
1 minute read
“Somos lo que comemos”
No puede encontrarse, quizás, mejor definición para explicar el magnífico retrato que dibuja el narrador ya en las primeras líneas del Quijote, que por condición social de su hidalguía, y sus rasgos fisonómicos (“complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro”, presenta a un personaje de costumbres fijas castellanas: “gran madrugador y amigo de la caza.”
Sin embargo, es su menú semanal lo que define la “verdadera” economía de Alonso Quijano: “Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda”.
En efecto, la olla “con más vaca que carnero”, denota los bajos recursos del comensal. Pues la carne vacuna solía ser más asequible a los bolsillos. El salpicón alude a las sobras de mediodía, frías y escasas; mientras que los “duelos y quebrantos”, son hoy un plato tradicional de la cocina manchega como revuelto de huevo, chorizo y tocino de cerdo Distinguiendo así el autor la profesión de fe cristiana del susodicho, por el consumo del cochino, de aquellas otras confesiones (islam o judía) que renuncian a su consumo.
Las lentejas los viernes reflejan el celo y precepto con los que el Quijote guardaba la cuaresma. Aunque, curiosamente, el consumo de estas legumbres no gozaba de la buena fama y recomendación que hacemos en la actualidad. Los médicos del Siglo de Oro rehuyen del consumo de lentejas por ser causa de nostalgia y cierta locura. Motivo del cual pudo haber causado la enajenación del hidalgo.
“Algún palomino de añadidura los domingos” también explica que no resultaba extraño encontrar algún palomar en las viviendas de los hidalgos.