Revista Decires - Año V, N° 6, 2013

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DECIRES está marcada por una tensión: es heredera del encuentro de subjetividades, que han definido el todo social; y, por otro lado, se encuentra abierta a un futuro no condicionado, por su capacidad de actuar de manera alternativa. Así, historia y utopía se convierten en dos coordenadas necesarias para comprender lo que el ser humano experimenta y comunica. Queda claro que entendemos al ser humano como un sujeto plural: es persona y colectividad, dos dimensiones que se implican mutuamente y que se expresan por medio del lenguaje. Es por ello que creamos representaciones del mundo, culturas diversas y maneras de organizarnos colectivamente. Construir un sentido existencial cristiano supone, por otro lado, crear un sistema de razones y de actitudes que nos permitan comunicar de manera inteligible y provocadora la experiencia humana de lo trascendente. Es decir, se requiere una expresión de la experiencia creyente en la comunicación de intersubjetiva. Por ello, el sentido existencial cristiano tiene que transparentar las dos dimensiones propias de la experiencia humana: la colectiva, es decir, la experiencia histórica de los creyentes que en su presente han vivido una tensión existencial; y la subjetiva, que implica un momento de construcción de una nueva utopía que oriente la existencia y el ejercicio de la propia libertad. Para que este sentido existencial sea inteligible para nuestro tiempo, tiene que partir de una premisa de la fe: Dios se comunica con los seres humanos a la manera humana (DV 12). En otras palabras, en lenguaje humano y como ser humano. En el fondo, la fe cristiana tiene su origen en la experiencia de lo trascendente propia de Jesús de Nazaret, que la comunicó a otros y que los afectó como sujetos en su propia experiencia; aunque también es cierto que los discípulos y adversarios afectaron e hicieron madurar la misma experiencia de Jesús (no existe una subjetividad sino está inserta y condicionada por una colectividad no necesariamente uniforme, más bien es plural). De la interrelación de Jesús con otros, surgió la construcción de un horizonte utópico para su vida, que nosotros llamamos tensión escatológica. Ese es el mismo proceso vivido y actuado por Francisco de Asís. – 75 –


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