columna
Niños, consumo, padres y ahorro Por Roberto Balaguer
Vivimos en un tiempo en el que los niños aparecen como seres altamente demandantes. Los padres se enfrentan a esos pedidos con enormes dificultades para poner límites de forma adecuada. Es frecuente escuchar a adultos que han tenido carencias materiales en su infancia plantear que desean que sus hijos “no pasen por lo mismo que ellos vivieron”. Estos padres, a veces, buscando que a sus hijos “nada les falte”, pueden cometer errores, impidiendo el desarrollo adecuado de determinadas habilidades que precisamente se fortalecen cuando “algo falta” o se desea. El ejemplo más típico de esta situación es la sobrevaloración que hay del entretenimiento y el esfuerzo por evitar en forma permanente el tedio o aburrimiento. En el marco de una “sociedad del espectáculo” cuesta aburrirse y quizás también comprender que “desear algo” no equivale a “querer tenerlo”. Esta pequeña, pero sutil diferencia, a veces es soslayada por los padres, sobre todo aquellos que cargan con cierta culpa. Desear, no necesariamente significa querer tener algo. Cuando desde el lugar adulto se responde enseguida a los pedidos infantiles, colmando esas demandas, buscando satisfacerlas, inclusive se puede estar coartando las posibilidades de desear y fantasear, algo que es también sumamente importante para el desarrollo infantil.
Clinkky app. Un modelo digital de ahorro Desde hace ya varios años, en forma periódica, me consultan acerca de distintos proyectos, sobre todo aquellos que involucran tecnología, jóvenes, niños o educación. Es quizás una de las aristas más divertidas de mi trabajo. Me han presentado unas cuantas iniciativas: algunas insólitas, otras de enorme valor, algunas realizables, otras casi utópicas. Hace ya un tiempo me visitaron desde una startup nacional para evaluar las posibilidades que podía tener una app de ahorro infantil.
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Desde el primer momento me pareció una idea más que potente en este mundo hiperconsumista en el que estamos. Esta aplicación me resultó interesantísima y enseguida me uní a trabajar en ese proyecto. Para ello, debí introducirme de lleno en la investigación de
la psicología del ahorro, de la cual surgieron aspectos realmente interesantes. El ahorro, como concepto, parte de una inicial diferenciación entre el ahora y el después, entre el presente y el futuro. Se trata de aquello que suele llamarse postergación de la gratificación, eso que los padres que colman a sus hijos con cosas permanentemente, no permiten que los menores desarrollen a pleno. Postergar algo que a simple vista parece tan simple, no lo es tanto. Lleva su proceso. Implica la utilización de funciones ejecutivas, ubicadas en el lóbulo frontal, que permiten ejercer control sobre nuestras acciones y entre otras cosas, sobre nuestras tentaciones. En ese sentido, ahorrar es anteponer el futuro al ahora. Algo tan simple como utilizar una chanchita para introducir allí monedas o billetes, implica manejar las tentaciones y darles un giro, poder vencerlas. Los más pequeños lidian con esas tentaciones de formas concretas, a través de conductas, escondiendo las monedas, poniéndolas en bolsas o cajones fuera de alcance. Los niños más grandes, llevan a cabo lo mismo, pero de una forma más cognitiva, a través de sus pensamientos. Intentan pensar en otras cosas para no tentarse o hacer “invisible” el dinero al entregárselo a los padres para que se lo cuiden.