
2 minute read
Tiempo de cruzadas
Entender la Edad Media en la Península conlleva un valor añadido, máxime cuando la propia evolución política de los reinos peninsulares convierte estos territorios en territorio de bula y cruzada. Conforme se consolide ese retroceso, (gradual pero lento y dilatado) de la media luna islámica hacia el sur, La Mancha se convertirá en zona de frontera.
Su repoblación, básicamente castellana, será llevada a cabo por encomienda a las Órdenes Militares. Su legado es patente en la toponimia, historia y raíces de los municipios que componen la vasta comarca manchega. Campo de San Juan, Santiago o Calatrava han dejado su huella en el pasado manchego. Estas órdenes militares también fueron un influjo para la viticultura en la zona, contribuyendo, quizás, en algunos casos a mejorar las técnicas de cultivo con las aportaciones de otras regiones de Europa. Hay quien no descarta teorías románticas que ligan a la variedad tempranillo (la tinta más representativa del viñedo español) con algunas emparentadas del viñedo francés. Sea como fuere, lo cierto es que Raimundo de Fitero fue el primer abad cisterciense fundador de la Orden de Calatrava, con orígenes inciertos pero ligados por algunos al Midi de la occitania francesa.
El vino en la dieta diaria: fuente de calorías
Durante la Edad Media, el consumo de vino no fue considerado como algo transgresor, más bien al contrario, se asumía con naturalidad su ingesta. Su valor espiritual se aderezó además con unas profundas connotaciones sociales, ya que era considerado como un refuerzo anímico y social, cuando comienza a ser visualizado como elemento de distinción social en la jerarquía estamental. Su valor alegórico como “sangre de Cristo” en la consagración eucarística le aporta un legitimidad social y espiritual definitiva. No debemos olvidar que la mentalidad medieval se nutre del pensamiento judeocristiano donde las metáforas y parábolas alusivas a la vid y el vino son constantes en el Nuevo Testamento: sin ir más lejos, en las bodas de Caná, que supone la primera aparición pública de Jesús de Nazaret, tiene lugar el llamado “milagro” de la conversión del agua en vino, en un contexto festivo y social como es una boda. Más importante es, si cabe, la propia liturgia de la Última Cena donde el propio Jesús firma su despedida con sus discípulos con pan y vino, un gesto universal que sella la alianza universal de los hombres con la divinidad.
Con todo, existe en la tradición oral y manuscrita numerosas referencias a las críticas del abuso en el consumo de vino, origen de otros “pecados” capitales tales como la lujuria, la gula, la ira, la soberbia o la jactancia, como fruto de la embriaguez, que tanto nubla la razón humana.
Su consumo moderado es, no obstante, objeto de prescripciones médicas por cuanto se intuyen sus propiedades reconstituyentes para el cuerpo humano. Se asocia su valor medicinal en las digestiones pesadas e incluso regulador de la salud en la teoría de los humores del cuerpo.
Usos medicinales en la Edad Media
En contextos más cotidianos, el vino es considerado, por tanto un alimento en sí mismo, complementando las calorías necesarias en los estamentos más bajos, acostumbrados a largas jornadas de trabajo. El vino, además, juega un importante papel como antiséptico orgánico, ya que también actúa como desinfectante frente a las enfermedades gastrointestinales, asociadas a las condiciones de insalubridad del agua. No hay que olvidar que la desintegración del Imperio Romano también conllevó la desaparición de una importante red de infraestructuras como la red de saneamiento en las ciudades, no recuperada en algunos casos, hasta bien entrado el siglo XIX.