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23 de Agosto de 2020
La Palabra del Pastor
E DIT ORIAL
El golpe a la educación
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n todas las naciones se analiza cuidadosamente el golpe que para sus respectivos sistemas educativos tendrá la pandemia. En países como Alemania, el ciclo escolar se ha iniciado con toda normalidad, de manera presencial, pero ya algunas escuelas debieron cerrarse al producirse nuevos brotes epidémicos. En Estados Unidos se tiene la decisión de reiniciar también los cursos de manera normal, asunto que sigue siendo polémico. En México se ha decidido que el ciclo escolar, en lo que mira a la educación primaria, se tenga en línea, pero también, y sobre todo, por medio de la televisión, iniciativa muy valiosa y solidaria tomada por las televisoras abiertas. No es asunto fácil, pues supone una cultura tanto de parte de los expositores como de los alumnos. Como es lógico, estas clases, por medio de la televisión, tendrán horarios reducidos, pues debe darse cabida a los seis grados de primaria cada día, e incluso, el cuarto grado se ha ubicado en el horario de 19:30 a 22:00 horas, que resulta complicado. La enseñanza secundaria dispondrá de dos horarios, y en lo que mira al bachillerato, la UdeG pretende ofrecerlo en línea, lo que le permite en un primer momento recibir a cuanto alumno quiera ingresar; no sabemos cómo podrá darles seguimiento una vez que se vuelva a la normalidad, ya que eso supone de recursos materiales y humanos. Pero, sin duda, el segmento más afectado será la educación privada, sobre todo la dirigida a los grupos sociales medios y a los de escasos recursos, que ya experimentan la baja de matrícula, lo cual pone en riesgo toda su estructura y, sobre todo, su identidad y servicio como alternativa especialmente en lo relativo a la calidad y la integralidad de la educación. Si no se toman las medidas oportunas, muchas de estas escuelas se verán obligadas a cerrar, y difícilmente podrán luego restituirse. Pero al margen de las diversas iniciativas que se ofrezcan, es un hecho que la calidad educativa en México, ya de por sí tan postrada, está sufriendo un nuevo revés, porque, aunque la afectación sea mundial, es un hecho que siempre sufre más quien se halla en situación más precaria.
Cualquiera sea el grado o el medio, lo cierto es que, de momento, aprenderá solamente aquel que de verdad lo quiera hacer, y aún esas personas experimentarán limitaciones de diverso tipo. El hogar no es un espacio educativo adecuado, la pedagogía que supone la interactuación no se puede dar, ni se favorece la adquisición de una disciplina orientada al aprendizaje. En lo que mira a la universidad pública y privada, las clases en línea son la opción. Los padres de familia experimentan también diversas afectaciones, sobre todo considerando a aquellos que trabajan, y para los cuales la escuela cumplía igualmente funciones de guardería, por otra parte, ejercer como profesores auxiliares de sus hijos no es una tarea para la cual estuviesen preparados. Sabemos que esta crisis es pasajera, pero no deja de ser altamente aleccionadora.
Cardenal José Franc isc o Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara
La confianza puesta a prueba Hermanas y hermanos en el Señor:
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ara los israelitas, las personas que no pertenecían a su raza no solo eran extranjeros, sino que eran infieles e indignos de la salvación de Dios, con la exclusividad de los privilegios divinos. Pero para el Señor, las fronteras y los límites no existen. Para Él no hay personas extrañas, sino que todos formamos la misma familia, todos podemos ser objetos de su misericordia. Él quiere la salvación de todos, sin distinción de raza, lengua o nación. Sin embargo, a veces puede desconcertar la actitud de Dios que, ante nuestras súplicas, parece que las ignora, las desconoce o que, incluso, está en contra de nuestras necesidades. ¡Cuántas veces muchas personas dicen que se dirigen a Dios con mucha urgencia, con mucha necesidad, y se quejan de que no escucha, ni responde, ni resuelve! Y eso basta para que se alejen de Él. De repente, parece que el Señor guarda silencio, que permanece ajeno e indiferente ante nuestros sufrimientos.
Tomemos en cuenta que el silencio de Dios es como el instrumento que emplea para medir la calidad de nuestra fe, para medir la autenticidad de nuestra confianza en Él, y para que cada quien mida, también, cuánto confía y espera en Dios. Puede haber quien se sienta lastimado porque Dios guarda silencio ante una plegaria, pero puede ser una persona que espera que se repartan inmediatamente los favores que, considera, el Señor debe estar repartiendo constantemente para todos y para todos lados. A Dios hay que pedirle, sí, pero con confianza, con la convicción de hijos y de que es nuestro padre, que nos escucha siempre, y que Él sabe cuándo nos responde y cómo. A nosotros nos toca expresarle nuestras necesidades y perseverar con fe. Si pronto nos desanimamos y luego nos enojamos con Dios, quiere decir que nuestra fe no es auténtica, que nos gana solamente el interés y la prisa de que nos resuelva los problemas. Después de momentos de prueba, Jesús nos expresa lo que quiere que nosotros aprendamos. Actúa de una manera que llama nuestra atención, para luego enseñarnos lo que Él quiere: “Qué grande es tu fe”, es decir, que nuestra confianza se fortalezca, aunque tenga que pasar por acontecimientos difíciles. La aparente indiferencia de Dios, su aparente desprecio, es el instrumento para medir la calidad de nuestra fe. Y en este sentido, Dios no pone fronteras. Somos nosotros los que las creamos a diferentes niveles (personal, de grupo, nacional). Somos nosotros los que hacemos divisiones y armamos confrontaciones, no Dios. En este momento de dificultad, lo mejor que podemos hacer es unirnos, no acentuar nuestros nacionalismos e intereses, y buscar juntos el bien para todos. Dios es el Padre que quiere el bien para sus hijos. Él sabe cuándo responde a las necesidades que le presentamos, no solo por la pandemia, sino por todas las dificultades que desde antes venimos arrastrando. Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.