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C RÓ N I CA, D O M I N G O 26 S E P T I E M B R E 2021
EFE / EPA / Friedemann Vogel
Alemania, ante la despedida de Angela Merkel El país celebra hoy unas elecciones para poner fin a 16 años de mandato de la canciller, transformada de inflexible líder derechista a faro moral europeo en tiempos de crisis Legado Histórico Marcel Sanromà @marcelsanroma
Se dice que la relación entre Angela Merkel y Barack Obama fue tirante durante varios años, hasta que la canciller alemana comprendió el rol que el presidente estadunidense esperaba de ella, como líder germana y, de alguna manera, líder europea. Cuando el demócrata le entregó
la Medalla de la Libertad en 2011, muchos analistas se preguntaron si el darle la máxima distinción que puede recibir un civil en EU a Merkel era un reconocimiento o una invitación a que la mandataria elevara su juego. Y es que hace diez años, el rol de Merkel en el tablero internacional no era el que es hoy, y la crisis financiera de 2009 había generado enormes tensiones entre Alemania, motor económico de Europa, y los países del sur, mucho más golpeados. Merkel, quien arranca este domingo el final de su mandato de 16 años al frente de Alemania, es una política económica-
mente de derechas, partidaria del libre mercado, regulaciones limitadas a las empresas y quien apostó durante aquella crisis por una firme política de austeridad — aunque dio algunas ayudas a consumidores— que contribuyó, a través de sus posturas en la Unión Europea, a estrangular a los países europeos con menos posibilidades de recuperarse con rapidez. En aquella época, Merkel se ganó una mala reputación entre países como Portugal, España, Italia o por supuesto Grecia, el país que peor sufrió el impacto de una crisis que nunca ha llegado a pasar del todo en territorio heleno. Merkel llegó a
decir entonces que Grecia, con una deuda estratosférica, debía salir de la crisis por su cuenta, sin ninguna ayuda exterior (o sea, de Alemania). YUGO PAR A EL SUR
Ahondando en esta postura, la mandataria conservadora se cerró en banda durante años a la petición de los países del sur de Europa de que la Unión Europea emitiera fondos de deuda común. La idea de estos ‘eurobonos’ era que la fortaleza de los países del norte aumentaría la confianza en que se pagarían los intereses y rebajaría la cuantía final de estos intereses. Pero Merkel siempre se negó. El egoísmo de descartar ayudar a los países del sur, exhibiendo el poderío económico alemán, que le permitía salir adelante con algunos recortes clave, la posicionó como una mandataria poco interesada en lo que ocurriera fuera de las fronteras de su país. Sin embargo, su decisión final de par-