Proyecto

Page 21

PROYECTO JeanMaggi

Loimportante noeslalínea dellegada, sinocómo llegamosala líneadepartida.

INTRODUCCIÓN

Si nos remontamos a mi época de estudiante secundario, a muchos les sorprendería que hoy esté escribiendo mi propio libro. Poniendo como excusa mi discapacidad, era el peor alumno de la clase. Mis preocupaciones por aquel entonces eran otras. Llegar todos los días al aula suponía para mí un esfuerzo extremo, era extenuante subir las escaleras que para mis compañeros era lo más normal del mundo, y para mí era una barrera que no solo imposibilitaba mi autonomía, sino que me causaba un sufrimiento que los demás no comprendían; subir cada uno de esos escalones provocaba en mí no sólo un dolor físico, sino también emocional. Además, como no existían las mochilas en aquellos años, lo que hubiera facilitado mis desplazamientos; usábamos portafolios que pesaban en exceso por la cantidad de carpetas, cuadernos y manuales para cada asignatura, en un colegio con una doble escolaridad agotadora. Como si todo esto fuera poco, para ciertas asignaturas había que trasladarse de un aula a otra, lo que por momentos me hacía sentir frustrado, deprimido y desmotivado, porque cuando estamos en una situación que nos disgusta, nuestra mente puede comenzar a jugarnos en contra

contra, generando mayor estrés, ansiedad y aportando pensamientos negativos. Todo esto hacía que no estuviera en condiciones de prestar la suficiente atención a mis profesores o ponerme a estudiar para los exámenes. La capacidad de mantener el ánimo, la perseverancia y el optimismo frente a las adversidades llegó muchos años después, sin embargo, me di cuenta de que a pesar del paso del tiempo, nunca es tarde para aprender.

Transcurría el año 2015 y yo estaba enfrentando mi desafío de conquistar la cordillera más alta del planeta cuando mis redes sociales comenzaron a tener contenidos diarios. No escribía mucho, en realidad me costaba hacerlo, pero cada vez recibía más mensajes de gente que estaba interesada en conocer un poco más sobre mi vida, y empecé a sentir un deseo profundo de contarle al mundo cómo me sentía en aquel momento y el motivo que me llevó a hacer un cambio radical en mi vida. Y era tal el cambio, que yo deseaba llegar a la cima del Himalaya, no por tener éxito y ser reconocido, sino porque quería demostrarme a mí mismo y a todo el mundo que la discapacidad no es un obstáculo para conseguir cualquier meta que uno se proponga.

Pero cada vez que me disponía a escribir alguna situación, mis horrores de ortografía espantaban a mis correctores. Recuerdo aquel día que Rebeca Bortoleto, una de mis primeras entrenadoras para dar conferencias, me dijo que tenía un problema muy serio en la forma en la que yo redactaba mis textos. Ahí me di cuenta de que había empezado a tener iniciativa para hacerlo mejor y sobre todo optimismo, ya que entrenando, comencé a tener una visión positiva constante de todo lo que conformaba mi vida.

Un día conocí a Carlos Marco, un destacado periodista de una de las emisoras de radio más importantes de Córdoba y por aquel entonces era jefe de noticias; comenzaba su jornada laboral de madrugada, justamente a la misma hora en la que yo despertaba para entrenar. Todos los días nos escribíamos, y empezamos a cultivar una gran amistad. Le comenté de mi dificultad a la hora de redactar correctamente una publicación y él, sin más, se ofreció a corregirlas, ya que también formaba parte de ese grupo de personas que se espantaban con mis redacciones y ortografía.

Después de varias correcciones, empecé a mejorar

un poco, pasamos de los horrores a los errores, de lo inentendible a lo entendible, de sentirme

.............

incapaz de poder expresar con palabras lo que me pasaba hasta sentirme hoy no sólo capacitado para poder hacerlo, sino apto, preparado y seguro de encontrar la palabra justa para definir cada una de las cosas que ocurren dentro de mi cabeza y de mi corazón, cada emoción que recorre por mis venas, cada detalle de todos los acontecimientos de mi vida. Hoy me siento con una fuerza imparable, y sobre todo, me siento preparado y con la suficiente experiencia como para escribir este libro. No puedo saber cuántas personas como tú están leyéndolo en este momento, pero sí puedo darte las gracias, porque si este libro ha llegado a tus manos, ya formas parte de este gran desafío cumplido.

Porque como siempre digo, lo importante no es la línea de llegada, sino cómo llegamos a la línea de partida.

Enero 2024

TOMO 1

Vivirysobrevivir

CAPÍTULO 1

No hay nada más placentero y a la vez más desafiante para unos jóvenes padres, que poder ver a su bebé dando sus primeros pasos. El bebé va creciendo, ya consigue sentarse, se levanta, da vueltas, se pone de pie, se agarra a los barrotes de la cuna, y no para de arrastrarse y de gatear por todos los rincones de la casa.

Es un momento especial que marca una etapa en la familia. El bebé va adquiriendo autonomía y libertad de movimiento, y los padres lo acompañan en este nuevo y emocionante período en el que descubre el mundo, desarrollando sus destrezas y sobre todo la confianza en sí mismo. Y el día tan ansiado llega. Los padres se sitúan a una distancia de él, lo llaman con las manos tendidas y el bebé irá sonriendo, con los brazos abiertos como el equilibrista sobre la cuerda, y dará un paso tras otro, hasta terminar en un abrazo lleno de satisfacciones, de orgullo y felicidad de parte de esos padres por ser testigos de una etapa más de su crecimiento.

A su vez, el niño empieza a experimentar uno de los sentimientos más plenos, que es el de superación de las dificultades, con el que cosechará grandes éxitos. Esa sonrisa que se asoma en su ........

rostro, esa enorme satisfacción de haberlo conseguido, esa recompensa de sentir también la felicidad de quien lo recibe con los brazos abiertos y ese tan ansiado aplauso por una tarea bien cumplida.

Y después, poco a poco va descubriendo una nueva herramienta de diversión, las piernas lo harán saltar, correr, pedalear un triciclo, patear una pelota, saltar el elástico, jugar a las escondidas o a la mancha.

Todo esto sería lo que cualquier familia espera poder vivir.

Cuando yo era un bebé y tendría que haber comenzado ese proceso, en la década de los 60, existía un virus que aterraba al mundo, le llamaban "la polio".

La poliomielitis es una enfermedad altamente infecciosa causada por el poliovirus. En Argentina, los brotes en la década del 50 afectaron a miles de personas. En 1956 se produjo la mayor epidemia de la historia en el país.

Los síntomas iniciales eran fiebre, dolor de cabeza, rigidez de cuello y dolor en las extremidades. Las terribles consecuencias eran piernas deformadas o paralizadas y torsos atrofiados; entre los paralizados

paralizados, algunos morían al quedar inmovilizados sus músculos respiratorios. Se utilizaba una máquina conocida como "pulmón de acero" para ayudar a los pacientes cuyos músculos de respiración se habían debilitado. La máquina funcionaba bombeando aire por la boca y la nariz, y aunque aliviaba la respiración, no era ninguna cura. La carrera para encontrar una vacuna estaba en marcha y llegaría algunos años después. Para los niños que quedaban lisiados con parálisis, les tocaba por delante una vida de discapacidad y dolor. Ese fue el destino de miles de personas que sobrevivieron al virus.

Pocos años después, la vacunación cambió radicalmente el panorama. Mis padres, como millones de otros padres, entendían que la vacuna era la mejor opción para proteger a sus hijos de tan aterrador virus.

Aquellos a los que el Covid les golpeó de cerca, sabrán lo que se añora una vacuna en épocas de pandemia.

En 1963 yo tenía apenas 11 meses y estaba en este proceso de aprender a caminar. La ciencia ya había dado el gran salto en cuestión de la prevención de la polio. A la eficaz inyección de Jonas Salk, la vacuna antipoliomielítica

...................

inactivada, la que utilizaba un virus muerto, se le sumaba la vacuna oral del investigador Albert Sabín, que utilizaba un virus vivo atenuado ya que, al igual que muchos científicos de la época, creía que así se garantizaría la inmunidad por un período extendido. Además, era muy fácil de administrar, lo que facilitó enormemente su distribución. Unas pocas gotas en un terrón de azúcar (por su sabor amargo) eran suficientes para proteger a niños y niñas de semejante espanto. Cualquier persona voluntaria podía vacunar, lo que permitió que la vacunación sea masiva. Hoy en día sigue usándose y es una de las vacunas más seguras desarrolladas hasta la fecha. Solo había que correr un riesgo, tal vez por aquellas épocas ignorado: una de cada dos millones de vacunas fallaba. En el ciclo de fabricación de la vacuna Sabín, el virus resistía al proceso de atenuación.

Y esa fue la vacuna que me tocó a mí, la que cambiaría por completo mi vida y la de mi familia. Yo soy uno de los sobrevivientes de la polio.

Crecí sin ese bien tan preciado en la niñez: las función de las piernas. Mis padres no pudieron ver cómo empezaba a descubrir el mundo gateando por toda la casa, ni tenderme los brazos

...................

Crecísinese bientan preciadoenla niñez:lafunción delaspiernas

esperándome varios metros más adelante para que yo camine hacia ellos. Mi papá no pudo enseñarme a pedalear, mi mamá no me llevó de la mano caminando a su lado, como tantas madres sueñan hacerlo con sus niños pequeños. Ellos fueron los primeros que sufrieron los efectos de esta enfermedad, yo era demasiado pequeño aun como para tener conciencia de lo que estaba sucediendo. Y ahora que también yo soy padre, y que experimento en mi propio ser el amor que uno tiene para sus hijos, puedo entender y darme una idea del sufrimiento al que estuvieron expuestos.

Elpasado puede doler, pero puedes huirdeél oaprender.

Etiquetas limitadoras

CAPÍTULO 2

.Mis padres no pudieron ver cómo empezaba a descubrir el mundo gateando por toda la casa, ni tenderme los brazos esperándome varios metros más adelante para que yo camine hacia ellos. Mi papá no pudo enseñarme a pedalear, mi mamá no me llevó de la mano caminando a su lado, como tantas madres sueñan hacerlo con sus niños pequeños. Ellos fueron los primeros que sufrieron los efectos de esta enfermedad, yo era demasiado pequeño aún como para tener conciencia de lo que estaba sucediendo. Aunque este era sólo el comienzo. De niño, tampoco pude jugar a la pelota con mi hermano, ni a las escondidas con mis primos; era inconcebible, en el colegio, pensar en compartir algún tipo de juego con mis compañeros, ni siquiera podía imaginarme algo tan sencillo como qué se sentía al remontar un barrilete…

A cada acción, surgía una y otra vez, la misma reacción:

“pobre, no puede correr…”

“pobre, no puede jugar…”

“pobre…”

“pobrecito el nene…”

Estas palabras siempre estaban presentes, rondaban mis pasos, me perseguían donde fuera que vaya. Algunas veces aparecía en forma de mirada de compasión o lástima de algún adulto, en otras ocasiones surgía de voces que oía mientras caminaba dirigiéndome a mi aula, a menudo me las encontraba en la calle, y en otras oportunidades, eran niños casi de mi misma edad, susurrando entre sí mientras me veían pasar. El “pobrecito” siempre estuvo presente, era una palabra con la que muchos me identificaban.

A medida que pasaba el tiempo, lejos de mejorar, la sociedad parecía ponerse más cruel con la discapacidad. Por citar algunos ejemplos, puedo decir que había que correr para alcanzar un bus, sin mencionar lo difícil que era y sigue siendo subir esos pocos escalones tratando de hacer equilibrio mientras el conductor no espera a que el pasajero pueda sentarse para comenzar la marcha y acelerar; ir de excursión con algún grupo de amigos o incluso con el colegio era dificultoso y hasta penoso para mí, tuve que desistir en reiteradas ocasiones, no era una actividad pensada para yo lo pudiera hacer y mucho menos disfrutar; así como encontrarme con amigos en algún lugar

....

alejado de mi casa. Y en mi mente resonaba cada vez más fuerte el “pobrecito”. A esto le llamo mirarme en el espejo de la desgracia.

Hoy, cuando miro hacia atrás, me pregunto cuánto de eso fue producto de la autodiscriminación en la que yo mismo me había encasillado, en la forma que tenía yo de mirame a mí mismo; quizás me acostumbré a mirarme con los mismos ojos que me miraban todos, con lentes de compasión, de lamento, de pena, los lentes de todo lo que no iba a poder hacer, lentes que se enfocaban solamente en lo que me faltaba, y no en todo lo que yo sí tenía. Lentes que me estigmatizaron y me convencieron de que no podía disfrutar de la vida.

Yenmimente resonabacada vezmásfuerteel “pobrecito”.

Mientras tanto, una mitad de mi cuerpo crecía y la otra mitad estaba estancada en el tiempo. La falta de musculatura en mis piernas me avergonzaba, era muy notoria la desproporción con respecto al resto del cuerpo. Recuerdo que intentaba ocultarlas debajo de pantalones largos incluso en pleno verano, pensando que era mejor pasar calor que exponerme a la mirada de otros.

Y, en algún punto, también puedo suponer, la vergüenza que sentían mis hermanos, que compartieron mi etapa de crecimiento y sufrieron a mi lado. Por eso no puedo determinar con exactitud cuántas limitaciones me las impuse yo mismo en esa etapa de mi vida y cuánto era producto de la discriminación por parte de la sociedad, que aun hoy sigue dejando en una situación de inferioridad y desamparo a los que no pertenecemos al conjunto de personas llamadas “normales”.

Día a día, mes a mes, año tras año estuve mirándome en el espejo de la desgracia. Hasta que toqué fondo, un día del mes de marzo a mis 37 años, cuando mi corazón cansado, abatido, descuidado, angustiado, enojado y enfermo decidió detenerse, hacer una parada en el camino, para que yo pudiera ponerme de pie.

Etiquetar alosdemás esunafalta derespeto.

Vivimos en un mundo que con facilidad se atreve a definir a los demás. Etiquetar a alguien daña su autoconcepto y deteriora la confianza en sí mismo, afectando su desarrollo social y emocional. Etiquetar a los demás es una falta de respeto. A menudo, cuando le pones una etiqueta a alguien le estás creando un límite: la etiqueta se convierte en esa limitación.

Debemos tener mucho cuidado con las palabras que usamos para referirnos a los demás, porque rápidamente se convierte en un vocabulario interno para el otro, sobre todo si son calificativos referente a su cuerpo, a su personalidad, al tono de su voz, a su forma de vestir... etc.

Justamente, eso fue lo que me pasó: la etiqueta de la discapacidad se convirtió en un límite para mí. Me paralizó.

Hasta que un día pude verla de otra manera y convertirla en mi aliada. Pero en medio, sucedieron muchas cosas que se podrían haber evitado. Muchos sufrimientos, y no solo míos, sino de toda la gente que estaba a mi lado.

Siempre que me costaba aprender alguna cosa en particular, o me iba mal en un examen, pensaba que era el resultado de mi discapacidad; cuando no me elegían para un equipo en la clase de gimnasia o me quedaba atrás respecto a mis otros compañeros de clase, me decía a mí mismo que era una consecuencia de mi discapacidad, y así la convertí en el peor escudo que alguien puede tener. Era la excusa perfecta para no avanzar.

¿Cómo podría esperar hacer algo tan bien como lo hacían los demás si yo tenía mis piernas paralizadas?

Victimizarme era una excelente herramienta para lograr una recompensa no ganada.

Laetiquetade ladiscapacidad seconvirtióenun límiteparamí. Meparalizó.

Hastaqueundía pudeverlade otramaneray convertirlaen mialiada.

“Hoyme concentro solamenteenlo soycapazde lograr”

Transcurría el año 1999 y con 37 años acababa de cerrar el negocio más grande de mi carrera. A pesar de que cuando la gente me ve por primera vez puede pensar lo contrario, yo me considero un hombre de suerte. En el momento en el que todos cambiaban sus computadoras porque llegaba el año 2000, yo estaba vendiéndolas. Cerrar esta transacción fue tremendamente satisfactorio, una sensación de triunfo, confianza, seguridad, dicha y un montón de otras sensaciones buenas.

Estaba en el centro de la ciudad de Córdoba, y con esa emoción, resultado de un momento de éxito, usando el traje más elegante que tenía y mi . A N É C D O T A S

mejor perfume, fui a la calle y frené un taxi para volver a mi casa.

El taxi se detuvo, una pasajera bajaba justamente en ese mismo lugar, era una mujer mayor, muy elegante, con el pelo batido, uno de los looks más populares de aquella época, usado por las celebridades más famosas del mundo. En un gesto de galantería, acomodé mis muletas en una sola mano y le abrí la puerta del auto para que pudiera bajarse. La señora abrió su cartera, sacó una moneda y me la dio. (PAUSA)

A sus ojos, lejos estaba mi autopercepción de empresario exitoso. Para ella, yo era solo un discapacitado, un pobrecito que necesitaba de su caridad.

En aquel momento y según mi percepción, ella era la mala de la película.

Hoy no.

Pude quitarme de ese lugar, verme de otra manera, independientemente de cómo me observen o me definan los demás. Antes me importaba más lo que la gente pensaba que yo podría o no hacer, hoy me concentro solamente en lo soy capaz de lograr.

TOMO 2

SerDeportista Másqueun cuerpo preparado, unafilosofíade vida.

CAPÍTULO 1

Este capítulo es para aquellos que tienen la falsa creencia de que para convertirse en deportista se requiere previamente tener un cuerpo adecuado para conseguirlo. Nada más alejado de la realidad. Ser deportista va más allá de nacer con un cuerpo adaptado para una actividad concreta y de elegir un pasatiempo; abarca un modo y una filosofía de vida, donde rendirse y darse por vencido no entra en los planes. Para lograrlo, necesitamos prepararnos en todos los ámbitos. Siendo la mente un factor de gran importancia, pues es aquí donde se inicia y se controla todo.

Tenía 39 años cuando me compré mi primera bicicleta de manos, y pesaba 19 kg. más que hoy. Los dos años anteriores estuve en recuperación tras un infarto que casi me deja sin vida, pero a mí me gusta aclarar que ese infarto fue en realidad lo que me salvó la vida. Además de mi discapacidad, debido al sedentarismo al que estaba habituado, tenía obesidad y problemas cardíacos; era una bomba de tiempo, que de hecho, estalló justo a tiempo.

La recuperación tras el infarto consistía en realizar ejercicio físico. ¡Qué contradictorio me parecía esto! ¿Era posible unir deporte, infarto y discapacidad?

Poco tiempo después descubrí que sí, a pesar de que el cardiólogo que me asignaron pensara que era imposible que con mi diagnóstico pudiera convertirme en maratonista. Él tenía la absurda creencia de que no podía hacerlo y sugirió que sea otro el cardiólogo que me atienda, si yo estaba dispuesto a seguir ese camino. Sin embargo yo, de lo que sí estaba seguro, era de mis ganas de cambiar, de reinventarme. Y no solamente lo sentía como una necesidad mía, sino también de mi familia. Y lograba intuir que cada vez que mi cuerpo se movía recibía una inyección de vida.

El camino parecía simple. Lo primero que tenía que conseguir era cambiar de hábitos. Los hábitos son poderosos, dan forma a tu vida mucho más de lo que piensas. Así que, si puedes cambiar tus hábitos, puedes cambiar tu vida.

Y todo empieza con una simple acción: tomar la decisión de cambiarlos.

Y aquí merece la pena detenerse un momento para reflexionar acerca de esto. Que sea simple no significa que sea fácil. Las cosas simples, pueden algún día llegar a transformarse en fáciles, pero solo a través de la práctica. Para ejemplificar esto, me gusta hacerlo con el tenis.

Sipuedes cambiartus hábitos, puedescambiar tuvida.

Las reglas del tenis son simples, un rectángulo con una red baja en el medio, dos o cuatro contrincantes, raquetas y una pelota que debe pasar de un lado al otro de la red y picar dentro del rectángulo. ¿Suena simple, verdad? ¿Pero, qué pasa si ponemos a Nadal en el rectángulo de enfrente? A veces requiere repetidos experimentos y fracasos. Y a veces es increíblemente difícil. Pero tenemos el inmenso poder de cambiar nuestro pequeño mundo y de conseguir todo lo que nos propongamos si estamos realmente comprometidos a hacerlo.

En ese momento, tras el infarto, cuando decidí que era hora de cambiar, el punto de vista que tenía sobre mi propio cuerpo era el de un antideportista. Al principio me costó, y mucho, pero estaba decidido a hacerlo. Hoy, a veinte años de haber tomado la decisión de ponerme una meta como correr mi primera maratón, me pregunto: ¿qué fue lo indispensable para que sucediera? Y la respuesta es contundente: ¡creerme capaz de poder lograrlo! Tienes que esperar cosas de ti mismo antes de poder hacerlas.

Sentirse capaz. Esa es la diferencia entre luchar por conseguir algo o simplemente no intentarlo nunca. Nuestra autoconfianza, nuestro sentimiento de ser capaces de algo, se va conformando a lo largo de toda nuestra vida. Sobre todo en la niñez y juventud las personas que nos rodean son grandes responsables de que crezcamos con la sensación de “yo nunca podría hacer eso”, o la sensación de “es difícil, pero si me lo propongo firmemente lo podré lograr”. Sentirse capaz y confiar en uno mismo es lo que nos llevará a persistir en nuestros retos. Las personas con una gran autoconfianza son las ...

que se proponen retos más ambiciosos y las que persisten en ellos a pesar de las dificultades. Puede que alguien con gran autoconfianza no sea el mejor en algo, pero seguro será el que más tiempo tarde en rendirse. Sentirse capaz determinará la cantidad de esfuerzo y persistencia que una persona le dedique a afrontar sus retos. Lógicamente, este sentimiento de confianza en nuestras capacidades repercutirá muy favorablemente en la motivación y la autoestima, haciendo que afrontemos cualquier desafío con un estado emocional más positivo, y tras ese esfuerzo tendremos nuestra su merecida recompensa. Quizás en el camino nos encontremos con expresiones de otras personas que, involuntariamente o incluso, intencionadamente, nos hagan pensar que nuestra meta es imposible de conseguir, y ante la primera dificultad lo más sencillo será creer que tienen razón, como si un simple tropiezo confirmara su teoría sobre nuestra incapacidad de llegar a lograr algo. Lo peligroso, no es que existan esas voces, sino escucharlas, porque nos convencerán de no seguir en la lucha. Sin embargo, un hecho tan simple como que alguien nos aliente y nos diga que vamos por buen camino, incluso a pesar de las caídas, puede ser el ..

detonante para que nos esforcemos más que nunca.

Es fundamental que tengamos un propósito general en la vida, que sea el motor que nos lleve a enfrentar retos y dificultades. Todos los días tenemos oportunidades para hacer los cambios necesarios que nos permitan mejorar nuestra condición de vida.

Lograr los objetivos implica esfuerzo, dedicación y constancia. Además, es necesario establecer valores que orienten nuestras acciones, como honradez, integridad, responsabilidad e innovación, así como establecer prioridades e ir consiguiendo metas por etapas.

La primera meta que me propuse fue correr la Maratón de New York.

Y cuando crucé la meta del Central Park, corría por mis venas un renovado nivel de energía y también de curiosidad. Por primera vez en mi vida, podía transpirar mi cuerpo por mi esfuerzo y comprender que había estado prisionero dentro de mi cabeza, que mis pensamientos habían sido mi peor enemigo. Mi nuevo cuerpo me dio una sensación de confianza que nunca antes había sentido. Mi vida diaria también cambió: estaba .......

lúcido, sabía qué hacer para seguir adelante y había desbloqueado un sentido de motivación empoderador y sostenible. Con estos resultados, mi mentalidad cambió y empecé a creer que todo era posible. Pero también, de alguna manera, me sentía molesto por todo el tiempo desperdiciado. Me parecía que todos mis años de dudas y sufrimientos podrían haberse evitado. Había una considerable falta de información sobre la discapacidad en todos los ámbitos, tampoco referentes a quién seguir, ningún libro o manual que estableciese un método para enfrentar las etiquetas limitantes, ni algo que permita aprender a liberarse de la mirada ajena y poner foco solamente en los sueños.

Mimentalidad cambióyempecé acreerquetodo eraposible.

Lo difícil se hace lo imposible se intenta.

“Dijiste lapalabra clavepara Jean…”

Salimos una vez a andar en bicicleta con mi esposa Vicky, una amiga suya y Fernando, mi entrenador. Fuimos a los campos de los militares que están frente a mi barrio, un lugar muy usado por los ciclistas de mountain bike por la cercanía a la ciudad. Yo estaba empezando a incursionar en mi bicicleta de montaña. El circuito tiene 56 km; la primera mitad del camino es llano y la otra mitad tiene desniveles pronunciados y pastizales tupidos, típico sendero de montaña.

Algunas personas, en lugar de recorrer el circuito entero, hacen 42km, recorriendo los primeros 21 km donde el camino es más llano y luego regresan por el mismo lugar, para no ingresar en la parte más dificultosa, que tiene subidas y bajadas más complejas. A N É C D O T A S

Cuando hicimos el primer tramo, Vicky y su amiga propusieron dar la vuelta y hacer solo los 42 km llanos. Yo le dije a Fernando que sigamos. La amiga de Vicky exclamó: “¡por ahí es muy difícil, casi imposible!” A lo que mi entrenador respondió, sin dudar: “dijiste la palabra clave para Jean…”

Y sin dudarlo ni un solo instante, nos metimos de lleno, ambos, en ese camino que parecía invitarnos a continuar, solo porque suponía un desafío atravesarlo.

Llegamos a casa dos horas más tarde que ellas, pero hicimos el circuito completo.

TOMO 3
TOMO 4

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.
Proyecto by jeanmaggi - Issuu