50 minicuentos psiquiátricos (AVANCE DE LECTURA)

Page 14

El juicio rigorista

E

ran las seis de la tarde y Maruca no dejaba de mascar chicle, con su acostumbrada ansiedad. Como de costumbre, su plática era fluida y generosa. El tema central eran las infidelidades de su marido. –Solamente en su consultorio me puedo desahogar como yo necesito –dijo–. Mis hermanas me dicen que ya están fastidiadas con las mismas quejas de siempre. Su cara redonda se hizo más rubicunda que de costumbre al repetir sus anécdotas acostumbradas. –Ya sé que ya le he dicho muchas veces acerca de los mensajes que le vi en el celular a mi marido. Pero su última aventura, la que no le he contado, tiene que ver con mi propia hermana. Eso sí que no se lo paso. Aunque también él me ha dicho que mi hermana tuvo mucho que ver en eso. Y sé que él es hombre y que también la carne es débil y que no hay hombre que se resista a la tentación. Y me ha dicho que mi hermana se le ofrecía y que la última vez, ella se le acercó, él estaba borracho y, entonces, cayó en la tentación. –A veces –continuó– mi familia me dice que lo justifico mucho, pero una tiene que ser más… más… más comprensiva: yo también me pongo en el lugar de ellos y creo que uno como hombre no puede evitar caer en la tentación, a veces pienso que nosotras como mujeres también hemos de tener nuestras propias tentaciones. Yo no nací hombre, y no sé cómo sientan ellos, y nunca lo sabré, pero creo que ellos tienen ese impulso y, ¡pobres!, no lo pueden controlar. Lloró en ese momento. Con sus manos pecosas y regordetas, maltratadas por el detergente, tomó una servilleta de su bolsa de mano y se enjugó las lágrimas.

11


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.