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6.3 Modelos de provisión de cuidados de largo plazo

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6.3 MODELOS DE PROVISIÓN DE CUIDADOS DE

LARGO PLAZO

si bien es posible realizar una estimación aproximada de la demanda de servicios de cuidados de largo plazo, en general, el gasto del sector depende de la estructura de la oferta, puesto que muchas personas que necesitan este tipo de servicios pueden encontrar limitaciones en el acceso a ellos. sobre la base del modelo que combina la tasa de dependencia demográfica y la generosidad de los beneficios del capítulo 3, es posible argumentar que, mientras la tasa de dependencia iba creciendo, el gasto era extremadamente bajo debido a la escasa generosidad de los programas existentes. dado el aumento esperado de la demanda, si la generosidad comienza a mejorar y a acercarse a los niveles prevalecientes en la oCdE, el gasto podría ascender a cerca del 0,6% del PIB en 2045.

En la región, los servicios de cuidados de largo plazo tradicionalmente han sido ofrecidos mediante acuerdos intrafamiliares. sin embargo, la caída de la fecundidad, el aumento de la movilidad de la población y las mayores tasas de participación femenina en el mercado laboral están modificando los acuerdos al interior de los hogares (Lloyd-sherlock y redondo, 2009). La proporción de personas mayores que viven solas aumentó entre 2006 y 2015 en los diecisiete países para los que se tiene información. Esto no significa que los Estados deben desarrollar sistemas de cuidados de largo plazo públicos y universales. La experiencia de los países de ingresos altos ha demostrado que ese enfoque no sólo es insostenible sino que también inadecuado para dar respuesta a las necesidades de aquellas personas que requieren servicios sencillos y desean permanecer en sus hogares. Las políticas de cuidados de largo plazo deberían, en su lugar, abarcar un conjunto amplio de intervenciones. Esta sección examina cómo se proporciona actualmente estos servicios en América Latina, con respecto a la experiencia internacional.

La tabla 6.3 presenta las formas más comunes de provisión de cuidados de largo plazo como un continuo, que va desde el cuidado geriátrico intensivo a intervenciones más limitadas, como la asistencia en el hogar o los grupos de apoyo. En todos los países, el apoyo familiar, generalmente no remunerado, y mayormente a cargo de las mujeres, es la principal forma de provisión de servicios. no obstante, en la mayoría de los países de ingresos altos ha habido un rápido avance hacia servicios más formales. Al principio, esta noción se materializaba en instituciones residenciales, tales como geriátricos. Por ejemplo, hacia el 2004, Estados unidos contaba con más de 18.000 instituciones residenciales con una población de 1,2 a 1,6 millones de personas (spillman y Black, 2005). A medida que la población iba envejeciendo, surgió la preocupación sobre el costo y la sustentabilidad de este abordaje (Hagist y Kotlikoff, 2005; oCdE, 2005; maarse y Jeurissen, 2015). Además, se observó que la calidad de las instituciones de cuidados era disímil y que, por lo general, las regulaciones no eran efectivas (Clough, 1996). Estas inquietudes llevaron a la implementación de políticas orientadas a cerrar la brecha entre la autonomía del individuo y la institucionalización permanente, con especial énfasis en los servicios domiciliarios y comunitarios. Esto condujo a un giro rotundo que se alejó de los abordajes más intensivos. Como consecuencia, en 2004 los cuidados en el hogar llegaron a representar casi un tercio del gasto público en cuidados de largo plazo en algunos países (Hagist y Kotlikoff, 2005).

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