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Conclusiones
A lo largo del texto se ha explicado en qué consiste la identidad de un territorio, cuáles son los agentes que la construyen y de qué manera lo hacen. A continuación, se expondrán las conclusiones a las que se ha llegado con esta investigación.
Tal y como entiende la geografía regional, el territorio es el espacio donde una comunidad se proyecta. Es el reflejo de sus modos de vida, sus decisiones y será el marco de sus posibilidades. En España muchas ciudades (como las que constituyen el área metropolitana sur de Madrid, objeto de estudio de la investigación) se basaron en un modelo urbanístico rápido, que respondía a la urgencia de la demanda de alojamiento. El espacio urbano fue creado, en las primeras fases de crecimiento, sin un modelo territorial que marcara unos objetivos ni unos valores a tener en cuenta en el municipio. La ciudad se construyó a golpe de licencia de obras.
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Como arquitectos debemos aprender de la historia y tratar de comprender esta cuestión de manera holística, entendiendo todos los vectores que atraviesan el territorio. Desde la construcción se pueden modelar ciudades, como ya se ha demostrado, pero serán espacios compuestos por adición, sin voluntad de conjunto. El papel del urbanismo es indicar la dirección y evolución de la ciudad, abriendo los sentidos hacia lo que la comunidad que la habita opina. Si el éxito de una casa bien diseñada es que su habitante la sienta como un hogar, la clave en la construcción de ciudades será la apropiación del espacio por parte de la población.
La falta de intención a la hora de crear imagen, identidad y comunidad en la periferia sur de Madrid no implica que estas no existan. Por medio del análisis de los agentes productores de espacio (Lefebvre, 2013) y sus percepciones del territorio se ha tratado de recoger esa imagen en el documento para poder revisitarla.
Espacio concebido
Madrid es un territorio diverso, complejo, desigual. Empezando por su sección N-S que encaja en los cánones. Las ciudades de esparcimiento al abrigo de la sierra pueblan el norte de la Comunidad, en el centro se sitúa la capital, el foco de la representatividad y rodeándola por el sur y parte del Este se encuentran las ciudades que antes fueron pueblos de tradición agrícola. Quizás por esta pluralidad territorial y la complejidad que implica, Madrid ha sido incapaz de sostener un modelo regional. El último de los intentos, tras el Plan Besteiro (1939) y el Plan Bidagor (1946) fue el del Plan Regional del Área Metropolitana coincidiendo con la creación de la Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid en 1963. Tras el relativo fracaso de la Comisión por ordenar el territorio a escala regional, la Comunidad acordó otorgar las competencias urbanísticas a los municipios en 1981. Debido a ello, no se puede buscar la imagen que proyectan los productores de espacio concebido sobre el territorio de la periferia en común. Luego habrá que encontrar lugares comunes en las percepciones de los profesionales a escala local.
Es indiscutible que los técnicos, respaldados por estudios de territorio, tienen una idea acerca de su identidad. Esta idea se plasma en el germen de los planes que ordenan el territorio: en el diagnóstico del municipio, en sus objetivos y en el modelo territorial que proponen. Tras el análisis de esta normativa, se han podido definir varios puntos coincidentes acerca de la imagen propia de los municipios.
Se parte del mismo sistema de referencia: un origen similar, crecimientos demográficos con la misma tendencia y la transición de una tradición de labranza a una vocación industrial sugerida en los planes regionales anteriores. Con estas bases, ignorando las muchas particularidades locales, la imagen común que desde el planeamiento se tiene consta de los siguientes elementos:
GRANDES VACÍOS. Son umbrales, espacios residuales entre el límite del suelo urbano y las infraestructuras que lo rodean.
EL ESTANCAMIENTO DEL MODELO ECONÓMICO. Desde su conversión a ciudades industriales, ni el empleo ni sus espacios han mutado de forma, quedándose anacrónicos. Esto se traduce en la disfuncionalidad de los polígonos industriales.
EQUILIBRIO POBLACIÓNEMPLEO. Al haber crecido como ciudades dormitorio dependientes de la capital, existe una preocupación por generar el suficiente empleo para que sean ciudades autosuficientes, donde se puedan desarrollar todas las funciones del habitar.
HOMOGENEIDAD MORFOTIPOLÓGICA. Los planes presentan la preocupación por la falta de variedad urbana, traducida en una debilidad del mercado inmobiliario.
VALOR ECOLÓGICO DEL SNURB. El entorno natural del que provenían estas poblaciones (recordemos que eran agrícolas) se está devaluando en pos de la urbanización. Los distintos planeamientos municipales coinciden en revalorizarlo.
CASCO RURAL. El lugar del primer asentamiento, los edificios patrimoniales, son una fuerte imagen identitaria que refleja los orígenes del pueblo, son un espacio a cuidar.
Espacio percibido
Por medio de mecanismos menos normativos, desarrollados en el tiempo y ligados a lo común, los ciudadanos también son productores de espacio. Sus percepciones, los recuerdos que aunque personales al reunirlos presentan coincidencias, forman parte de la imagen del espacio, de su identidad. El trabajo de campo en el único lugar común (físico y figurado) de las cinco ciudades periféricas en cuestión, la Línea 12 de Metro, ha valido para recabar una colección de visiones al territorio. Éstas, según su naturaleza, se pueden diferenciar en cuatro clases, igual de válidas en su tarea de definir la identidad del espacio.
VIVENCIAS. La puesta en común de las diferentes experiencias personales las hace poderosas, las valida. La manera de experimentar un espacio y la manera de relatarlo habla mucho sobre las cualidades de éste. La cercanía, la seguridad y la sensación de apropiación del espacio han sido algunas de las conclusiones extraídas de estas narrativas.
POR COMPARACIÓN. Cuando algo es complicado de definir por si mismo, resulta útil compararlo. En este caso, el sujeto lógico es Madrid. Una ciudad cercana pero que siempre ha mantenido los límites. Bajo este tipo de relato se encuentran los términos de representatividad y la disponibilidad de opciones, mucho más fuertes en la capital. Al igual que el de amplitud, comodidad y salud, que apuntan más hacia la periferia.
RASGOS IDENTITARIOS. Lo que cada individuo reconoce como referente puede ser de diversa naturaleza. No siempre lo histórico, lo considerados hito, es el elemento más representativo. Los focos de actividad como centros comerciales y recintos feriales, los espacios motivo de orgullo como los parques y las universidades hasta las imágenes más cotidianas como la tipología edificatoria, son rasgos que conforman la imagen percibida.
AUSENCIA DE RASGOS IDENTITARIOS. La cotidianidad hace que la percepción sea continua, no repare en ningún elemento característico. Pero a su vez, crea espacio basándose en un contexto común. Recursos como la toponimia propia nacen de este fenómeno. Por otro lado, la inadvertencia de ninguna cualidad característica no significa una falta de identidad, sino en todo caso de espacios de representación.
Estos relatos hacen un viaje perceptivo desde lo más propio, como es la toponimia y el espacio público circunstancial, hasta espacios con una gran potencia paisajística como las grandes superficies comerciales y la red ferroviaria de cercanías.
Espacios de representación
Entendido el contexto y la imagen propia, el tercer componente de la identidad es la imagen que se proyecta, que otros recibirán. Ésta se ha analizado buscando en la cultura popular y la imagen institucional.
La cultura trabaja a unos tiempos prolongados. Igual que una expresión no se acuña de un día para otro, la imagen no cala en el imaginario popular sin un margen temporal. Por ello, las representaciones populares que se han analizado hablan del origen común de estos municipios. Hablan del éxodo rural y la relación que todavía se guarda con el lugar de donde se emigró. Por su parte, es relevante la existencia de colectivos vecinales que tratan de mantener viva esta historia a través de las redes. Compartiendo imágenes, relatos, elaborando mapas históricos con distintas capas de información. Tratan de que toda esta historia, esta idiosincrasia descanse en un lugar por si alguien necesita revisitarla.
La imagen que dan las instituciones es clara, pretende aunar las virtudes y los valores del territorio en el que operan. Al no existir un organismo regional, no se puede esperar la mención de una identidad común del área metropolitana sur. Sin embargo, las imágenes institucionales (a cargo de los municipios) se hacen eco de valores y símbolos locales. La identidad que aportan los organismos oficiales totaliza, se impone como un rumor sobre un río de percepciones que discurre en otra dirección mucho más vinculada a la realidad espacial.
Como ya se ha mencionado, cada sociedad tiene su paisaje propio porque es el reflejo del imaginario y las decisiones de un conjunto social. El de la periferia es un paisaje de contrastes. De la cercanía desde el umbral, de las prácticas espaciales más locales y concretas al urbanismo de polígonos. Una identidad propia muy arraigada en constante tela de juicio frente a la representatividad de la capital. En este texto se encuentran claves para entender que cualquier territorio posee una identidad, aunque no ha sido una cuestión en la que se haya reparado.
