Algo Más 2022

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algo MÁS

AÑO 0 - NÚMERO 1 - NOVIEMBRE 2022
ISSN: 2953-5581
Producción de circulación gratuita bianual. Realizada por estudiantes del Taller de Especialización II: Redacción de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER.
Diversas maneras de ser

Un primer plano a las diversas maneras de ser

Es bueno saber que hay algo más. Es bueno saber que allí donde podría instalarse una clausura o un silencio hostil, hay lugar para algo más. Hay lugar para construir palabras que escuchan, preguntan, desean. Hay lugar para ponerle un suspenso a los prejuicios, para tratar de entender, para narrar. Hay lugar para encontrarnos, para reconocernos en las diversas maneras de ser, y también para seguir andando. Hay algo más. Hay mucho más.

En esta publicación compartimos perfiles periodísticos en los que el reconocimiento de las diversas identidades de género atraviesa historias personales que –ineludiblemente– se entretejen con los contextos sociales e históricos de la comunidad que habitamos.

En ese camino, nos proponemos reparar en la importancia que tiene la sanción de normativas que reconocen y otorgan derechos a las diversidades que se identifican en el colectivo LGBTIQ que nuclea a lesbianas, gays, bisexuales, trans, travestis, intersexuales, queer y a otras identidades no incluidas en las anteriores.

Consideramos que la vigencia de las leyes de Identidad de Género -de la cual este año se ha cumplido una década-, de Matrimonio Igualitario, de Educación Sexual Integral, de Acceso al Empleo Formal para personas Travestis, Transexuales

Autoridades de la UNER - Período 2022-2026

Rector: Cr. Andrés Ernesto Sabella

Vicerrectora: Dra. Gabriela Virginia Andretich

Secretaría Académica: Vet. Guillermo Gabriel López

Secretaría de Ciencia y Técnica: Dr. Gerardo Gabriel Gentiletti

y Transgéneros, contribuye al reconocimiento de la diversidad sexual en la esfera política, estatal y pública. Aunque reconocemos el valor de estas normativas, también sabemos queda mucho camino por delante, para seguir trabajando por el reconocimiento de derechos de un colectivo que día a día convive con las exclusiones y los prejuicios.

En estos perfiles periodísticos buscamos acercarnos a los modos en que cada una de estas personas construye su cotidianeidad y avanza con sus entusiasmos, sus contradicciones y sus vínculos.

Con Tahiel Manavella conocemos la pasión por la militancia política y los modos en que atravesó el proceso de transición de identidad.

Con el ginecólogo Gustavo Terra compartimos su trabajo de acompañamiento a personas trans en el proceso de hormonización y nos acercamos a algo de aquello que lo llevó a elegir su profesión.

Alex Espe Marilén Contreras Acosta nos cuenta la importancia que tuvo su familia en la posibilidad de darle lugar a su autopercepción como persona no binaria.

Brian Gómez, un joven de Hasenkamp, nos invita a descubrir cómo en una articulación entre la militancia, el compromiso con la comunidad y su rol de estudiante de Trabajo Social pudo acompañar el pro-

ceso por el reconocimiento de identidad de una amiga de esa localidad.

Clara Aimeé Ardiles desovilla anécdotas de una vida intensa en la que las ganas de verse bien conviven con el cine, el cuidado maternal, los desamores y el trabajo de prostituta.

La propuesta de esta revista se completa con una nota de opinión y reflexiones sobre la lectura del libro Las Malas, de la escritora Camila Sosa Villada, quien recupera su experiencia de ser trans en Córdoba.

Somos estudiantes y docentes del Taller de Especialización II: Redacción de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Esperamos que desde este lugar podamos aportar a repensar los prejuicios, a problematizar las dicotomías de los cuerpos que establecen roles estereotipados entre lo que se espera de una mujer o de un varón para animarnos a construir una sociedad en la que podamos respetar y reconocer las diversas maneras y formas de ser. Esperamos que esto que hoy compartimos las y los impulse a disfrutar y a quedarse con ganas de seguir pensando algo más.

Secretaría de Extensión Universitaria y Cultura: Dr. Roberto Ángel Medici

Secretaría General: Mg. Alina María Francisconi

Secretaría Privada: Ing. Daniel Luis Capodoglio

Secretaría Económico Financiera: Cr. Juan Manuel Arbelo

Subsecretaría Económico Financiera: Lic. Paula Laurenzio

Secretaría de Asuntos Jurídicos: Dr. Alejandro Caudis

Coordinador de Asuntos Estudiantiles - sede Paraná: Martín Collaud

Autoridades de la Facultad de Ciencias de la Educación

Período 2022-2026

Decana: Dra. Aixa Boeykens

Vicedecano: Dr. Carlos Marín

Secretario General: Mg. Ignacio González Lowy

Secretaria Académica: Dra. Milagros Rafaghelli

Secretaria de Investigación y Posgrado: Dra. Silvina Baudino

Secretaria de Extensión y Cultura: Mg. Karina Arach Minella

Secretario Económico Financiero: Cr. Rodrigo Ceballos

Staff de Algo Más

Secretaría General: Jonathan Villanueva

Jefatura de redacción: Sofía Taborda

Redacción: Mercedes Ruberto, Cristal Gamarra, Graciela Leiva, Sofía Placharuzza, Camila Venturini, Sofía Taborda, Valentina Bertocchi, Laura Molnar, Jonathan Villanueva

Diseño y diagramación: Camila Venturini

Docentes del Taller de Especialización II: Redacción

Aixa Boeykens

Leonardo Caudana

ISSN: 2953-5581

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Editorial
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Facultad de Ciencias de la Educación - UNER - Alameda de la Federación 106 Paraná - Entre Ríos - Argentina - CP: 1300 - (0343) 4222033 Impresa en la imprenta Nueva del Río - Noviembre 2022

Lo personal es político

Por Laura Molnar Pag.

El trabajo social como herramienta de empoderamiento

Por Jonathan Villanueva

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Luz, cámara y acción: entre escaleras y bocinazos

Por Sofía Taborda

La aceptación es el camino para encontrarse a sí mismo

Como si fuera Clara

Por Sofía Placharuzza

Pag.10 Pag.

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Por Camila Venturini

16Pag.

Nota de opinión

Por Mercedes Ruberto

Las deudas no se pagan con utopías 34

Pag.

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Identidad y militancia

Lo personal es político

El representante por el Frente para la Igualdad Evita Entre Ríos, Tahiel Manavella, abre una ventana con vista a su vida de lucha política. Su participación activa en las arenas del peronismo le permite construir un muro de contención para las personas que más lo necesitan. Para Tahiel no es necesario que las identidades trans militen, sin embargo, eso parece ser su actividad favorita.

Se podría decir que hoy es un día peronista: El sol contrasta en un cielo límpido y el termómetro justo marca 17 grados. Es una pena que el destino no haya querido que sea 17 de octubre, hubiera sido una increíble coincidencia.

En calle La Rioja 445 funciona la sede del Movimiento Evita y dentro del movimiento el Frente para la Igualdad Evita Entre Ríos, que tiene como secretario provincial a Tahiel Manavella. En una de las oficinas de la sede de la organización política peronista, Tahiel pregunta en torno a qué va a girar la conversación. Exterioriza una cierta molestia ya que cuando le hacen entrevistas solo se enfocan en su identidad trans. Prefiere hablar de su gran amor: la militancia. ***

La periodista, escritora y líder del Movimiento de Liberación de Mujeres de Estados Unidos, Carol Hanisch, acuñó una frase en la década del 70 que dice: “Lo personal es político”. Lema que se convirtió en bandera del feminismo y

que evidencia cómo la experiencia personal puede trascender las fronteras de lo individual para transformarse en objeto de lucha social y política. La trayectoria de Tahiel para ser Tahiel se encuentra en la actualidad atravesada por la voluntad de ayudar a otros, a otras y a otres dentro del espacio que lidera.

—Me cuesta muchísimo ver mi vida alejada de la militancia, siento que es una actividad de tiempo completo.

—¿Por qué el Movimiento Evita?

—Sandra, una amiga, me insistía para que me sume. Me decía: “Venite al Evita, mirá que nosotros queremos que vos estés acá para armar el frente”. Acepté su propuesta porque me gustan las obras que tienen que ver con lo comunitario. En un principio no había nada armado así que andaba como loco malo, pero lo que tiene este espacio es que siempre hay gente que te va a respaldar y acompañar.

Tahiel tiene 25 y empezó con su actividad en el Frente para la Igualdad hace

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Marcha por el Día de la Lealtad Peronista. Foto: Comunicación y Prensa del Movimiento Evita.

aproximadamente un año. Su militancia no solo tiene que ver con lo político sino con una lucha personal que inició en su adolescencia cuando le comunicó a su abuela, que fue un pilar importante en su vida, la decisión de transicionar a Tahiel:

—Tenía mucho miedo de que me echen a la mierda. Mi abuela se la re bancó y se largó a llorar pero me dijo que lo sabía y que respetaba mi decisión porque quería verme bien. Y bueno, fue así que caí en una fiesta de año nuevo con barbita y camisa al cuerpo.

La oficina principal de la sede tiene una extraña mezcla de afiches: está el presidente Alberto Fernández, la abanderada de los humildes, un mapa de la provincia de Entre Ríos, el retrato de Diego Maradona santificado, dos estanterías con algunos libros, una planta y la bandera de la diversidad. En el centro, una mesa redonda con el estandarte del Movimiento Evita. Mientras posa para ser retratado, Tahiel se da vuelta, observa el decorado y dice:  —La caga el caloventor en la estantería. ---sin embargo, dibuja una sonrisa en su cara y se deja fotografiar.

Pareciera que no fuese una persona de baja estatura porque está sentado en

una silla de oficina regulable, sin embargo, cuando se levantó a pedir silencio a quienes hablaban del otro lado de la puerta de la habitación mostró su metro cincuenta. Tiene los brazos tatuados con ilustraciones indescifrables que muestra sin reparo: algunas hechas por él y otras dibujadas por alguien que practicó el oficio sobre su cuerpo. Llama la atención su capacidad de sonreír: minuto a minuto las comisuras de sus labios trepan el rostro como queriendo llegar a las orejas o quién sabe a dónde. —Antes no me gustaba que me sacaran fotos. Era lo menos fotogénico de la vida, pero ahora disfruto de mostrarme. Nombrarme y presentarme fue una construcción.

—No solo construiste tu identidad, sino también un espacio político para otros, otras y otres. ¿Qué importancia tiene que las identidades trans militen?

—Es muy importante visibilizarse uno como persona en sus luchas y en sus vivencias pero también entiendo que no es necesario que todos militen porque hay muchos pibes que no les interesa y es totalmente respetable. Hay que romper un poco con esto de que las personas trans, u otras dentro del colectivo, sí o sí deben enfocarse y construir para

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y por el colectivo. Creo que tienen el derecho de pensarse en otros lugares porque tal vez cuentan con condiciones para trabajar en otros espacios, por ejemplo como maestra o maestro, se puede laburar desde ahí.

El Frente para la Igualdad está orientado a reivindicar los Derechos Humanos. Una de sus funciones es posibilitar el acceso a la salud de infancias, juventudes, adulteces y personas privadas de su libertad.

—En tu Instagram figura que estuviste en el barrio Anacleto Medina para participar de la inauguración de un espacio comunitario: ¿de qué se trató?

—Lo que hicimos es generar un área más para que se pueda acceder a testeos rápidos de VIH e información sobre Enfermedades de Transmisión Sexual. Además, procuramos que dentro del territorio haya ámbitos para que las personas VIH positivas estén contenidas y puedan conseguir su medicación. También nos enfocamos en acompañar infancias y adulteces que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad social como, por ejemplo, jóvenes que no pueden seguir estudiando porque tienen que salir a changuear. Desde el movimiento nos caracterizamos por

intentar resolver este tipo de cuestiones a corto plazo.

La sede de la organización se encuentra frente a uno de los laterales del Hospital Materno Infantil San Roque, lo que implica una importante circulación de vehículos y de personas que vienen de distintas partes de la provincia a atenderse. Sin embargo, son las tres de la tarde y desde afuera solo ingresa una leve brisa y el ruido del motor del colectivo de la línea 1 que para en la esquina de La Rioja y La Paz, a metros del lugar. La acostumbrada pesadumbre de la siesta paranaense comienza a percibirse en la charla. Tahiel dice “chau” con una invitación:

—El miércoles de la semana que viene se va a hacer una capacitación en la facu de Trabajo Social organizada por nosotros: ¿querés ir? ***

El tema y la invitada que va a disertar ameritan la gran concurrencia de público en una de las aulas del primer piso de la Facultad de Trabajo Social. La convocatoria tiene que ver con una capacitación sobre Políticas y Prácticas contra la Discriminación que tendrá como disertante a la directora nacional de Políticas y Prácticas contra la

Discriminación dependiente del Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI) y militante trans, Ornella Infante. La sala está colmada de estudiantes de la Casa de Altos Estudios, profesores, integrantes del Movimiento Evita, del Frente para la Igualdad Evita Entre Ríos y del Movimiento Universitario Evita, que son las tres agrupaciones encargadas de la organización.

La invitada se hace esperar, las personas a cargo de la coordinación de la charla caminan ansiosas de un lado a otro esquivando a la gente que está sentada en el piso porque no consiguió silla. De pronto, Tahiel aparece en el aula y comenta agitado:

—Ornella está llegando. Se demoró porque el tránsito es tremendo y además viene de reunión en reunión en medios de comunicación y con otras agrupaciones. —dice, mientras se seca la transpiración de la frente.

Luego de aproximadamente una hora de espera la gente empieza a aplaudir y Ornella ingresa a la sala junto al equipo que integra la dirección nacional. Después de su respectiva presentación y saludo comienza su alocución:

—Ninguna, ninguno y ningune de las personas que estamos acá cumplen con los mandatos sociales para zafar de la discriminación. La tenemos tan naturalizada que si sufrimos una violencia institucional no la denunciamos: por ejemplo, yo puedo decir que por culpa de ella me encarcelaron por ser trans. Los pueblos originarios o las personas no binarias pueden contarnos otra historia de exclusiones y si sos pobre la discriminación hace que, por ejemplo, no llegues a estudiar. La única manera de que esto se visibilice es a través de discusiones, la cosecha de exigencias y una actualización de la ley que penalice estos actos.

La normativa que menciona Infante es la Ley Nº 23.592 y fue publicada en el Boletín Oficial en el año 1988. Debido a su anacronismo la Federación Argentina LGBTIQ+ y el senador nacional por Chubut Carlos Linares presentaron en mayo de este año en la Cámara Alta su

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proyecto para una nueva Ley Antidiscriminatoria Nacional que amplíe y actualice la normativa vigente.

Luego de los discursos de las personas que acompañan a Ornella y un acalorado debate sobre discriminación, la charla llega a su fin. Tahiel toma el micrófono, agradece la asistencia del público y regala su mejor sonrisa para una foto grupal. Después de los saludos correspondientes se acerca, hace un suspiro de esos que denotan alivio y pregunta:

—¿Qué te pareció?

La consulta de Tahiel y las palabras de Ornella Infante hacen que emerjan algunas preguntas que quedaron en el tintero, como por ejemplo, si Tahiel sufrió algún tipo de discriminación o si el mercado laboral le habrá cerrado puertas por ser un varón trans. Por cierto, todavía no ha mencionado qué hace para ganarse la vida. ***

Tahiel avisó que iba a llegar un poco más tarde de lo previsto. Esto le permitió esperar en el patio de la sede que tiene una extensión que impide divisar dónde termina. Otra vez, como en la primera cita, hay un sol sin nubes que se hace sentir debido a la falta de reparo de algún árbol o un techito. Por fin llega. Entra al lugar y luego de saludar a las per-

sonas que están en la entrada de la casa peronista echa un vistazo al patio: —Perdón por la demora, hoy anduve de aquí para allá. —dice, mientras se saca el casco de la moto y se dirige a la oficina del primer encuentro.

—En base a la capacitación del otro día me quedó pendiente una pregunta sobre lo que dijo Ornella con respecto a la discriminación. ¿Alguna vez la sufriste, por ejemplo, en tu trabajo? Por cierto, ¿trabajás?

—Sí, estoy en la parte administrativa del archivo del Túnel Subfluvial. Mi tarea es escanear el material fotográfico que hay sobre el proceso de construcción de la obra y digitalizar todo para quienes le interese conocer su historia. Y no sufrí ningún tipo de discriminación laboral porque me acoplo al estereotipo de varón pero la gente con la que trabajo me ha hecho chistes como: “yo voy a ser trans para jubilarme antes”. Y les respondo que antes de pensar en una jubilación primero hay que acceder a un trabajo y hay muchos compañeros y compañeras que no consiguen laburo por su identidad de género.

El chascarrillo de las personas que trabajan con Tahiel hace referencia a un proyecto de ley presentado el año pasado por la diputada nacional del Frente

Tahiel junto a Ornella Infante, Sandra Cislaghi y un compañere durante una Jornada de capacitación sobre políticas y prácticas contra la discriminacion. Foto: Comunicación y prensa del Movimiento Evita.

de Todos, Gabriela Estévez, denominado Pensión Reparatoria para Personas Mayores Travestis y Trans. Según el sitio web Télam, “la normativa plantea el otorgamiento en carácter vitalicio de una percepción a todas las personas travestis y transexuales de más de 40 años”. En tanto, en los considerandos de la iniciativa se expresa que “el proyecto busca reparar la violación de derechos humanos básicos que implica una expectativa de vida de 35 a 40 años (entre las personas que integran esos colectivos); normas que criminalizaban y ‘patologizaban’ esas identidades; la sistemática violencia institucional y la falta de acceso a la salud, educación, vivienda y trabajo registrado”. Vale aclarar que la iniciativa todavía no fue tratada por el Congreso de la Nación.

Con respecto al acceso al trabajo, en Argentina existe una ley puesta en vigencia en 2021, que es la Nº 27636 de Promoción del acceso al empleo formal para personas travestis, transexuales y transgénero Diana SacayánLohana Berkins. Anterior a esta norma, el Concejo Deliberante de Paraná, sancionó en 2019 la Ordenanza Municipal Nº 9834 denominada Plan de Inclusión Integral para personas travestis y trans de Paraná. La legislación local describe

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que “la Municipalidad de Paraná deberá incorporar anualmente a su planta de trabajadores/as a no menos de seis (6) personas travestis y trans, hasta alcanzar un porcentaje sobre la totalidad del personal municipal del dos (2) por ciento y establecer reservas de puestos de trabajo a ser exclusivamente ocupados por ellas, con el fin de promover la igualdad real de oportunidades en el empleo público”.

—Al Túnel llegué justamente por ser Tahiel.

Sin embargo, no todas las personas que pertenecen a esta población vulnerada tienen la misma suerte. El sitio www.contratatrans.org, que forma parte de una Asociación Civil sin fines de lucro que busca mejorar las oportunidades de inserción socio laboral de las personas trans, sostiene que en Argentina el 60% ejerce la prostitución o el trabajo sexual y el 70% nunca fue a una entrevista laboral luego de asumir su identidad de género. ***

Pareciera que siempre está llegando tarde a algún lugar: Tahiel sale rápido de la oficina e ingresa Camila Pesoa. Lo conoce hace muchos años y dice que es habitual que esté pasado de revoluciones.

—Siempre está estresadísimo. Cuando está nervioso hace algo muy gracioso con la mano, así. —mientras se ríe, intenta representar con los dedos en el nacimiento de la nariz el gesto pensativo de su amigo.

Camila tiene 23 años, está estudiando el profesorado de yoga, trabaja como niñera y es compañera de Tahiel en el Frente. Dice que en la agrupación hay tiempo para charlas amistosas, conversaciones de trabajo y acompañamiento para las personas que lo necesitan.

En el Evita las palabras acompañamiento y lucha colectiva resuenan en cada voz que intenta explicar lo que es la militancia. Para Tahiel es una construcción constante que inició con su transición y que luego lo llevó por el camino de la participación en el terreno político. Una vez detenida la grabación comenta que su nombre se lo propuso una amiga que había hecho un viaje a los Valles Calchaquíes en Córdoba donde se encontró con un niño mapuche que se llama Tahiel y que significa hombre libre.

¿Sabés qué significa?

Hombre libre

Por Valentina Bertocchi

Fragmento del perfil periodístico:

“Desde el principio recibí más cariño de personas que no me conocían que de mi familia. Pero yo siempre pa’ adelante. Me aferré de mis amigas. Y mis amistades fueron un apoyo y un pilar muy grande para mí. Las re banco a las guachas”.

Su familia está compuesta por su hermana menor Luana, su abuela María Eva y su “vieja” Silvia. En su infancia, se crió en la casa de sus bisabuelos debido a problemas familiares y a una madre con la cual no tuvo relación hasta los 17 años. Al nacer su hermana menor, por los mismos conflictos, Tahiel se fue a vivir a la casa de sus abuelos maternos y Luana a lo de unos tíos lejanos. Aun así, hoy mantienen una linda relación. De su padre no emite comentarios. El pilar en la vida de Tahiel es y siempre será su abuela. —En mi proceso, muchas veces entraba en juego la presión social. Pero a mí me pesaba mucho más la palabra de mi abuela. Me preocupaba lo que ella podía llegar a pensar con lo que le dijeran de mí y cómo le repercutía. Después de un tiempo de vivir en Oro Verde y al completar su transición, decidió volver a la casa de María Eva. Fue en un Año Nuevo, cuando llegó con barba y sin pechos. En ese exacto momento, Tahiel se dio cuenta de lo que había hecho y comprendió por lo que había pasado. —Los que pasamos por una transición a veces somos muy ansiosos y queremos que todos nos acepten rápidamente y que la familia nos acompañe enseguida. Pero a veces también debemos considerar los procesos ajenos. Los de tu entorno van generando duelos, y entiendo que mi abuela lo vivió así. Hubo un tiempo en que a ella no le salía decirme Tahiel y me insistía con: “Bueno te voy a decir Pancho porque me cuesta muchísimo” hasta que logró un día llamarme por mi nombre. Ese fue el click.

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Luz, cámara y acción: entre escaleras y bocinazos

Gustavo Terra es ginecólogo obstetra y trabaja en el Hospital Materno Infantil San Roque y en el centro de salud Selig Goldin. En el último, asiste y acompaña a aproximadamente 350 personas trans en su proceso de hormonización. Destaca que la salud no son solo aspectos biológicos y que el vínculo con el paciente es primordial.

“Si hicieran una película sobre tu vida, ¿qué actor te gustaría que te interpretase?”. Gustavo no sabe qué contestar. “¡Qué difícil!”, dice, pensativo, luego de unos segundos.

Sentado sobre las escaleras del centro de salud Selig Goldin, que está cerrado porque ya son las 19, se produce un silencio que queda opacado por el ruido de los vehículos que transitan sobre calle Laurencena. Minutos atrás, el hombre de ambo sanitario y gafas rectangulares conversaba animadamente sobre cuánto le gustan los cines danés, francés e italiano porque con su fotografía sutil y su ritmo tranquilo, crean intimidad con el espectador. Pero, quizás, para contestar la pregunta inicial debe detenerse y recapitular sobre el pasado, que está ansioso por cobrar vida una vez más.

El peso de ser el mejor Federal está compuesto por un paisaje de lomadas, montes de abundante vegetación y muchos arroyos. En los árboles se oye el cantar de cardenales y jilgueros, señal de que no hay

peligro que turbe sus vidas por esos lares. De ahí es Gustavo, que nació el 16 de mayo de 1973. Al ser el segundo hijo de una familia tradicional de la época, creció rodeado de la complicidad de sus cuatro hermanos, pero bajo la sombra de uno de ellos, el mayor. Estaba cansado de los ideales machistas y simbólicamente violentos de su padre y que a su hermano le dieran el auto que él también anhelaba. Eso lo llevó a mudarse a la casa de su abuela en Concordia, un municipio que estaba a más de 100 kilómetros de su hogar, distancia suficiente para alejarlo de aquello que le afectaba. Obsesionado con aprobar todas las materias, se convirtió en uno de los mejores estudiantes y eso sentó un precedente, tanto en el aula como en su vida. “Siento que siempre tuve esa obligación de ser el mejor alumno”, confiesa. Además, asegura que esa presión era secundada por sus amigos: “Ellos decían: ‘Vamos a preguntarle a Gustavo que es el que sabe y el que estudia’”. Pero afirma y repite que lo pasó bien, demasiadas veces

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Su labor en problemáticas trans
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Foto: Marta Escobar

como para convencer a cualquiera, especialmente a él.

El médico que vivía a la vuelta de mi casa

“Cuando uno es chico tiene la fantasía de curar, de tratar a otra persona, de ayudar, pero desde la visión muy reducida de un niño. Nunca me cuestioné si había otra cosa, siempre sentí que iba a ir por el lado de la salud”, confiesa con seguridad y recuerda que admiraba a un vecino que era médico. Gustavo quería involucrarse con los pacientes, pero no desde una distancia kilométrica, de esas que emanan frío casi tan parecido al que se siente en las escaleras donde transcurre la charla.

Para el hombre del ambo y barba en forma de candado, este espacio de concreto que guarda las huellas de cientos de pacientes, es una extensión de su consultorio y el inminente descenso de la temperatura no lo perturba. Por el contrario, acomoda las piernas y posiciona las manos sobre su regazo para continuar con uno de sus propósitos del día.

Al terminar la secundaria, cambió de escenario y se fue a Rosario, una ciudad al sureste de Santa Fe. Con su cabello limpio de canas y su obsesión apasionada por los estudios intacta, Gustavo comenzó a dar sus primeros pasos en la adultez entre aquella urbe populosa de árboles de cemento. Cada año que transcurría en la Universidad Nacional de Rosario lo acercaba más a su posición de trabajo ideal: el primer nivel de atención. Como si alimentara una fogata, arrojó leños y leños hasta que el fuego eventualmente lo abrazó, dándole el cobijo que tanto anhelaba.

“Elegí ginecología y obstetricia porque sentí que albergaba todo”, admite y explica que le gustaba que ambas incluyeran la posibilidad de realizar cirugías y entablar una relación más estrecha con el paciente. La residencia la hizo en 2001 en el Hospital Materno Infantil San Roque de Paraná, donde vive y trabaja actualmente. “Estoy casado con una rosarina. La conocí en una de las mudanzas que tuve. Ella vivía a tres cuadras de mi casa”, cuenta sobre su esposa, con quien tiene tres hijos. Ambos se mudaron a la ciudad entrerriana de barrancas altas y río caudaloso porque les quedaba a medio camino de sus lugares de origen, aunque a Gustavo parece haberlo convencido el hecho de que

no era Federal.

Su formación lo limitaba a ver las enfermedades como resultados de procesos fisiológicos que había que solucionar, aunque ese deseo que ardía en su interior eventualmente lo guiaría a redescubrir otra forma de percibir lo que hacía. Pero antes de eso estaba la residencia. Frente al disgusto que le provocó oír esa palabra nuevamente, la única anécdota que se le escapó fue de aquella vez que decidió tomar una siesta y despertó turbado porque creía que había dormido hasta el otro día. Como alma que lleva el diablo, voló hacia el hospital y al ingresar se alarmó porque no encontraba a sus compañeros, así que preguntó y le contestaron que eran las ocho, como él creía, pero de la noche.

Durante esos años apareció en escena una de sus primeras pacientes, Teresa Zapata, que lo recuerda muy bien. La calidez con la que ella lo conserva en su memoria se materializa por primera vez en la tarde cuando Gustavo abraza a un joven que inició la transición. “Es un loco, pero es un loco bueno”, afirma una de sus compañeras del Selig Goldin, Fernanda Spessot, que es psicóloga y referente provincial de Salud Integral de las Adolescencias. Él, en cambio, lo pone en otros términos: “Trato de ser resolutivo en cualquier situación problemática que atraviesa una persona”.

Cuando te cae la ficha Después de concluir la residencia decidió hacer un posgrado en Salud Colectiva con orientación en Salud Social y Comunitaria. Uno de sus proyectos para trabajar con población trans en la ciudad se llamaba Consultorio amigable, pero una vez que se encontraba en una mesa de discusión una mujer trans lo corrigió sin rodeos: “Yo no necesito que usted sea mi amigo, yo necesito que me trate como corresponde”.

En 2010 empezó a trabajar en el Hospital San Blas de Nogoyá, donde ayudaba y acompañaba a personas trans en sus procesos de hormonización, que consisten en el uso de fármacos que inhiben o aumentan el nivel de las hormonas masculinas y femeninas. De esta forma, quien lo necesite puede modificar su cuerpo de acuerdo a la identidad de género autopercibida, que es la vivencia interna e individual del género y puede coincidir o no con el sexo asignado al nacer. Es decir, puede haber mujeres

con pene y hombres con vulva.

Hoy no es tan complicado entenderlo, pero hace 12 años no era un tópico que fuese discutido con la misma regularidad. Tampoco existía la Ley de Identidad de Género Nº26.743, que recién fue promulgada y sancionada durante mayo de 2012. En ella se estipula el derecho que poseen las personas al reconocimiento de su identidad de género, al poder desarrollarse en torno a ella y a ser tratadas e identificadas de ese modo en los instrumentos que acreditan su identidad.

Quiero ser valorado por esto

Al lado del Selig Goldin se encuentra la Plaza Italia, que está en remodelación. Parece un cráter en el que algunos infantes juegan mientras los adultos pasean a sus perros. Las voces y las risas viajan y se cuelan por los oídos, pero hay un lugar al que no llegan. Dentro de la sala de espera del Centro de Salud hay muchos asientos ocupados y un policía que observa la entrada. También hay un reloj que marca una hora incorrecta y su segundero va en dirección opuesta a las agujas. Pero las miradas ignoran la anomalía y apuntan hacia una puerta

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específica a la espera de que alguien salga.

Como si el director lo llamara a escena, Gustavo hace su aparición, aunque no se detiene más que para saludar. Camina con prisa, busca lo que necesita y de inmediato se escucha cómo se cierra la puerta de su consultorio. Si quieren hablar con él, deben esperar su turno.

Su lugar de trabajo es de referencia en la ciudad. Junto a un equipo interdisciplinario atiende consultas, asesora y acompaña en distintos aspectos a quienes realizan el proceso de transición y a sus familias. También capacita a profesionales e insta a que se reproduzcan espacios similares ya que hay muchas personas que deben viajar durante horas para acceder a algo que es un derecho. De acuerdo

a la Ley de Identidad de Género, los tratamientos médicos de adecuación de género deben incluirse en el Programa Médico Obligatorio (PMO) para garantizar una cobertura de las prácticas en los sistemas de salud público y privado. “Mis principios son ir hacia la equidad en la salud y tratar de hacer lo mejor en cualquier ámbito”, admite Gustavo, convencido.

Con una rutina que no deja espacios vacíos, comienza a las 6 y la primera parada que hace es la escuela de sus hijos. Luego, se dirige al San Roque, donde trabaja como jefe de Servicio de Obstetricia de la Maternidad y como instructor de residencia. Allí también es acompañado por esa presión que lo persigue desde niño. “Me llaman por teléfono, y me preguntan todo —relata y repite, como es habi-

tual, que no le molesta—. Siempre fui muy responsable y siento que la inteligencia y el conocimiento son grandes virtudes. Trato de tener eso porque lo valoro mucho en otra persona”.

Trabajar con jóvenes es tarea ardua, sobre todo si se trata de los hijos. De repente, ese amor que profesa por la crianza de los suyos se pierde entre el barullo de las bocinas de los autos. Confiesa que si bien no le agrada que desaprueben materias, realmente no es un problema para él. “Yo padecí eso y prefiero que sean más descontracturados, más libres y que no carguen con esa presión de tener que saber siempre y nunca equivocarse”, afirma Gustavo con su tono de padre, ese que se olvida de tecnicismos y se ahoga en la enfatización de: “Disfruto tener hijos”.

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Festival de primavera 2021 organizado por el Centro de Salud.

De 15 a 19 está en el Selig Goldin, donde asisten aproximadamente 350 personas para realizar su proceso de transición. Algunas de ellas son recurrentes, pero hay otras que van por primera vez. Mientras esperan su turno, con una postura nerviosa y la cabeza gacha, se dan cuenta de que ciertos ojos las observan como si estuvieran ante un espejo y se reflejaran en él. De pronto, un cruce de palabras se vuelve una manta que da cobijo ante la frialdad que amenaza con colarse dentro de estas paredes. “Anotá mi número”, se escucha y, posterior a eso, se teje una conversación cómplice que dura hasta el momento del cierre.

Cuando salen del Centro de Salud, Fernanda le pregunta, preocupada, a Gustavo: “¿Vos trajiste una campera?”. Él se vuelve y corrobora que, en efecto, no lo hizo. Su compañera, que le pone los pies en la tierra cuando los compromisos lo apabullan, lo recono-

ce como alguien muy comprometido con su tarea y con las personas que asiste. “Tal vez demasiado, a veces —estima, pero reconoce que es muy confiable y empático—. Escucha atentamente a las personas que lo consultan y tiene un muy buen humor”.

La hermeticidad típica del médico nunca estuvo realmente presente, ni siquiera en las primeras interacciones que se dieron por medio de audios de WhatsApp. Fue más bien una ilusión que suele estar sujeta a un cuidado temeroso de dirigirse a ciertos profesionales porque podría ser inoportuno molestarlos. Pero Gustavo, en lugar de reclamar por retenerlo después de que su jornada laboral terminó, pide disculpas por haberse demorado.

Entre charlas que imaginan cafés y medialunas, ocurre un evento inesperado que cambia el guión y el médico debe auxiliar a una joven que sufrió un accidente de tránsito. Después, como

Foto: Ministerio de Salud de Entre Ríos.
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si nada hubiese pasado, vuelve a las escaleras y sigue con su relato, esta vez sobre libros clásicos que adora, como Ensayo sobre la ceguera de José Saramago y Pedro Páramo de Juan Rulfo.

Tantos planes imprevistos en su rutina preocupan a sus conocidos, que ya le han pronosticado más de un infarto. Pero a sus 49 años se niega a un futuro en el que no siga con su trabajo. Reconoce que la manera de ejercer su labor se vio influenciada por el contexto social, cultural e histórico que vivió y, por esa razón, se manifestó a favor de la legalización del aborto y debatió en televisión sobre la discrimininación que sufre la población trans, que aún tiene una expectativa de vida inferior a los 40 años.

Según el Registro Nacional de las Per-

sonas (Renaper), hasta ahora, 12.655 personas tuvieron o tienen su DNI conforme a la Ley de Identidad de Género, pero lo alarmante de esto es que de ellas fallecieron 335, un número que solo contempla a quienes realizaron el cambio registral. “Eso somos como país también, el daño sin tregua al cuerpo de las travestis. La huella dejada en determinados cuerpos, de manera injusta, azarosa y evitable, esa huella de odio”, escribe Camila Sosa Villada en Las Malas.

“Me gustaría que fuera alguien común, no ese actor clásico”, responde, por fin, a la pregunta sobre quién lo interpretaría en la película sobre su vida. Dice que tiene que ser creíble, como ese doctor al que recurrirías en busca de ayuda, o como ese entrevistado que te mandaría audios en lugar

de escribirte cuando le pidieras charlar, o como un amigo con quien hablarías despreocupadamente en las escaleras de un centro de salud que ya cerró.

Gustavo se va, tiene que llegar a su casa porque le toca hacer la cena como todos los jueves. No lleva mochila, todo lo que necesita está guardado en los bolsillos de su ambo. Tampoco tiene abrigo que lo proteja de las temperaturas frías de una noche invernal, pero no le importa. Se va tranquilo porque cumplió con el último propósito de su día.

Obstetra y defensor del derecho a decidir

Por Mercedes Ruberto

Fragmento del perfil periodístico

En el tiempo en que realizó la Residencia de Obstetricia se destacó por la atención hacia las pacientes que llegaban a sus manos. El 13 de febrero de 2002 recibió a una mujer llamada Teresa Zapata que estaba a punto de dar a luz, pero presentaba dificultades de dilatación. La atendió con calma y delicadeza, analizó su situación y le recomendó aplicarse una inyección para poder realizar el trabajo de parto. Aunque la mujer no había visto nunca al joven médico, se sintió resguardada por su gentileza y le pidió que recibiera a su primera hija. El parto fue exitoso y la madre recuerda haber sido cuidada atentamente por el doctor Terra. “Me dijo: ´Su bebé va a estar bien, yo la voy a atender, quédese tranquila´. Y yo confié en él”, rememora Teresa.

En calle Laurencena el ruido de los vehículos atraviesa la voz del entrevistado. Pero este no se deja opacar y se entrega a la reconstrucción de momentos que determinaron su perfil profesional. “Durante mi formación, siempre pensé que el límite iba a ser hacer un aborto. Pensaba que nunca iba a poder acompañar una práctica así. Y después terminé siendo el primero en declararme en contra de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Entre Ríos, que se encolumnaba detrás del pañuelo celeste”, reflexiona Gustavo. A raíz de este suceso, sufrió un contundente rechazo por un sector de sus colegas, además de artículos en los diarios que degradaban su imagen y lo acusaban de transgredir los principios éticos médicos.

En estos fragmentos de vida no se trasluce ninguna contradicción en la práctica ni cambio repentino de pensamiento. Lo que guía la carrera del ginecólogo obstetra es, nada más y nada menos, que el principio de respetar, informar y acompañar las necesidades de las personas, de prestar oídos y amparar sus elecciones.

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La aceptación es el camino para encontrarse a sí mismo

Alex Espe Marilén Contreras Acosta es su nombre autopercibido desde hace un año y medio, cuando comenzó su proceso de transición. Afirma que el apoyo de su familia fue primordial para poder expresar a viva voz: “Ser no binario no es una elección, es lo que yo soy. Esto no se elige, se siente así.”

Es un día de esos en los que las estaciones parecen fusionarse. El sol de las cuatro de la tarde lucha con la intensidad del viento que arrebata la calidez, alborota las copas de los árboles y despeina las melenas de los ciudadanos. La Plaza Alvear atestigua que su fuente con sirenas coludas y robustas —como describió Roberto Arlt en su paso por la ciudad— salpica a los transeúntes más que de costumbre. Por una de sus veredas camina Espe y a su encuentro sale su mejor amiga Ornella con quien, por diversas cuestiones, no se ve tanto como quisiera.

Espe vive en el barrio Paracao, en la zona sur de Paraná. Tiene pelo castaño oscuro, rapado a los lados con sutiles mechas de color verde que culminan en su cuello. Mirada curiosa y sonrisa perspicaz. Luce seguro, cuando habla lo confirma.

—Mi nombre autopercibido es Alex Espe

Marilén Contreras Acosta, me llaman Espe. Tengo 21 años, nací el 22 de marzo de 2001. Elegí Alex como nombre de pila para que, quien apenas me conoce, lo asocie con lo masculino y también porque es un poco ambiguo. Yo no me siento como un varón completo, me defino como género no binario, es como fluctuar entre lo masculino y lo no binario. Sigo teniendo algunas cosas femeninas, pero no me siento mujer. Tampoco me siento completamente masculino como para afirmar: “Sí, soy un varón”. Mis pronombres son preferentemente masculinos, lo que significa que si usan neutros o femeninos para referirse a mí no me molesta mientras sea con respeto.

—¿Por qué te llaman Espe?

—Porque me anotaron como Esperanza, pero siempre me dijeron Espe, excepto mi mamá que me llamaba por los tres

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Foto: Camila Venturini
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nombres para hacerlos rendir -dice y suelta una carcajada que le achina los ojos. ***

Con Ornella se conocieron a los cuatro años en el jardín de infantes del Instituto Santa Teresita donde ambos continuaron hasta completar sus estudios secundarios. Sus juegos se alternaban entre las muñecas Barbies e investigar casos, “nos hacíamos los detectives”, aclara Ornella rápidamente. Los intereses en común persistieron a través de los años: desde hacer pijamadas en la infancia, a compartir lecturas en la adolescencia, hasta elegir carreras vinculadas a la salud. En 2019, Espe comenzó a estudiar Licenciatura en Kinesiología y Fisiatría en la Universidad del Gran Rosario en Santa Fe, y Ornella optó por Medicina en la Universidad Nacional del Litoral.

“Yo creo que nuestra amistad se basa en la escucha. Espe es una persona que se ca-

racteriza por la empatía y que siempre está presente cuando la necesitás”.

En cuanto a malos hábitos, recuerda uno muy puntual:

—El desorden, sin lugar a dudas.

—Bueno, gracias, ¡eh! -responde Espe con ironía, sorprendido por la franqueza de su amiga. Pero Ornella justifica su respuesta:

—Hemos viajado juntos y él dejaba la ropa por todos lados. Cuando no había desorden a la vista es porque previamente la había escondido debajo de la cama para que no le digan nada. ¡Era un chiquero! —¡Era mi ropa! -se defiende Espe. ***

Sobre calle Andrés Pazos hay una estatua de una persona que sostiene en brazos a un niño accidentado. Es un bombero voluntario, un monumento a su labor. Ese es el distintivo de la Plaza Alberdi,

Espe junto a Gisela, su mamá. Foto: Camila Venturini

tanto que el común de la gente la conoce como “La Plaza del Bombero”.

Detrás de la popular casita blanca con techo a dos aguas —dueña de varias leyendas urbanas— se detiene un colectivo de la línea 9 del que desciende Espe. Camina relajado y con los auriculares puestos, en ellos suena todo tipo de música, desde rock nacional de la década de los 80 o 90, principalmente Soda Stereo, hasta Arjona. En cuanto a la música internacional indica que en su playlist alterna Ed Sheeran y Marilyn Manson, “hago un popurrí de hits bastante variado: depende del ánimo, depende del día...”

Se sienta en uno de los bancos que se ubica en el corazón de la plaza y con frecuencia debe acomodar detrás de sus orejas algunos pelos que se sueltan por las constantes brisas. Los auriculares quedan en pausa porque ahora sus sentidos están atentos al paisaje que lo rodea y afloran recuerdos. Las reuniones con sus amigos en la adolescencia siempre sucedían en los alrededores de esta plaza, ya sea en la casa de té ubicada entre Urquiza y Belgrano, ir al cine o como punto de encuentro para dirigirse a otros lugares. Vive con sus padres, Gustavo y Gisela. No tiene hermanos. Gisela llega minutos más tarde para encontrarse con su hijo y se sienta al lado. Su tono de voz se vuelve dulce como la miel cuando recuerda a la pequeña Esperanza. Le gustaban las carreras de TC2000, era fanática de Patricio Di Palma y le encantaba ir a los boxes a ver a los corredores y a los autos. Acompañaba a su padre y a su abuelo en la construcción de la casa y siempre aparecía con mezcla de revoque en la cabeza. —¡Te gustaba mucho dormir! -dice Gisela mirándolo de reojo.

—Sí, y me sigue gustando mucho -responde risueño.

Se define a sí mismo como una persona imaginativa, pero desliza una autocrítica: ser bastante inconstante en sus prácticas. Tiene carácter, y aunque muchas veces no reacciona para evitar conflictos, con apenas un gesto expresa lo que no hace con su voz. Siente pasión por el básquet, deporte que dejó de practicar hace algunos meses. En sus tiempos libres le gustan las películas basadas en libros y ver series, entre las que se destacan The Walking Dead y Sherlock. ***

Los auriculares caen repentinamente al suelo y se mezclan con las piedritas color ladrillo. El altavoz de su celular queda desnudo y grita las melodías que hasta entonces solo eran oídas por Espe. Yo, caminaré entre las piedras

Hasta sentir el temblor, en mis piernas

A veces tengo temor, lo sé A veces vergüenza

Estoy sentado en un cráter desierto Sigo aguardando el temblor, en mi cuerpo

En la pandemia, aislado, sentado en un cráter desierto, —como reza la canción de Soda Stereo—, comenzó a buscar conceptos que identifiquen lo que sentía, algo que venía pensando desde hace mucho tiempo, pero que esquivó por temor o vergüenza. “En ese tiempo entendí que ser no binario no es una elección, es lo que yo soy. Esto no se elige, se siente así.”

En junio de 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar a la transexualidad como un trastorno mental. Desde entonces, la definición que corresponde es: “Una incongruencia marcada y persistente entre el género experimentado del individuo y el sexo asignado, que a menudo conduce a un deseo de ‘transición’ para vivir y ser aceptado como una persona del género experimentado”. Sin embargo, Espe considera que en el sistema administrativo y de salud, tanto privado como público, sigue predominando el binomio femenino-masculino.

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Su voz suena rasposa aunque por momentos es tierna y suave. Ama la ropa oscura: su outfit predilecto está compuesto por jeans y buzos en los que el protagonista es el negro y acompañan la gama de los azules o marrones. Suele jugar con el piercing que lleva en el ala izquierda de su nariz. Su rostro es cálido aunque admite que por mucho tiempo estuvo nublado e inestable.

Sobre su proceso de transición cuenta que primero se lo comunicó a su mamá y luego a su papá, “ambos lo tomaron

bien”. En ese instante se detuvo a pensar la palabra que mejor describe cómo sintió y siente esa aceptación, la buscó en su mente por algunos segundos y la liberó apenas la encontró: “Privilegio”.

Sí, privilegio es lo que siente cuando se compara con las situaciones que vivieron y viven otras personas que deben abandonar su hogar porque los maltratan o los echan. Privilegio porque a él sí lo comprendieron y acompañaron en su proceso. Su mamá afirma que se sintió feliz y orgullosa porque sabía que algo en él estaba pasando, pero respetó sus tiempos y esperó que él mismo se aceptara.

Ornella es una de las primeras personas que supo sobre su proceso de transición. “¿Te acordás que yo te conté por WhatsApp que estaba investigando sobre qué es la transexualidad?” le pregunta Espe. Los anteojos que obstaculizan la visión completa del rostro de su amiga decidieron escalar hasta el pelo descubriendo una mirada enérgica que asiente al interrogante con un suave parpadeo.

“Yo no me lo imaginaba. Lo traté con la psicóloga porque fue un cambio grande que mi mejor amiga desde hace 17 años ahora sea mi mejor amigo. Me chocó, todavía me choca porque hace relativamente poco tiempo. Sigo tratando de asimilarlo, pero siempre desde la empatía. Intento ser abierta porque fui criada de otra forma, con otras creencias y para que la sociedad avance también tiene que avanzar uno en su cabeza”.

Además, sostiene que Espe ahora es más seguro de sí mismo, más sociable y habla con más libertad.

—Para mí te sentís cómodo, sonreís más, antes te retraías -se lo dice de frente, como si nunca se lo hubiese dicho mirándolo a los ojos, casi a modo de confesión, a pesar de ser confidentes desde hace más de una década.

—Mi expresión es distinta porque ahora me muestro tal cual soy, pero sigo siendo la misma persona de siempre. ***

—Ya me saqué la venda, ¿viste? -le comenta Espe a Ornella.

—Sí, después te iba a preguntar cómo te está yendo con la recuperación. ¿Te duele?

Hace 45 días, Espe consiguió lo que su obra social postergó por varios meses.

“Siempre me incomodaron mis pechos, usaba ropa holgada o me encorvaba bastante. Durante la pandemia busqué cómo extirparlos, antes incluso de empezar a pensarme a mí mismo como una persona trans o como un varón, era algo que siempre me molestó”.

Para realizar la mastectomía le pidieron

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Festival de primavera de 2021, organizado por el “Taller por y para personas trans” del Centro de Salud Selig Goldin.

Foto: Ministerio de Salud de Entre Ríos.

una ecografía mamaria y la obra social rechazó la solicitud, ante esa situación, el equipo médico debió “disfrazar el diagnóstico fingiendo que tenía una patología y así me la autorizaron”.

Considera que prevalece la desinformación y el desinterés ya que, al no conocer el tipo de cirugía, no la creen necesaria. Lo mismo sucedió con los estudios prequirúrgicos, dilataron los tiempos hasta que cedieron.

“También me rechazaban el tratamiento hormonal porque, según la obra social, no figuraba en el Plan Médico Obligatorio”. En 2012 Argentina promulgó la Ley Nacional N° 26.743 de Identidad de Género que establece que las personas trans sean tratadas de acuerdo a su identidad autopercibida. En el artículo 11 otorga el derecho a los mayores de 18 años a acceder tanto a intervenciones quirúrgicas totales como a tratamientos hormonales y las obras sociales deben cubrir el 100%, “pero como es costoso, evitan hacerse cargo”.

A estas situaciones le siguió otra similar: cuando pidió los estudios de laboratorio para monitorear las concentraciones

de testosterona en su cuerpo. “Me rechazaron la autorización con el comentario de que tenía que aclarar ‘mi sexo autopercibido’. En realidad, para mí no es sexo, sino género autopercibido, porque yo nací con vulva y creo que eso no debería incumbirle a una obra social. Así que les mandé la contestación diciendo que mi género era no binario.”

Mientras lidiaba con la burocracia, comenzaron a aflorar las desilusiones y los desánimos cada vez que luchaba y le cerraban las puertas. “No quería seguir adelante, tiraba todo y decía: ‘Cuando me calme retomo los trámites y vuelvo a intentar’. Así que tuve que pelearla bastante, tanto con la obra social como conmigo mismo.”

También pensaba en las secuelas de la cirugía, en las cicatrices, “pero ya me estoy empezando a amigar. De hecho, me gusta más mi torso ahora que tiene cicatrices que cuando tenía busto. A partir de eso siento más seguridad y hasta adopté una posición más recta”.

A fines del año pasado, tomó la decisión de dejar de practicar básquet porque quería iniciar los trámites para la cirugía

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y enfocarse en la facultad. “Al final me terminé metiendo en un equipo de fútbol, pero tranqui, en básquet era mucho más competitivo.” ***

En relación al presente de la comunidad

LGBTIQ+ piensa que avanza bastante, sobre todo valora la contención que encontró y espera que siga creciendo y teniendo más alcance.

—¿Cómo te ves en el futuro?

—Recibido, ¡ojalá! -dice y suelta una risa contagiosa- Me veo con un título y en un campo de la Kinesiología en el que me guste trabajar. También deseo seguir militando y progresando junto al colectivo.

Poco a poco, el sol se pierde en el horizonte como recordatorio de que el día llega a su fin. El viento gana fuerza y el ambiente se torna helado. Espe toma sus auriculares y se aleja rápidamente para apaciguar el frío. Ed Sheeran acompañará su regreso a casa.

Quién era antes y quién soy ahora

En 2020, Espe se encontró solo intentando responder las preguntas que siempre estuvieron ahí, pero que jamás se detuvo a resolver. Entonces dio el primer paso para descubrir su verdadera identidad. Empezó a buscar información, a intentar identificarse y entender lo que le pasaba desde hacía mucho tiempo, pero que por alguna razón no lograba expresar.

Buscó la cuenta de Instagram de No Binarixs Entre Ríos, organización que nació durante 2020 como grupo de contención para quienes no se identifican dentro del binarismo de género mujer o varón y sus pronombres son neutros. Espe se identificó con el género masculino no binario, es decir, fluctúa entre lo femenino y lo masculino, pero se acerca más al último, por eso prefiere que lo llamen con el pronombre“él”.

En este nuevo espacio encontró personas que habían pasado por lo mismo y que entendían lo que él sentía. Hizo amigues y conocides que lo acompañaron, lo contuvieron y le brindaron herramientas. Mantuvo contacto virtual con elles hasta que finalmente se conocieron fuera de las pantallas en diciembre de 2021 cuando organizaron una reunión en la plaza Sáenz Peña.

Luego realizó consultas médicas en el Centro de Salud Selig Goldin, un establecimiento sanitario de la ciudad que brinda terapias de reemplazo hormonal, asistencia en salud integral, sexual y reproductiva, sistema de referencia y contra-referencia con otros efectores, clínica sexológica y acompañamiento a familias en los procesos de transición. En este lugar conoció profesionales responsables con las identidades disidentes que lo acompañaron y fortalecieron la confianza en sí mismo, dándole una atención médica responsable y respetuosa.

En conjunto iniciaron el “Taller por y para personas trans”. Para el día de la primavera del año pasado, organizaron un festival en Plaza Italia, que linda con la entrada lateral del establecimiento. Espe menciona que desde ese lugar trataban de hacer entender a las personas cisgénero lo que elles transitan, como así también generar un apoyo mutuo.

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Acompañamiento a personas trans

El trabajo social como herramienta de empoderamiento

Brian Gómez es un joven hasenkampense que reside en la ciudad de Paraná en donde estudia y trabaja. Por su formación, su empatía y su militancia brinda ayuda social a quien necesite. Sostiene que es fundamental complejizar y politizar cuestiones, abrirlas cada vez más para entender cuáles son los derechos que se vulneran.

Faltan algunos minutos para que el reloj marque las 17. En la Plaza San Miguel, de nombre oficial Alvear, estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación (FCEdu) se sientan en el césped a charlar y compartir el mate. Los pájaros, con esa viveza que los caracteriza y que les da la vida en la gran ciudad, se acercan a los grupos para ver si consiguen alguna migaja de comida.

A las 17 en punto, en la esquina de las calles Laprida y Buenos Aires, asoma un muchacho de estatura media, con una remera blanca de algodón y una bermuda, tal vez de gabardina, de color bordo. Con un andar tranquilo, no se deja llevar por el paisaje que le ofrece el entorno y prefiere mirar su celular.

Brian Gómez –conocido por sus cercanos como Kaquín o Kacu– es un joven soñador. Como la mayoría de las personas

que cursan sus estudios universitarios, empezó la carrera con una mentalidad, un propósito, pero hoy, a una tesis de recibirse, son otros sus objetivos. —Entré para ayudar a la gente y aunque no reniego de esa palabra, entiendo mi trabajo como una herramienta para empoderar con derechos a los demás.

Detesta el tomate, no come frutas ni carnes. Su personaje favorito de la película argentina Esperando la carroza es Nora, cuya interpretación hace a la perfección Betiana Blum. Es fanático de los films fantasiosos y que involucran superhéroes, pero destaca que no tiene preferencia por algún universo en particular. Sus series favoritas son las comedias de situación estadounidenses, entre ellas las destacadas Friends, Malcolm in the middle y la entrañable Modern family.

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Foto: Juventud Peronista Hasenkamp

Recuerda los trueques generados por la crisis socioeconómica de 2001 y les agradece a sus padres porque jamás le pintaron una realidad que no era: si se podía bien, y si no, a arremangarse. Sus días arrancan a las 7 de la mañana, trabaja en Casa de Gobierno hasta las 13. Lunes y jueves se desempeña como becario en la Secretaría de Extensión de su facultad. Intenta ir al menos tres veces por semana al gimnasio. No asegura tener una comida favorita, aunque se inclina por las pastas en general y cuando vuelve a su pueblo natal le exige a su madre que le haga ñoquis con salsa roja, la libertad condicional que le da a la fruta, o

verdura en términos culinarios.

Brian es oriundo de Hasenkmap, un pueblo ubicado a 80 kilómetros de Paraná. Tiene 26 años y es el menor de cuatro hermanos: dos mujeres y dos varones. Se presenta gentilmente, no para de sonreír.

Ni la Plaza Alvear ni la Facultad de Ciencias de la Educación les son ajenas: ya estuvo en alguna ocasión, aunque no puede asegurar el motivo. Solo conoce el primer piso del establecimiento y las escaleras.

Mantiene muchas amistades, le gusta compartir tiempo con cada grupo social que lo rodea. Cuenta que tiene amigos de diferentes edades e ideologías, no hace diferencias, y remarca: “No hace falta hablar

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de política”. Su prima Verónica, con quien se crió, lo describe como una persona extrovertida, simpática y amorosa. ***

El personal de maestranza nos permite utilizar un aula. Es semana de mesas de exámenes con suspensión de clases en la FCEdu, y el edificio parece vacío. Nos piden que no excedamos la hora, pero con Brian es difícil: habla hasta por los codos, como señala el dicho, y sus historias son interesantes.

Cuenta que de niño asistió a la Escuela Adventista N°138 Manuel Belgrano, privada, y sus estudios medios corrieron la misma suerte en otro establecimiento, el Instituto Mariano Moreno de Hasenkamp. Su primera aproximación al mundo universitario se dio con la carrera de Medicina, en la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Al fin pisaba un establecimiento educativo público.

—Hice el primer año en 2014 y no me gustó, no me hallaba en la profesión.

Recuerda que llevaba al día todas las materias, no le costaban los conceptos, pero claro, cuando algo no es, no es. Al año siguiente fue convocado para trabajar en el Área de Acción Social del municipio de su ciudad donde llevaba a cabo tareas administrativas y de atención al público. En paralelo decidió comenzar Biotecnología en Santa Fe, también en la UNL.

—Pensaba que mi perfil iba dirigido a las ciencias biológicas y exactas porque me había ido bien en matemática, física, química… Pero seguía sin hallarme.

El joven quería darles continuidad a esos grandes desempeños de sus años mozos en primaria y secundaria, pero finalmente solo se halló en trabajo social, ese laburo que observaba en su nuevo rol municipal. Recuerda que allí conoció a Judit Faes, quien se desempeñaba como trabajadora

social, y la señala como su mentora: tuvo sus primeras tareas en el territorio, se implicó en las problemáticas sociales, en los campos de intervención. “Ahí me encontré”, dice mientras se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja.

Fue así entonces que en 2016 no lo dudó y arrancó sus estudios universitarios en la Facultad de Trabajo Social, dependiente de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Cuenta que los primeros años fueron difíciles, ya que debía trabajar durante la mañana, salir de allí y tomarse un colectivo para llegar a cursar todas las materias menos a una, la de la primera hora, esa a la que no llegaba porque no le daban los horarios.

—Problemática Filosófica y Problemática Política, las tuve que rendir libres.

Con el tiempo se interesó por la identidad de género y los movimientos que llevan adelante la lucha. Se sumó a un proyecto de extensión en su facultad llamado Como te ven te tratan. Relatos de personas trans, en el que hacían trabajo de campo y veían de cerca las problemáticas. ***

Sobre pupitres de color amarillo apagado, casi mostaza, con caños de color negro, comienza la charla. Para las horas que vendrán, es fundamental estar cómodo. Cierto viento sopla afuera, poco es el ruido que deja su paso, pero las hojas de los árboles frondosos que se ven desde el ventanal lo delatan. De repente, algunos bocinazos interrumpen la charla, pero terminan pronto y no son motivo de preocupación: en Paraná se toca el claxon por cualquier cosa.

“Brian es comprometido, responsable en todos los ámbitos de la vida y sus luchas siempre están ligadas a lo humanitario”, dice Jonathan, quien es su amigo desde los 15 años.

En 2019, año de elecciones, el intendente Juan Carlos Kloss, quien confió en Brian para formar parte de su gobierno, decidió presentarse para una banca en el Senado provincial. El peronismo no mantuvo el municipio y a pesar de haber tenido la oportunidad de continuar su trabajo en el Área de Desarrollo Social, decidió dar un paso al costado. Afirma que los ideales y

las maneras de entender el rol del Estado por parte de un partido y el otro no tenían similitud alguna. Al poco tiempo, el ex intendente hasenkampense lo convocó para su equipo técnico y de gestión en la labor legislativa que lleva a cabo desde el 10 de diciembre de 2019.

Así es que Brian se instaló en Paraná, continuó sus estudios, y entre las principales tareas en su nuevo trabajo estuvo la de rearmar una organización sin fines de lucro que había en su pueblo. “Kloss quería canalizar programas que le tiendan una mano al vecino”, recuerda. Desde apoyo escolar, pasando por iniciativas ligadas a la identidad de género, hasta charlas informativas y de prevención sobre consumos problemáticos, son los temas que aborda Quiero a mi pueblo, la ONG de Hasenkamp cuyo lema reza: “Construimos sueños colectivos”.

—Me permitió conocer distintas realidades acerca de la salud mental, los recursos alimentarios; no olvidemos que con la pandemia se paró todo y los changarines no podían trabajar.

Brian señala que la perspectiva con que se abordó la pandemia fue médico-hegemónica: las estrategias para atravesar la situación tenían que ver con el no contagio y así preservar la vida de la población, pero entiende que se dejaron de lado cuestiones económicas, educativas, y de vivienda. Durante la cuarentena, y a partir de anuncios por parte del gobierno nacional como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), su casa empezó a rebalsar de gente que lo conocía y sabía que allí encontrarían la ayuda necesaria. Se encargó de llevar adelante la inscripción de distintas personas en estas asistencias estatales para la población más vulnerable durante el encierro obligatorio. Así fue como empezó a trabajar con Peya, su amiga.

“En pandemia quedé en la calle. Hizo de psicólogo, asistente social, compañero, de todo. Me asistió día a día, junto con algunas amistades, y eso me permite contar la historia y continuar la lucha”, recuerda Agustina González, hasenkampense de 43 años, la primera persona trans de la comunidad. ***

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Brian junto a Peya en el festejo por el Día de la Visibilidad Trans en Hasenkamp. Foto: Juventud Peronista Hasenkamp

Brian cuenta que hay dos Peya en su vida. La que conoció de chico, que era objeto de burlas y hasta peor:

—El insulto entre hombres era: “Sos el macho de la Peya”.

Y la Peya de los últimos años, a quien ayudó con su autoestima, su independencia económica, su autonomía sobre quién es y quién quiere ser. Antes de su llegada, Agustina sufría violencia física por ser quien es. El único hueco que tenía y tiene en el mundo del trabajo es la prostitución.

El contacto entre ellos se dio cuando fue golpeada por un miembro de su familia. Le contó sus desgracias y su deseo de dejar de ganarse la vida como prostituta. En el pueblo se decía que era perversa, abusadora. ¿Quién le daría trabajo en un almacén, tienda de ropa o lo que fuere? Las representaciones hacia Agustina eran terribles.

Brian la acompañó en el proceso de denuncia que Peya llevó adelante en su momento. Luego en la lucha por el cupo laboral trans. Gestionaron juntos programas de ayuda económica brindados por el Estado a nivel nacional y provincial, a administrar ese dinero, a comenzar la hormonización, entre muchas otras andanzas que fortalecieron su amistad pero que además le dieron a Agustina la posibilidad de em-

poderarse en un pueblo conservador. En la actualidad, Peya se anima a hacer cosas que antes, por miedo al qué dirán, no hacía. Pronto quizás pueda trabajar en el municipio. Se compra ropa que le gusta, se depila, se cuida y maquilla la cara, y hasta celebra el Día de la Visibilidad Trans. —Armamos un pequeño festejo en la plaza central y le propusimos que traiga sus ropas —recuerda Brian.

Agustina confeccionaba su propia vestimenta, un poco porque le gustaba y otro poco porque no se podía comprar lo que quería. “Llevó su ropero”, dice Brian y cuenta que se lució ante los ojos de quienes pasaban frente al lugar, de las infancias que asistían a los juegos del parque, y se sintió mejor que nunca pero no tanto como a la semana siguiente.

—Tenía que ir al banco para hacer el trámite de la tarjeta de débito y cobrar el programa Acompañar, todo nuevo para ella. Después de ir me dice: “Me sentí otra persona, la mirada era otra. Me decían ‘Hola Peya, cómo andas’, ‘Hola Agus’”.

En Hasenkamp se empezaba a gestar una reivindicación sobre Peya, además de su empoderamiento personal. Con su independencia económica, de poder comprarse sus muebles, sus ropas, realizarse

cuidados estéticos, también apareció una deconstrucción en el pueblo sobre la figura de Agustina, la mujer trans del pueblo que ahora tiene derechos y como ella dice, va por más.

“Pudo acompañarla por las herramientas que le dio su profesión, pero también porque es empático y militante que piensa constantemente en las demás personas”, señala Verónica, su prima. Nadie puede negar que el acompañamiento de Brian fue crucial para Peya. Lo dice ella misma y lo confirman quienes conocen el lazo que los une. Pero no fue solo Agustina a quien ayudó, sino también a muchas otras personas que sabían de sus contactos, su interés por el prójimo y su buena voluntad. Si bien el apoyo no fue el mismo, lo cierto es que siempre buscó la manera de aportar un granito de arena para mejorar la situación de alguien más. ***

Por el ventanal ya entra poca luz. Ilumina más el foco artificial que el sol, cuya retirada comenzó hace instantes. El cielo se tiñe de azul oscuro lentamente mientras que el amarillo pasa a ser un naranja apagado. La charla se excedió de los 60 minutos, duró 125. Brian explica que quizás, solo quizás, el odio hacia el

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Foto: Juventud Peronista Hasenkamp

tomate tenga que ver con momentos de su infancia. La familia no pasaba buenos momentos económicos, y por ese entonces desde el municipio brindaron terrenos y semillas para que cada quien pudiera tener su huerta. ¿Qué plantó su padre? Esa bendita fruta roja. La casa repleta de cajones que rebalsaba. “Y al momento de trabajar la tierra y cosechar, el olor de la planta era insoportable”, recuerda. Quien se quema con leche, ve una vaca y llora, dice el viejo dicho.

No es casualidad que Nora, el personaje de la versión fílmica de Alejandro Doria en Esperando la carroza sea su favorito. A Brian le gusta la costura y su amor por ese hobby tiene que ver con confeccionar él mismo las prendas que no encuentra en las tiendas. Su remera favorita, cuya trama y colores son extravagantes, la hizo con sus manos y la ayuda de su máquina de coser. Su forma de ser, que dejó en evidencia esta tarde en un aula del tercer piso de la FCEdu, es histriónica. Se ríe mucho y a veces socarronamente. “Es Nora en pinta”, podrá decir quien conozca la película.

Pueblito de carnaval

Fragmento

Hasenkamp es una ciudad apacible, ubicada a 80 kilómetros de la capital entrerriana. Fue fundada a principios del siglo XX por inmigrantes alemanes y hoy es reconocida, dentro y fuera de ella, por sus carnavales, su tranquilidad noble y pueblerina y una de las peregrinaciones religiosas más convocantes.

La pintoresca urbe destaca por el trazado de sus diagonales, bordeadas por frondosas arboledas que dan sombra a las anchas calles. Resulta una tierra apta para la agricultura y ganadería y es también valorada por su variada actividad artística y cultural. Sus espacios públicos también son reconocidos. Uno de ellos es la plaza General San Martín, ubicada en el pleno centro cívico y cobija al monumento de los hermanos que le dieron su apellido a la ciudad; está rodeada por la iglesia San José, la comisaría y el Museo Histórico Regional.

Otro de los acontecimientos que le dieron popularidad, es el reconocido jugador de fútbol Paolo Goltz, quien inició su carrera en el Club Atlético Hasenkamp y se destacó como máximo exponente en el club argentino Boca Juniors, que en 2013 logró la Copa Sudamericana.

En enero y febrero, cuando el carnaval se adueña de la ciudad, las plumas y lentejuelas vuelan por el aire y cada espacio se cubre de pasistas y carrozas. En octubre, cientos de fieles como muestra de fe, se congregan en la Ermita de Schoenstatt para peregrinar de la mano de la virgen María hacia el santuario de La Loma ubicado en la ciudad de Paraná.

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Identidad transgénero

Como si fuera Clara

Clara Aimeé Ardiles es de Paraná pero nació en Comandante Nicanor Otamendi, una localidad bonaerense ubicada en el partido de General Alvarado, a 42 kilómetros de Mar del Plata. Su mamá la abandonó con 15 días de vida bajo el nombre de Hugo Daniel Ardiles en Villa Alcaraz, municipio de la provincia de Entre Ríos. Fue encontrada por una tía que la llevó a Paraná con su familia paterna.

Clara ríe fuerte y hace bromas sobre ella misma, habla a los gritos con sus amigas y compañeras. Se llaman “putas”, “gateras” y “come machos”, entre otros adjetivos. Se paró más de 30 años en las calles con una sonrisa de labios rojos brillantes, y asegura que nunca nadie se imaginó el dolor, el desgaste y el maltrato que sufrió en la prostitución. Hace algunos años pasó a ser prostituta VIP para que las calles no la consumieran por completo, y hoy intenta ya no ejercer el trabajo sexual. Querer abandonar ese mundo es válido, poder hacerlo es un desafío, y por más que sus hijos lo sufran, de vez en cuando sale a escondidas para traer dinero a su hogar.

Vive con su esposo Claudio y sus dos hijos Guillermo y María en la capital entrerriana, en una casa ubicada en calle General José Gervasio Artigas. Conoció a su marido como un cliente cuando tenía 23 años, empezó a salir y se pusieron de novios, hasta que decidieron irse a vivir juntos. Se propusieron casarse en cuanto saliera la Ley de Matrimonio Igualitario, y fueron los primeros en desposarse en Paraná bajo dicha legislación. Llevan 24 años juntos, pero hace dos años Clara está en un intento de separación.

Su motor en la actualidad son sus hijos,

los adoptó cuando su hermana falleció. La hacen sentir útil, la tienen “de acá para allá” con la rutina; los lleva y los busca de fútbol, la escuela, maestra particular y danza. Guille aún le dice tía, pero María le dice mamá.

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Hace siete años conoció a su mamá y al resto de su familia. Silvia, una de sus hermanas, tenía cáncer y se contactó con ella a través de Facebook para generar este encuentro. Quería verla antes de morir. Clara viajó a Buenos Aires llena de miedo al rechazo, pero al final fue aceptada. Se dio cuenta de que tenía tantos hermanos como para formar un equipo de fútbol. Su hermana al verla sentenció:

— ¡Ahí viene la modelo, ahí viene la modelo!

Porque Clara vive de tacos. Una noche en un boliche de Lanús, en medio de la vorágine nocturna, Clara marcó una serie de números en el teléfono, y después de unos segundos atendió su hermana. Le preguntó si quería que la ayudara a criar a alguno de sus hijos, para que no quedaran solos cuando Silvia muriera. Guillermo a sus 14 años partió con Clara hacia Paraná, hoy tiene 21 y aún es el bebé de la casa.

Con el paso del tiempo estableció rela-

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Foto: Mercedes Ruberto

ciones más cercanas con sus hermanos y sobrinos. Hace dos años, en época de pandemia, decidió hacerse cargo de la pequeña María de 8 años, una de sus sobrinas de Buenos Aires, nieta de su hermana fallecida. ***

Clara Aimeé tiene un pelo rubio oxigenado de raíces negras, le llega por debajo de los hombros, lo usa suelto y permanece rígido frente a los toques y caricias que ella le propicia cada cinco minutos. Mide aproximadamente un metro setenta, y su piel de apariencia pétrea tiene un tono tostado seco. Su voz no llega a ser gangosa, pero sí tiene una sonoridad redonda y empinada, además de alegre.

Parte de su rutina consiste en levantarse a las 05:30. Se maquilla y se plancha el pelo con rigurosa lentitud, se ocupa de sellar cada fibra capilar bajo 150 grados Celsius. Luego debe elegir qué ponerse. Le encanta la moda, por lo que la elección de la vestimenta representa otro tramo de pausas minuciosas. Su aspecto no es una simple apariencia, cada miligramo de rímel va de la mano con su actitud, porque Clara camina como si el globo terráqueo estuviera a su nombre.

Estudia el Profesorado en Historia en la

Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Hace las materias de vez en cuando, a su ritmo.

No es que no le guste, pero no le sale quedarse quieta, ni en lugares ni con personas. Acostumbrada a una vida cambiante, aprendió a dejar salir lo que quiere irse y permitir entrar lo que quiera quedarse. Ama y se compromete con fuerza e intensidad. A pesar de seguir conviviendo con su esposo, está de novia con otro chico al que le cerró y abrió las puertas muchas veces, y un corazón roto parece dolerle más que 40 años de violencia, inestabilidad y abandono. ***

—Era rebelde, supuestamente.

Cuando su mamá la abandonó siendo bebé, sus abuelos se hicieron cargo de su crianza, porque su papá siempre estuvo ausente. Su educación primaria comenzó en la Escuela Hogar Eva Perón de Paraná. Pero en la década de los 80, con ocho años, llegó otro nieto que se transformó en el favorito y comenzó a ser excluida. La pequeña Clara, o quien entonces era el afeminado y homosexual Hugo, fue enviado al Hogar Ángeles Custodios. Su indisciplina infantil no era tolerada por su abuela, que, de crianza rígida, no soporta-

ba que un niño contestara, quisiera andar en la calle o no hiciera caso. Por ello durante las vacaciones la enviaba en tren a la casa de su tía en el campo.

Cuando tenía 12 años murió su abuelo y ya no podía continuar en el reformatorio porque era demasiado grande. Tampoco quería volver a aquella casa, en la que su padre siempre estuvo ausente y su abuela no la toleraba. Pasó al Albergue Canillitas en calle 9 de Julio, en donde hoy funciona un hogar para mujeres. Allí conoció a su mejor amiga Claudia, y juntas aprendieron a defenderse por las malas. Tuvieron que guerrear para que no las tocaran ni las violaran.

—Hasta de los celadores nos teníamos que cuidar, porque intentaban hacernos cualquier cosa.

A los 15 años volvió a la Escuela Hogar y al terminar, decidió ir hacia Comandante Nicanor Otamendi, a 45 kilómetros de Mar del Plata, porque allí trabajaba su papá como recolector de papas. Se quedó hasta que se peleó con él y terminó de nuevo en la calle buscando a dónde ir.

Callejeando por Mar del Plata llegó a vivir un mes en un pozo ciego –los que se utilizan para aguas residuales– que se encontraba en una plaza. Luego se alojó un tiempo en la casa de una prima, pero

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el alcohol y la violencia en el ambiente hacían insostenible su estadía.

Un día, a 42 kilómetros de su padre, conoció a una policía a quien desde ese momento llamó Tía Alicia. La mujer la invitó a vivir con ella, pero Clara, aunque estaba encantada por la propuesta, le explicó su situación judicial; era menor de edad y sus tutores estaban en otra parte. A la Tía Alicia no le importó y se presentó en el juzgado para ser su tutora legal. Vivieron juntas durante un año y compartieron una hermosa convivencia, hasta que Clara comenzó a extrañar su hogar en Paraná. Decidió prostituirse a escondidas de la Tía durante un año y medio hasta que pudo juntar el dinero para volverse. ***

A los 17 comenzó a vestirse como mujer. A los 18, mientras vivía con su abuela, regresó a trabajar en la prostitución.

En aquellas andaderas nocturnas por las calles de Paraná se formó un grupito de cinco amigas, que luego emprenderían el viaje a su transición. Conocieron a Nancy en 1992, una vieja y experimentada chica trans, o travesti, como se les decía en aquel momento, que un día agarró al grupo de futuras mariposas y les preguntó:

—¿Se van a seguir disfrazando? ¿O se van

a poner la ropa adecuada como una verdadera mujer? Elijan ustedes.

Pronto se dieron cuenta que el mundo tampoco era un mariposario, y con su transición encaminada al quinteto le llegaron los conflictos legales. Las fuerzas de seguridad locales las arrestaban por contravención de dos artículos. Los edictos policiales fueron las herramientas con las que la policía perseguía a los colectivos socios-sexuales, funcionaba como un instrumento que delegaba en la policía provincial o federal la tarea de reprimir actos que se estipulaban en el Código Penal de la Nación en ese momento.

Las mariposas eran figuras inconstitucionales en manos de las fuerzas policiales. Dos de los artículos afectaban directamente a las personas trans: el artículo 2° inciso F y el artículo 2° inciso H. El primero permitía reprimir a quienes se “exhibieren en la vía pública con ropas del sexo contrario”. El segundo lo hacía a quienes “de uno u otro sexo incitaren públicamente o se ofreciesen al acto carnal”.

Una vez Clara llegó un 4 de enero a su fiesta de cumpleaños y no quedaba nadie, la policía se había llevado a todas las personas invitadas. Eran guerras diarias, escapaban y resistían todo lo que podían.

Para echarlas cuando salían a trabajar, y cuando no también, les tiraban piedras y botellas. Ellas rompían patrulleros, saltaban rejas y tapiales, peleaban a los gritos y trataban de escabullirse como fuera. —Era un caos —recuerda Clara.

Para ella y sus amigas, las chicas de ahora parecen reinas comparado a lo que ellas vivieron. ***

Si Clara Aimeé fuera una carta estaría llena de errores gramaticales. Se dejaría llevar y cada tres oraciones habría puntos suspensivos, porque se olvidaría el hilo de lo que estaba contando. Si se trabara o confundiera en alguna parte la tacharía con la misma birome y escribiría encima, sin ni un poco de miedo a la desprolijidad. En cuatro de cada cinco palabras se saltearía las “s”, y el color de la tinta sería rojo o negro.

Su cable a tierra es escapar en el auto. Le gusta irse, salir a la ruta, viajar a cualquier pueblo o playa cercana, y entre ida y vuelta abandonar todos sus problemas en cada centímetro del asfalto. Una vez, en época de pandemia, se ofreció a llevar a una amiga y a su novio a Villa Urquiza, pero al llegar no encontraron alojamiento. —Bueno, vamos a Colón.

En Colón solo permitían alojarse a quie-

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Fotos: Mercedes Ruberto

nes tuvieran un certificado de covid negativo. El grupo no lo tenía. Con la ropa que tenía puesta al salir de Paraná, –una falda, una blusa, la bombacha y el corpiño– Clara partió con la pareja hacia San José y desde ahí a Villa Elisa. Tampoco encontraron alojamiento y terminaron en Villaguay. Se quedaron cinco días, y según ella fue una de las mejores cosas que pudo haber hecho, porque la hizo sentir viva. ***

A los 19 años comenzó a llamarse a sí misma Clara, inspirada por un personaje de la novela argentina de 1993 Celeste siempre Celeste, protagonizada por Andrea del Boca.

En aquella ficción Clara era la hermana gemela de Celeste, lucían exactamente iguales, pero eran totalmente distintas. Clara era la antagonista, la mala, se hacía pasar por su hermana y vivía una vida que no era suya. Tenía pelo negro, usaba mucho maquillaje y se vestia con atuendos con escasa tela. También era prostituta y fue separada de su familia al nacer.

Su segundo nombre, Aimeé, fue elegido en base a otra antagonista de una novela mexicana llamada Corazón Salvaje. La actriz Ana Colchero interpretó a Aimeé De Altamira, una joven sensual, frívola e

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Foto: Mercedes Ruberto

interesada que se enreda en apasionados romances. Le robó el novio a su hermana, se casó con él y al mismo tiempo tenía un amante.

En 2012 se sancionó la Ley 26.743 de Identidad de Género, y a sus 38 años Clara tuvo el derecho de ser inscripta en su DNI acorde a como se percibía. Por fin era nombrada formal, institucional y legalmente como Clara Aimeé Ardiles.

Tiene una mirada dura pero blanda. Es como la porcelana antes de enfriarse, una masa. Al tacto es suave, amable, lozana y moldeable, pero también es consistente e impermeable. Clara observa las cosas, la gente, como si intentara descifrar qué las moldeó.

Cuando le hablan deja caer su cabeza hacia un lado para escuchar mejor, y busca las respuestas en algún lugar oculto en su mente, mirando hacia arriba a la izquierda.

—Yo siento que mi razón en el mundo es solamente ayudar y guiar a los demás. No sabe lo que le va a pasar en los próximos dos minutos, pero sí sabe lo que le pasó en los últimos 48 años. Sabe que en este mundo hay cosas peores que vivir de forma diferente, tomar caminos repentinos y revertir la marcha cuando no le

gusta hacia dónde va. Siente que convivir con la muerte es un signo de vida. Para Clara hay peores cosas que morir o matarse. Siente que el dolor en su historia se convirtió en un motor, para ella y para impulsar a la gente que ama. A pesar de que eso a veces la condene a creerse una salvadora, le dice a su marido: —¿Sabés cómo soy yo? Como la Nanny, la niñera mágica que tiene una verruga. La niñera que cuando la necesitan, está. Pero cuando la están queriendo, cuando la están amando, ella se va, porque ya no la necesitan. ***

No habla apurada, habla a los apurones. Como si al mismo tiempo la apresuraran marcándole el tempo de su discurso con chasquidos de dedos. Con ese ritmo en algún momento tropieza, piensa, y vuelve a retomar su bailoteo verbal con la misma velocidad.

Los arrebatos son propios de Clara, que saca chispas de su interior tanto para confrontar como para convocar. Más adelante le pregunta con ímpetu el nombre a la entrevistadora, para luego interpelarla con una reflexión.

—Vos te matás, ¿sabés lo que pasa después? ¿Qué va a pasar? Te van a decir: “Ay qué buena que era”, “Ay pobrecita”. Te

mataste, te lloran; “¿Por qué se mató?”. Pero ¿te pusiste a pensar qué pasa dentro de dos meses? ¿Te pusiste a pensar si van a seguir con lo mismo?: “¿Qué le pasó? Ay, ¿por qué lo hizo?”. No. No, porque el mundo gira y sigue girando. ***

Si te sentás a hablar con Clara, la charla en algún momento puede desembocar en que: si querés, uses cosas transparentes y andés en corpiño; que no importa lo que diga la gente; que si te quieren meter los cuernos, tenés que dejarlos; que como dice la cantante dominicana Natti Natasha: “Lo que es viejo pa’ uno, pa’ otro es nuevo”; que a los mentirosos tenés que regalarlos “con moño y todo”; que dentro de un cajón no se disfruta; que no cargues a los demás con tus errores; y que si ser libre e independiente es ser puta, desea que seas puta.

Antes de sus hijos estaba ocupada en sobrevivir, pero hoy su mente se vuelve a enfocar en ella misma cuando trabaja en las grabaciones de Avenida a menos, una serie hecha y producida por personas trans de Paraná que retrata y recrea las distintas realidades que vive el colectivo travesti y trans en la capital entrerriana.

Esta producción audiovisual la realiza el Grupo Transmedia Argentina, que se constituyó luego de participar del Taller de Producción y Alfabetización Audiovisual que organizó la Biblioteca Pedro Lemebel del Barrio El Sol. Este establecimiento, que homenajea al escritor y poeta chileno trans, trata de ser un espacio donde se reconozcan las diversidades sexuales.

La serie se estrenó en el 2018 y hasta el momento tiene cuatro temporadas. Los capítulos están disponibles en el canal de Youtube de Grupo Transmedia Argentina.

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NOTA DE OPINIÓN

El 23 de mayo de 2022 la Ley de Identidad de Género cumplió 10 años de vigencia. Si bien no se puede ignorar cada paso dado y que se sigue dando en dirección a una sociedad más justa para todes, todavía nos encontramos en la línea de salida. Hay mucho aún por conquistar.

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Mural realizado en el exterior del Centro de Salud Selig Goldin

Las deudas no se pagan con utopías

No es necesario irse lejos para detectar las carencias de igualdad en la sociedad. Sólo hay que recordar el objetivo más básico de la Ley Nacional N°26.743 de Identidad de Género y preguntarnos: ¿cuán concreta ha sido su implementación?

Las palabras de un papel no alcanzan si no hay acciones reales que las sostengan. El primer artículo del documento implanta el derecho a que cada persona sea reconocida y tratada según su percepción individual de género y pueda desarrollarse libremente conforme a su identidad. La espera para que estas líneas sean visibles parece eterna. Por supuesto que hay que celebrar la cantidad de personas beneficiarias de este derecho fundamental, pero no se puede permitir el silencio ante ese “cada persona” que todavía es una meta lejana. En cuanto al reconocimiento, trato justo y libre desarrollo que exige la ley, no hace falta más que enfrentar nuestra sociedad y reflexionar si les travestis, trans y no binaries gozan de aquellos en plenitud. Una cita del libro

Las Malas, de la escritora travesti Camila Sosa Villada, es una forma útil de pensar en esto: “Aquella vida donde siempre fui extranjera, donde no era dueña de nada. Una mierda de vida, con el deseo perpetuamente reprimido. Así aprendí a mentir, a ocultar mi secreto, a preservarme

de los ojos de los demás”. Estos fragmentos de juventud disidente que narra Villada aplican para describir la situación de incontables niñes y adolescentes que se enfrentan cada día a un mundo hostil que castiga a quienes se salen de la normatividad.

Por otro lado, la implementación de la Educación Sexual Integral sigue quedando retardada. Hay una deuda de las instituciones educativas, en las cuales hasta el día de hoy se insiste en imponer las formas de ser hombre o mujer, no se muestran otras opciones de identificación y ni siquiera se da la posibilidad de elegir. Todavía se comienza la jornada escolar remarcando la división de género, formando niñas y niños separades, con una asignación que se rige por aspectos biológicos. Menos que menos se apuesta a instruir a las niñeces y las juventudes en las implicancias culturales de la categoría de género y se olvida por completo la responsabilidad que hay en todos los niveles de acompañar la construcción de una identidad que nos haga sentir más libres.

La única estadística de condiciones de vida travesti-trans realizada en Paraná fue llevada adelante en 2018 y en ella se demuestra que, de 60 entrevistades, el 77% estaba en búsqueda de un trabajo formal y un 68% no tenía cobertura de salud.

Además, siete de cada diez dijeron haber tenido que recurrir a la prostitución para subsistir y casi el total de los casos creía que la identidad disidente dificultaba conseguir un empleo digno. La situación no demuestra haber cambiado mucho, pero el gobierno provincial parece haber desechado la ordenanza N°9.834 que desde 2019 apuntaba a integrar la comunidad a un 2% de los puestos municipales. Futuros históricamente soñados que todavía tienen cara de utopía.

Entonces, tenemos Ley de Identidad de Género, pero, ¿refleja en efecto lo que pregona? Tenemos Ley de ESI, ¿cuántos de nosotres afirmamos haber recibido la educación sexual integral que por derecho debería estar en nuestros programas desde 2006? Tenemos Ley de cupo laboral trans, ¿dónde está cumplido? ¿Perciben las personas trans y travestis una mejora en sus posibilidades de empleo? La deuda persiste con las bases mismas de un compromiso que se acomoda entre palabras y promesas.

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ISSN: 2953-5581

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