JOSÉ DE LA CRUZ HERRERA: “EL DARIENITA UNIVERSAL”
Palabras del Dr. Carlos Guevara Mann Presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá en el homenaje rendido por el Club Unión al Dr. José de la Cruz Herrera señalado humanista y segundo presidente de la Sociedad Bolivariana (1931-1936)
Salón Los Corales, 23 de marzo de 2023
Damas y caballeros:
A lo largo de los casi 37 años transcurridos desde el inicio de mi actividad periodística, habré publicado unos 1700 escritos. Empecé muy joven, incitado por diversos estímulos. El primer escrito del que tengo recuerdo—y registro documental—es el que le dediqué a nuestro homenajeado de hoy. Fue publicado en un periódico estudiantil, en julio de 1986, para conmemorar el vigésimo quinto aniversario del deceso de José de la Cruz Herrera, en el año número 110 de su natalicio.
En retrospectiva, admito que no fue mi mejor artículo. Recargado y poco sintético, superficial en los tratamientos y complicado en la sintaxis, me excuso diciendo que solo tenía 20 años cuando lo escribí y que su redacción respondía a las mejores intenciones. Ciertamente, estaba inspirado por la obra portentosa de nuestro más renombrado humanista y me motivaba un deseo de incursionar en los medios impresos.
Para tranquilidad de todos los presentes aclaro que, al poco tiempo, me reivindiqué con el Dr. Herrera: tras la crítica constructiva de mi padre, de mi venerado tío, el inolvidable educador Francisco Céspedes y de mi maestra de piano, doña Maruja Arosemena, publiqué una mejor versión ese mismo año en La
Estrella de Panamá. Recuerdo habérselo llevado personalmente a don Leonidas Escobar, ese gran intelectual colombiano, admirador del Dr. Herrera y redactor, por muchos años, de dicho diario, al local de la calle Demetrio H. Brid, donde estaba situado el periódico en aquel entonces, frente a la bahía de Panamá, en el Casco Antiguo. Sentado frente a una vieja máquina de escribir, don Leonidas rememoró con verdadera emoción las proezas intelectuales del “darienita universal” y tuvo la bondad de publicar mi artículo el 10 de diciembre de 1986, en memoria de aquel gran hombre a quien hoy conmemoramos.
Más que contarles acerca de mis escritos periodísticos y mi insatisfactorio primer artículo, el propósito que hoy acometo es hablarles acerca del Dr. José de la Cruz Herrera, a quien mucho he ponderado, justamente, a lo largo de casi cuatro décadas desde que inicié mi desenvolvimiento en la prensa. Y más que hablarles acerca del Dr. José de la Cruz Herrera, en general, quiero destacar, en particular, su dimensión de humanista.
Ya veremos, en breve, qué abarca este concepto; pero antes quisiera comentarles cómo, desde muy temprano, adquirí referencias acerca de aquel egregio personaje y cómo fui familiarizándome
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con su personalidad polifácetica, la cual, si en un país de avanzado nivel sociocultural sería admirable, en este, donde escasea la cultura y falta la erudición, es absolutamente insólito.
Quienes me conocen desde la infancia saben que tuve una relación muy especial con mi abuela materna, doña Rosaurita de Obarrio de Mann. Como no podía pronunciar su nombre—el cual era bastante difícil para un infante— “abuelita Rosaura” quedó en “Rosada”. Ciertamente, Abuelita poseía una linda complexión rosácea y su aura también debe haber sido de ese color, porque tenía una disposición muy tierna y afectuosa, sobre todo hacia sus nietos, a quienes adoraba. Yo disfrutaba mucho su conversación.
Diría que fue mi primera maestra de historia, porque, aunque la narraba a su manera y desde su perspectiva— muchas veces sesgada e incompleta, pero, siempre, salerosa y entretenida—fue asociándome al pasado e inculcándome que yo no era un mero accidente genético, sino un individuo con arraigo, ascendencia y conexiones, vinculado desde tiempo inmemorial a esta tierra istmeña.
Recuerdo, como si fuera ayer, cuando, sentada en su silla de mimbre mientras leía las oraciones de su breviario, yo me le acercaba y le pedía: “Abuelita, cuéntanos un cuento del tiempo de antes.” Abuelita bajaba su libro y compartía alguna anécdota de su infancia, que eran las que más nos gustaban.
Entre las predilectas, estaban las de sus clases “en el tiempo de antes”; nos decía que asistió a la escuela de Marina Ucrós, luego, a Holy Names College, en Oakland, California (adonde, años más tarde, estudiaría mi madre). Entre su concurrencia a uno y otro plantel, recibió clases particulares.
“Y quién iba a tu casa a darte esas clases”, preguntábamos. Con enorme satisfacción contestaba: “el Dr. José de la Cruz Herrera”.
Cuando se refería a su tutor, sus palabras siempre transmitían, más que admiración, devoción hacia su maestro y una profunda conciencia de haber sido educada “por el hombre más culto de Panamá”. Aquello ha debido ser después del retorno del Dr. Herrera desde Londres, en 1911, con su señora e hijos y antes de que Abuelita partiera a California, con su familia, a mediados de esa década.
Desde mi más temprana infancia, pues, estuve expuesto, por interpósita persona—Abuelita—a la admirable estampa del Dr. Herrera. Algunos años más tarde, hará aproximadamente medio siglo, mis caminos se cruzaron con los de una muy querida amiga, la poetisa Lil María Herrera. Forjamos una hermosa amistad que se fortalece con el paso de los años y perdura hasta nuestros días.
Cuál no sería mi sorpresa cuando, durante alguno de nuestros fructíferos diálogos juveniles, Lil María comentó, con gran satisfacción, que era nieta de José de la Cruz Herrera. Aún recuerdo ese momento y mi impresión al tener conocimiento de que tenía una entrañable amistad con una descendiente directa tan ilustre caballero.
En la actual generación, la poetisa Lil María es, por cierto, quien más se ha dedicado a mantener vigente a su abuelo. Asumió la creación de un portal electrónico para perpetuar su legado, que los invito a consultar. Se llama “José de la Cruz Herrera Urriola: el darienita universal”. Lo pueden buscar, con mucho provecho, en la internet.
A través de Lil María, fui obteniendo mayores referencias acerca de su admirable abuelo. También las obtuve a través de sus padres, Rosita y Alfonso.
Alfonso, miembro muy activo de nuestra sociedad, recordado por su dinamismo, cultura e integridad, era hijo de don José de la Cruz, lo mismo que el tío Guillermo (padre de Cora, Anayansi y Mariela), con quien también departí muchas veces y quien en su generación fue el más esmerado promotor de la impresionante obra del Dr. Herrera.
A Guillermo Herrera y Franco debemos la publicación de los tres libros sobre Bolívar, más el opúsculo sobre Sucre— el gran mariscal de Ayacucho—compendiados en un solo tomo, varios ejemplares del cual tenemos en la Sociedad Bolivariana, gratuitamente a disposición de quienes deseen nutrirse de la savia bolivariana del darienita universal.
La tercera vivencia que me ha permitido aproximarme al Dr. Herrera es la que he tenido como presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá, una de las tres históricas sociedades culturales del país. Me refiero inmediatamente a estas tres entidades, no solo porque José de la Cruz Herrera fue parte de todas ellas—como historiador, cultor de las letras y bolivariano—sino, más ampliamente, porque las tres están íntimamente vinculadas al proyecto de fortalecimiento de
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la identidad nacional de la década de 1920, uno de cuyos más grandes adalides fue, precisamente, José de la Cruz Herrera.
La Academia Panameña de la Historia, fundada en 1921, es la más antigua de las tres sociedades culturales. Tristemente, ya no funciona, lo cual atenta, de manera incalificable, contra todo intento de elevar el menguado nivel sociocultural del país. Le siguen la Academia Panameña de la Lengua, creada en 1926, y la Sociedad Bolivariana de Panamá, establecida en 1929.
El Dr. Herrera, acendrado bolivariano, indiscutible motor, junto con otros valiosos intelectuales panameños, de la Sociedad Bolivariana en sus primeros años, fue, en 1929, uno de sus miembros fundadores. Como segundo vicepresidente, formó parte de su primera directiva y, en 1931, fue elegido presidente de esta histórica agrupación, en reemplazo de don Nicolás Victoria Jaén. Reelegido en 1932 y 1934, duró en el cargo hasta 1936.
Consecuente con su vocación de maestro, su dedicación de publicista—así se designaba, en aquella época, a las personas que escribían para el público—y su desempeño como historiador, el Dr. Herrera fue, además, codirector del Boletín de la Sociedad Bolivariana durante su presidencia (1931-1936), junto con don Miguel Amado, el otro director, en ese entonces, de aquel vehículo histórico y cultural. Posteriormente, y hasta su partida al Cono Sur, en 1940, el Dr. Herrera fue miembro del consejo editorial de dicha revista, la cual, por cierto, dejó de publicarse hace 45 años.
Gracias a la colaboración de algunos bolivarianos, como doña Isolda Berbey de Quijano y al apoyo del Ministerio de Cultura, esperamos próximamente tener el honor de presentar un nuevo número del boletín, después de cuatro décadas y media de suspensión. Propongo dedicar ese número a la memoria del Dr. José de la Cruz Herrera, el darienita universal.
He hablado hasta ahora de cómo conocí al Dr. Herrera, a través de las narraciones de mi abuelita, de mi amistad con Lil María y su familia, y de mi participación en la Sociedad Bolivariana de Panamá.
Quisiera, a continuación, referirme a su obra y su legado, que lo califican como el principal humanista de Panamá. A tales efectos, mencionaré, brevemente, los hitos más significativos de su brillante carrera, en secuencia cronológica. No es mi
intención repetir datos que fácilmente pueden obtenerse en el portal electrónico a cargo de Lil María, así como en otras fuentes informativas, pero sí quisiera proveer algún fundamento biográfico al modesto juicio que más adelante emitiré sobre su multiforme personalidad.
Nace en Garachiné, Darién, en 1876, donde el niño José de la Cruz recibe las primeras letras. Evoco en este momento la plenitud tropical de aquella parte del istmo, entonces conocida como la “comarca del Darién”, entidad administrativa creada durante el período federal (18551885). Al poco tiempo, la familia se traslada a San Miguel, en el archipiélago de Las Perlas—otro paraje de gran belleza natural, pero, también, de limitaciones económicas y culturales—y, después, a Panamá, donde el niño José de la Cruz continúa sus estudios.
A los ocho años, en 1884, su lectura y memorización de “Mi delirio sobre el Chimborazo”, famoso poema en prosa de Bolívar—cuyo bicentenario conmemoramos el año pasado en el Club Unión—marca el inicio de su afiliación bolivariana. Prosigue los estudios secundarios en el Colegio Balboa de la capital. Simultáneamente, para contribuir a la economía familiar, se emplea como copista de sentencias y actuaciones judiciales en un juzgado y escribe en El Lápiz, uno de los periódicos de la época.
A los 16 años es maestro en Taboga y sus inquietudes humanísticas se acentúan. A través del gobierno departamental, dirigido por Ricardo Arango—Panamá era, entonces, un departamento de la República de Colombia— accede a una beca para seguir estudios en la Escuela de Medicina Veterinaria en Bogotá, fundada en 1886 por el Dr. Claude Vericeli, por encargo del gobierno colombiano. Fue ese su pasaporte a la educación superior.
Una vez en el altiplano bogotano, se interesa por las materias clásicas. Dice una tesis sobre su obra que empezó a sentir “agrado por las antigüedades grecolatinas”. Logra ingresar al Colegio Mayor del Rosario, una de las históricas universidades bogotanas, fundada en 1653 y especializada en estudios humanísticos. Admirablemente, realiza dos programas a la vez: Medicina Veterinaria, en la escuela fundada por el Dr. Vericeli y Filosofía y Letras, en el venerable Colegio del Rosario.
En 1898, se publica en Bogotá su tesis “Apuntes estéticos”, estimulante monografía sobre estética, materia clásica que el autor define como “investigación de las leyes que rigen
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lo bello, ya en sí, ya en sus relaciones con las facultades humanas que, unas más, unas menos, juegan algún papel en su percepción.” Esta es la tesis que rinde para alcanzar el grado de doctor en Filosofía y Letras, que obtiene a los 22 años.
En 1899 recibe el grado de profesor en Veterinaria. Ese mismo año se desata la guerra de los Mil Días. El joven académico abandona los libros de temas clásicos y se une a las filas conservadoras, doctrina política a la cual se mantuvo fiel toda su vida. Alcanza el grado de comandante.
Al terminar la guerra, en 1902, es director del Colegio de Santo Tomás de Aquino. Según el directorio del Colegio Mayor del Rosario, en 1905 forma parte del claustro de dicha institución como catedrático de Analogía griega.
El año siguiente contrae matrimonio con la joven bogotana Cora Franco. Pronto parten a Londres, por cuenta propia, donde el Dr. Herrera se dedica a la enseñanza y la traducción. Allá nacieron tres de sus cuatro hijos.
Estando en Londres, el Gobierno Nacional lo designa delegado de la república ante el segundo Congreso Internacional de Educación Popular (París). Regresa al istmo en 1911, contratado como profesor del Instituto Nacional, recién fundado en 1907.
Ingresa también al profesorado del Seminario Conciliar, donde se desenvuelve hasta su clausura (1912). En el Nido de Águilas se desempeña hasta 1913 y en 1914, forma parte del cuerpo docente en la Escuela Normal de Institutoras.
En 1916, a los 40 años, el Dr. José de la Cruz Herrera gana los tres primeros premios en los juegos florales conmemorativos del tercer centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, príncipe de las letras castellanas. Los temas acometidos revelan no solo su vasta cultura, sino, además, su convicción acerca de la importancia de afirmar y valorar nuestra condición de nación hispanoamericana: “La conservación del idioma, ¿puede influir en el sostenimiento de la independencia nacional?”, “El Quijote como lazo de unión entre España y la América Hispana” y “La influencia del cristianismo en la Literatura Española”.
Efectivamente, este certamen forma parte de una iniciativa cultural más amplia, emprendida por la intelectualidad de la época y acuerpada por el gobierno nacional, para afianzar la
identidad panameña a partir de la recuperación de distintas vertientes que confluyen hacia ella: el pasado hispánico, representado por personajes como Balboa y Cervantes; la tradición bolivariana, simbolizada por el Libertador, estadista cimero y paladín de nuestra libertad; y el legado clásico, grecolatino, al cual accede Panamá a través de la influencia española, a lo largo de tres siglos, y la conexión francesa en la última mitad del siglo XIX.
Aparte de las investigaciones de los profesores Szok y Marcilhacy, quienes, por cierto, se aproximan con ojo crítico a este capítulo de nuestra historia, poco se ha escrito sobre el particular.
El Dr. Herrera participa activamente en este proyecto cultural dedicado a afianzar la identidad nacional, destacando la pertenencia del istmo a la comunidad de naciones bolivarianas, hispanas y latinoamericanas, en respuesta a la “leyenda negra” que proliferaba a principios del siglo XX (y algunos repiten hoy), según la cual Panamá, es un invento estadounidense, un país sin autenticidad ni legitimidad, una república de opereta.
Este aspecto de la prodigiosa carrera del Dr. José de la Cruz Herrera, mayormente inexplorado, es válido, aún en nuestra actualidad e intentamos mantenerlo vigente en la Sociedad Bolivariana de Panamá, del cual fue miembro fundador en 1929, así como lo fue de la Academia Panameña de la Lengua, en 1926 e integrante, desde el año de su fundación (1923), de Acción Comunal, patriótica organización dedicada a fortalecer la soberanía panameña frente a la preponderancia estadounidense.
En la década de 1920, encontramos al Dr. Herrera, intelectual de prestigio, muy activo en la vida política del país. En 1921 funda La Avispa, semanario crítico “joco-serio”, como él mismo lo denomina y ese mismo año colabora en El Ají y El Pueblo. Estos periódicos tienen existencia efímera.
En 1923, funda Las Noticias, diario de orientación cristiana, vinculado a la Iglesia católica, y Ecos del Darién. Participa en los grandes debates sobre la educación nacional, a los que aporta sus ensayos Educación y coeducación en Panamá (1919) y Nociones fundamentales de pedagogía (1924). Se destaca entre los más recios defensores de nuestros derechos frente a la dominación estadounidense, como miembro eficaz de Acción Comunal y como comentarista en la prensa.
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En el ámbito político, se presenta como candidato a diputado del Partido Conservador por la recién creada provincia del Darién (1922). Tanto en 1924 como en 1928, las triquiñuelas y pillerías características de nuestra historia electoral le impiden triunfar. En la primera elección se impone Alfredo Ayala y, en la segunda, Gregorio de Los Ríos, ambos con el respaldo del Partido Liberal, en aquel tiempo hegemónico.
Toda esta ingente actuación ciudadana no lo aparta de sus intereses culturales. En 1926 publica Panamá la Vieja: resumen histórico y guía de sus ruinas y traduce, del griego antiguo, El Fedón o acerca del alma, de Platón.
La década de 1930 es, para el Dr. Herrera, un decenio de esmerado servicio público. En 1931, como se ha dicho, asume la presidencia de la Sociedad Bolivariana, al frente de la cual se mantendrá durante un lustro de gran proyección cívica y cultural. Además, es director general del Fondo del Obrero y el Agricultor y asesor técnico de la Dirección General de Correos y Telégrafos.
En 1940 es nombrado cónsul general en Buenos Aires. A partir de ese momento inicia la fase más productiva de su vida, en el ambiente intelectual estimulante que le brindaba la capital argentina. De esta etapa son sus obras: Aspectos del descubridor de las Indias (1940); Itinerario militar y moral del general Antonio José de Sucre (1945); Don Simón de Bolívar o la formación de un Libertador: el ambiente del niño, del adolescente y de su primera juventud (1947); Por los caminos del Ática (1949), la cual incluye sus traducciones de Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes; Panorama cartesiano (1950); Bolívar, forjador de la libertad (1957); Sófocles en América (inédita); En busca del oriente americano (inédita); El magisterio moral de Sócrates (inédita); y Bolívar en el tabor y en la cruz (publicada póstumamente).
Muchas otras facetas de su personalidad habría que comentar, en particular, su obra literaria de extraordinario valor, que llega a su cenit durante las dos décadas que vivió en Buenos Aires, hasta su fallecimiento en 1961.
Al Dr. Herrera se lo describe como “Historiador, filósofo, políglota, helenista, bolivariano, ensayista, editorialista y diplomático”. Si hubiésemos de resumir todos aquellos desempeños en una sola palabra, bien pudiésemos decir que José de la Cruz Herrera fue un humanista y, como tal, el
más sobresaliente que ha tenido Panamá. Uno de nuestros más originales y perspicaces escritores, Gil Blas Tejeira, lo llamó “el más señalado de los humanistas panameños de todos los tiempos”.
El humanismo, tal cual lo define el Diccionario de la Lengua Española, es en primera instancia, “el cultivo o conocimiento de las letras humanas” y el “interés por los estudios filológicos y clásicos”. Más ampliamente, la palabra se refiere a la propuesta de retornar “a la cultura grecolatina como medio de restaurar los valores humanos” y es la “doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos”.
A todas estas acepciones del humanismo se asimila la carrera del Dr. Herrera. Su exploración de la antigüedad grecolatina, de la cultura hispánica y de la tradición bolivariana—para señalar los tres grandes ámbitos en los que podemos clasificar su obra—encaja en una visión integral e integradora de la vida basada en las cuatro virtudes cardinales—templanza, valentía, prudencia y justicia—y las tres virtudes teologales—fe, esperanza y caridad—cuya práctica lleva a una vida buena, en sentido filosófico, como ciudadano y miembro de una comunidad.
El Dr. Herrera es el más grande humanista de Panamá. Su cultivo de las letras, de la historia y de los estudios clásicos lo sitúan en las más altas cumbres de nuestra intelectualidad.
Como educador se destacó por su vocación formativa de nuestra niñez y juventud. Como académico, impulsó el uso correcto del idioma y el aprecio por nuestra lengua española. Como clasicista, impulsó el conocimiento de la cultura grecolatina. Como historiador y bolivariano, descubrió y puso en valor aspectos inéditos de la vida y obra del Libertador Simón Bolívar.
Su actividad periodística estuvo encaminada a fortalecer la identidad nacional a partir de nuestros históricos vínculos con España y los países bolivarianos, a fomentar el patriotismo, a afianzar la soberanía nacional y a combatir, sin tregua, la corrupción. Es meritorio recordar al Dr. Herrera por los motivos indicados, especialmente como modelo de civismo y patriotismo, como paradigma de erudición e intelectualidad, y como ejemplo de todo lo que puede lograrse a través del esfuerzo y la dedicación al humanismo.
Una noche perfecta, con buena comida y un ambiente exclusivo fue lo que vivieron nuestros socios e invitados el pasado 17 de marzo en el Club Fest, donde se presentó Pair a Dice, Egresos y DJ Riki Silvera.
Rock y una mezcla de salsa se sintió en todos sus decibeles cuando los integrantes de cada grupo vertieron toda su energía en el escenario con las mejores canciones.
Los invitamos a participar de estas actividades en las que con seguridad pasarán ratos agradables.
Juan Octavio Díaz
Juan Carlos Núñez
Rolando De León
Janet Vásquez
Gaby Gnazzo
Arnulfo Sandoval
Este año se efectuó un evento para dar tributo a la mujer. Y qué mejor manera de disfrutar entre amigas y buena comida. En el evento se hizo tributo a las mejores canciones de Shakira, Julieta Venegas, Aterciopelados, La Oreja de Van Gogh, Paulina Rubio, Thalía y La Quinta Estación.
Agradecemos a todos los presentes que nos acompañaron y disfrutaron de esta noche especial.
El Salón Almirante fue el lugar perfecto para que los fans del Rock and Roll se reunieron nuevamente con la La Banda Sargent Paper, quien rindió tributo al rock de los años 70,80 y 90, fue una noche muy amena y divertida.
Gracias por acompañarnos a nuestros eventos y los esperamos en los próximos tributos.
Recientemente se realizó la final de nuestra divertida Liga de Bolos en Albrook Bowling y seguido se llevó acabo la premiación. Como siempre, fue una final muy reñida. Conoce aquí a los felices ganadores.
SUB-CAMPEÓN TERCER LUGAR CUARTO LUGAR STORM RAPIDAIRE KAKAAAHHH SPLIT HAPPENS
EQUIPO CAMPEÓN EQUIPO
Juan David Méndez, Ricardo Alemán, Juanco Roux, Edissa y Abraham Juliao
Aquilino Vallarino, Ricardo Alemán, Tatiana Azcarraga, Fello Azcárraga, Michael Cosaraquis, Ignacio Azcárraga
Mario Romero, Maria Alejandra Castillo, Charlie Méndez, Ricardo Alemán, Ana Carolina Romero y Johnny Wright
David Eisenmann, Jacky de De Janon, Ricardo Alemán, Elo Buron, Jose Luis Dejuane
El lunes 6 de marzo inició la Liga Femenina de Softbol con el partido inaugural de la temporada, entre los equipos Metrobank y Hertz. Culminando la jornada con el encuentro entre los finalistas de la temporada 2022, las campeonas de AVINCO y las subcampeonas de SUPERIOR.
El lanzamiento de apertura fue realizado por el presidente del Club, Renato De Diego.
Todos los lunes a partir de las 7:00 p.m. podrás disfrutar de los partidos en la cancha multiuso. No dejes de asistir.
EQUIPO METROBANK
EQUIPO HERTZ
TERTULIA LITERARIA
COMITÉ DE BIBLIOTECA | COORDINADORA CECILIA DE SALVADOR
Libro: Y las Montañas hablaron
Escritor: Khaled Hosseini
Reseña por: Holda Ponce de Donkersloot
Escrito en forma de coral, donde tres historias cortas se entrelazan entre sí en las que cada uno de los nueve capítulos está narrado desde la perspectiva de un personaje diferente. Siendo la trama principal del libro la relación entre Abdulá de diez años y su hermanita Pari de tres años y la muy dolorosa decisión de venderla a una pareja sin hijos en Kabul.
La historia comienza así: Antes de iniciar el viaje a Kabul para vender a su hija Pari a una acaudalada familia, Sabur, su padre, les cuenta una leyenda de un gigante que secuestra niños pobres para luego educarlos en su palacio opulento.
Sabur tuvo que aceptar la propuesta de vender a su hija Pari por la precaria condición en que vivían. Por otra parte ya habían perdido a un hijo recién nacido por la falta de alimento a consecuencia de las duras condiciones del clima. Esta decisión convertirá a Sabur en un hombre atormentado, triste y el sentimiento de culpa lo acompañará hasta el final de sus días.
Efectivamente Pari crece en Paris, donde había emigrado su madre adoptiva después del accidente cerebro vascular de su esposo, con muchas oportunidades, destacándose en el campo de las matemáticas. Encuentra un hombre con quien forma un matrimonio estable y tienen tres hijos. Sin embargo Pari crece con la clara y constante sensación que en su vida había una gran ausencia. Es grandioso comprobar que ni la riqueza ni un mejor estilo de vida, suplen el sentimiento de pertenencia a un núcleo familiar.
Esta novela nos llevará de Kabul a Paris. Desde la isla griega de Tinos hasta San Francisco ida y vuelta.
Hosseini nos relata esta historia como si estuviese formando una alfombra en la cual intervienen en su tejido, varias generaciones. Y en ésta se hilan sentimientos, valores, tradiciones y renuncias, todo en nombre del amor.
Este es un libro de emociones intensas, donde el tema principal trata de las relaciones humanas que se enquistan en la tumultuosa y conflictiva Historia ( con H mayúscula) de
relaciones entre hermanos como es la de Abdulá y Pari. La relación entre las hermanas Parwana y Masuma. Las relaciones entre madre - hija: Nila y Pari. Las relaciones entre los primos Idris y Timur. Las relaciones entre jefe y empleado: Suleimán y Nabi.
El autor con gran conocimiento del alma humana nos retrata muy acertadamente la fragilidad del hombre, los egos, el sufrimiento de los padres musulmanes que emigran a occidente en busca de una mejor vida para ellos y su familia, pero luego al crecer los hijos, observan con disgusto cómo éstos crecen siendo grandes consumidores, olvidando por completo su cultura, su religión y sus tradiciones. A veces ellos mismos se preguntan a cuántas personas se les podría ayudar con los que ellos pagan por un teatro en casa.
PERSONAJES PRINCIPALES
Abdulá: crece en el pueblo imaginario de Shadbagh, Afganistán. Su madre muere al nacer su hermana y es él quien asume la crianza de su hermana Pari, ambos crecen muy unidos por lazos muy estrechos. Le toca ser testigo de la venta de su hermana menor a una pareja en Kabul. Opta por emigrar a los Estados Unidos
Pari Wahdati: es la hermana menor de Abdulá quien a los tres años, su padre la vende a una pareja de apellido Wahdati en Kabul quienes no pudieron tener hijos. Su madre y ella se van a vivir a Francia, donde somos testigos de una relación difícil de muchos celos y rivalidad entre ambas.
Nila Wahdati es una joven Afgana-Francesa de ideas muy avanzadas para su tiempo especialmente en la cultura de Afganistán lo que entra en conflicto con su padre, causándole muchos dolores de cabeza., hasta que se casó con un adinerado hombre de Kabul. En tiempos pasados, Nila fue esterilizada por problemas de salud y de allí surge la decisión de comprar a Pari. A Nila se le retrata como una mujer hermosa pero siempre inconforme. Luego del episodio cerebro vascular de su esposo, Nila decide mudarse a Paris con su hija, donde ésta recibe su formación y oportunidades que jamás hubiese tenido de quedarse en la villa donde vivía su familia. Descontenta con la vida, finalmente se suicida.
Nabi: hermano mayor de Parwana y Masuma. Él es el responsable de organizar la adopción de Pari. Nabi es el chofer y cocinero de Suleimán Wahdati. Nabi se enamora perdidamente de Nila aunque sabe es un amor sin esperanzas, así como Suleimán profesa un amor platónico hacia Nabi.
Idris Bashiri: médico Afgano nacionalizado estadounidense, quien emigra con su familia en 1959 siendo aun un niño. Él y su primo Timur eran vecinos de la familia Wahdati y a la vez amigo cercano de Abdulá. Visitando su tierra Afgana, Idris quedó impactado por la realidad pero a su retorno quedó nuevamente absorto por la cotidianidad. Sin embargo, Timur, el frívolo fue sostén de muchas causas sociales
Markos Varvaris: un cirujano plástico nativo de la isla griega de Tinos. Markos es íntimo amigo de Nabi y finalmente se queda a vivir en la mansión Wahdati y será de su pluma desde donde conoceremos parte de esta historia.
Parwana: es la madrastra de Abdulá y Pari . Su hermano es Nabi y tiene una hermana cuyo nombre es Masuma a quien abandona por solicitud de la misma.
Cecilia de Salvador - Coordinadora
Mónica Guerrero y Sandra de Cabarcos
KHALED HOSSEINI
Nació en Kabul. Afganistán, y se trasladó a Estados Unidos en l980. Estudió Medicina en la Universidad de California y mientras ejercía como médico empezó a escribir Cometas en el Cielo, su primera novela que obtuvo un rotundo éxito de crítica y público. La siguieron Mil Soles Espléndidos e Y las Montañas Hablaron dos superventas internacionales editados en más de setenta países y Súplica a la mar, un relato profundamente conmovedor sobre los refugiados, todos ellos publicados por Salamandra. En 2006, Hosseini fue nombrado embajador de buena voluntad del ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) y en 2007 puso en marcha la Fundación Khaled Hosseini, destinada a proporcionar ayuda humanitaria al pueblo de Afganistán para intentar aliviar su sufrimiento y contribuir a crear comunidades prósperas. En la actualidad vive en el norte de California.
Frases célebres del libro “Y las Montañas hablaron”
Tere D. de Rojas Pardini: “Ahí las preguntas o bien no tienen respuesta o mas vale no saberlas” (página 194).
Dominique M. de Rodríguez: “Cuando uno ha vivido tanto tiempo como yo, descrubre la crueldad (arrebatar al hijo) y la benevolencia no son más que tonos distintos del mismo color” (página 23).
María Elena M. de Rivera: “Si la cultura es una casa, la lengua es la lleve de la puerta principal, lo que te permite acceder a todas las habitaciones. Sin ella(….) acabas desorientado, te conviertes en alguien sin hogar, sin una identidad legítima”
Aidelena Pereira: “…. Debemos mostrarnos humildes y generosos al juzgar las pasiones y anhelos ajenos”. (página 109).
Angela De D. de Arias: “En su opinión, hasta quienes habían sido unos miserables en vida merecían un mínimo respeto después de muertos. Y más tratándose de familia” (página 301) Kindle.
Carlos Guevara Mann, Julieta de Morris y Marieri Guardia
Dominique de Rodriguez, Angela de Arias y Tirza de Stagg
Lidia de Samudio e Irene Porras