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La vid, legado mediterráneo
Integrada en la llamada triada junto al olivo y el cereal, la vid conforma un pilar de la dieta mediterránea. Su cultivo se estandariza con la propia romanización, y ya durante el Imperio Romano, los propios vinos peninsulares llegaron a penetrar en las tabernae populares de la capital romana o incluso en las opulentas domus de las familias patricias.
La Edad Media también hereda el calendario romano festivo ligado a las fiestas del vino, que delimitan racional, temporal y estacionalmente los cambios de ciclo agrícola asociados a los biorritmos solares. El mejor ejemplo, son las Fiestas Saturnalia, en honor al dios
Pueblos germanos y el vino
La historiografía tradicional señala el siglo V como punto de inflexión para el comienzo de la Alta Edad Media. La irrupción de los pueblos germanos aceleran el proceso de desintegración del Imperio Romano. Desaparecen así las estructuras del estado romano. Europa Occidental sufre las consecuencias del aislamiento y ruptura de las redes comerciales. Es la génesis del feudalismo, que no obstante, adquiere en el centro peninsular una personalidad propia con el reino visigodo de Toledo. Este pueblo, de raíz germánica, extendería su dominio e intereses hacia la Península, al ser desplazado por los francos en la Galia. Se establecerán como minoría étnica dominante, pero asumiendo parte de las tradiciones e instituciones hispanorromanas. Como remarca en el documental ‘El vino del tiempo’ emitido recientemente por el Consejo Regulador DO La Mancha, el profesor de Historia Medieval de la UCLM, Jesús Molero, “el consumo de vino retorna a las elites aristocráticas y también los monasterios.” En las reglas monásticas se preserva el legado y conocimiento de todo el mundo antiguo, incluyendo la viticultura.
Saturno, que celebraban la llegada del invierno, y los días paulatinamente más largos en el mes de diciembre. Una coincidencia en fechas, modos y maneras de vivirla que hoy tiene su proyección más lúdica en la propia Navidad.
Aquí, el vino se erige testigo de traiciones y conjuras, la monarquía visigótica se antoja frágil, en un periodo convulso, de conspiraciones y guerras intestinas. A juicio de Molero, “cuando los visigodos se establecen definitivamente en Hispania, llevaban más de tres siglos de contacto con Roma. De hecho, las élites militares visigóticas asumirán los mismos roles sociales. Estos grupos se convertirán en grandes terratenientes”.