GACETA PARNASUS SETIEMBRE 2021 | VOL. 08
Buscó una moneda y, como si fuese un jugador de la NBA, acertó a la taza de lata que hacía de receptor de limosnas. El sonido metálico de la moneda al golpear el fondo de la taza denunció lo escuálido de las propinas. Frankie siguió caminando y volvió a tocar el bolsillo interno; al percibir el block y el lápiz de grafito para dibujos se sintió tranquilo. Llegó a la entrada principal del Penn Station y se adentró entre la multitud. Observaba a la gente, buscando alguna dama con anteojos para dibujarla a hurtadillas. De pronto vio llegar una mujer de unos treinta años con unas gafas Mykita, se apresuró a abrir su block y se acercó solapadamente. Vio que ella quitó el ticket hacia Manhattan Transfer e hizo lo mismo. En el andén se mantuvo a distancia, pero dibujando cada detalle. Cuando llegó el tren, subió al mismo vagón. Recostado contra la puerta siguió dibujando; el horario en que iba lleno el tren ayudaba a que nadie se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Al llegar a Harrison, la dama descendió y él también. La mujer caminó entre la nevisca y, un par de calles más adelante, entró a un edificio de departamentos. Él quedó expectante durante un rato y luego volvió a la estación. Tomó asiento mientras esperaba el tren que le permitiría regresar y aprovechó el tiempo para terminar de corregir su dibujo. De repente, sintió sobre sí una mirada. Levantó la vista: frente a él tenía una mujer toda de blanco con anteojos Burberry. Sintió escalofríos; la mujer se sentó al lado. —Son anteojos Mykita, por lo que veo en su retrato —dijo la mujer. Frankie respondió con una afirmación mientras la observaba minuciosamente. No tendría más de veinticinco años y vestía con gran elegancia, hasta su cabellera era color blanco pues se notaba en sus raíces que no era teñida.
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