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por Guillermo “Quito” Mariani / Página
pensar un pais con justicia social
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El poema de Rafael Alberti es una analogía adecuada para ilustrar la deplorable actuación de la Iglesia Católica, que en la historia argentina se ha equivocado repetida y coherentemente a favor de los poderes.
por Guillermo “Quito” Mariani *
“Se equivocó la paloma, se equivocaba: por ir al norte fue al sur, se equivocaba. Creyó que el mar era el cielo: -que la noche la mañana- se equivocaba, ¡se equivocaba!”.
Esa paloma aparente anunciadora de paz, pero que es capaz de devorar a sus pichones, resulta una lamentable imagen de la Iglesia en su actuación social entre nosotros. Una iglesia que arrastra tras sí y lleva cargada, cuidándola como su propio sustento, a una variedad de “derechas” de todo calibre a las que garantiza el favor de Dios en sus emprendimientos.
Se equivocaron en el 55 con la “revolución libertadora” apoyada fervorosamente por curas con ametralladoras.
Se equivocaron con el derrocamiento de Arturo Illia, planeado en los Cursillos de Cristiandad y liderado por Juan Carlos Onganía.
Se equivocaron cuando con un discurso entusiasta en la Catedral de Buenos Aires el representante del episcopado agradeció
Se equivocó la paloma
Rafael Alberti, Entre el clavel y la espada (1940) Se equivocó la paloma. Se equivocaba. Por ir al norte, fue al sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba. Creyó que el mar era el cielo, que la noche la mañana. Se equivocaba. Que las estrellas, rocío; que la calor, la nevada. Se equivocaba. Que tu falda era tu blusa; que tu corazón, su casa. Se equivocaba. (Ella se durmió en la orilla. Tú, en la cumbre de una rama).
Imprevistamente Argentina se convierte en el lugar del exilio de Alberti. El 10 de febrero de 1940 se había embarcado en Marsella con destino a Chile con un pasaporte proporcionado previamente por Pablo Neruda. Su plan era desembarcar en Buenos Aires para seguir en tren a Mendoza, y de ahí hasta la frontera con Chile. Sin embargo, ese plan no pudo cumplirse. No era fácil conseguir permiso de inmigración en Argentina, y unos amigos llevaron a Rafael Alberti y María Teresa León a una vieja casona familiar en Villa del Totoral en la provincia de Córdoba, donde vivieron alrededor de un año de forma clandestina.
al Ejército su toma del poder con un proyecto de reorganización y purificación,
Se equivocaron haciéndose cómplices por el silencio y la delación, de las torturas y el genocidio de la dictadura.
Se equivocaron cuando, desquitándose por la ley de divorcio durante el gobierno alfonsinista, no tuvieron reparo en justificar los asaltos a los supermercados y la renuncia del presidente antes de cumplir su período, para entronizar a un Carlos Menem que bendecía al final de sus discursos y aseguraba el mantenimiento de todos los privilegios, mostrándose fervoroso adherente a la defensa de la “vida no nacida”, y a su paladín el Papa Juan Pablo II, para que nos olvidáramos de las vidas nacidas y fusiladas o desaparecidas.
Se equivocaron cuando, apoyando el indulto menemista, gastaron discursos y palabras recomendando la reconciliación y el olvido (que debían asumir, desde luego, las víctimas) y aceptando la continuidad de las prebendas para las instituciones católicas.
Se equivocaron cuando apoyando al capellán castrense Antonio Baseotto lograron enfrentar al Gobierno y la ratificación por parte del vaticano de la Vicaría castrense que sigue en actitud provocativa.
Y se siguen equivocando, rechazando o desaprobando los juicios a los genocidas, descalificando las leyes de igualación indiscriminante, de disposiciones favorables a las clases más necesitadas, de austeridad general para la superación de los efectos de la crisis mundial, de retenciones e impuestos a los poderosos como el único modo de obligarlos a compartir, de una en espacial (el secreto e hilo conductor de todas las resistencias) que devolvería a la mayoría de la población la libertad de expresión y pensamiento, desmoronando la barrera de las empresas monopólicas de la información.
Se equivocaron antes, como la paloma. Y se equivocan ahora, creyendo que el mar es el cielo y la noche la mañana, sin darse cuenta que marchan directo a ahogarse en la sal y perderse en la oscuridad.
* Guillermo “Quito” Mariani estudió Filosofía y Teología en el Seminario Nuestra Señora del Loreto en Córdoba; realizó estudios de postgrado en Psicología y Sociología. Fue ordenado sacerdote en 1951, ejerciendo durante cincuenta y cinco años. Autor de poemas y varios libros. Entre sus trabajos se destaca el libro donde fija posición frente el celibato sacerdotal: “Sin tapujos. La vida privada de un sacerdote”. Sobre este libro, en 2004 Clarín publicó como Carta de Lectores la respuesta del presidente del Tribunal Eclesiástico Nacional, monseñor José Bonet Alcón. En uno de sus párrafos sostiene: “Decir -si es cierto que lo dijo- no me arrepiento de lo que dije y lo que viví, es grave. Porque si un sacerdote comete un pecado contra la castidad puede arrepentirse y confesarse. Pero si después lo revive en la memoria y lo acepta, aunque sólo sea con actos internos, comete un nuevo pecado. Celebrar la Misa con él es sacrilegio”.