15-11-2020

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||  Nacional  ||  Bertha Hernández historiaenvivomx@gmail.com

Domingo, 15 Noviembre 2020

8 crónica

Los primeros años de juventud le dieron a aquel joven las armas que lo llevarían a la administración del país en momentos complejos. Pero jamás se desprendería del periodismo y de la literatura. Quizá porque fue más discreto que algunos de sus contemporáneos para difundir las aventuras y los proyectos políticos en que participó, o quizá porque la importancia de sus novelas opacó al hombre público, el caso es que, doscientos años después de su nacimiento, importa redescubrir a don Manuel. HISTORIA EN VIVO

Política, guerra civil, aventuras: ese otro Manuel Payno L

os días de las aduanas y el estanco del tabaco se habían quedado atrás. El joven Manuel Payno estaba en la redacción de un periódico joven, de corte liberal y que empezaba a ganar fama, El Siglo Diez y Nueve. Acogido en las instalaciones del periódico, gracias a la hospitalidad del editor, Ignacio Cumplido, Payno podía darse el lujo de escribir en sus habitaciones. Así lo recuerda Guillermo Prieto: “…escribía en las piezas que le tenía destinadas, en las que había figurines de moda, aperos de jinete, armas y libros, pomadas y licores, sin faltar, por supuesto, un gorro de Newton, unas despabiladeras de Sócrates, un ladrillo de Pompeya ni un chivo con dos cabezas o una ardilla con cinco pies”. Son los periodistas y escritores de la generación de la Reforma inquietos, movedizos, no saben quedarse en un solo lugar. Se ganan el sustento escribiendo aquí y allá; combinando el oficio con la militancia política. El primer periódico donde Payno se embarcó, librado a sus propias fuerzas, era una empresa de amigos; es más, de compinches: Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez traían la gana de hace una publicación satírica. Atrajeron a otro amigo, Vicente Segura, y a Payno, que en esos días tenía, en sociedad con don Juan de la Granja —el español que trajo a México el telégrafo—, una imprenta, donde el periódico se produciría. Era 1845 cuando aquel asunto se fraguó: la publicación, quincenal, se llamaría “Don Simplicio”. Curiosa combinación era aquella: Prieto y Ramírez se asumían como liberales radicales, rabiosamente “puros”; Payno y Segura pertenecían a lo que se llamaba entonces “el partido moderado”. Pero la crítica al presidente y general Mariano Paredes era más importante que las diferencias políticas, de manera que “Sedujimos a Payno” -cuenta Prieto- “dejándole todo lo que fuera ventaja y lucro; invitamos a Vicente Segura a que nos acompañase; se adhirió a nosotros un pintor lleno de talento, y gracias a nosotros, el día menos pensado, derramando chistes, alborotando conciencias, burlando masones y alarmando bribo-

nes, apareció Don Simplicio, esgrimiendo su látigo en busca de peligrosas aventuras”. Pero si en aquellos días Manuel Payno parecía llevar el riesgo menor por ser el impresor y Ramírez —que de ahí acuñó su sobrenombre de El Nigromante— el que marcaba la línea política de la publicación, en los años siguientes años los caminos de aquellos hombres se separarían notoriamente: Ramírez y Prieto seguirían en la línea “pura” o radical, Segura moriría joven, y Payno continuaría por la senda del liberalismo moderado.

PAYNO Y SUS SITUACIONES. Te-

nía 26 años en 1847 cuando decidió casarse. La elegida era una joven de Morelia, aparentemente acomodada, y emparentada con una señora condesa de San Pedro del Álamo. Poco se sabe de Guadalupe González, que era el nombre de la novia. Lo que sí sabemos es que no era exactamente una señorita hogareña y frágil puesto que ella se convirtió en la administradora perpetua de los bienes, ganancias y negocios de su esposo. La invasión estadunidense llevó al recién casado a correr otras aventuras: al igual que Prieto, participó en lo que se conoce como la rebelión de los polkos, en contra del vicepresidente a cargo de la presidencia, Valentín Gómez Farías; eran batallones compuestos por los jóvenes mexicanos de las familias más conservadoras, y el proyecto había sido promovido por los liberales moderados. El asunto se acabó cuando Antonio López de Santa Anna resumió la presidencia, frenando los preparativos para la guerra de Gómez Farías. Durante toda su vida, Prieto se la pasó diciendo que se arrepentía mucho de haber participado en aquel asunto. Payno, no. Pero Santa Anna se quedó dos semanas en la presidencia y se marchó a enfrentar a los invasores. En su lugar quedó Pedro María Anaya, y su gobierno empezó a planear cómo atraer a la causa mexicana a los combatientes no estadunidenses, es decir, convencer a los irlandeses de que desertaran. Se necesitaban dos agentes, uno para infiltrar las ofertas entre las tropas estadunidenses, y

La participación de Manuel Payno en el golpe de Estado que causó la Guerra de Reforma le costó caro: al triunfo liberal fue perseguido; Ignacio Manuel Altamirano, diputado, insinuó que habría que cortarle la cabeza. También se le encarceló en tiempos del segundo imperio. Pero el triunfo del gobierno republicano fue más generoso: pudo volver al periodismo y a las letras, y, en su vejez, reconocido como un liberal más, el presidente Porfirio Díaz lo nombró cónsul en París, y luego en Barcelona. Volvió a su país para morir.

otro para ir a semblantear a Santa Anna sobre el plan y asegurar los pertrechos para los irlandeses. El encargado de la primera tarea sería Payno, con facultades para ofrecer diez pesos, “el pago de su fusil y diez acres de tierra” a cada irlandés que aceptara pasarse al lado mexicano. Aunque el proyecto no acabó de fraguar bien por la desorganización interna, sabemos que Payno estuvo presente en la defensa de Churubusco. El liberalismo moderado se inclinó por las negociaciones de paz después del avance estadunidense; los “puros” clamaban por seguir combatiendo, pero también sabían que no había condiciones para resistir. En 1848, lejos de la capital ocupada, se rehacía el gobierno mexicano, y el congreso se encontraba en Querétaro. Payno, electo diputado por Puebla, se unió a una tertulia donde estaban sus viejos conocidos, legisladores también: ese es el origen de los célebres Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos, donde participaron muchos autores, aunque fue, finalmente, Payno quien lo compilaría, editaría y publicaría. Fue con el gobierno de José Joaquín de Herrera, a mediados de 1848, que Payno se convirtió en ministro de Hacienda, el puesto menos envidiable de los gobiernos del México decimonónico. No obstante, y pese a la penuria que experimentaba el gobierno, hizo algo que los mexicanos conocemos muy bien: renegociar la deuda externa, aquella famosa “deuda inglesa” contraída en los primeros días de a vida independiente y que durante décadas le amargó la existencia a los responsables del erario nacional.

MOMENTOS DE PRUEBA. Logros como los aquí contados se opacaron en la biografía de Payno cuando, años más tarde, se convirtió en uno de los artífices de la guerra de Reforma: al triunfo de la Revolución de Ayutla, el nuevo presidente, Juan Álvarez, sólo ocupó el cargo por un breve periodo, y asumió la presidencia, como sustituto, Ignacio Comonfort, quien, con el apoyo del ministro de Gobernación, José María Lafragua, llevó a Payno nuevamente a Hacienda. Entre el presidente y su ministro había “una vieja y sincera amistad”, que convirtió a Payno en un personaje con influencia en

el despacho presidencial. Esa influencia se hizo patente en 1857, promulgada ya la nueva constitución liberal, cuando, pese a todas las declaraciones de buena fe, los choques entre liberales radicales, moderados y conservadores quitaron estabilidad al gobierno. Era noviembre cuando Payno dejó el ministerio de Hacienda, pero participó en la elaboración del documento conocido como Plan de Tacubaya, que desconocería la constitución que lastraba la operación del Ejecutivo, y concretaría un golpe de Estado. Todo, se pensó, estaría bajo control: se pensó en un golpe de Estado “en condiciones de laboratorio”. Comonfort tomaría posesión en diciembre como presidente constitucional, luego derogaría la Constitución y Zuloaga se pronunciaría. Entonces se crearía un gobierno provisional con Comonfort a la cabeza, con el compromiso de que ninguna fuerza política intentaría imponerse y todos trabajarían en actitud conciliadora. Pero el bello plan fracasó. Se filtraron las negociaciones, se acusó a Payno de viajar por el país promoviendo la traición a la Constitución. El 16 de diciembre Comonfort conoció el Plan de Tacubaya y horas más tarde, Félix Zuloaga, conservador, cumplía a medias su parte del trato. Todo se desbordó: renunciaron ministros, se disolvió el Ayuntamiento. Isidoro Olvera, presidente del Congreso, y Benito Juárez, presidente de la Suprema Corte de Justicia fueron encarcelados en Palacio Nacional. Cuando Comonfort se dio cuenta de que el conservadurismo no respetaría el acuerdo, abandonó el proyecto y ordenó liberar a Juárez, quien se convirtió en presidente de la República: comenzaba una guerra civil que duró tres años, muy dolorosos. Payno siempre defendió los motivos que lo impulsaron a promover el golpe. Y aunque, al triunfo liberal “puro”, sus antiguos conocidos le cobrarían la cuenta, el político, periodista y escritor había vivido suficientes aventuras y había conocido los caminos del país, para, años después, ya entrado en la vejez, escribir una de las novelas más importantes del siglo XIX mexicano: Los Bandidos de Río Frío.


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15-11-2020 by La Crónica de Hoy - Issuu