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por Sylvia Nadalin / Página

EL NEGRO CARRILLO,

EL MÉDICO QUE SABIA QUE SIN POLÍTICA SOCIAL ES IMPOSIBLE UNA POLÍTICA SANITARIA

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por Sylvia Nadalin

“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas.” Ramón Carrillo, Primer Ministro de Salud de la Nación (1946/1954)

Un año y diez días después del Golpe del ’55, Ramón Carrillo, desde su destierro en Belém do Pará, escribe a un amigo: “No tengo la certeza de que algún día alcance a defenderme solo (…) yo no puedo pasar a la historia como un malversador y ladrón de naftas. (…) El tiempo y solo el implacable tiempo, dirá si tuve razón o no en escribir esta carta, ya que en el horizonte de mis afectos no veo a nadie más capaz que vos, de tomar esta tarea (…) que llegará cuando las pasiones encuentren su justo nivel”1 .

El 7 de marzo de 2006, cien años después de su nacimiento y cincuenta de su muerte, esas pasiones encontraron el equilibrio en esta nueva Argentina “que está más allá de aquellos sectores cerrados, sectarios, que no entienden que la construcción de un nuevo país es tarea de todos2, decía Néstor Kirchner, el primer presidente constitucional en revindicar la inmensa obra de aquel eximio médico santiagueño que cambió el paradigma de la salud pública en Latinoamérica y el mundo.

Dicen que la vida de los grandes hombres no está exenta de feroces tragedias y absurdas paradojas, como si el destino se empeñara en cobrarse la genialidad o el protagonismo que le fuera históricamente concedido. En la vida de Ramón Carrillo ambas circunstancias convivieron en su multifacética personalidad, construyendo la historia de un hombre cuyo origen, pensamiento y acciones pueden ser leídas o comprendidas a partir de los acontecimientos que marcaron los primeros cincuenta años del siglo pasado en nuestro país. He aquí la apasionante historia de su vida.

Marcos Carrillo, joven oficial del ejército español cayó prisionero en la batalla de Salta por el Ejército del Norte. Su pena era el fusilamiento. Su suerte: el humanismo patriota del General Manuel Belgrano, quien resolvió desobedecer esa inmutable orden marcial e internar a los prisioneros en el interior del país. El bisabuelo de Ramón se instaló en Santiago del Estero,

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donde sus numerosos hijos se encargaron de gestar la estirpe.

Ramón nació en el seno de una familia acomodada de la vieja tradición (conservadora) argentina; la antigua casona de estilo colonial con habitaciones que daban al patio donde descollaba el aljibe rodeado de macetas con flores, vio nacer y crecer a los once hermanos que la vida y su posterior responsabilidad familiar le pusieron sobre los hombros. Su padre era un periodista reconocido y temprano militante político que participó activamente en la Revolución del Parque y el posterior ascenso radical al gobierno, representando a su empobrecida provincia como diputado nacional.

Esas influencias ideológicas y humanistas se potenciaron en aquel niño de inteligencia descollante y obsesión lectora que rinde dos grados libres en la escuela primaria, egresa como bachiller con medalla de oro y con solo 17 años ingresa a la Facultad de Medicina de la UBA.

Nace el científico

“Ramón era negro, justamente el ‘Negro’ Carrillo le decían”, recuerda su primo Jorge, hermano del Chango Farías Gómez en el libro3 que escribiera uno de sus hermanos, donde rescata manuscritos, fechas y anécdotas que nos acercan a ese estudiante compulsivo que se recibe de médico a los 23 años con otra medalla de oro y el Premio Facultad por su tesis de doctorado.

Mientras tanto el radicalismo asume con Alvear su segunda presidencia, una época de vacas gordas e ideologías populares que el joven estudiante santiagueño aprovecha para involucrase activamente en la militancia universitaria con una mirada nacionalista y federal que los años posteriores terminarán de definirla como peronista.

Meses antes del golpe militar de Uriburu, Ramón Carrillo obtiene una Beca para realizar estudios de posgrado en Europa durante tres años. Una parte –la de siempre- de sus detractores, afirma –como impunemente lo hizo con Perón- que su estadía en el Viejo Continente le hizo admirar el nazismo en ascenso, una crítica que se cae a pedazos corroborando las fechas.

Regresa al país en plena Década Infame. De inmediato, se incorpora al Instituto de Clínica Quirúrgica donde despliega una intensa actividad profesional, dedicándose exclusivamente a la investigación y elaboración de numerosos trabajos científicos.

La desventura del fraude patriótico de la oligarquía militar es sobrellevada con la bohemia tanguera y filosófica de los cafetines de Buenos Aires, esos que pintaron Art y Discepolín. En ese ambiente, entabla una fuerte amistad con otro santiagueño famoso, Homero Manzi, quien lo introduce en F.O.R.J.A4, un grupo de intelectuales nacionalistas entre los que destacan Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortíz, que bajo el lema “Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre” denunció el sometimiento del gobierno al neocolonialismo económico inglés.

Mientras tanto, su carrera científica sigue en ascenso: recibe el Premio Nacional de Ciencia, concursa como Profesor Titular de la Cátedra de Neurocirugía, funda y dirige el Instituto Nacional de Neurocirugía y la Sociedad Argentina de Historia de la Medicina, crea y preside la Escuela de Postgraduados en la Facultad de Medicina, al tiempo que dicta clases de ‘Historia Argentina e ‘Historia de la Civilización’ en colegios secundarios.

En el mismo año que el mundo recuerda como el comienzo de la segunda guerra mundial, Ramón Carrillo comprende el drama del sistema de salud argentino cuando se hace cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central. Allí accede a las historias clínicas de miles de jóvenes aspirantes al servicio militar, sorprendiéndose por los altos porcentajes de ineptitud física que se originaban principalmente en las provincias pobres y postergadas. Inmediatamente, promueve un estudio estadístico que le permitió corroborar que las zonas rurales estaban totalmente desprotegidas de asistencia hospitalaria y había solo 45% de las camas necesarias en todo el país. Además, los hospitales del Estado o las sociedades

de beneficencia trabajaban en condiciones de absoluta precariedad por falta de personal, alimentación, medicamentos e instrumental.

Este hecho marca una nueva y fecunda etapa de su vida profesional, que la historia peronista recuerda como la mejor.

Nace el sanitarista

Dos versiones pelean la legitimidad del relato sobre el encuentro histórico entre Perón y Carrillo. La de su viuda, que afirma que se conocieron en las reuniones del Círculo Político Anticomunista durante los años ‘40, y la de su hermano Arturo, quien sostiene en su libro que el encuentro se produce días antes del histórico 17 de Octubre de 1945, cuando Perón es trasladado desde la Isla Martín García al Hospital Militar, donde Carrillo era Jefe del Servicio de Neurocirugía. Allí es donde se le atribuye a Perón la siguiente frase: “Mire Carrillo, me parece increíble que tengamos un Ministerio de Ganadería que se ocupa de cuidar a las vacas y no haya un organismo de igual jerarquía para cuidar la salud de la gente.”

Ya en la presidencia, Perón creó la Secretaría de Salud Pública con rango de Ministerio (a partir de la Reforma Constitucional de 1949), designando al Dr. Ramón Carrillo en el cargo hasta el 16 de Junio de 1954. En su discurso de asunción, Carrillo expresa que “La medicina curativa de clases no pudientes, en virtud de ese régimen individualista tradicional, se fundó principalmente en el principio de la caridad cristiana, base sentimental que resulta ya anacrónica, socialmente insuficiente y moralmente diminutiva de la moralidad humana”.

Estas palabras resumen el cambio de paradigma al que sometió al sistema sanitario argentino transformando el modelo curativo-asistencial centrado en la enfermedad por aquel basado en la medicina preventiva y social que entiende al hombre como un todo bio-psico-espiritual y social que se enferma y cura según la relación con el entorno en el cual se desarrolla.

Esta visión integradora requería un plan nacional unificado y universal de salud en coordinación con las necesidades específicas de cada región. Así nació el Primer Plan Quinquenal de Desarrollo (19471951) y se sancionan las leyes de sanidad pública y de construcción, habilitación y funcionamiento de los servicios de salud que permitieron la financiación y sostenibilidad de los servicios de asistencia médica, completa y gratuita para el 65% de la población de escasos recursos y el 20% con mejor posición económica.

En 1947 inauguró el Instituto de Medicina Preventiva y publicó el “Plan Analítico de Salud Pública”, tres tomos de más de cuatro mil páginas donde describe la situación de la salud en la Argentina y detalla el modelo de “centralización normativa y descentralización ejecutiva”, dividiendo al país en distintas zonas sanitarias y planificando acciones para la atención específica de sus problemas.

Durante su gestión se realizaron las transformaciones más importantes en salud pública hasta la actualidad: se construyeron 4229 establecimientos sanitarios, ampliando la capacidad hospitalaria en 130.180 camas, disminuyó la mortalidad por tuberculosis del 130% a 36%, se erradicaron epidemias como el tifus y la brucelosis, se redujo la mortalidad infantil del 90 por mil a 56 por mil, y la esperanza de vida aumentó de 61,7 años a 66,5 en menos de una década.

Carrillo creó la especialización de médicos sanitaristas, los primeros 50 centros de salud del país y la primera fábrica nacional de medicamentos, EMESTA, apoyando a los laboratorios nacionales por medio de incentivos económicos, de manera que los remedios estuviesen disponibles para toda la población sin tener que depender de la

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voluntad de los laboratorios extranjeros. Erradicó el paludismo y enfermedades como sífilis y tuberculosis disminuyeron a niveles equiparables a los países desarrollados.

Estas estrategias sanitarias fueron potenciadas por la acción incansable de la “Fundación Eva Perón”, con quien Carrillo ideó el Tren Sanitario, las Escuelas de Enfermerías y los Torneos Infantiles Evita que a través de la promoción del deporte permitían realizar periódicos y completos chequeos médicos a muchos niños y jóvenes humildes de todo el país.

Cuando Evita muere -esa mujer inmensa que lo acompañaba y apoyaba en sus reclamos por mayor presupuesto- el Dr. Carrillo siente que ha perdido su gran sostén dentro del gobierno y decide renunciar, a pesar de los pedidos de Perón de mantenerlo con otras funciones más acordes a su ya avanzada enfermedad.

El 15 de octubre de 1954 se embarca rumbo a Nueva York. El ‘médico de los pobres’, como lo llamaban, no sabe que nunca más pisará suelo argentino.

El destierro y el olvido

Aquel viaje estrictamente médico -Carrillo fue a atenderse con un especialista en hipertensión, enfermedad que lo llevó a la muerte- se convirtió en la huida de un exiliado y el derrotero de un perseguido por la Revolución Libertadora después de la caída de Perón.

Sin dinero ni trabajo, con su mujer y sus cuatro hijos consigue, por medio de un colega, trabajar en una empresa minera de Estados Unidos en el Amazonas, en la tribu de los indios caboclos que jamás habían visto un médico. Atiende gratis en el ruinoso hospital de Belén do Pará en un consultorio improvisado debajo de una escalera, y viaja por río al centro del Matto Grosso para atender al personal de la mina.

Ante las cartas desesperadas de sus hermanos relatando la difícil situación a la que fue sometida su familia, Carrillo le envía un telegrama al General Lonardi poniéndose a disposición del gobierno para ser investigado. Al tiempo se entera de la interdicción y allanamiento de sus propiedades y el secuestro de sus cuadros y libros bajo la acusación de “enriquecimiento sin causa”. Los ‘libertadores’ también gestionaron la deportación al gobierno brasilero, que nunca consiguieron por la gran estima que siempre le brindó el pueblo hermano.

El 20 de diciembre de 1956, sumido en una brutal pobreza muere de un infarto cardiovascular. Sus restos pudieron ser repatriados a Santiago del Estero (como era su voluntad) recién en 1972, a meses de asumir el tercer gobierno peronista. Entre quienes se acercaron a despedirlo en el aeropuerto de Buenos Aires se encontraba Don Arturo Jauretche.

“Algún día, la medicina, no solo de Argentina, sino de todo el mundo, rendirá el mejor homenaje a este verdadero maestro, que con la humildad de los elegidos, supo hacer escuela de lo que debe ser la medicina y la investigación. Un hombre combatido por quienes, sabedores de sus virtudes, no concebían que un hombre de nuestro Santiago del Estero fuera grande en todo sentido, brindando su esfuerzo para subsanar los problemas de salud y sociales de los humildes”. Juan Domingo Perón.

1 Carta a su amigo Segundo Ponzio Godoy, 6 de Setiembre de 1956 2 El Decreto presidencial Nº1558/2005 establece el 2006 como el “Año de Homenaje al Dr. Ramón Carrillo” 3 Ramón Carrillo. El hombre... El médico... El sanitarista, Arturo Carillo, Buenos Aires, 2005. 4 Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, fundada el 29 de junio de 1935

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