Decires Año I, N° I, 2016

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El Director espiritual, entre los formadores, tiene el rol de guía en la práctica de la oración (n.42). Los formadores deben dejar espacio a la experiencia de oración como uno de los elementos más importante de la formación. También las comunidades, en particular aquellas que acogen jóvenes en búsqueda vocacional deben ofrecer un ejemplo y un ambiente de oración (n.55). En las etapas formativas se hace notar como el Postulantado (n.62) debe introducir en la oración personal y comunitaria. El noviciado (n.69) es tiempo privilegiado para crecer en el espíritu de oración, con ámbitos adecuados a la oración personal y comunitaria. El fraile orientado hacia la profesión solemne está llamado a profundizar su relación con Cristo en la oración y contemplación. En el contexto de la formación continua la misma vida de oración debe transformarse en un servicio de anuncio (n.88) y de evangelización (n.92). Sin más, se afirma claramente que la oración es el alma del apostolado (n.120). En su servicio de animador de la comunidad el guardián debe crear las condiciones para la oración personal y comunitaria (nn.121; 133; 163) y anclar la evangelización a la oración (n.126). Finalmente el servicio de la autoridad debe encontrar en el discernimiento comunitario, preparado por la oración, su momento más significativo (n.132). En síntesis el tema de la oración está muy presente en el texto del DF. Se parte del ejemplo de Francisco (pero, como ya he dicho, se hubiera podido antes presentar a Jesús como maestro de oración) para pasar después a considerar la oración personal y comunitaria en las diferentes etapas de la formación inicial y continua del fraile. La oración como dialogo personal con Dios, los diferentes modos de orar, la conexión de la oración con la vida apostólica (predicación, 137


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