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Desterrada, a 825 kilómetros de su hogar
Muchas mujeres u hombres transgénero, desde niños han llegado a sentirse en un “cuerpo equivocado”, ¿ha sido tu caso Brenda?
“Obviamente que sí, porque yo ya me comportaba como una mujer”.
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Al cuestionarle cómo ha sido su relación con sus padres desde que asumió su identidad de género, responde que “bastante respetuosa”.
“Con mi mamá súper bien, todo tranquilo, maravilloso, hermoso”.
Pero, de pronto, al empezar a recordar a su padre, su rostro se torna triste, sus ojos se llenan de lágrimas y no para de mecer el pie. ¿Por qué te pones emocional?, se le indaga.
“Porque se van a cumplir dos años que se me fue. A pesar de lo que soy, nunca me discriminó; cuando me empecé a arreglar, a pintar, nunca me dijo nada”. ¿Entonces, por qué la emoción? “Siento emociones fuertes porque mis padres han sido mi vida, mi motor para seguir adelante. Se me fue uno, me queda una”.
José Baristo Rodríguez padecía presión alta y falleció de una parálisis cerebral, a la edad de 55 años.
“No sé si me voy yo primero o mi madre, pero su partida sería la más dolorosa, un golpe muy duro que ya no existiera en mi vida”, expresa Brenda, mientras sus ojos se vuelven a humedecer.
Pero no todos los padres de familia toman con filosofía la identidad de género u orientación sexual de su o sus hijos.
Desafortunadamente, en un mundo de “chabochis”, la mayoría de las chicas trans tienen una historia triste que contar.
DESTERRADA, A 825 KILÓMETROS DE SU HOGAR
Tan pronto sus padres supieron de viva voz de Deborah Álvarez, que tenía una preferencia sexual distinta a la heterosexual y que su identidad de género no propiamente obedecía a la de un varón, fue desterrada de su hogar, a 825 kilómetros de distancia (de Gómez Palacio, Durango, a Ciudad Juárez). La también derechohumanista, comparte su historia:
Cuando les dije a mis padres que yo no era lo que ellos querían que fuera, que yo era gay1, me acuerdo que les dije esa palabra y que además quería ser una persona que se vistiera de mujer, que era lo que me agradaba, fue un golpe muy duro para ellos.
Recuerda que su padre se molestó tanto, que en ese momento le propinó una golpiza y la sacó a empujones de su vivienda, ante la mirada atónita de su madre y (ocho) hermanos.
Pero ella justifica el hecho. Atribuye que en aquella época, a mediados de los ochentas, así reaccionaban las familias ante estas declaraciones; hipótesis que ha comprobado con otras chicas trans que circundan su misma edad (49).
Recapitula. Ese mismo día, al caer la noche y mientras todos dormían, su madre la despertó, le pidió que se vistiera y metiera su ropa en una maleta improvisada. Luego arribó un taxi que las llevó a la central camionera, donde tomaron el primer autobús, rumbo a esta frontera.
1 GAY | Adjetivo. Dicho de una persona, especialmente de un hombre homosexual. Fuente: Real Academia Española.
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Deborah Álvarez,
activista pro LGBTTTTIQA+
Fue una noche muy larga. “El camino fue muy triste para mí, yo venía llore y llore porque, por una decisión que era mía, que era algo que yo quería hacer, pues me sacaron de casa”.
A su llegada a esta urbe, su madre la dejó en casa de su abuela paterna y emprendió su regreso a Durango.
La idea era que en Ciudad Juárez, encerrada y alejada de todas sus comodidades, Deborah cambiara su forma de pensar y de actuar.
Transcurrieron dos meses y Deborah continuaba presa entre cuatro paredes.
“Hasta que hubo un momento en que vi la puerta abierta y me fui, me escapé”. ¿Adónde te fuiste? “A la calle. Recuerdo que me fui a vagar, caminé hasta la Catedral, pasé por el Monumento (a Juárez) y ahí conocí a otras chicas trans que habían atravesado por mi misma situación”.
Prueba de ello, cuenta que a los 15 días de estar deambulando por la Zona Centro, una noche se encontró a una chica llorando desconsolada. Su nombre era Vianney.
Vianney le contó que sus padres la habían expulsado de su hogar cuando descubrieron que era una mujer transgénero. Deborah se sintió identificada. La consoló, le dijo que no estaba sola y le ofreció su amistad incondicional.
“Me acuerdo que, dentro de mi pobreza, con el poco dinero que traía, la invité a cenar”.
Pasaron unas horas y, en gratitud, Vianney le propuso que se fueran a refugiar a El Paso, Texas, donde hallarían trabajo seguro, techo y comida.
Deborah no la pensó mucho. Era tanta su desesperación que, con suerte, burló el filtro migratorio y logró entrar al vecino país. ¿Y qué hiciste, a qué te dedicaste? “Llegué al trabajo sexual”.
Hasta que un día, por azares del destino, alcanzó a ver a su abuela cruzando la calle y, con el temor de regresar al encierro y de ser obligada a vivir una vida ajena, pensó en irse muy lejos, así que tomó el poco dinero que le quedaba, consiguió papeles de residencia falsos y se trasladó a Los Angeles, California.
Tanto era su resentimiento con su familia, que se propuso olvidar el nombre con el que le registraron.
Para sobrevivir, cuenta que en Los Angeles la hizo de “milusos”. “Hasta en un car wash (lavado de autos) trabajé”.
Transcurrieron varios años, hasta que la policía la detuvo por estar ejerciendo el trabajo sexual en la vía pública y, tras revisar su estatus migratorio, la regresaron a esta frontera.