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Marco teórico
«Un lugar también es el relato de ese lugar. Es un relato, una memoria y unos objetos.» (Soriano, 2016, pág. 42)
Los dos conceptos que estructuran esta investigación surgen en el siglo XX. Fueron cuestiones polémicas, relativamente novedosas que revolucionaron a los teóricos propios de su rama de conocimiento. La aparición de la identidad como preocupación social, agitó a los lósofos que trataron de de nir esta cuestión. Por su parte, el recibimiento de la geografía regional o de paisaje, desestabilizó los pilares de lo que se creía una ciencia analítica y objetiva. Este estudio se desarrolla en el encuentro de estos conceptos, por lo que se dedicará unas líneas a desgranarlos.
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Supongo que el lenguaje existe por una necesidad de etiquetarse. El ser humano se diferenciaba de las bestias, por ello el lenguaje construyó designaciones distintas para ambos. Durante siglos de la historia, una persona se podía referir a sí misma por su origen (vengo de…, nací en…), su relación con los demás (soy hijo de…, pertenezco a la tribu…) o incluso su profesión. Esta de nición le proporcionaba pertenencia a un lugar o un grupo social y normalmente era de nitiva. Sin embargo, cuando la realidad en la que se basaban estas ideas empezó a ser cambiante, la identidad pasó de ser algo inamovible a un concepto que se podía construir. Bauman lo explica así:
«La idea de ‘identidad’ nació de la crisis de pertenencia y del esfuerzo que desencadenó para salvar el abismo existente entre el ‘debería’ y el ‘es’, para elevar la realidad a los modelos establecidos que la idea establecía, para rehacer la realidad a imagen y semejanza de la idea.» (Bauman, 2005, pág. 49)
Es importante aclarar que la construcción de la imagen no depende únicamente del sujeto, la identidad se caracteriza por ser dialéctica. A parte de las asignaciones que cada individuo construye de sí mismo, es el diálogo con el otro, la visión externa, lo que completa la identidad. Resumiendo, para de nirse una persona necesitará entender su contexto, autodeterminarse y conocer la imagen que proyecta al exterior, por eso se puede a rmar que la identidad es compuesta. Como estas situaciones son cambiantes, se puede concluir en que también es dinámica.
Aunque la identidad nació como una cuestión personal de autodeterminación, también se han construido identidades de grupo. Un ejemplo de ello son los nacionalismos. Tras la creación de las naciones, para que sus habitantes sintieran pertenencia y por tanto las defendieran, los Estados se encargaron de señalar las características sociales que les diferenciaban de los demás. Sin embargo, al ser un proceso de autodeterminación por parte de las instituciones, la identidad perdió sus cualidades dialécticas, convirtiéndose en una asociación entre lugar e ideología que se tenía que acatar. La memoria (y el olvido) se institucionalizaron. (Delgado, 2011)
Esta investigación trata de encontrar la identidad de un territorio, sin olvidar sus cualidades dinámica, dialéctica y compuesta. Sin embargo, el uso del término en las ciencias sociales es antropocéntrico, deja sin cabida una interpretación espacial. En el Convenio Europeo del Paisaje (CEP), se describe:
«El paisaje ‘como elemento fundamental del entorno humano, como expresión de la diversidad de su patrimonio común cultural y natural, y como fundamento de su identidad’» (Consejo de Europa, 2000, art. 5.a.)
Para poder basar la hipótesis en un fundamento teórico, habrá que buscar en la geografía, concretamente en la geografía regional o de paisaje, que surgió en la primera mitad del siglo pasado. Hasta entonces, la geografía se había limitado a describir las características del medio donde se desarrollaba la actividad humana, la estructura del conocimiento estaba íntimamente ligada con la cartografía. Paul Vidal de la Blache, en el siglo XIX fue el primero en introducir el estudio de la relación entre el territorio y la sociedad en este campo del saber. De nía región como el lugar donde se da una posibilidad de cultura y desarrollo distinta del resto del territorio circundante. Desde este momento, el territorio pasó de ser el tablero de juego de la actividad social, a comprenderse de un modo más interseccional. Ya no representa sólo lo tangible, lo físico, sino unas posibilidades, una variable más en la conformación de una sociedad.
«Un lugar es el orden (cualquiera que sea) según el cual los elementos se distribuyen en relaciones de coexistencia. Espacio es el efecto producido por las operaciones que lo orientan, lo circunstancian, lo temporalizan y lo llevan a funcionar como una unidad polivalente de programas con ictuales o de proximidades contractuales.
En suma, el espacio es un lugar practicado.» (Certeau, 1996, pág. 129)
En su libro La producción del espacio (Lefebvre, 2013) presenta la idea de que el espacio es un producto, resultado de la convergencia de tres modos de
Por representación del espacio se re ere al espacio concebido, fruto del pensamiento de profesionales que, valiéndose de toda la información, tratan de diseñar un espacio cuali cado que responda a todas las necesidades que lo atraviesan. Su agente productor será el planeamiento y los profesionales que se dedican a él.
Los habitantes, de una manera más pausada, con mecanismos menos normativos, también son capaces de crear espacio por medio de la apropiación o la resigni cación. Por medio de las prácticas espaciales crean el que Lefevbre llama espacio percibido. De un modo completamente distinto, el agente externo es el que plasma la idea de espacio en la cultura, creando así espacios de representación. Por lo tanto, si el espacio es la suma de esos tres espacios, la identidad ha de hallarse en la intersección de las percepciones de los tres agentes productores.
Esta idea es compleja de demostrar, pudiendo caer, sin quererlo, en la subjetividad. Para tratar de ajustarse lo más posible a la realidad, habrá que diseñar un método para analizar las percepciones de cada uno de los agentes productores del espacio de estudio.
