosofar es aprender a morir” dijo nuestro pensador: se trata de aprender a vivir con naturalidad sin temor al irremediable final; una vida plena y satisfactoria, que evita el mal, solo conduce a una muerte digna. Esperemos, pues, que el maldito coronavirus por lo menos nos ayude a parar, pensar y volver a vivir dignamente disfrutando de los pequeños placeres. Y siempre dudando; incluso de todo lo dicho aquí.