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La fragua de Otilia

¡Dicen por ahí! dicen por ahí que…que solo quería sentir en su rostro la lluvia ligera, trepar dulcemente en la guirnalda multicolor del crepúsculo, columpiarse en la luna del cuarto menguante, su predilecto cielo, con sus tres margaritas. Un paisaje vaporoso, fecundo y exuberante, el edén prodigio era, un cielo nochero cuajado de lunas y luneras, un cielo completamente azul y un sol radiante, cuadras y cuadras de rosas rosadas, fucsias y rojas, cuadras y cuadras de violetas, frecias, azulinas, tulipanes y delfinas, frutales árboles, ofrendando generosos sus brazos a todo aquel que conocerla quisiera, “la Fragua de Otilia” La fragua de Otilia ¡preciosura de natura! diríase, hasta tenebrosa! … La señora, algo en sus adentros guardaba, que yo, explicar no podía. Su sonrisa, misteriosa, su mirada de color miel, pequeños ojos tan profundos, lo decían todo! … eran negros agujeros que provocaban un no sé qué! Confundía mis sentidos! Incluso ahora, que en el tiempo ya se ha ido, descifrar, esa expresión de su rostro, no he logrado!… La fragua de Otilia, la gran casona de la sierra, abriga a todo aquel que lo requiera, desde las aves de corpulentas presas, los caballos, en cuyos cascos imponen la herradura al rojo vivo, hasta los chiquillos, mandaderos de sus padres, con singulares obras.

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Se aviva lento el vientre de Hefestos, va caldeando el fogón de la fragua, fundiendo al hierro torpe, echando chispa sale, babeando sangre, coloreando enfurecido, como la risa de Satán. Satán que de cuando en vez, asoma elegante, muy erguido y de mediana edad, envuelto en su gran capa de negro terciopelo al derecho, y de revés rojo escarlata, un grade sombrero oscuro, de muerte!, ojos de fuego, boca de sonrisa perturbadora y un fétido aromoazufre brota de sus fosas nasales, inunda el ambiente, asoma, de cuando en vez, sí, de cuando en vez, asoma… sobre el grueso pequeño tapial de paja y chocoto y que con los cánticos celestiales del rosario de la aurora esfumándose va, lanzando alaridos ultraterrenos, horrendos gritos blasfemos, merodeando pasa la fragua, haciendo conjuros y maleficios siniestros, raros, inexplicables … al son del yunque, el combo, el martillo y el cincel, el taladro y algo más … Las obras de la fragua son perfectas, al peculiar estilo de su herrero magnífico. Vuelve a la memoria del pensamiento, los cuadros del recuerdo, una niñez dulce, el cuartito de estera bajo la escalera de cemento para jugar con las muñecas langarotas de caucho y rizos dorados, regalo de navidad de la tía Carmela, la de los ojos lilas, y esbelta figura. Una niñez amarga, evocaciones que las entrañas arden, la herida sangra otra vez!… La fragua, mi casa linda, allí, están las hiedras de acchoccha, forrando la pared medianera de la vecina gemela de apellido, allí están las blancas y lilas

margaritas, el añoso arbusto de las rosas de castilla, el capulicero, el añoso higuerón, la piedra para moler morocho, la cocina de tierra, que se enciende cada fin de semana para reunir a la familia, con tortillas de maíz, cafecito negro de chuspa, empanadas de castilla, el tostado de tiesto, caquita de perro, dulce de zambo o de zapallo, caldito de patas, un mondongo chicharrón de res y más delicias caseras. Más allá, sueña la tortuga en la cañada, el lavadero de piedra porosa que se levanta para enjuagar los vestidos del día, y un caldero de buena proporción, bajo el largo tubo de agua agua dulce, agua fresca, agua pura, agua santa donde solíamos renovar la dinamia, para seguir la avanzada, purgando las penas de los justos, por los pecadores. El caldero de agua dulce, se tornaba en el pailón del diablo, en el que una infinitud de minúsculas criaturas pavorosas, se acoplaban de tal manera para formar una quimérica ogra, tragadora de la savia de la fragua de Otilia y todos sus contornos y flores y brutos y todo cuanto encontrare a su paso, después, el maleficio se rompe dos o tres de la madrugada, canta el contador del tiempo, hora del respiro de la Pachamama y todo vuelve al aparente ciclo. Los duendecillos, guardianes eternos de la fragua, también, retornan. En otro rincón de la estancia, se venden tablillas, tablas y tablones, pingos y rieles, toneles de trago puro, fruta de temporada y más. Las noches transcurren eternas, en la herrería

el habilísimo escultor de la armadura de lino, cuero y pura lana, incansable procura su quehacer hasta altas horas, horas, que satán hace provecho para sus maniobras. Cuán peculiar es el escenario que hace la corte a Otilia, la bella danzarina, Sílfide o mariposa, Flor de mayo, Alondra de mi cielo, hija de la tierra, noble estirpe. Ella danza en su paraíso danza y no deja de danzar, regenera su fuerza en cada aurora y cuando el sol ya se va despidiendo baña el traje de su cuerpo desnudo y baña el cuerpo desnudo de su traje; chapoteando va en el agua del río, tomando las manitas de las niñas de sus ojos, sus tres margaritas y teje espléndidos collares con perlas de rocío, racimos de estrellas y manojitos de flores, se columpian en la luna de plata y en el arco iris. ¡Oh, mariposita de mil colores!, ¡Oh, florecita de primavera!, ¡sol de invierno!, Otilia, hizo el mundo con sus manos, señora de la ternura, prodigiosa damisela. Un día menos pensado, seducida fue por el hijo del tiempo, un laborioso fauno que edificando iba un gran reino, de blanco la hizo su esposa, un clavelito y cinco margaritas les regaló el cielo, cada uno, cada una más modosito que el otro. El fauno era dulce, ingenioso, temple firme, celoso de su estirpe, y muy codiciado por las hembras del lugar. Todo era armonía, qué felicidad! De pronto, un maleficio cae en la Fragua de Otilia; una ave de rapiña, malagüera tucuseña,

hija de la oscuridad, sedujo al fauno, nubló sus sentidos y blasfemo e iracundo se volvió. Encendió sus fauces y de dos manotazos la vida de sus dos margaritas apagó sin piedad! y sin verse satisfecho, de los hermosos ensortijados cabellos negros de Otilia la arrastró, la fragua de principio a fin, una pausa hizo en el lavadero de la porosa piedra y tomándole del mechón más grueso y con el rostro hacia abajo machucaba sin cesar su frente como si tuviera un combo en su mano y al hierro vivo le moldeara sobre el yunque. Escuchando los gritos de muerte, como un ángel salvador, la vecina que llevara el mismo apellido del fauno, indignada, retiró las fauces del lobo feroz increpadas en la bella Otilia, la danzarina, se moría desangrada, por obra del diablo o del Espíritu Santo no fue de tal manera, ¡se salvó!… se salvó mi flor de mayo! Mi mariposita de mil colores! Y es que le esperaban sus tres margaritas… ¡Porqué la vida es así! ¡Será que somos justos por pecadores, y los pecadores...! Dicen, dicen que el maleficio se revirtió y la hechicera tucuseña de lupus se consumió, pero tres avecillas de rapiña engendró, una hembra y dos machos, esos vegetando por el universo están, El fauno se quedó sin cetro y sin reina, con una vida de soledad interminable, sin que nadie le cante, sin que nadie le llore. La fragua de Otilia, existirá por siempre en la memoria de mi pensamiento, en mis sueños y más allá, al embrujo

de una infinitud de historias contadas deliciosamente por mi madre Otilia, mi abuelo Pashy, mi tío el herrero diestro de la fragua, Manuel María. Debo mencionar que de la fragua de Otilia, solo perdura la fragua pero no en las condiciones de mis años tiernos, el añoso arbusto de la rosa de castilla, la hiedra de acchoccha, las alfombras de ñacha. Mi casa linda está la tumbaron completita, ya no hay horno, ni tercena, ni la cocina de tierra, ni el cuartito de muñecas, muchos, su tenencia reclaman, ahora no es de nadie! pero en mis sueños, sigue intacta, de dos pisos, con tejado, la fragua de la herrería, el tío trabajando hasta altas horas, el tapial de Don Sata, haciendo sus conjuros… ¿Qué sucedió con Otilia y sus tres Margaritas?. ¡Les invito a terminar el cuento! Cada vez que voy por ahí, se me eriza la piel, y peor si es pasadito de las seis de la tarde, imagino: que Don Sata está presto para llevarme con él!...

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