Revista Ecociencias N°11

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Revista

ECOCIENCIAS

MARZO | ABRIL 2020

ESPECIAL CRISIS HUMANITARIA

Nยบ 11

R E V I STA E C O C I E N C I A S

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Revista

ECOCIENCIAS

MARZO/ABRIL 2020 Dirección Editorial Carolina Pérez Muñoz Dirección de Arte Matías Larenas Baeza Periodista Rocío Luengo Contacto contacto@revistaecociencias.cl

ÍNDICE 04

ESTOS TIEMPOS Por Tamara Polanco Ch.

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ESPECIES SOCIALES: ¿CÓMO SOBRELLEVAMOS EL AISLAMIENTO?

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LAS MATEMÁTICAS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

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EDUCACIÓN AMBIENTAL EN CONTINGENCIA

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UNA HISTORIA ENTRE PANDEMIAS

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LA TEORÍA DE JUEGOS Y EL ESTALLIDO SOCIAL EN CHILE

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CULTIVAR LA RESILIENCIA ECOSOCIAL

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CUERPOS, COSAS Y ENTORNOS

Por Chile Científico

Universidad de Chile

Por Romina Salinas A.

Por Carlos Zuñiga P.

Por María Haydée Fonseca M.

Por Cristina Valenzuela C.

Por José Rubilar M.

Patrocinadores:

Colaboradores: Mesa Regional de Ciencias

REVISTA ECOCIENCIAS

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EDITORIAL ace más de 100 años que la humanidad no presenciaba una ruptura de su normalidad como la que observamos hoy, 1918 fue la última epidemia global. Las grandes pandemias que se han llevado miles de vidas de la población mundial, parecían imposibles para esta realidad en la que el poder de la ciencia, economía, y globalización, eran indestructibles, manteniendo un cómodo status quo en el quehacer de los estados. Pero no era tal, ese sueño tejido con las hebras que dejaron los dividendos económicos, la explotación de la flora y fauna, y las políticas corruptas que no responden al bien común, se desvanece. Despertamos del letargo de la frase “todo marcha perfecto”, para abrir paso al cuestionar el cómo vivimos o para qué hacemos lo que hacemos, volver a nosotros y reflexionar; es posible que hayamos errado como especie, desde que dimos el gran salto cognitivo que nos estableció como la especie dominante del planeta, comenzamos a luchar contra la naturaleza, en lugar de convivir en armonía con ella. El homo sapiens, triunfó sobre los otros homos; el erectus, el neandertal, se extinguieron porque no tuvieron la inteligencia ni la genética para sobrevivir a un medio hostil. Llegamos hasta acá porque nos

adaptamos, desarrollamos herramientas, comunicación y una civilización que hoy, está pendiendo de las cuerdas contra un virus que emergió en China, en el mercado de Wuhan, producto de la irresponsable relación del hombre con su medio. Aunque parezca terrorífico, este escenario nos revela la fragilidad de la especie humana, la fragilidad de los vínculos, y la aproximación a ellos como recurso y reflejo innato primigenio: nos necesitamos, a la comunidad. Meses antes, la mano invisible que controla el mercado, manejaba y todavía, la vida de las sociedades del mundo, como un plan ininterrumpido proyectado hacia el futuro. Tal parece que esta batalla venía ganando y afectando la salud mental y plenitud de cada hombre y mujer del mundo, interviniendo además la convivencia en todas las esferas de los seres terrestres. No es extraño que este sinsentido desatara en estos últimos tiempos innumerables manifestaciones de descontento, incluso de los animales que asombrosamente observamos desde nuestras ventanas o teléfonos, recuperando libres, espacios de la urbanidad antropizada, y que este confinamiento marcará un antes y un después, para devolver humanidad a la humanidad e iniciar un nuevo capítulo en la historia. ¿Qué queremos escribir?.

Fundación Ecociencias

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ESTOS TIEMPOS Por Tamara Polanco Chaparro

Magister en Políticas Sociales y acción comunitaria Universidad Autónoma de Barcelona

Tiempos revueltos, tiempos inciertos, tiempos de angustias compartidas, tiempos donde la vida parece haberse suspendido y la realidad cambia abruptamente de tono. De pronto la amenaza se posa sobre nuestras cabezas y, cada una de las rutinas que sagradamente veníamos repitiendo día tras día, se ven irremediablemente interrumpidas. Las fronteras mentales que distinguían un día de otro se desdibujan para asentarse en un espacio que parecemos no entender y el cual nos inquieta. Emergiendo un nuevo tiempo, uno que dejó de tener nombres, etiquetas y un listado de tareas pendientes, para transformarse en el único espacio que podemos habitar: el hoy. Se estima que al menos un tercio de la población mundial se encuentra en confinamiento producto de la actual crisis sanitaria, situación que viene a desestabilizar aun más la precaria realidad de millones de personas en el planeta. Y no es sólo una cuestión médica lo que preocupa, no se trata de una crisis de la salud exclusivamente, es por sobre todo una crisis de los modos de vida. La capacidad de cuidarnos unos a otros, de tender redes de apoyo y colaboración mutua surgen como un contra discurso frente a la ofensiva capitalista, que muy fiel a sus principios sigue colocando los intereses económicos por sobre las personas. Lo que en las actuales circunstancias es condenar a muchas de ellas a la muerte. Se ha vuelto cotidiano observar, con rabia y tristeza, como en los países que han abrazado las políticas neoliberales, la vulnerabilidad de los cuerpos –los físicos y sociales- en especial de aquellos maltratados, subyugados e invisibilizados, quedan expuestos y a disposición, listos para ser devorados. Así no podemos continuar, nuestra existencia se ha fragilizado a grados insostenibles, ahora más que nunca se deben generar cambios en la matriz productiva, imaginar otros esquemas de interacciones posibles, volver a escribir nuevos acuerdos, los que fundados en el respeto hacia todos quienes habitamos el planeta, nos permita enfrentar de manera

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Para ello debemos redefinir nuestra posición en la sociedad. Dejar de concebirnos como sujetos pasivos, solos, desarticulados y desprovistos de herramientas de protección frente al mercado. Comenzar a cuestionar e interpelar dicho modelo, desmontar la serie de pautas de comportamiento que nos alejan, nos distancian, abren surcos de desconfianza y, por tanto, debilita la posibilidad de cohesionarnos. Urge colectivizarnos y diseñar nuevas maneras de resolver nuestras necesidades, activar procesos de empoderamiento en los territorios, para así desarrollar lógicas más democráticas y libres de relacionarnos. Robustecer el tejido social que nos permita sostener procesos de autogestión y organización comunitaria en el marco de los cambios que se avecinan. Y, sobre todo, ir al rescate de lo común, de los que nos hace sentirnos parte, incluidos e impulsados a comprometernos con el cambio. Permitirnos imaginar otros modos de operar es clave. Construir modelos alternativos, emancipadores, de autoprotección, que se rebelen frente a los valores del sistema dominante y propongan otras maneras de abordar las nociones de desarrollo. Dicha propuesta implica necesariamente un cambio paradigmático, hacer un giro en los sistemas de relevancias, de valores e interacciones y, por cierto, en cómo se concibe el aparataje institucional. Es, en definitiva, una invitación a cuestionarse el lugar que ocupa la persona en el sistema económico y, por ende, su rol en la sociedad. Hoy más que nunca estamos vivenciando como las élites y grupos de poder organizan el mundo y -nuestro mundo material y simbólico-, para su propio beneficio, por lo que resulta vital no cesar en la búsqueda por encontrar nuevas miradas, nuevas formas institucionales que valoricen el protagonismo social, los saberes más localizados y las lógicas más inclusivas, que sintonice con la necesidad de establecer otras maneras de vivir, más respetuosas, conscientes y libertarias.

“Se ha vuelto cotidiano observar, con rabia y tristeza, como en los países que han abrazado las políticas neoliberales, la vulnerabilidad de los cuerpos –los físicos y sociales- en especial de aquellos maltratados, subyugados e invisibilizados, quedan expuestos y a disposición, listos para ser devorados. ”

Tiempos de cambios, tiempos desafiantes, tiempos para darnos la posibilidad de construir nuevos horizontes de sentidos, tiempos de empoderarnos y así reclamar por el derecho a la vida, a una vida libre, donde tenga lugar el <buen vivir> para todos. Tiempos de construir economías que generen lazos y sostengan territorios, donde se mantenga firme la lucha por visibilizar los cuidados como elemento central de una economía a escala humana. Tiempos de transformación, de volvernos activos en la construcción de nuestra propia realidad, partícipes e implicados en el propio destino, que, al estar en conexión con otros, pasa a ser el destino de todos. 5


ESPECIES SOCIALES: ¿Cómo sobrellevamos el aislamiento? Por Chile Científico

Las consecuencias para la salud física que puede traer el SARS-CoV-2 han sido ampliamente difundidas, pero, es necesario que también pongamos atención a aquellas que resultan de las medidas que se han tomado con el objetivo de frenar la pandemia. Los efectos del encierro en nuestra salud mental aparecen como un factor fundamental a la hora de enfrentar esta inédita situación. La experiencia de animales domesticados y en cautiverio pueden ofrecernos aprendizajes para enfrentar este desafío (y reevaluar el bienestar de estos mismos). Nos gusta estar en grupo. Aún el más introvertido, tras un mes de cuarentena voluntaria, ha debido reconocer que extraña la interacción humana y que reemplazarla con videollamadas familiares, juegos en línea (y en tiempo real) o, simplemente, con más horas en whatsapp puede no ser suficiente. Esto es porque el ser humano es una especie social, de aquellas que tienden a vivir en grupos compuestos por varias familias. En los animales estos grupos se llaman rebaños, ejemplo de ellos son los bovinos (vacas) y ovinos (ovejas) , mientras que en los equinos tropilla, en los perros jauría y, en el caso de las personas, comunidad. Que seamos una especie social significa que seguimos ciertas normas dentro del grupo (rebaño, manada, jauría, etc), asignando responsabilidades y roles a cada integrante, lo que permite formar comunidades estables. Otras especies, como el gato doméstico, no son tan sociables y, de tener que vivir en grupos, prefiere hacerlo con miembros de su familia. Los gatos pueden estresarse al ver que usamos o modificamos sus espacios y por la presencia constante de nosotros durante la cuarentena. Cuando vivimos en sociedad aparecen conductas dirigidas a otros miembros del grupo, como la cooperación, el egoísmo, el altruismo, las agresiones y el cuidado. Por ejemplo, los delfines, lobos y hormigas colaboran

La Suricata (Suricata suricatta) es una especie social que vive en colonias. En ellas se han estudiado conductas sociales como la cooperación, el altruismo y el egoísmo. Imagen (Pixabay).

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entre ellos para obtener su alimento. Otras especies, como el murciélago de nariz lanceolada y las suricatas, cooperan en el cuidado parental, donde algunos integrantes, muchas veces las hembras, dejan de realizar alguna de sus actividades e invierten esa energía y tiempo en el cuidado de las crías de otros individuos no familiares directos. Actúan como verdaderas niñeras, al igual como nosotros los humanos que compartimos el cuidado parental con abuelas y niñeras para poder salir a trabajar.

¿Qué pasa cuando aislamos a un individuo inherentemente sociable? Existen muchas especies de animales a las que hemos obligado a dejar de vivir en sociedad, la mayoría de las veces para nuestra conveniencia. Por ejemplo, en el caso de los caballos (equinos), los sementales se mantienen en pesebreras o corrales, separados del grupo. Si reducimos el espacio de un caballo a una pesebrera sin nada en su interior, especie que normalmente recorre grandes distancias y pasta por más de 18 horas al día, empezará a presentar alteraciones conductuales y de salud mental. En confinamiento no pueden satisfacer sus necesidades conductuales, en particular aquellas altamente motivadas, es decir, aquellas que son propias de la especie y cuya restricción trae consecuencias negativas para su fisiología y salud mental. Por ejemplo, para las gallina darse baños de polvo es una conducta altamente motivada, una actividad que realizan de manera sincronizada en el grupo y que no pueden llevar a cabo cuando están en jaulas sin sustrato. Una manifestación frecuente, asociada a estos ambientes poco favorables, son las conductas estereotipadas como caminar en círculos, balancear la cabeza o realizar aerofagia.

Esta última conducta se refiere a cuando los equinos fijan sus incisivos superiores a una superficie y realizan una contracción de los músculos del cuello que les permite ingresar aire hasta la primera porción del esófago. Otros trastornos del comportamiento incluyen agresividad ya que, al no poder socializar ni realizar las conductas para las cuales está adaptado, pueden redirigir esas emociones negativas en forma de conductas de amenaza o ataque hacia las personas u otros animales. También, dependiendo de su personalidad, pueden empezar a presentar conductas depresivas y dejar de responder al medio.

“Lo mismo puede ocurrir con especies sociales mantenidas en cautiverio en zoológicos”

Conducta atípica de lignofagia (comer madera) en caballos. Ilustración de Patricio Díaz.

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Debemos tener presente que los animales sociales que mantenemos en cautiverio también pueden sufrir por el aislamiento social y experimentar emociones negativas. Al igual que nosotros durante una cuarentena podríamos descubrir un nuevo detalle particularmente molesto y reiterativo en nuestra pareja, sentirnos irritados por un cuadro que está mal alineado o hastiarnos de no variar la alimentación tanto como quisiéramos.

¿Y si obligamos a las personas a un aislamiento social? Los casos más estudiados de personas que son aisladas socialmente,corresponden a las ingresadas a la cárcel. Generalmente el ambiente en prisión no es el óptimo desde el punto de vista de satisfacer las necesidades de interacción entre individuos (desde una mirada biológica y psicológica). Celdas aisladas, segregadas y otras veces hacinadas; muchas veces con falta de limpieza y sin actividades estimulantes; la convierte en ambientes desafiantes para los internos. En consecuencia, este tipo de ambientes desafiantes provocan el llamado distrés ambiental en especies sociales como los humanos. El de las cárceles lo podemos evaluar a través de herramientas que miden la presencia de elementos que son esenciales para las personas; como la privacidad, seguridad, certezas, asistencia, apoyo social, actividad física y autonomía.

«Cuando existe estrés ambiental negativo aumenta la probabilidad de que ocurran problemas de salud mental». En el caso de internos(as) se ha estudiado el desarrollo de agresividad, irritabilidad, aburrimiento, depresión mayor, desórdenes de ansiedad, entre otros. A su vez, se ha visto que aquellos que llevan más tiempo recluidos comienzan a crear ambientes colaborativos y estables, mientras que los recién ingresados presentan más inestabilidad y agresividad.

Emociones negativas que pueden resultar en sufrimiento estudiadad en dicersas especies de animales. De arriba hacia abajo van desde las más simples a las más complejas. Adaptado de Gregory (2004)

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¿Qué podemos hacer? Tanto en el caso de los animales bajo nuestro cuidado, como para las personas, es necesario proveer ambientes más complejos, que les den la oportunidad de tomar decisiones sobre lo que ocurre en este, realizar actividad física, tener estimulación sensorial y, de preferencia, interacciones con otros individuos de su misma especie (aunque algunos como el perro son más flexibles en cuanto a quien los acompañe), así como la posibilidad de aislarse o estar fuera de vista si así lo desean. El enriquecimiento ambiental es una herramienta fundamental que permite modificar el contexto del animal para promover la ejecución de conductas positivas o reducir aquellas negativas. Este debe diseñarse en función de las necesidades de la especie y modificarse cada cierto tiempo para que los individuos no se habitúen demasiado rápido.

Los humanos también podemos partir por enriquecer nuestro ambiente, introduciendo diversas modificaciones como objetos, olores, sonidos, o generando compañía con individuos de la misma u otras especies (por ejemplo, las mascotas). La empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, es probablemente el efecto positivo de esta crisis sanitaria. El aislamiento nos ha llevado a apreciar más el valor de cada integrante en la comunidad y, al mismo tiempo, nos obliga a reflexionar sobre cómo elegiremos mantener a esas especies de animales sociales que hoy confinamos para nuestra conveniencia.

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LAS MATEMÁTICAS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO La Universidad de Chile trabaja en cómo manejar los bosques para mitigar el daño de los incendios forestales y aportar a la lucha contra el cambio climático. Lograr que el país sea carbono neutral para el año 2050 es la ambiciosa meta que se propuso el gobierno de nuestro país en la lucha contra la crisis medioambiental, esfuerzo en el que se enmarca el anteproyecto de la Ley marco de cambio climático trabajada por el Ministerio de Medio Ambiente, a pocos meses de la realización de la COP25. En un contexto marcado por la búsqueda de alternativas que permitan reducir la emisión de CO2, a la incorporación de energías renovables a la matriz energética y tecnologías como los automóviles eléctricos, se suma la necesidad de fortalecer el cuidado y desarrollo de los bosques del planeta, por su importante aporte a la captura de carbono. Ante ello, los investigadores Andrés Weintraub y Eduardo Álvarez, del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI) junto a un equipo proveniente de Canadá, Estados

Unidos y España, trataron de responder a la pregunta: "¿qué puede hacer la optimización matemática en la comprensión y control de estas situaciones?". Usando modelos de optimización, inteligencia artificial, así como machine y Deep learning para la creación de un simulador estocástico, Andrés Weintraub está investigando cómo manejar el bosque para mitigar el daño de los incendios forestales, es decir, qué áreas cortar, quitar la maleza y otros desechos combustibles, en combinación con el manejo comercial del uso de madera. "Estamos trabajando en cómo manejar el bosque cuando hay un incendio para causar el menor daño posible. Ahora, esto lo pueden hacer estas herramientas que han sido súper cuantificables computacionales, con simuladores de incendios usando machine learning, lo que aún en Chile está a nivel de investiga-

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ción, a diferencia de Cataluña, donde ya se está trabajando con la gente forestal, pero pensamos que de aquí al próximo año se podría estar implementado en el país", explicó el académico de la FCFM. El proyecto, que cuenta con la colaboración de investigadores internacionales, también analiza tres problemáticas relacionadas al tema: captura de carbono, protección de especies y cómo afecta el cambio climático el manejo de bosques. Los árboles capturan carbono, una propiedad que podría ser usada en el bosque industrial, “por lo tanto se podrían generar políticas de cosecha o políticas de gestión forestal en las cuales tú consideres la gestión de carbono, como parte de tus criterios de tomas de decisiones, entonces, por ejemplo, las empresas podrían vender la captura de carbono”, afirmó el investigador Eduardo Álvarez. Respecto a la protección de especies, donde se están diseñando modelos matemáticos que apoyen medidas para la protección de animales y flora amenazada, Álva-

rez explicó que “en el caso de Cataluña, y en conjunto con diversas instituciones dedicadas a la conservación, hemos diseñado herramientas de decisión basadas en modelos estocásticos para determinar una política de introducción de individuos de una especie de Tritón, endémico de Cataluña, el que está siendo amenazado por una hongo que ha comenzado a proliferar a causa del cambio climático". En este caso particular, explicó el profesor, "es necesario determinar cuántos individuos, dónde y cuándo deben ser liberados, desde el cautiverio, al hábitat natural. Siendo uno de los principales desafíos el determinar el punto del desarrollo en que los tritones son liberados, para así asegurar su supervivencia”. El potencial de estas investigaciones prevé integrar todos los aspectos mencionados, complejizando el estudio. "La idea ahora es plantear una metodología, una integración total y comenzar a tratar de buscar aplicaciones en Chile, a través de las herramientas matemáticas provistas por nosotros”, finalizó el profesor Weintraub.

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Creciendo desde adentro:

EDUCACIÓN AMBIENTAL EN CONTINGENCIA Por Romina Salinas Andrade, 26 años, sureña del Ralun-kawin, Melipulli Educadora Ambiental e Ingeniera en Conservación de Recursos Naturales.

Sumergirse en el abismo verdadero, que es el alma (…), donde debemos invertir nuestros ojos y ejercer una astronomía sublime en el infinito de nuestros corazones. Lo que vemos afuera, es porque existe verdaderamente en nuestra alma”. Jorge Luis Borges REVUELTAS Y URGENCIAS Desde el sur de Latinoamérica, Wallmapu transita un otoño ligero, de profunda reflexión y nuevos compromisos. La octubre primavera chilena del 2019, desató una revuelta social que marcó la lucha por la dignidad y libertad de nuestra voz común en resistencia, combativa y decidida. Tras meses de agitación y acción directa en distintos territorios, los sacrificios enormes y radicales, han mantenido unificado el deseo de justicia y visibilización de las luchas que emergen en cada lugar. Ahora, al mundo se le entregan causas nuevas: una preocupante emergencia de salud y crisis planetaria, donde el virus COVID – 19 o coronavirus, descubierto en Wuhan, China, pandemia rápidamente propagada en el mundo, ha confinado en sus hogares a millones de personas, generando cambios radicales en la manera de comportarnos ante la salud humana y el sistema que lo soporta. Esto evidencia las particularidades de todas las personas y seres vivos del planeta, donde se deben construir sueños de forma amable y urgente, para adaptarlos a los nuevos contextos y realidades habitadas. La magnitud y alcance del coronavirus, repasa una sumatoria de crisis que integran ámbitos diversos. Desde el cambio climático y global, el sistema capitalista y patriarcal, con sus lógicas extractivistas y de aprovechamiento, han detonado fuertes diferencias

socio-económicas, espirituales, medio ambientales, entre otras. Las orgánicas de histórica resiliencia, como los pueblos ancestrales, ecofeminismos, disidencias y comunidades marginadas, reciben esta crisis en sus espacios de resistencia, donde los saberes y experiencias están ligadas y dispuestas a la regeneración de los territorios.

“Las transformaciones del mundo conocido, nos encaminan hacia el desarrollo de equilibrios que gestionen e integren las formas de vivir. La cultura ancestral del pueblo mapuche, interioriza una visión de mundo profunda y compleja, que respeta todos los seres que puedan tener forma y presencia en el mundo”

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GESTIONAR LAS RAICES Las transformaciones del mundo conocido, nos encaminan hacia el desarrollo de equilibrios que gestionen e integren las formas de vivir. La cultura ancestral del pueblo mapuche, interioriza una visión de mundo profunda y compleja, que respeta a todos los seres que puedan tener forma y presencia en el mundo. Hablamos del itxofilmongen, traducido como “la totalidad sin exclusión, la integridad sin fragmentación de la vida, de todo lo viviente” . Esta comprensión está entramada en la noción del küme mongen o “buen vivir” , la cual se refiere a un estado de armonía entre un@ mismo@ y el entorno. Son propuestas de construcción desde la diversidad cultural, aquella pluralidad nutrida desde la convivencia cotidiana, que armoniza y halla cooperación entre personas y ecosistemas, formando una entidad indisoluble, la cual compromete a un colectivo para cimentar una vida más plena, integrada y regenerativa para tod@s. Es aquí donde la educación ambiental se nos aparece como un tránsito práctico y comunitario, del cual se desprende una cultura rizomática , que conectará la relación socio-ecológica y biocultural, donde las personas nos reconocemos como naturaleza, cambiantes y silvestres, quienes podemos mantener una sensibilidad ambiental que acompañe nuestros procesos de vida y co-aprendizaje. Son momentos de ir refundando gestos holísticos, converger misiones de enseñanza, donde la escucha, la contemplación y colaboración destilarán ecología, practicando desde nuestras vidas y cuerpos, una autogestión personal que permeará con su entorno las hifas de la resiliencia global.

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UNA HISTORIA ENTRE PANDEMIAS Por Carlos Zúñiga Polanco Magister en Historia UC Hace años, Mark Twain, el célebre escritor norteamericano, nos dejó una frase que podría ser de mucha utilidad en el presenta: “La historia no se repite, pero rima”. Su aplicación práctica es perfecta para lo que hoy en día acontece. Hemos vivido epidemias y pandemias, pero el contexto y la situación siempre ha sido distinta. La principal pregunta es, ¿Cómo la disciplina histórica puede tener injerencia e importancia en temas relativos al mundo científico? Si consideramos que es imposible la repetición de la historia como una realidad, ciertos indicios pretéritos nos pueden ilustrar la manera en que debemos comportarnos frente a una eventual pandemia. Entre la muerte negra y la gripe española Las dos grandes pandemias de la historia en los últimos mil años, tuvieron como epicentro al mundo Europeo. Si hacemos un poco de historia, podemos notar que en el siglo XIV la Peste Negra o Yersinia Pestis fue una peste originada en el Asia Central y llegó a Europa a través de rutas de comercio. Europa desde el siglo XII experimentó un auge del comercio y la vida urbana, por lo que la circulación de personas fue aún mayor, sin embargo tuvo un repentino fin con la llegada de un huésped inesperado y sorpresivo: la peste. Siglos más tarde, el científico francés Alexander Yersin descubriría que el bacilo que originó la gran Peste Negra en la Edad Media y en distintos brotes subsiguientes, estaba alojado en la sangre de las ratas negras. Fueron las pulgas alojadas en ellas quienes la transportaron a distintos lugares del mundo. Para algunos historiadores, la Peste Negra fue uno de los últimos golpes al sistema feudal y el principio del fin de la omnipotencia de la Iglesia Católica en Europa. El castigo divino cayó para todos igual, y el clero, que se suponía protegido por Dios también sucumbió y perdió

ó credibilidad. La única solución más allá de orar a Dios era el aislamiento voluntario en bosques y campos. Más cerca de nuestra época, un nuevo brote pandémico de influenza hizo tambalear al mundo entero. En 1918, la Primera Guerra Mundial había terminado, pero desde Norteamérica otro huésped inesperado llegó a una Europa decaída y debilitada luego de un conflicto costoso en dinero y vidas humanas. En primera instancia obviado por especialistas e incluso censurado por gobiernos, adoptó su nombre porque España era el único país europeo que se abocó a informar sobre este problema. Era un virus respitarorio altamente contagioso que, lamentablemente, con los tratamientos existentes (Aspirinas) y con la poca inversión en salud pública de gran parte de las naciones del mundo occidental comenzó a llevarse una gran cantidad de vidas. Las estadísticas señalan que fueron aproximadamente 50 millones de personas en el mundo (en Chile aproximadamente 40 mil).

Representación de Médicos medievales. Se aprecia que sus atuendos están hechos para evitar cualquier contacto con los enfermos.

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Una postal representativa del problema originado por la cantidad de muertes en las ciudades europeas. Uno de los problemas fue la crisis demográfica y la pérdida de población

Esta catástrofe sanitaria, llevó a que gran parte de los países del mundo adoptaran medidas sanitarias para mejorar la salud pública. Invirtieron mayor dinero en tecnología, instalaciones, médicos e insumos, para así no depender de la caridad o del aporte de privados. ¿Aprendizajes para el hoy? El más obvio es que el mundo cambia luego de estas pandemias. Hoy en día hemos visto a un neoliberalismo en crisis por la mercantilización de elementos básicos como la salud y la vida humana. De seguro esto traerá consigo más de algún cambio en el modelo, así como fueron los cambios provocados en la Edad Media: el fin del feudalismo y la pérdida de credibilidad de la Iglesia Católica. El ejemplo de la Gripe Española, nos posiciona frente a una realidad que muchos tecnócratas habían querido obviar: la importancia del fortalecimiento del Estado de Bienestar o de un Estado Social, en desmedro del rol meramente subsidiario.

Grafica que representa la mortandad de la primera oleada de la Gripe en Europa. El momento coincide con el fin de la Primera Guerra Mundial en Noviembre de 1918.

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Los Estados, han debido tomar decisiones drásticas para detener la pandemia en sus territorios, de seguro los resultados positivos llegarán en el mediano y largo plazo, pero lamentablemente, estar entregados al beneficio económico particular verán cada vez más cuesta arriba el retorno a la normalidad.

Por último, algo tan simple como el aislamiento voluntario practicado por muchos en el peak de la peste negra, parece ser la solución en estos días en Chile y el mundo.

Un hospital de campaña durante el auge de la gripe en Europa. Las medidas de seguridad e higiénicas son escasas.

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LA TEORÍA DE JUEGOS Y EL ESTALLIDO SOCIAL EN CHILE Por María Haydée Fonseca Mairena Doctora en Economía Docente Universidad Católica del Maule

Son numerosos los artículos de análisis macroeconómico que han surgido referente a la crisis social que vive actualmente Chile y algunos otros países de la región. Destacando temas como el Producto Interno Bruto, inflación, desempleo, desigualdad, pobreza, entre otros. Sin embargo, todos esos agregados macroeconómicos surgen a partir de las decisiones individuales tomadas por los agentes económicos, fundamento microeconómico que a veces descuidamos en el análisis. En las siguientes líneas ofrecemos una aproximación a la comprensión del estallido social desde una mirada microeconómica clásica, utilizando principalmente elementos de Teoría de Juegos. La Microeconomía, en esencia, estudia la toma de decisiones de los agentes económicos, generalmente asumiendo que dichos agentes son racionales y actúan estratégicamente. Teoría del Consumidor, Teoría del Productor y Equilibrio General Asumamos un mercado de competencia perfecta. Por una parte, tenemos a las empresas, las cuales deben tomar decisiones respecto a la cantidad de producción y con ello decisiones respecto a la cantidad demandada de todos los factores productivos (tierra, capital, trabajo). Su objetivo es maximizar sus beneficios. Por otra parte, tenemos a los consumidores, quienes bajo una restricción presupuestaria deberán decidir la cantidad de bienes y servicios que van a adquirir. Su objetivo es maximizar sus utilidades. Gracias a la interacción de ambos tipos de agentes se define en equilibrio el precio de mercado, el cual genera asignaciones eficientes. La “competencia perfecta” es claramente un caso hipotético, sin embargo, permite ilustrar lo que procuran instituciones como la Fiscalía Nacional Económica y el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia en Chile. Lamentablemente, suelen surgir “fallas de mercado” que dan lugar a estructuras de mercado más concentradas, es decir, con un número reducido de empresas (como los oligopolios o monopolios). Siendo en la actualidad uno de los principales señalamientos de la movilización social.

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Sin embargo, lo clave son las “reglas del juego” y con ello la estructura de incentivos que se entrega a los agentes económicos para su comportamiento estratégico, con las cuales, incluso bajo estructuras de mercado concentradas, es posible obtener resultados de competencia perfecta. La Organización Industrial En efecto, el problema de fondo no es que un mercado socialmente sensible (como la salud o la seguridad social), tengan una estructura de mercado de oligopolio, de hecho, a veces el que haya un número reducido de empresas es justificado por las economías de escalas que existen en ciertos sectores, es decir, a veces es más eficiente y socialmente más deseable que haya pocos proveedores (o incluso uno, como en el caso de los “monopolios naturales”). El problema surge cuando las pocas empresas en el mercado no compiten. De hecho, bastan dos empresas compitiendo para que se logren los mismos resultados que los generados en competencia perfecta, es decir, que las empresas cobren un precio igual a sus costos marginales, obteniendo así beneficios económicos nulos. Esto se conoce como la paradoja de Bertrand (por su inicio con Bertrand, 1883). Comprender esta diferencia, en Chile y demás países de la región, es clave para poder atacar el problema de fondo y orientar de mejor forma las demandas sociales al respecto. Cabe señalar, sin embargo, que la competencia no es una característica exclusiva del libre mercado. En economías centralizadas o estatales, también puede fomentarse la competencia entre las unidades económicas. Por lo tanto, lo aquí expuesto no pretende defender el “libre mercado” como modelo económico idóneo para sectores socialmente relevantes, sino más bien presentar elementos de análisis microeconómico para aportar al debate y la comprensión del fenómeno social que vive Chile y algunos otros países de la región en la actualidad. Para finalizar, es importante hacer notar que el propio “estallido social” en sí mismo representa una poderosa experiencia de “juego cooperativo”. En esencia, un grupo de individuos decidió “desviar” de la situación de equilibrio que se sostenía hasta antes del 18 de octubre de 2019, generando así una serie de reacciones que eventualmente conllevará a una nueva situación de equilibrio y estabilidad.

“El propio “estallido social” en sí mismo representa una poderosa experiencia de “juego cooperativo”. En esencia, un grupo de individuos decidió “desviar” dela situación de equilibrio que se sostenía hasta antes del 18 de octubre de 2019, generando así una serie de reacciones que eventualmente conllevará a una nueva situación de equilibrio y estabilidad .”

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Cultivar la resiliencia ecosocial Por Cristina Valenzuela Contreras Psicóloga social-comunitaria y terapeuta. Investigadora y activista de la ONG Matria Fecunda.

La crisis de salud pública que ha puesto el COVID 19 sobre los hombros de la humanidad es una señal sintomática de una crisis más profunda: la civilizatoria y del paradigma dominante. Países que erosionaron los pilares esenciales de cuidado colectivo y políticas públicas (hoy en el blanco de la pandemia) engrosan las cifras de sus muertos. En la mira: el modelo de desarrollo neoliberal capitalista. Informes de organismos internacionales han alertado hace décadas el deterioro de la salud mental en el mundo. La violencia continúa siendo principal causa de morbimortalidad en grupos amplios de población (del sur global) y herida abierta sobre los cuerpos de mujeres, niños/niñas, mayores y disidencias sexuales. La sociedad de consumo ha utilizado los deseos como llave a la felicidad y la educación formal como camuflaje. Infinitas necesidades, deseos y satisfactores que no provocan más que ráfagas fútiles de bienestar que a la vuelta de la esquina se transforman en basura para los océanos. Navegamos a la deriva en un mar de síntomas físico-psíquicos (depresión, ansiedad y adicciones) mientras la automedicación e hiperconectividad suavizan el presente invivible. Hoy, en cuarentena, se nos averió (o abrió) la

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caja musical que parecía tan paradojalmente armónica. A pesar de este diagnóstico gris, la humanidad ha hecho reacomodos a crisis a lo largo de su evolución. De sociedades recolectoras a agrícolas. Del oscurantismo a la ilustración. La era industrial fraguó un itinerario que trazó para siempre el destino de los ecosistemas vivientes. De la sobre-explotación de la naturaleza a la desigualdad de género, la división sexual del trabajo enquistó una asociación letal para el mundo: mujeres cuidadores y hombres proveedores-trabajadores. Binomio mujer-naturaleza como sinónimo de administración de la vida que no crea nada nuevo más que la reproducción de la especie y cuidado de lo que permanece y hombre-cultura que crea el todo ilimitadamente alimentándose de la ilusión de crear lo nuevo a costa del agotamiento del planeta. Capitalismo y patriarcado como hermanos inseparables para llevarnos a este punto de la evolución planetaria, con una pandemia como guinda de la torta. Con otros telones de fondo la evolución humana diseñó no sólo nuevas arquitecturas físicas y neurobiológicas, sino que habilidades emocionales y relacionales. Es la resiliencia ecosocial. Sin embargo, el concepto es desigual. Hay requerimientos adaptativos imposibles de cumplir para grupos de población que mastican a diario la sobrevivencia y la desigualdad. Resiliencia ¿para quienes? Podría ser el título de este artículo.

ropa, cultivar). Experiencias de resiliencia ecosocial existen hace décadas. Inundan la red con sus formas de colaboración y educación sostenible. Comunidades en transición, ecoaldeas, cooperativas de consumo, movimientos decrecentistas y un largo etcétera. Una pandemia las está resucitando de entre los muertos para que los vivos (los neoliberales), aprendamos de ellas.

¿Qué es la resiliencia ecosocial? En situaciones de crisis, la toma de conciencia de estar habitando un entorno de personas, seres vivos, una tierra y una comunidad local cambiante. La capacidad de sobreponerse a la adversidad y darle sentido a la vida a partir de la percepción emocional de valores de simpleza, afecto y cuidado superando la dualidad hombre/mujer-naturaleza y el individualismo construido por la sociedad de consumo . ¿Cómo hacer resiliencia ecosocial? Hay un ingrediente esencial para crear personas, comunidades y hábitat resilientes. Es la sensación de ser parte de algo que trasciende la propia vida. Pueblos precolombinos que cultivaron la cosmovisión ancestral de la vida, hoy nos dan lecciones de resiliencia y buen vivir. Practicar la ayuda mutua y la economía solidaria (trueque, donación, comensalidad). Decrecer en deseos, reordenar necesidades, aumentar experiencias cargadas de emociones con valor afectivo y no sólo financiero, recuperar la relación con la comunidad local, recobrar conductas simples (cocinar, caminar, andar en bicicleta, coser la

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CUERPOS, COSAS Y ENTORNOS: REPENSANDO LA DOLENCIA EN EL CONTEXTO DE LA PANDEMIA José Eugenio Rubilar Medina Investigador en formación Universidad de Barcelona En la encrucijada de un panorama complejo que está proyectando más incertidumbres que certezas, hemos podido ir reconociendo nuestra vulnerabilidad frente a un acontecimiento de carácter biológico y material que, en la actualidad, nos ha puesto en jaque en términos individuales y sociales. El COVID-19, comúnmente denominado “coronavirus”, ha proliferado y se ha expandido sin hacer distinciones de clase, género, procedencia, edad, etc. Hacer una lectura de las implicancias socioculturales de esta crisis biológica puede ser aún muy prematuro y hasta presuntuoso, sin embargo, una mirada glocal de la pandemia, permite situar algunas consideraciones que se han venido sucediendo para repensarlas y, porque no, para repensarnos. Cuando utilizo el concepto glocal, remito a la comprensión de una dimensión espacial sobre relaciones y articulaciones "locales-globales". Bajo esta lógica, también me permitiré situar una lectura que remita a aquellos acontecimientos que suceden en la intimidad de espacios domésticos, pero, asimismo, en contextos y entornos más amplios. De lo anterior, debo dejar claro que lo que sucede en cada hogar es una singularidad que no puede reproducirse en generalizaciones, por tal motivo, remitiré a mi experiencia vivida (Van Manen, 2003), una experiencia que implica la reconstrucción de una existencia transitoria que, al trascender al marco intersubjetivo, entra en un escenario político donde se confrontan opciones de futuro posibles e inciertos (Torres, 2006). Esta experiencia corresponde a una trayectoria de seis semanas de confinamiento en Barcelona, acatando las normas impuestas por el gobierno español, observando mi entorno en las acotadas salidas permitidas para realizar compras esenciales y siguiendo con atención, a través de los medios, la evolución de la pandemia. Un seguimiento en el que solo se pueden recoger los datos de las cifras que se difunden y actualizan a diario -esas mismas con las que se acentúa la tragedia- y, por consiguiente, promueven y dilatan especulaciones, pronósticos y tendencias. Esa lógica neoliberal de tratar “los fenómenos sociales como los mercados o el capital financiero” (Žižek, 2020, p. 26). Pareciera que toda la complejidad de este panorama se pudiera reducir a una codificación numeral. No es mi intención en este texto hacer un resumen estadístico, ni mucho menos, levantar pronósticos o plantear una hipótesis causal, al contrario, me gustaría reflexionar sobre la contingencia y repensar cómo esta pandemia a afectado nuestras relaciones con otras personas, con nuestros cuerpos, con las cosas y con nuestro entorno.

Una de las cuestiones que me ha despertado interés, se centra en la cultura material, y el lugar de los [objetos] cosas que, para el caso de este análisis, las adscribiré al relato de la dolencia. Si vamos a la acepción que plantea la RAE, “dolencia” [del latín dolentia], define una indisposición, achaque, enfermedad. De lo anterior, se abre un entendimiento adscrito principalmente a una carencia en el estado “vital” en las dimensiones tanto individuales como colectivas. Los efectos del COVID-19, en parte importante de la población, han implicado el desarrollo de una patología -individual y social- que conduce a un deterioro de la condición “vital” y, en el peor de los casos, causa la muerte. Quiero dejar claro que, al hacer alusión a esa condición “vital”, me situó desde una lectura antropológica pues, referirme a los términos de la salud, puede dar lugar a mal entendidos. Esto se debe a que no soy un especialista de salud facultado para realizar diagnóstico alguno, ni mucho menos, referirme en detalle y profundidad a la diversidad de casos sintomáticos como asintomáticos. No puedo dejar de pensar que el coronavirus es mucho más que una enfermedad (Galindo, 2020).

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Volviendo a la noción de “dolencia”, su utilización no se restringiría únicamente a la causa efecto de una enfermedad, por eso quisiera que se tomara en consideración el lugar de la “indisposición”, el “achaque” y “la carencia” para ir repensando los ecos de esta pandemia. Con esto no pretendo declarar otro acervo que sustituya nuestra comprensión de la dolencia, más bien intentaré esbozar un conjunto de posibilidades abiertas a relecturas, debates y tensiones. Pues son las dolencias, incluso esas más modestas, las que nos inducen a la metamorfosis, proyectando una dimensión inédita de la existencia, abriendo en nosotros, los humanos, una metafísica que trastoca las relaciones con nuestro cuerpo, con el prójimo (Le Breton, 1999, p. 26) y con el mundo que nos rodea. Las radicales restricciones que se han sucedido dentro de las políticas de confinamiento, repercuten como una dolencia que delega y coarta nuestras rutinas, poniendo obstrucciones a nuestros proyectos de cotidianeidad. Una cotidianeidad que se ha visto coartada, porque debemos, quienes tenemos ese privilegio, permanecer en nuestros hogares. Estas restricciones de libertades se experimentan como dolencias que explicitan una “fragilidad (inmunológica/ontológica) sea la condición y causa de los contenidos de nuestros afectos actuales: miedo, aburrimiento, soledad, incredulidad, etc.” (Yáñez, 2020). Todo lo que antes del confinamiento marcaba una cotidianeidad -en cuanto experiencia familiar, amistades, trabajo, deporte, etc.-, actualmente, es vivido como algo del todo extraño, pues se ha quebrajado la trama de costumbres que nos instalan el gusto de vivir (Le Breton, 1999). En este contexto el cuerpo se ha tenido que acostumbrar a las distancias, evitando los abrazos, estrechar las manos y besar. Por extensión, ahora también ha cambiado nuestra relación con las cosas, éstas ahora tampoco se pueden tocar sin el uso de un guante, sumando además, el uso generalizado de las mascarillas. Es así como nuestros cuerpos se han visto forzados al uso de éstas cosas que comúnmente estaban destinadas, por cuestiones de higiene laboral y cuidado preventivo (medicina, manipulación de alimentos, laboratorios, etc.), a otros fines. Sin embargo, ahora y sobre la marcha, hemos ido desarrollando una obligación para con esas cosas, y esas cosas para con nosotros (Van Dyke, 2015): las mascarillas y los guantes. Estas dos cosas se han hecho parte de una cotidianeidad otra donde su uso no es ingenuo, más bien, responde a una obligación preventiva adscrita a una suerte de demanda ética y cívica. De este modo, se ha ido configurando un paisaje de relación que remite, no solo a una reestructuración social, sino también vital. Una compleja interrelación donde dichas cosas comienzan a articularse como extensiones de nosotros y nuestros cuerpos. Es importante desenmarañar la clásica relación cartesiana “sujeto-objeto” que hace que los humanos nos distanciemos de nuestro entorno natural y material.

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Con esto no pretendo extenderme en una teoría general de los objetos, ni tampoco, detallar los tipos y variedades, dentro de las cuales se han intentado categorizar el mundo material, más bien, me interesa poner foco en las relaciones, volviendo a considerar, el lugar de estas cosas en nuestras vidas. Para ello, quisiera tomar la distinción que realiza Tim Ingol quien pone en discusión la agencia de las cosas inanimadas, partiendo de una distinción ontológica entre objeto y cosa. En la medida que nos referirnos a “objetos”, se estaría haciendo alusión a una materialidad acabada, contenida y capturada, mientras que hablar de “cosas”, conlleva el reconocimiento de su formación inacabada susceptible a múltiples relaciones, cambios, movimientos, flujos, una cosa que existe en su cosificación (Ingold, 2011). Desde este argumento, me he ido refiriendo a las mascarillas y los guantes como cosas. Esto no es detenerse en la preocupación de qué y cuáles son las cosas que importan (Miller, 2011), sino desenmarañar lo que supone una relación de cosas y cuerpos y otras cosas y otros entornos. Es muy recurrente, en el seguimiento analítico que se hace sobre las cosas, volver a su origen, causa o preconcepción. No obstante, deberíamos detenernos un momento y reflexionar como las cosas se proyectan en términos de trayectoria o, en el caso de este texto, pueden reinscribirse sobre la noción de dolencia. Durante las últimas semanas, el uso extensivo de guantes y mascarillas, ha conllevado una acelerada producción y, en algunos casos, su confiscación por la alta demanda. Sin poner sobre la mesa un debate (que ya lo hay) sobre una valoración respecto a función, utilidad y calidad, me detengo a considerar, en primer lugar, lo que sería la propia vida de estas cosas. Con esto no quiero elevar un mal entendido sobre el que se reinterprete “la vida de las cosas” como una cuestión reductora a los preceptos biológicos; todos sabemos que las cosas no cuentan con un sistema nervioso central (Van Dyke, 2015). Cuando me refiero a que las cosas están vivas, es porque estas cambian y se mueven, se fugan en torno a distintas superficies que van conformando su alrededor y atentan con su disolución o cambio (Ingold, 2011). Son estos cambios y movimientos los que permiten hacer una relectura y un seguimiento de la “dolencia”, dejando claro que, también es cierto, las cosas tampoco sufren (Van Dyke, 2015). Si bien, mascarillas y guantes, no son más estables que los cuerpos, sus condiciones de existencia y capacidad de resistencia se ponen en juego, sin olvidar que las cosas no tienen intenciones conscientes y nosotros, los seres humanos, sí. Sin embargo, centrarnos en la dolencia nos obliga a atender el fluir y los flujos de estas cosas. Mascarillas y guantes van cambiando su condición material que lleva consigo otras consecuencias, transformaciones y cambios desde lo que ha supuesto su actual incrustación en las relaciones para con nuestros cuerpos, nuestro alrededor y con otras cosas. Me pregunto ¿qué tan incierto es el destino de las mascari-

“Estas restricciones de libertades se experimentan como dolencias que explicitan una fragilidad (inmunológica/ontológica) sea la condición y causa de los contenidos de nuestros afectos actuales: miedo, aburrimiento, soledad, incredulidad, etc. (Yáñez, 2020)” llas y guantes? No volvamos a su origen, sino a sus fugas para imaginar un futuro posible con ellas, sus transformaciones y sus movimientos. Mascarillas y guantes que se han ido inscribiendo en nuestros cuerpos por el dilema vital de contaminar o contaminarnos. Y sí, “contaminar”, una metáfora que seguro se perpetuará porque es muy probable que estas cosas continúen sus flujos en otros entornos para seguir mutando y cambiando y, de la mano con la dolencia, moverse por los océanos, albergándose en el zooplancton, residiendo en los peces y mamíferos marinos (Setälä, Fleming-Lehtinen, & Lehtiniemi, 2014), volviendo por esas fugas a nuestros cuerpos ya [in]dolientes en otro plato de sopa.

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Ya sabemos qué pasó, si no aparece el conejito de pascua este año... Seguimos en una situación de cuarentena a nivel nacional y mundial, por eso el llamado a quedarse en casa se mantiene, para así disminuir los contagios por el coronavirus lo más posible… Aunque este conejito indomable es algo porfiado. Con un poco de humor queremos amenizar los días y recordar la importancia de cuidarnos y en estas fechas de Fin de semana Santo y de Pascua, contemplar el hecho de vivirlo de una manera más interior y no exponernos a posibles riesgos. ¿Sabías que una de las principales presas del Águila mora, son los conejos? https://faunanimo.cl/

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