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Vinos de paso por madera
Por su mayor coste de producción, tiempo y cuidados, estos vinos requieren una vigilancia, además de una planificación por parte de las bodegas. La renovación del parque de barricas, su disposición y la propia política comercial redireccionan en ocasiones el destino de estos vinos.
Para gustos, tendencias. El consumidor ha evolucionado en las últimas décadas optando por vinos, quizás con menor graduación alcohólica o con la sensación de mayor ligereza en boca, apreciando más la carga frutal, la sinceridad varietal y tipicidad del terruño, especialmente en los tintos. Unas virtudes donde los tintos jóvenes DO La Mancha son punta de lanza en calidad en los mercados que ahora también se trasladan a otros vinos.
El público menos tradicional y emergente demanda vinos de paso por barrica con un ligero toque frutal en aroma, más tamizado hacia recuerdos de confitura o fruta negra y sobre todo con buena integración de la madera. Eso nos lleva a un nuevo plano sensorial diferente a aquellos vinos crianza o reserva de las décadas de los 80, donde la sensación en boca (y por supuesto olfato) quedaba eclipsada por una aroma con predominio absoluto de roble.
Los vinos Crianza, Reserva o incluso Gran Reserva de tendencias actuales optan por aromas terciarios (los que aporta el contacto de meses con las duelas) mucho más sutiles y perfectamente medidos según criterios de temporalidad en madera y también lógicamente, la propia naturaleza del roble: francés o americano.

En mayor o menor medida, estos vinos presentan aromas inconfundibles por sus toques de vainilla, la propia madera o también tostados (café, cacao, torrefacto, etc)
Otros aromas complejos que describen positivamente estos vinos son los aromas especiados (nuez moscada, clavo, canela, pimienta) o balsámicos (pino, eucalipto, etc).
Son percepciones que se abren conforme estos vinos se oxigenan, después de tanto tiempo “encerrados” en botella y liberan su potencial en la copa. Por eso, se recomienda su decantación
El tiempo, juez y parte
previa en recipientes de cristal o al menos, el descorche unos diez minutos antes. Se aprecian mejor en copas amplias de balón e incluso se disfrutan mejor pasados unos minutos o incluso al final de la velada con los postres. Como le sucede al comensal que llega más suelto y tranquilo al final, estos vinos “se relajan” con el tiempo, y por ello, se sinceran en matices perdiendo sus aromas cerrados de botella.
El tiempo es crucial para estos vinos que se disponen según criterios. En el caso de la propia Denominación de Origen La Mancha, además, la propia tirilla aporta información adicional si se trata de uno u otro vino en el marchamo de calidad. De esta manera, según el pliego de condiciones de la propia Interprofesión CRDO La Mancha, un vino Crianza, como tal, debe contar con dos años de envejecimiento natural, de los cuales al menos 6 meses deberán ser en barrica de roble. Son vinos que presentan una fase visual con tonos granate a picota o rubí, una nariz con ciertas notas frutosas en equilibrio con toques de madera y tostado.

En cuanto los vinos Reserva, hablamos de tres años de envejecimiento natural, de los cuales al menos 12 meses deberán ser en barrica de roble y en botella el resto de dicho periodo. Su “radiografía” organoléptica en La Mancha es la de unos vinos tintos con una fase visual que oscila entre granate y matices atejados, mientras que su fase olfativa es la de aromas de maderas y/o tostados. En boca, mantienen ese equilibrio con recuerdos ligeros de fruta negra o confitura con estructura y cuerpo.
Mientras que en los vinos Gran Reserva, el tiempo aumenta hasta llegar, como mínimo, a los cinco años de envejecimiento natural, de los cuales al menos 18 meses deberán ser en barrica de roble y en botella el resto de dicho periodo. En la vista, los Tintos Gran Reserva oscilan en su gama de colores desde el “rojo cereza y teja-anaranjado.” En su fase olfativa, tienen aromas de maderas y/o tostado mucho más pronunciados, desapareciendo la fruta, y apareciendo incluso otros descriptores como el olor a cuero. En boca, aunque son vinos de graduación alcohólica pronunciada, “son redondos, suaves, equilibrados y con estructura.”

