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Dionisio en el mundo griego

En la Antigua Grecia, Dionisio es hijo del gran Zeus, padre de los dioses y de los hombres, y de Sémele, una mortal hija del rey de Tebas. Es el dios de las festividades, el teatro, el baile, los excesos, el éxtasis y, por supuesto, el vino como precursor de todo lo anterior. No obstante, el culto a Dionisio va mucho más allá, pues se le atribuye un valor tutorial, siendo él quien enseñó a los mortales a cultivar la vid y elaborar vino. Su representación icónica ha pasado al mundo del arte como un joven efebo de rostro lampiño, representado con una copa de vino y un racimo de uvas en sus manos.

Aunque se han dado varias interpretaciones, si acudimos a la mitología clásica, parece más plausible la explicación que vincula a Dionisio con el nacimiento del vino, cuando éste fue enviado por su padre, Zeus, para evitar las represalias celosas de su esposa Hera. Ocultado en el Monte Nisa, Dionisio aprendió de las ninfas de la lluvia y Sileno, tutor del joven, las técnicas de vinificación.

Baco y sus bacanalia

La versión latina ha sido representada por su sobrepeso, amigable y sedentario. Baco es quien mejor nos ha llegado a nuestro imaginario colectivo gracias a las fiestas bacanales en su honor. Las bacanalia eran rituales iniciáticos donde el vino ejercía un poder liberador de las rutinas cotidianas, tomado en su justa medida. Su culto era secreto, exclusivamente femenino y se inicia durante el periodo de la Roma republicana (siglo II ac). La inclusión de adeptos masculinos y su generalización popular en fiestas y encuentros de nobles familias romanas terminaría por desvirtuar el significado original de las bacanales, hoy día más relacionadas con un valor orgiástico.

Sin embargo, más allá del frenesí y desenfreno bacanal, esta divinidad, al igual que su predecesor griego, Dionisio, también fue el transmisor de los conocimientos enológicos a lo mortales. Su carácter jovial y festivo le predispone para el teatro y la música.

El vino en la Biblia

En la Biblia, el libro universal con mayor número de ejemplares editado (le sigue el Quijote, por cierto) no podrían faltar múltiples referencias al vino como una bebida sagrada.

La primera cita la encontramos en el Antiguo Testamento, cuando en el Génesis, 9:20-27, Noé, el del Diluvio, plantó una vid en señal de agradecimiento, aunque después abusara de su fruto cayendo en estado embriaguez: “Noé se dedicó a cultivar la tierra, y plantó una viña. Un día, bebió vino y se embriagó, quedándose desnudo dentro de su carpa. Cam, el padre de Canaán, vio a su padre desnudo y fue a contárselo a sus hermanos, que estaban afuera. Entonces Sem y Jafet tomaron un manto, se lo echaron sobre los hombros, y caminando hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre. Como miraban en dirección opuesta, no lo vieron desnudo.”

No es la única referencia en la Biblia, que menciona al vino como “un don de Dios”. Su abundancia es reflejo de bendición para el pueblo semita.

Las citas son innumerables con metáforas que aluden a la viticultura. Del profeta Isaías hemos adoptado, por ejemplo, la expresión: “de todo hay en la viña del señor: uvas, pámpanos y agraz”.

En el Nuevo Testamento, resulta significativo como en la primera aparición de la vida pública de Jesús, el primer milagro se produce en un contexto festivo y de celebración con las conocidas bodas de Caná. El agua se convierte en vino para regocijo de los novios e invitados, sorprendidos por la calidad del vino, servido contrariamente a las costumbres, al final de la velada, según el evangelio de San Juan: “Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Les dice Jesús : «Llenad las tinajas de agua ». Y las llenaron hasta arriba « Sacadlo ahora, es dice, y llevadlo al maestresala ». Ellos se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde venía (los sirvientes, que habían sacado el agua, sí lo sabían), llama al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora”

Precisamente, el maestro quiso despedirse de sus discípulos con la Última Cena, aportando al vino un valor transcendental y eucarístico con la transustanción del vino y pan en el cuerpo y sangre de Cristo.

Sea como fuere, a lo largo de cultos y ritos, paganos o sagrados, el vino ha sido contemplado con respeto reverencial en aquellas culturas, cuna de nuestra propia civilización.

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