Ángel Metropolitano 061

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Miércoles 31 de enero de 2018

Ángel metropolitano

PERFILES EDITOR: Diego Salazar COEDITOR: Juan Martínez

Origen zapoteco Su madre no quiso enseñarle zapoteco, su lengua nativa, por temor a que lo discriminaran. De trabajar desde niño y “tener apenas un bolillo”, se convirtió en un hombre de ciencia.

Soñar, la clave de todo

Ricardo Pablo Pedro, un oaxaqueño en el MIT Le fue concedido el Premio Nacional de la Juventud 2017, en la categoría de Logros Académicos << Adriana Morán

S

e llama Ricardo Pablo Pedro, nació en la comunidad La Mina, en Tuxtepec, Oaxaca, en una familia indígena muy pobre y es el menor de seis hermanos y, quizá como muchos mexicanos, todo lo tenía en contra. Siendo estudiante de primaria también trabajaba como vendedor ambulante de frutas, limones y aguacates, además de envolver regalos, todo ello para apoyar a su familia. Ya desde entonces era un alumno de excelencia. Creció sin la figura paterna y su mamá trabajaba en casas para mantener a sus hijos, Ricardo sabe lo que es tener hambre y lo mínimo para comer; sabe lo que es tener una familia que debe emigrar, pues muchos de sus hermanos se fueron de la casa en busca de mejores oportunidades. Sólo que él, desde pequeño, empezó a soñar con ser feliz y no olvidó lo que su mamá le dijo: “que la educación es algo que me podía sacar adelante, y entendí que hay una recompensa por echarle ganas”, pero no sólo eso, sino que su familia es una figura muy importante en su vida. En la secundaria y la preparatoria se mantuvo como estudiante de excelencia (ésta la estudió en Morelos): se dio cuenta que eso sería toral para no pagar las cuotas que pedían en

Este mexicano, ejemplo para muchos, está por terminar su doctorado en Massachusetts

la escuela, pues su familia no podía costearlo. En la preparatoria tuvo una profesora que lo alentó y por eso participó en la olimpiada nacional de la especialidad y logró el tercer lugar, desde entonces, optó por el camino de esta ciencia. Al finalizar sus compañeros lo alentaron a participar en el concurso de oposición para estudiar en la UNAM y él no sabía la im-

portancia que le significaría, finalmente les hizo caso y presentó el examen y se quedó. Lo que más le impactó al llegar a la Máxima Casa de Estudios es que se pagaba un peso, que prestaban los libros en la biblioteca, que había computadoras gratis y laboratorios para realizar sus tareas. No todo era bueno, pues no tenía dinero ni para alimentarse, pero siempre hubo amigos


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