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por Sergio Tagle / Página
LO NACIONAL, POPULAR Y DEMOCRÁTICO: APUNTES
¿Qué es ideológicamente el kirchnerismo? ¿centro-izquierda, izquierda, centro-derecha, progresismo, populismo, peronismo, posperonismo? A casi 10 años de su emergencia política, libros, estudios académicos, revistas y comentarios periodísticos en general oscilan en utilizar uno u otro adjetivo, según su propósito sea reivindicar o descalificar. Pensar al kirchnerismo como una prolongación en el Siglo XXI de movimientos históricos precedentes, en particular, del peronismo, permite evitar de etiquetas que no solo no aclaran sino que limitan, simplifican al proyecto que intentan clasificar.
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por Sergio Tagle
Cristina Fernández de Kirchner, antes de triunfar por primera vez en unas elecciones presidenciales, respondió a un periodista que le preguntó si se consideraba progresista. La entonces candidata presidencial respondió que no, al tiempo que hacía resbalar el pulgar por los dedos de una mano. Con este gesto la entonces candidata presidencial identificaba al progresismo con una materia blanda, vaporosa; agua que se escurre entre las manos. Se refería al progresismo más liberal, por ese entonces hegemónico y posicionado en la desconfianza o directamente en la oposición a Néstor Kirchner. Se trataba de un progresismo de “las almas bellas”, amantes de formas que prescinden de contenidos; de una mentalidad esperanzada en la existencia de biografías puras desde el nacimiento a la muerte: si ayer no tuvo a la bandera de los derechos humanos en lo alto de su mástil, por ejemplo, y hoy ejecuta el programa de madres, hijos, abuelas, familiares de desaparecidos hasta sus últimas consecuencias, a la hora de evaluar, valorar, apoyar o rechazar, primaba lo que hizo (o no hizo) ayer y no lo que en términos de política concreta hacía hoy. Parte de ese tipo de progresismo, en pocos años transmutó en “progresismo popular” que se traduce en la franja noperonista del kirchnerismo que adhiere –y aún milita en sus agrupaciones o simpatiza
pensar un pais con justicia social

y vota desde fuera de éstas. No obstante, fueron escasas (o nulas) las veces que la Presidenta definió al movimiento que conduce como “progresista”. Tampoco como de izquierda o de centro-izquierda. “Populismo”, por ahora, es una definición (y una discusión) más académica que política práctica. La “derecha” sí aparece en sus discursos, pero situado en la vereda de enfrente a su proyecto. Podríamos decir, para el gobierno, el oponente o “enemigo” principal es el neoliberalismo (derecha) como proyecto económico, político, ético y cultural. ¿Desde qué perspectiva político-ideológica lo enfrenta? El nacionalismo popular democrático fue enunciado por la Presidenta como un nuevo paradigma en el cual se inscribe su proyecto y es este paradigma el que permite describir, ordenar con más precisión lo que ocurre en Argentina desde el año 2003. Y –de ser profundizado- puede sugerir futuros posibles para el mismo proyecto y para el país.
Lo nacional y popular
Lo nacional y popular son los dos aspectos del kirchnerismo más tributarios del peronismo y de la matriz histórica que tuvo en el período ’45-’55 su punto más alto de realizaciones. Asume el conflicto estructural existente entre los intereses y perspectivas de la Nación y políticas neoimperialistas de países del capitalismo central. El “nacionalismo kirchnerista” tuvo sus grados más avanzados de desarrollo en las re nacionalizaciones del sistema de jubilación y de YPF. Toda vez que la vertiente del nacionalismo popular que nos ocupa es un nacionalismo latinoamericano y caribeño, también en el “No al ALCA” y las posteriores construcciones de unidad latinoamericana que se tradujeron en la profundización del MERCOSUR, UNASUR, CELAC. Lo popular se expresó, en un primero momento, en el regreso de las paritarias, en “un Estado que entre el capital y el trabajo no será neutral”, como decía una definición de Néstor Kirchner. La “parcialidad” del Estado, claro, se inclinaba hacia los intereses de los trabajadores y del movimiento obrero organizado. Salario, empleo, Asignación Universal por Hijo y muchas medidas son concreciones del aspecto “popular” de esta tradición que la precede en el tiempo y que cuenta con una historiografía para la cual “lo nacional-popular” es “grilla de lectura” e hilo conductor para interpretar lo ocurrido en la Argentina desde nuestro nacimiento como nación y desde aún antes, desde el período colonial.
Lo democrático
El componente democrático es una originalidad que el kirchnerismo incorpora a su tradición. El peronismo histórico subestimó algunos aspectos de “la cuestión democrática”. No nos referimos a las críticas históricamente “gorilas” del demoliberalismo que simplifica un fenómeno tan complejo como el peronismo a palabras como “autoritarismo”; “tiranía” para referirse

a asuntos que muchas veces respondían más a preferencias de estilo que a sustancias democráticas. Si bien es cierto que el peronismo subestimó las “formalidades democrático-republicanas”, produjo las democratizaciones estructurales ya muy conocidas: ingreso de los trabajadores a una Universidad gratuita, como proponía la Reforma del ’18; Ley de Voto femenino, incorporación de trabajadores a la escena y a la vida política nacional, entre tantas otros. Pero descuidó a los derechos individuales. Se trataba de “la felicidad del pueblo y de la Nación”, entendidos como categorías (y realidades) compactas y homogéneas. No había lugar para la entidad “individuo”. O era muy estrecho. En los años ’60 y ’70, la preocupación por lo individual era descalificada como “desviación burguesa” por las tendencias revolucionarias del peronismo. Se trataba de “la liberación nacional y social”. Esta empresa revolucionaria tornaba más que secundaria a la diversidad sexual o a la cuestión de género, por ejemplo. El kirchnerismo como continuidad del peronismo en un escenario tan distinto a la realidad previa al golpe del ’76 y aún previa al 2003, entendió que el debilitamiento del movimiento obrero como “columna vertebral”, la destrucción de las organizaciones populares, la despolitización de la vida pública, pusieron en primer plano la necesidad de ampliar derechos individuales (cívicos, ciudadano) como parte de una compleja estrategia tendiente a reparar injusticias “no clásicas” y para avanzar en un sentido democrático “no liberal”. Más aún: también descuidada (y aún combatida) por el liberalismo argentino, conservador, de derecha, autoritario y restringido a las libertades del mercado, con muy pocas excepciones. La Reforma a la Ley de Matrimonio que permite el casamiento entre personas del mismo sexo biológico, la reformas al Código Civil y Comercial, las leyes de muerte digna y de identidad de género y la misma Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, entre otras, son políticas que democratizan estructuralmente las relaciones de poder entre personas y entre individuos e instituciones históricamente autoritarias, como la Iglesia, el poder mediático y esferas de la sociedad como los hábitos y costumbres, tan poco “concretas” como materialmente operantes. Estas práctica políticas y culturales kirchneristas fuero las que abrieron puertas a franjas no peronistas y enriquecieron la tradición nacional y popular con una perspectiva democrática que supera al liberalismo clásico sin negar sus núcleos progresivos, como lo son la valoración de la diversidad, la tolerancia, a no-discriminación.
¿Y lo revolucionario?
El nacionalismo popular democrático bien puede ser la continuidad del nacionalismo popular revolucionario previo a la dictadura. Nos referimos a las tesis de Juan José Hernández Arregui, John William Cooke, Rodolfo Puiggrós, entre tantos otros intelectuales y organizaciones. Sus tesis afirmaban que la ruptura de la doble dependencia (nacional, del imperialismo; social, de la oligarquía) abrían las puertas a un proceso revolucionario que conduciría al socialismo. Los tiempos y las realidades son muy diferentes. Pero no sería una tarea menor explorar las potencialidades del actual paradigma para conocer si su profundización podría conducir (o no) a una sociedad poscapitalista cuyo “nombre”, en nuestro país, todavía aparece como difícil de imaginar. Es decir, si lo nacional-popularprofundizado recupera, con nuevas formas, palabras y políticas puntuales, la anterior intencionalidad revolucionaria.