Con ello, para poder comunicarnos necesitamos aprender sobre sistemas alternativos que, más que códigos, son formas de conocer, de aprender y de vivir. Así, el diálogo con los otros nos lleva a entendernos, no desde la falsedad de creer que al repetir un ideograma (Sera fín y González, 2011) o un código braille (Robles, 1997) ya sabemos cómo piensa, es y se comunica el otro, sino desde un complejo entramado de reconocimiento de la alteridad, que involucra más que una repetición. Un diálogo efectivo es un conocimiento del otro, es la inter nalización de las palabras con más que códigos. El presente artículo abordará el caso particular de los métodos espe cializados y alternativos que permiten comunicar, interactuar y desenvolverse en el día a día junto a las personas con discapacidad visual y auditiva. Dichas herramientas son una fuente de inclu sión porque acceden a la sensibilización, comprensión y empatía. En otras palabras, nos ayudan a con vivir con el otro desde su situación, y normalidad; nos interpela a cuestio nar lo establecido, lo conocido y nues tra zona de confort, en la cual es muy fácil moverse desde la comodidad que implica señalar lo desconocido, tal vez por el miedo a encontrarnos con lo otro. Claro está que el aprendizaje de estos sistemas nos conduce a la interacción, a lo diferente y por lo tanto se convierte en algo interesante en nuestra vida, ya que lo tomamos personal, se imprime un sello y se acepta la emoción como marca indeleble. Lo cierto es que el primer contacto con el aprendizaje de la lengua o del código nos paraliza, nos convulsiona, por no decir que nos exorciza, eviden cia nuestro miedo que se enmascara en el desconocimiento y el prejuicio; sin embargo, superado esto nos dirige hacia
otra dirección, en la cual el aprendizaje nos espera, la comunicación se da, el conocimiento nos convoca, pues se trata de aprender de lo otro. Ahora reconocemos que ser diferente es importante, inclusive esencial en la vida del ser humano. Cuando el hombre se siente diferente al otro, se genera una sensación de arrogancia y poderío, cua lidades altamente deseadas por genera ciones. Paradójicamente se vive en una constante ambivalencia: se clama por la unidad y se le teme. De esta manera, conectar mediante una seña o una signografía braille es el primer paso del descubrimiento del otro y del autodescubrimiento. Primero se desnuda a un extraño, a un ser ajeno de nuestra visión tradicional del mundo y se revelan uno a uno los aspectos de su vida, incluso los más ínfimos e íntimos. Es apertura en terrenos inexplorados por nosotros, mientras que para ellos es el reconocimiento de su naturalidad. Este contacto conecta y convoca, reta y nos muestra a su vez; vemos refleja dos los miedos, temores y prejuicios en la piel, en el cuerpo y en nuestra vida; nos encaramos con el engendro gigan tesco de la exclusión proveniente de la ignorancia y se logra eliminar gradual mente. Este sencillo paso permite la comu nicación efectiva entre todos y un sinfín de nuevas experiencias; nos acerca a la inclusión al mejorar la interacción con el otro y se fortalece de forma conjunta el desarrollo personal, académico y profe sional de ambos. Es un beneficio mutuo que asegura el desarrollo de su lengua, así como su expresión lingüística en su contexto social y académico. El juego de la exclusión-inclusión nos enseña a jugar con los turnos en comunidades de personas con discapa cidad sensorial ya sea auditiva o visual.
enero-marzo 2020 | Magisterio
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