La Jornada, 31/01/2022

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LA JORNADA DE ENMEDIO Lunes 31 de enero de 2022

CULTURA

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Sergio Ramírez elogió el carácter plural de la FIL El escritor nicaragüense participó en un coloquio organizado por el Instituto Cervantes JUAN CARLOS G. PARTIDA CORRESPONSAL GUADALAJARA, JAL.

El escritor Sergio Ramírez calificó a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara de “invulnerable a las incertidumbres políticas”, debido al “enorme prestigio que goza como centro de reflexión e investigación académica”. Durante el coloquio México en los libros: encuentro con la FIL Guadalajara, organizado por el Instituto Cervantes desde su sede en Madrid, transmitido en redes sociales este fin de semana, el autor expresó: “La FIL es un espacio crítico muy abierto, donde hay ideas de todo tipo y gente de todas las ideologías viene a expresarse libremente. “La fuerza de la feria es ser un lugar de reflexión múltiple”, expresó el Premio Cervantes de Literatura. En el encuentro participaron Marisol Schulz Manaut, directora de la FIL; la editora Pilar Reyes; el escritor Juan Cruz, quien fungió de moderador, y el poeta Luis García Montero, director del Instituto Cervantes. “La Universidad de Guadalajara goza de enorme prestigio. Sólo su Centro Médico –puedo dar fe–, tiene un número de especialistas y una capacidad técnica quirúrgica que cualquier universidad de Estados Unidos o Europa envidiaría; es, por tanto, un centro científico, de investigación, universitario y docente que no es susceptible a los

ataques políticos; es una institución que siempre estará ahí. Pasarán gobiernos de distintos signos y siempre estará la universidad y las instituciones que representa, entre las que se encuentra la FIL”, agregó. Se dijo “uno de los escritores más veteranos de la feria”, a la cual habrá faltado “un par de veces, nada más”, y recordó anécdotas muy lejanas en el tiempo, como aquella cuando el poeta chileno Nicanor Parra ganó en 1991 lo que entonces era aún el Premio Juan Rulfo de Literatura, que con el paso del tiempo y debido al rechazo de familiares del autor de Pedro Páramo a que se siguiera usando ese nombre –el escritor Tomás Segovia, quien recibió el premio, hizo declaraciones que para la familia denostaron al jalisciense–, desde 2006 se llama Premio FIL. “Nicanor recibió un sobre con un cheque por los 100 mil dólares del premio, lo metió en su bolsa, pero luego sacó el cheque y empezó a saludar con él en la mano. Ése es el primer recuerdo de los muchos que tengo de la FIL, por donde ha pasado toda la literatura hispanoamericana”, relató Ramírez entre risas. “Ahí se encuentra uno a todo el mundo; lo mejor de la feria era la extraferia en los pasillos, en los desayunos, donde en otros tiempos servían más de 50 clases de huevos en los desayunos. Las tertulias, las fiestas interminables de cada noche, la muy tradicional fiesta del Fondo de Cultura Económica, de Alfaguara. Creo que en ningún otro

lugar del mundo hay tanta gente hablando al mismo tiempo.” En su turno, Marisol Schulz reconoció que más que un milagro, la feria es producto de un trabajo profesional ininterrumpido de 35 años, además de que su fundador y presidente, Raúl Padilla, siempre tuvo claro que buscaba que se tratara de un encuentro mixto, que reuniera mucho público, pero también a personajes en torno a la creación e industria del libro. Asimismo, defendió la pluralidad ideológica que ha buscado mantener entre los invitados. “Hemos tenido momentos de manifestaciones dentro de la feria. Cuando esto de las niñas de la Marea Verde, tuvimos una manifestación feminista dentro y se autorizó y funcionó (...) En cuanto a la desaparición de los 43 estudiantes normalistas ocurrida durante el sexenio de Peña Nieto, se tuvo la posición no sólo de permitir, sino que la propia feria salió en contra de lo que había sucedido”. La editora Pilar Reyes dijo que la FIL “ha transformado la dinámica editorial en español”, que “construyó un lugar de encuentro para autores” y contribuyó a dar una visibilidad primero continental y ahora mundial a los escritores de habla española, en particular a los latinoamericanos. “Ahora vemos un fenómeno espléndido, un montón de editores pequeños de América Latina que se dan cita y que pueden mostrar su oferta, lo que ha generado una conversación e intercambio editorial intenso”, agregó.

Luis García Montero, en su calidad de poeta, director del Instituto Cervantes y coordinador del coloquio, afirmó que el reconocimiento

a la feria es porque “para el mundo hispano la referencia de la FIL es fundamental, y también para el Instituto Cervantes”.

CELEBRACIÓN A LAS ARTES ESCÉNICAS

Con menos restricciones por la pandemia que en 2021, la Feria Europea de Artes Escénicas para Niños y Niñas llega a su edición 31 con un programa presencial integrado por 76 compañías de 14 comunidades españolas, así como de Francia, Bélgica, Italia, Portugal y Argentina. Entre las más de 200 funciones, del 13 al 18 de febrero, destaca el montaje La ratita presumida, de Titiriteros de Binéfar, de Aragón, España. Foto Europa Press

Tambores para la guerra HERMANN BELLINGHAUSEN

N

o bien retroceden las aguas de la pandemia, ya crecen el lenguaje y el clamor de una guerra que sería más global que ninguna e impactaría toda la Tierra. Como siempre, son los gobiernos de las “potencias” los que tocan sonoramente los tambores, alistan tropas, barcos, aviones y explosivos teledirigidos. Se llama potencias a las naciones con intereses coloniales en otros países y continentes, invocando sus derechos de poder como el único bien deseable. La Historia se repite pero no. Una próxima guerra global-mundial no sería como las anteriores. La Guerra Europea pudo ser un atractivo turístico para ciudadanos que visitaban trincheras y campos donde hubo batallas como quien recorre ruinas y selvas o va a la playa. La retórica intoxicada del belicismo dio un salto cualitativo y cuantitativo en 1914, y un siglo después ya no sorprende, con todo lo que aprendimos del Holocausto, Hiroshima y las invasiones en Medio Oriente y Afganistán por las potencias antes y después del 11 de septiembre de 2001. La red de bombas y dispositivos terminales se extiende por el hemisferio

norte en cantidad absurda; una mínima parte de ese arsenal bastaría para aniquilar nuestra especie y muchas otras. Lo sabemos desde el forcejeo entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la crisis de los misiles en Cuba. Las tensiones se han recalentado con la provocación recíproca entre Rusia y la OTAN por Ucrania, punto álgido de la frágil detente nuclear. De por sí tenemos las aspiraciones israelíes de obliterar a sus enemigos islámicos, las bravuconadas de Irán y Corea del Norte, las fricciones crónicas entre Pakistán e India, las amenazas de un terrorismo atómico. Con la proliferación de armas químicas y biológicas, y su capacidad de enfermar y envenenar poblaciones enteras, los escenarios de guerra no convencional se multiplicaron. Es lugar común y falsa aspirina la noción de que llevamos medio siglo en guerra permanente; no deja de haber conflictos armados en cualquier lugar del mundo. Nunca hubo más desplazados. Las guerras que involucran directa o indirectamente a las potencias son peleadas por grupos y ejércitos a nombre de algún dios (sobre todo el judeocristiano y el islámico) o de las ideologías basadas en que millones de personas salen sobrando. En un planeta inundado de armas (la mercancía más cotizada y la inversión

más costosa de los gobiernos) hemos visto y seguiremos viendo despiadadas guerras civiles como en Ruanda, Congo, los Balcanes, Yemen, Etiopía, Irlanda del Norte, Irak, Libia, Siria y un etcétera de vértigo. En América Latina ya sufrimos desde los años 70 “guerras sucias”, desde México hasta Chile y Argentina. En la región nadie quiere ver esos y otros conflictos como colonialismo interno, en particular contra los pueblos originarios a fin de arrebatarles sus territorios. La tradición europea del despojo americano lleva cinco siglos, y se prolonga hoy en la Amazonia brasileña, la Araucanía, las montañas de Colombia y Centroamérica, las selvas y sierras de Mesoamérica, la península de Yucatán y los territorios sagrados de los lakota. Pero ningún país las reconoce como acciones de colonialismo doméstico. Agreguemos las recurrentes conflagraciones encubiertas de baja intensidad, condimentadas si no es que dirigidas por Estados Unidos, la expansión del crimen organizado como temible fuerza beligerante, la paramilitarización, la militarización como causa y efecto. Para colmo, con el arribo de Donald Trump al gobierno estadunidense y la mutación fascista del partido Republicano, sobre todo tras su salida de la Casa Blanca, crece el fantasma de una

nueva guerra civil en el país con más armas poderosas y legales en manos de ciudadanos fanáticos y supremacistas educados en la cotidiana violencia racial, que pronto podrían recuperar el control de la potencia más expansiva y letal de la Historia. Véanse si no los angustiantes despachos de David Brooks en estas páginas desde el vientre de la ballena. Llevamos tanto tiempo sentados en un polvorín que nos hemos acostumbrado. Las guerras estimulan las ganancias de las potencias y de sus empresarios. Ahora sabemos que también son ganancia los desastres naturales, cuando el planeta ha entrado en una espiral irreversible de calentamiento global. Reconstruir resulta tan lucrativo como destruir. Ante un escenario tal, a punto de salir de madre en cualquier momento, quedan las bolsas de resistencia y civilización comunitaria (como plantea Raúl Zibechi), sean pueblos originarios, fuerzas pacíficas y progresistas u organizaciones ciudadanas en defensa del territorio y los derechos esenciales de eso humano que cada día pierde batallas en alguna parte, y en ocasiones las gana. Necesitamos el ánimo, el pensamiento y la construcción alternativa de un mundo diferente, más allá del horror y la amenaza estúpida y suicida.


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