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Vocación regional
Como otras ciudades europeas, en materia de ordenación del territorio, Madrid tuvo que dar el salto de estar centrado en crear su ciudad a tener que preocuparse de la integración del área metropolitana en sus planes urbanísticos a partir de la segunda mitad del siglo XX. Las poblaciones periféricas, en su mayoría rurales, adendas a Madrid, no se regían por ningún programa, puesto que no tenían previsto el crecimiento desbordado con el que finalmente se encontraron. Así, como París y la Île-de-France o Londres y Great London, Madrid pasaría a ser una ciudad con una inseparable y potente área metropolitana, donde los desplazamientos serían continuos y centro y periferias mantendrían una relación bidireccional. Por ello, hubo varios intentos de entender el territorio de manera holística y tratar de ordenarlo para que funcionase como un conjunto. Sin embargo, bien por la inconsistencia de la historia regional madrileña o por las desavenencias entre las administraciones locales y los planes territoriales, los resultados no fueron como se esperaban, aunque si sirvieron los análisis del territorio para comprender cuáles son las particularidades que lo atraviesan.
La sección norte-sur de la región ha sido un factor clave en cuanto al entendimiento del planeamiento territorial, y principio de la identidad de estos territorios. La Sierra de Guadarrama da paso al gran núcleo central (Madrid) y si continuamos nos encontramos con las vegas y zonas de cultivo del sur bañadas por la cuenca del Tajo y el Jarama. El norte representa un área de esparcimiento, con alto valor natural y donde se encuentran muchas segundas residencias y al sur de la gran ciudad se sitúan núcleos rurales adosados a terrenos de labranza. Esta geografía física de carácter tan marcado ha valido a la ordenación del territorio para poder satisfacer todas las necesidades en una misma región, y zonificar en función de ésta.
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El Plan General de Ordenación de Madrid, también conocido como Plan Bidagor, es el primer instrumento de planeamiento urbanístico en España que cataloga los usos del suelo. Se redactó en 1941 y se aprobó definitivamente en 1946, siguiendo las pautas del Plan redactado por Besteiro durante la Guerra Civil. Se trata fundamentalmente de un plan que regula la extensión de la ciudad existente. Proponía una consolidación del centro urbano, separado del resto de núcleos de población por cinturones y corredores verdes conectándose con ellos gracias a una potente infraestructura radiocéntrica. Algunas decisiones del modelo teórico del plan, como la de mantener alejados los núcleos rurales periféricos y situar allí la industria, respondían a una ideología de polarización de la sociedad muy marcada. Esto determinó en gran medida las vocaciones de cada territorio, definiendo la periferia como zona de servicios para la capital y separándola de ésta por espacios libres pero manteniéndola conectada por la estructura viaria, ya que no eran zonas con autonomía. Esta fue la base del desarrollo de los planeamientos posteriores, que legitimaron esta idea de la región.
Con una voluntad todavía integradora y de comprensión global del territorio regional, en 1963 se funda COPLACO, la Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid. Esta formación se crea con el n de redactar el Plan General del Área Metropolitana del mismo año y velar por su cumplimiento. El documento propone un modelo de ocupación del suelo planetario (Ruiz, Sánchez, 2000), siguiendo la senda del anterior plan. Su intención es zonificar diferenciando los núcleos urbanos, separados entre sí por grandes corredores verdes, de núcleos de esparcimiento, poblados dormitorio y núcleos de servicio (re riéndose a zonas industriales bien conectadas con la capital pero reducidas a la margen sur de la región).
Sin embargo, el modelo real al que se enfrentaba era un modelo disperso, al que se había llegado precisamente por la autonomía entre núcleos especializados funcionalmente gracias al soporte estructural que consiguió la homogeneización de la accesibilidad en todo el territorio. COPLACO, además, tenía la función de intermediario en cuestiones de desarrollo urbanístico y ordenación del territorio entre los ayuntamientos y las organizaciones supramunicipales, incluida el Estado. Por tanto, tenía que mediar entre la intención autónoma de los municipios de desarrollarse concediendo licencias y ocupando el suelo y la voluntad de cumplir el modelo territorial propuesto por el plan. Tras estas tensiones entre la administración municipal y la supramunicipal, en 1981, por Real Decreto, se concede a los ayuntamientos las competencias en materia de urbanismo con capacidad para redactar sus Planes Generales y decidir sobre el desarrollo y la ordenación dentro del límite del término municipal. En el año 1983, se transmiten las competencias de la Comisión a la Comunidad Autónoma, disolviéndose la organización.
En 1972 se redacta una modificación del Plan General del Área Metropolitana, respecto a la Red Arterial. Otra actuación clave para la región, que ya había abandonado su carácter comprensivo del territorio para dar paso a uno más pragmático. Habiendo asumido que el desarrollo no tenía un objetivo regional común, lo más inteligente parecía proveer al territorio de una red que lo conectara entre sí. Junto a este plan, se desarrollaron el Plan Especial del Gran Equipamiento Comercial Metropolitano de Madrid y el Plan Especial de Infraestructuras de Transporte. Lo que supuso la reafirmación de la zonificación regional, ya que, mientras el primero creaba áreas de centralidad, el segundo trataba de conectarlas con una red mallada para que sirvieran a todo el territorio regional.
Desde finales de los 60 y hasta entrados los años 70, se redactan los Planes Generales de los municipios del Área Metropolitana, supuestamente siguiendo las bases del Plan Metropolitano, pero considerando mucho más suelo urbanizable del que se contemplaba. Los municipios del sur optan por desarrollos residenciales en forma de colonias, de carácter muy compacto en torno a los núcleos rurales existentes, y centros de oportunidad industriales aprovechando la infraestructura planteada por el planeamiento regional, perpetuando la identidad de “ciudad dormitorio” y suelo industrial al servicio de la capital.
Tras la crisis de los 80, la Comunidad de Madrid, con plena competencia urbanística, opta por instrumentos estratégicos del planeamiento. Habiendo perdido ya la visión global como región, se puede resguardar en estas actuaciones para conseguir satisfacer unas necesidades o aprovechar oportunidades específicas sin tener en cuenta cómo éstas afectan en el panorama amplio. Así se configuran algunas actuaciones de vivienda social al sur de Madrid, actuaciones efectivas pero sin aspiraciones de cumplir un programa para el territorio, si no de acción mucho más inmediata. Lo que lleva al desarrollo desescalonado y incide de nuevo en la desigualdad y la falta de equidistribución en un territorio amplio y común.
A parte del gran núcleo urbano que supone Madrid, con la centralidad estatal y regional de la que goza, en su área metropolitana hay ciudades de la magnitud de capitales de provincia, pero que no consiguen tener la entidad suficiente por su dependencia hacia el centro. Toda la construcción del espacio de estos municipios para sus habitantes ha corrido a su cuenta, puesto que, en el ámbito regional, las expectativas no superaban, en el mejor de los casos, el de ciudades dormitorio dependientes de Madrid y conectadas a ella para satisfacer las necesidades que no querían albergar dentro de la capital. La identidad con la que se cargó, en especial al territorio sur es la de la conversión directa de zona rural a industrial, que acaso pudiera albergar a la clase obrera.
