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La evolución del vino manchego en la Edad Media, de

castillo, vino y princesas

en la Edad Media peninsular

Un periodo oscuro, nada melifluo, sino más bien rudo, cruel y alejado de los relatos míticos de leyenda y epopeya. En un contexto donde la supervivencia constituía, literalmente, el “pan nuestro de cada día", con una población mayoritariamente analfabeta, sólidamente cimentada en los estamentos, que asignaban roles rígida y específicamente a cada grupo social en función de su nacimiento, el vino distaba un abismo del concepto hedonista, gastronómico y cultural que hoy tiene en nuestra sociedad.

No obstante, para entender cómo era el consumo de vino en la Edad Media es preciso abordar la amplia heterogeneidad cronológica y especial que tuvo el medievo en sí mismo. Partiendo de la naturaleza y contexto geopolítico y cultural diverso (al menos en la propia Europa Occidental), el fenómeno de transformación de las estructuras sociales fue diferente, y como tal la propia Edad Media llegó como un periodo convulso (siempre sujeto a interpretaciones arbitrarias y académicas) en diferentes circunstancias según el comportamiento de los propios habitantes.

Eso sí, nunca sería posible entender la Edad Media sin atisbar la importancia que tuvo el ocaso del mundo antiguo. Con la desintegración del Imperio Romano, asistimos, en efecto, a la disolución de un modo de vida, unos pilares, y una cultura (grecolatina) que nos costaría mucho tiempo después recuperar hasta la llegada de las revoluciones liberales, el fin del antiguo régimen y el embrión decimonónico de las primeras democracias modernas.

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