María Donma
Mareya 1
La fragua de Otilia ¡Dicen por ahí! dicen por ahí que…que solo quería sentir en su rostro la lluvia ligera, trepar dulcemente en la guirnalda multicolor del crepúsculo, columpiarse en la luna del cuarto menguante, su predilecto cielo, con sus tres margaritas. Un paisaje vaporoso, fecundo y exuberante, el edén prodigio era, un cielo nochero cuajado de lunas y luneras, un cielo completamente azul y un sol radiante, cuadras y cuadras de rosas rosadas, fucsias y rojas, cuadras y cuadras de violetas, frecias, azulinas, tulipanes y delfinas, frutales árboles, ofrendando generosos sus brazos a todo aquel que conocerla quisiera, “la Fragua de Otilia” La fragua de Otilia ¡preciosura de natura! diríase, hasta tenebrosa! … La señora, algo en sus adentros guardaba, que yo, explicar no podía. Su sonrisa, misteriosa, su mirada de color miel, pequeños ojos tan profundos, lo decían todo! … eran negros agujeros que provocaban un no sé qué! Confundía mis sentidos! Incluso ahora, que en el tiempo ya se ha ido, descifrar, esa expresión de su rostro, no he logrado!… La fragua de Otilia, la gran casona de la sierra, abriga a todo aquel que lo requiera, desde las aves de corpulentas presas, los caballos, en cuyos cascos imponen la herradura al rojo vivo, hasta los chiquillos, mandaderos de sus padres, con singulares obras. 121