Revista Decires - Año I, N° 1, Enero 2009

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DECIRES la sociedad que carecían de realismo y rigor, pero que son lugares comunes en algunos posicionamientos al interior de la Iglesia. En ese sentido los laicos brindaron un gran servicio y se sentaron las bases para una relación más dialéctica ente la reflexión teológica y otras ciencias. En otro orden de cosas, como afirma Gregorio Iriarte, la privatización de la fe está en clara oposición con las orientaciones de Aparecida. Pero no basta con afirmar el carácter comunitario del seguimiento de Jesús, es necesario también diseñar maneras nuevas de hacer evidente que la relacionalidad es el lugar principal de la acción del Espíritu. Desde el discernimiento comunitario se deben potenciar acciones apostólicas que asuman el desafío de dar cuenta de manera concreta que la vida cristiana es un camino de humanización. Sin embargo, debemos evitar la tentación de considerar este camino como un conjunto de normas que, a manera de manual, defina el comportamiento correcto e incorrecto. Hoy el valor de la libertad y su ejercicio en la vida cotidiana deben ser los baluartes de toda decisión ética cristiana. En un mundo basado en el deseo, la corresponsabilidad comunitaria es el eje desde el cual esa libertad tiene sentido y la forma por la que se puede convertir en signo profético, puesto que Jesús nos ha mostrado que la única manera de romper las amarras de la esclavitud del egoísmo es viviendo en el compromiso decidido por el otro y su felicidad. Desde esta perspectiva, la formación como camino de maduración en el seguimiento se hace más que evidente. No sólo como clarificación conceptual, sino como renovación interior desde los valores evangélicos. José Comblin afirma que el proyecto de Aparecida se puede sintetizar como una inversión radical del sistema eclesiástico. Para él este sistema se caracteriza por la conservación de la herencia del pasado. Todas las instituciones eclesiásticas se habrían creado con esta finalidad. Aparecida abre la puerta a una visión diversa, según este teólogo, que se fundamenta en la idea de la Misión y, por tanto, coloca su mirada en el futuro. Se está pensando en crear una Iglesia distinta, lo que llevará tiempo para que se realice. Pero el documento no parece sostener esta idea, al menos no de forma directa. Más bien parece analizar las lagunas que dentro del sistema actual de organización eclesial no permiten concretizar una pastoral más misionera y significativa. De hecho, la Asamblea no realizó una crítica sistemática a las estructuras eclesiásticas. Se concentró en reconocer los logros que a lo largo de los años se ha tenido en la evangelización. Estas realidades se quieren potenciar aún más, lo que requiere un esfuerzo formativo particular. Que a la larga todo esto genere un proceso de cambio estructural – 133 –


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