Revista Decires - Año I, N° 1, Enero 2009

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DECIRES No es cosa insólita ver en el camino espiritual excesos de ascetismo, espiritualismo, etc.53, que son camuflaje de deseos narcisistas. La misma resistencia se encuentra en reconocer el don (Cf.: elementos que estructuran antropológicamente la minoridad). En efecto, reconocer el don y el donante significa tener una mirada que no debe estar obsesivamente concentrada sobre sí mismo, sino que tenga la posibilidad de mirar más allá, y sea capaz de sentir agradecimiento y gratuidad. Educar al agradecimiento es muy importante para el joven en camino vocacional; despertar en él la actitud de agradecimiento o formarla significa abrirlo a la consciencia de la benevolencia de parte de Dios. Quien no asume en profundidad la actitud de agradecimiento, pensando al contrario que todo es fruto de su esfuerzo y como una obligación de los demás hacia él, encontrará muy difícil comprender la minoridad y asumirla como estilo de vida. La minoridad contiene en sí misma el elogio de la gratuidad. En la gratuidad se encuentra un profundo elemento antropológico: reconozco que no soy omnipotente, que tengo necesidad de recibir (cosas, cuidados, atención, afecto, relación, salvación…), dándome cuenta de que los otros que me ofrecen todo esto, lo hacen libremente, gratuitamente, y me llaman a desarrollar en mí la misma actitud. Recibiendo de los demás (la vida y todo lo que hace la vida en sentido pleno) estoy en la situación de percibir la profunda llamada a ir más allá de mí mismo, a trascenderme, a abrirme al otro y al Otro. Estoy llamado a superar el egoísmo primordial, y darme cuenta de la alteridad como la estructura que me hace persona, que me construye en plena humanidad.54 Reconocer la gratuidad y sentirse llamado a la gratuidad redimensiona mi deseo de omnipotencia, de querer ser el _______________ 53 Cf.L. M. SAFFIOTTI, Formar ministros para el siglo XXI, o .c., donde se habla de las resistencias de los formandos en la vida religiosa: “es que los candidatos llegan a la formación y al ministerio desde una cultura postmoderna. El mundo postmoderno es complejo, plural, y ofrece – pero sólo a aquellos que tienen acceso a ellas – innumerables opciones muy diversas (en materia de productos de consumo, estilos de vida, espiritualidad, modos de ganarse la vida, incluso el partner). La exposición a este contexto social, especialmente para las personas más jóvenes que han crecido en este ambiente, puede incrementar la tolerancia hacia la diversidad, pero puede favorecer también la dimensión subjetiva, la formación de personalidades más fluidas, menos definidas, a las que les cuesta más aceptar, o incluso no están dispuestas a aceptar, compromisos duraderos. La mentalidad postmoderna engendra a menudo una mayor inseguridad e inestabilidad psicológica que, a su vez, favorece el goce inmediato, sin preocuparse demasiado por el mañana, y sin proceder a un análisis crítico de las realidades sociales, políticas y culturales existentes.” 54 Muy interesante es la reflexión que hace F. IMODA, o.c., pp. 137-143, a propósito del parámetro de la alteridad como un parámetro esencial en el desarrollo de la persona. La falta de maduración de este parámetro puede producir en el hombre no sólo patologías serías, sino también formas de resistencia y distorsión de las relaciones, además de una relación inmadura y distorsionada con Dios.

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