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EDITOR: Diego Salazar COEDITOR: Juan Martínez
Soñar, la clave de todo
Origen zapOtecO Su madre no quiso enseñarle zapoteco, su lengua nativa, por temor a que lo discriminaran. De trabajar desde niño y “tener apenas un bolillo”, se convirtió en un hombre de ciencia.
Ricardo Pablo Pedro, un oaxaqueño en el MIT
Le fue concedido el Premio Nacional de la Juventud 2017, en la categoría de Logros Académicos
<< Adriana Morán
Se llama Ricardo Pablo Pedro, nació en la comunidad La Mina, en Tuxtepec, Oaxaca, en una familia indígena muy pobre y es el menor de seis hermanos y, quizá como muchos mexicanos, todo lo tenía en contra. Siendo estudiante de primaria también trabajaba como vendedor ambulante de frutas, limones y aguacates, además de envolver regalos, todo ello para apoyar a su familia. Ya desde entonces era un alumno de excelencia.
Creció sin la figura paterna y su mamá trabajaba en casas para mantener a sus hijos, Ricardo sabe lo que es tener hambre y lo mínimo para comer; sabe lo que es tener una familia que debe emigrar, pues muchos de sus hermanos se fueron de la casa en busca de mejores oportunidades. Sólo que él, desde pequeño, empezó a soñar con ser feliz y no olvidó lo que su mamá le dijo: “que la educación es algo que me podía sacar adelante, y entendí que hay una recompensa por echarle ganas”, pero no sólo eso, sino que su familia es una figura muy importante en su vida.
En la secundaria y la preparatoria se mantuvo como estudiante de excelencia (ésta la estudió en Morelos): se dio cuenta que eso sería toral para no pagar las cuotas que pedían en
Este mexicano, ejemplo para muchos, está por terminar su doctorado en Massachusetts
la escuela, pues su familia no podía costearlo. En la preparatoria tuvo una profesora que lo alentó y por eso participó en la olimpiada nacional de la especialidad y logró el tercer lugar, desde entonces, optó por el camino de esta ciencia.
Al finalizar sus compañeros lo alentaron a participar en el concurso de oposición para estudiar en la UNAM y él no sabía la importancia que le significaría, finalmente les hizo caso y presentó el examen y se quedó. Lo que más le impactó al llegar a la Máxima Casa de Estudios es que se pagaba un peso, que prestaban los libros en la biblioteca, que había computadoras gratis y laboratorios para realizar sus tareas.
No todo era bueno, pues no tenía dinero ni para alimentarse, pero siempre hubo amigos

que lo invitaban a comer o lo apoyaban. Sabe que el sufrimiento no se acaba, por ejemplo, tiene una hermana con cáncer cerebral que vive en Estados Unidos y es tratada allá.
La vida en eL Mit En 2012, después de postularse para el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y aunque no sabía cómo iba a pagar, recibió la aceptación y señala que no sólo fue su sacrificio, sino el de su familia, maestros y amigos con quienes está muy agradecido, pero sobre todo gracias a sus hermanos, quienes lo apoyaron. Ellos viven en Los Ángeles como indocumentados y han sufrido mucho, recuerda todos los avatares de sus consanguíneos por el desierto y sabe que ellos, a su manera, también son unos sobrevivientes.
En Boston, con una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) siguió estudiando y su nivel de inglés era incipiente, pero como las matemáticas son universales, se pudo adecuar pronto y todos fueron muy comprensivos mientras aprendía a hablarlo, y al término le reconocieron, en Boston, su esfuerzo y por su desempeño le otorgaron un paquete permanente de apoyos económicos y estímulos, entonces renunció a la beca del Conacyt, pues argumentó que le podía servir a otro estudiante sobresaliente.
Ahora, con 26 años y un tramo recorrido, estudia el último año del doctorado, bajo el patrocinio de una nueva beca del Conacyt en el MIT. Ahí trabaja con nanomateriales hechos de silicio, carbono y polímeros, pues busca mejorar microchips para distintas aplicaciones. Aunque no le urge regresar a México, apunta que su trabajo sería ser un divulgador de las ciencias en las zonas rurales y así podría contribuir al desarrollo del país, pues tiene claro que muchos mexicanos exitosos regresan a México, pero no necesariamente a apoyar a la sociedad.
eL futurO En un futuro buscará crear su compañía, la cual se dedicaría al diseño de materiales aplicados a diferentes campos, como el farmacéutico y biomédico, en ese caso serían los nanotubos de carbono, pues “tienen aplicaciones biológicas. Puedes insertarles ciertos medicamentos y los recubres con proteínas, cuando entren al sistema atacarán algunas células en específico. Lo novedoso es que este material es inerte, no reacciona con nada. Entonces no es dañino y lo desechas”, señala.
Es consciente que el camino de la ciencia es duro, pero muy interesante, señala que uno debe cambiar lo que no le gusta o le hace infeliz, y que muchas veces se prefiere vivir bajo cierto estrés porque no quiere salir de su zona de confort, aunque no sea fácil. Indica que eso le pasa a cualquiera, incluso a él, quien estuvo a punto de dejar el doctorado, pero cambió de asesor y “encontré el equilibrio. Quiero ser feliz. Sé que sabré cómo hacerlo”.
Finalmente, aunque no piensa regresar por ahora a México, sigue soñando en sus proyectos y quiere crear cargadores solares para que las personas los integren a su ropa, que sean tan ligeros que no se sientan, no pesen, sean flexibles y que fácilmente recarguen el celular, seguir creando e investigando y ser feliz que es, en realidad, lo que lo ha impulsado en la vida. ▪

