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La Columna Vertebral
Los Dreamers se quedan
Llamada de alerta
Por José López Zamorano Para La Red Hispana Las nuevas cifras dadas a conocer por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) sobre el avance de la epidemia del
COVID-19 deben ser una llamada de alerta a nivel nacional sobre la crisis de salud que está golpeando en estos momentos a las comunidades latinas, afroamericanas y nativas dentro de los Estados Unidos. Aunque ya sabíamos que las comunidades minoritarias estabamos siendo impactadas desproporcionalmente por los contagios, los nuevos datos sugieren que el impacto no sólo es más profundo, sino que amenaza con empeorar la crisis sanitaria y convertirse en un problema crónico de salud pública para las comunidades de color del país. De un total de 599,636 contagios con información racial o étnica precisa, un 33% de los contagiados eran latinas o latinos de cualquier
Caricatura Editorial por Grosso Muchas Gracias
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JUNIO 25-JULIO 7/2020
origen racial, a pesar de que representamos el 18% de la población de Estados Unidos. El caso de los afroamericanos, la proporción fue del 22%, aún cuando constituyen el 13% de la población. Aunque los CDC reconocieron que la proporción de datos faltantes sobre raza y etnicidad limitan las conclusiones, las cifras son consistentes con un análisis de la Red de Vigilancia de Hospitalizaciones Asociadas (COVID-Net), la cual encontró más altas proporciones de afroamericanos e hispanos entre los pacientes hospitalizados con COVID-19 en relación con la población completa Los hispanos somos hospitalizados en proporción de cuatro a uno en comparación con los blancos no hispanos, los afroamericanos en proporción de 4.5 y los nativos en proporción de cinco a uno. La fotografía racial y étnica de los contagios del COVID-19 los Estados Unidos la completan un 36% entre la población blanca no-hispana, 4% entre la asiática y de 1.3% entre los nativos americanos y de Alaska, éstos últimos también aceptados desproporcional mente toda vez que representan el 0.7% de la población estadounidense. Aunque la incidencia del COVID-19 fue prácticamente similar entre hombres y mujeres, los casos más graves fueron reportados entre varones. De la misma forma las personas mayores de 70 años de edad, independientemente de los padecimientos subyacentes, tuvieron el más alto nivel de hospitalizaciones, admisiones a unidades de cuidados intensivos y desenlaces fatales Las reveladoras estadísticas de los CDC muestran que las personas con condiciones médicas subyacentes serias, tal como diabetes, enfermedad cardiaca o enfermedad pulmonar crónica, enfermedad hepática o renal, o sistemas inmunológicos comprometidos, fueron hospitalizados en proporción seis veces más alta que personas sanas, y que la probabilidad de muerte fue 12 veces más alta que en personas sin tales padecimientos. La falta de acceso médico, la brecha de ingresos, el tipo de empleo, de transporte y hasta la zona postal de su vivienda, han sido y siguen siendo determinantes sociales de salud que han agravado el cuadro médico de minorías raciales y étnicas azotadas por enfermedades crónicas como la diabetes, el sobrepeso, el asma y la hipertensión. Es verdad que ningún segmento de la población ha quedado o está a salvo de un posible contagio por COVID-19. Pero para para las comunidades hispanas, afroamericanas y nativas se trata de una tormenta perfecta que requiere una intervención urgente, desde una perspectiva sanitaria y de comunicación pública sobre acceso a opciones y recursos de salud, e información oportuna y culturalmente relevante sobre cómo mantenerse sanos y salvos Para más información visita www.laredhispana.com
Por Maribel Hastings y David Torres Colaboradores America’s Voice Aunque en medio de una pandemia, conflictos raciales y los excesos de Donald Trump las buenas noticias se toman con pinzas, amerita celebrar el importante fallo de la Suprema Corte de Justicia que bloquea la decisión del presidente de eliminar el programa de Acción Diferida para Quienes Llegaron en la Infancia (DACA). Era cuestión de tiempo, de sentido común y de justicia, pues la lucha de los Dreamers ha sido una de las más arduas y significativamente históricas de que se tenga memoria en los tiempos que corren. Parecía imposible al principio, pero vale la pena ver hasta dónde han llegado. De hecho, plantearon desde el comienzo un modelo de lucha digna para resolver un problema migratorio del que no fueron responsables, sino los afectados directos desde que tenían poca edad para decidir. Y aun así, al crecer asumieron como suya la decisión de sus padres, quienes al traerlos a este país buscaban mejores horizontes para todos. Y ahora son líderes de su propia generación. Así, el fallo de la Suprema Corte es un destello de luz que no solo da un respiro a los Dreamers y a sus familias, sino que ofrece un resquicio de esperanza de que, en algunas instancias, el máximo tribunal todavía no se ha convertido en sello de goma de los antojos de Trump, como el resto de su administración. Se nota que al menos los magistrados evaluaron no solo el aspecto constitucional y económico de las altas contribuciones de los Dreamers y sus familias a Estados Unidos, sino sobre todo el aspecto moral y humano, que ahora mismo dignifica a estos casi 800,000 jóvenes ante tantos ataques antiinmigrantes y xenófobos que esta administración ha
emitido en su contra desde el principio. Sin embargo, al mismo tiempo es un triunfo temporal, porque Trump sigue siendo presidente y su campaña de reelección, como en 2016, se basa en una declarada guerra contra los inmigrantes que no cesará mientras permanezca en la Casa Blanca. Con base en ello, este fallo solo atiza la ira de Trump y le da armas para movilizar a su base utilizando, como siempre, a los inmigrantes como chivos expiatorios. También azuza a asesores como Stephen Miller para redoblar esfuerzos en impulsar una agenda antiinmigrante a punta de cambios administrativos, como han venido haciendo. Y no le importará a este gobierno que los Dreamers sean padres de casi 250,000 niños estadounidenses; que paguen más de 5.7 mil millones en impuestos federales y más de 3.1 mil millones en impuestos estatales y locales; que a su vez sean dueños de casi 60,000 hogares; que paguen más de 2.3 mil millones en renta inmobiliaria, o que con su trabajo contribuyan grandemente al sostenimiento del Seguro Social. Claro que no le importará a Trump, porque por encima de eso está su narcisismo y su repulsión hacia minorías, sobre todo si son de origen latino. Ya lo escribió en su cuenta de Twitter en respuesta al fallo de la Suprema Corte: “Estas decisiones horribles y políticamente cargadas provenientes de la Corte Suprema son disparos de escopeta en la cara de las personas que orgullosamente se autodenominan conservadoras. Necesitamos más jueces (conservadores) o vamos a perder nuestra Segunda Enmienda y todo lo demás”. Es decir, Trump apuesta a ganar, sintiéndose siempre por encima de la ley. Y lo demuestra ahora al no aceptar el fallo de los magistrados del más alto tribunal de la nación.
Pero en caso de que así no fuera, su gobierno se ha dado a la tarea de desmantelar las protecciones contra inmigrantes y refugiados, así como de infligir el mayor daño posible antes de abandonar el barco, claro está, si perdiera las elecciones. Y esta es una posibilidad cada vez menos remota, si se toma en cuenta que incluso sus ex asesores más cercanos están evidenciando la clase de mandatario que es, pero sobre todo el tipo de persona que no deja de ser. John Bolton, ex asesor de Seguridad Nacional, es el más reciente de una larga lista de arrepentidos de haber trabajado para Trump. Por eso, este fallo de DACA plasma la importancia de la elección de noviembre. Ante la ausencia de una solución legislativa permanente para los Dreamers, que es muy improbable que se consiga este año, Trump seguirá rondando a su presa e insistirá en atacar a los Dreamers y a los inmigrantes. Y si gana, es seguro que sus ataques se magnificarán porque se sentirá validado luego de la cuestionable elección de 2016, cuando perdió el voto popular y fue asistido por los rusos. En ese sentido, la expresión “la lucha continúa” debe ser asumida por los Dreamers con la mayor madurez ante lo que venga en los próximos meses antes de noviembre, pues los cálculos políticos de Trump y sus compinches apuntarán a una arremetida visceral contra todo lo que tenga que ver con el tema migratorio. La razón y la justicia, sin embargo, están ahora actuando en el lado correcto de la historia. De este modo, el triunfo de los Dreamers en esta batalla debe ser motivo suficiente para registrarse, movilizarse y votar, porque su protección y una solución permanente para ellos y para el resto de los inmigrantes dependerán de que Trump no sea reelecto.