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Vinos de guarda y crianza, la seducción del tiempo
Emblema en algunas bodegas, requieren un coste, mimo y trabajo en su elaboración, los vinos de guarda o crianza están ligados al ritual de la barrica y sus tradiciones.
“Con buena uva, se pueden elaborar buenos vinos, pero si el fruto llega mal a bodega, poco se puede hacer”. Es la máxima de los técnicos y enólogos que cada otoño se enfrentan al reto renovado de ilusión y vendimia. Son conscientes, y así lo transmiten a los viticultores y técnicos de campo, de la importancia de cuidar y vigilar la calidad de la uva en el momento de su maduración y posterior vendimia.
Después, se dejará actuar a la naturaleza y entonces vendrá el propio milagro de la fermentación. El proceso metabólico por efecto de las levaduras que transformará el mosto en vino, el azúcar en alcoholes y en definitiva, el trabajo de todo un ciclo en una añada para el recuerdo, si la calidad así lo determinase.
Por motivos de mercado, y otras estrategias comerciales de la propia bodega, aquellos vinos que presentan hechuras, esto es, que apunten maneras con buena capa, puntos de color adecuados, polifenoles y estructura adecuada, son los que el enólogo decide “guardar” para su crianza. Les tocará dormir en lechos de madera por un largo tiempo.