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Inclusión, ¿tarea exclusiva de la escuela?

Inclusión,

¿tarea exclusiva de la escuela?

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Jessica Ángeles Albino María Fernanda García Paredes

Escuela Normal de Educación Especial del Estado de México Atizapán de Zaragoza, Estado de México

Para iniciar debemos reconocer que nos encontramos en una sociedad que visualiza la inclusión como un acto de integración, usado en tiempos remotos para describir el proceso en el que únicamente se permitía el acceso a un lugar, pero no la verdadera participación en el mismo. Con esta concepción tan retrógrada deberíamos luchar por que la gente use y entienda el término incluir como el acto de involucrar a todos en diferentes procesos y contextos: sociales, escolares y áulicos. Es un término que reconoce o debería reconocer que las personas somos diferentes, que nos encontramos en una sociedad heterogénea en la que los individuos presentan necesidades y características individuales que los hacen únicos.

Con esto nos damos cuenta de que el mayor reto al que nos enfrentamos es a la sociedad misma, a la ideología y al poco conocimiento que se tiene sobre el tema, ya que desde los altos círculos se cree que la inclusión debe ser únicamente a nivel escolar. Se piensa que únicamente debe incluirse en las escuelas a las personas con discapacidad, pero no es así, pues todos tenemos derecho a utilizar los diferentes servicios públicos que se encuentran en el contexto social. No vivimos únicamente en la escuela; los niños y los adultos se mueven en lugares recreativos, plazas, parques o edificios que no tienen las características para recibir, atender y brindar el acceso a una persona que requiere apoyos específicos.

Dentro de nuestra formación docente entendemos que para que exista una sociedad inclusiva falta demasiado por lograr, pues no se tenía conocimiento del diseño universal para el aprendizaje (DUA) cuando se creó la ciudad; no se reconocía que los espacios públicos, escuelas, hospitales o edificios

debían estar preparados para recibir a cualquier persona independientemente de sus características. Por ello, para contribuir con la formación de una sociedad inclusiva realizamos un proyecto que tenía como nombre Includ, en el que cada equipo realizó los llamados ajustes razonables a diferentes lugares de comida.

El proyecto se construyó partiendo desde una realidad, pues llevamos los conocimientos teóricos a la práctica. Al principio pensamos en ajustes que necesitarían las personas con alguna discapacidad, condición o trastorno; sin embargo, el proyecto dio un giro considerable cuando las entrevistamos. Imaginábamos que la respuesta a la pregunta “¿Qué ajustes harías a estos lugares?” tendría que ver con la infraestructura del lugar, pero fue sorprendente descubrir que lo que más afecta a una persona es el trato que recibe: mencionaron que no se dirigen a ellos para pedir su orden cuando van a un lugar, como si ellos no pudieran elegir sus propios alimentos; hablamos de una falta de inclusión en los lugares a los que frecuentemente asisten las personas.

Este tipo de proyectos nos ayuda a aprender y experimentar, pues al hacerlos reconocemos las necesidades de los alumnos y los ajustes o apoyos específicos para cada uno. También nos ayuda a crecer como profesionales, pues nos relacionamos con otras personas y vemos diferentes puntos de vista tanto laboralmente como con los padres de familia, cuya preocupación es cómo sus hijos se acercarán a los establecimientos donde no existe una cultura de inclusión.

Por ello, es importante cambiar la forma de pensar de las personas y hacer una comunidad incluyente en la que exista empatía, trabajo colaborativo y cooperativo para que toda persona con discapacidad tengo acceso a cada uno de los lugares que visita, pues si no buscamos ese cambio, no podemos lograr la inclusión.

Incluir socialmente podría verse como una realidad muy lejana; algunas personas quizá lo quieren proyectar como algo cercano, pero la pregunta es ¿qué estamos haciendo realmente para lograr ese objetivo pronto? Es muy fácil decir y querer hacer las cosas, pero para que éstas realmente funcionen es necesario estar informado. Muchos de nosotros no conocemos más que nuestros derechos como ciudadanos, los que nos enseñan en la escuela y están establecidos en la Constitución: el derecho a la educación, al trabajo o a la no discriminación, pero nadie se encarga de enseñarnos otros tipos de normas hechas por el Estado que realmente nunca se cumplen.

En este sentido, existe una ley exclusiva para las personas con discapacidad, en la que se enlista una serie de artículos que deberían cumplirse en diferentes contextos, porque hablan de los derechos en el ámbito social, escolar y laboral. En ella se menciona una serie de adecuaciones que los establecimientos y las casas de las personas con discapacidad deberían tener, así como algunas reglas que deberían observarse en las calles, pero vemos que no se cumplen.

Además, como sociedad podríamos exigir al gobierno que haga cumplir la ley, es decir que haga ajustes en las calles y empezar una transformación verdadera, en la que ninguna persona por su condición se viera limitada para salir.

Por otro lado, la verdadera inclusión se dará cuando la gente deje de poner etiquetas, cuando deje de dudar de las capacidades del otro, cuando todos nos tratemos como personas que conviven en sociedad, y sobre todo cuando nos demos cuenta de las diferentes necesidades que tiene cada

persona. También debemos entender que no se va a lograr de la noche a la mañana, pero tenemos que empezar por nosotros mismos, para después educar a los demás.

Hablando de inclusión desde el enfoque educativo, en el que la inclusión es vista como una utopía, es necesario que el cambio sea desde casa con los padres de familia. En el contexto familiar se sigue usando el término “enfermos” para designar a las personas con discapacidad e incluso se ofende a las personas por su color, religión o preferencias sexuales. Al respecto, la educación del niño contribuirá a su comportamiento, desenvolvimiento, valores y empatía que reflejan con sus pares docentes.

Los docentes y el personal educativo son esenciales en este proceso; ellos son los que tienen que estar en constante actualización, en ser un maestro y no un profesor, pues este último es el que se encarga de la enseñanza pero no está habilitado como el maestro. Si hablamos de los servicios de apoyo como el Centro de Atención Múltiple (CAM), el maestro de educación especial es el encargado de llevar a cabo el proceso de enseñanza y aprendizaje acompañado de otros docentes y psicólogo. Se realiza una evaluación psicopedagógica, un informe y una propuesta curricular. Es aquí donde se refleja la inclusión en el aula, pues se da una respuesta a las necesidades e intereses de los alumnos, se busca que los niños reflexionen sobre su propio aprendizaje y se da una atención a la diversidad en el aula.

En el artículo 62 de la Ley General de Educación se menciona que el Estado asegura la educación inclusiva en todos los tipos y niveles con el fin de favorecer el aprendizaje de todos los estudiantes, con énfasis en los que están excluidos; aquí podemos ver que se está utilizando la palabra “asegura” una palabra que se escucha con mucho compromiso y dedicación; sin embargo, no se logra ni se usa el termino de integración.

Para lograr la inclusión se debe tener una organización estructurada por el director y docente, en la cual el director tome el papel de líder, y el docente, el de asesor y tutor para los estudiantes, y asesor para padres, familia y escuela. Se debe tener un docente capaz de orientar, maduro, empático, con actitud positiva y capacidad de conocimientos.

Muchas veces no se trabaja la inclusión por falta de conocimientos, de capacitación o de actualización. Cuando asistimos a escuelas de educación regular, observamos que los docentes no aplican estrategias o ajustes en el contexto áulico y social.

Es importante poder hacer ajustes desde la accesibilidad hasta en la propuesta curricular, trabajar con el docente, con los alumnos y con los padres de familia para que exista una mejor respuesta educativa. Recordemos que la inclusión no sólo es para niños o personas con discapacidad sino también para personas con etnia, idioma o costumbres diferentes.

Finalmente, consideremos que todos los cambios que se han hecho en el sistema educativo con el nuevo modelo educativo y con la escuela mexicana se reflejan en un mejor aprovechamiento en el que los sistemas sean más flexivos y adaptables para logar la integración e inclusión.

Se debe comenzar a erradicar las palabras enfermo, raro, feo, tanto en la sociedad como en la escuela, y respetar necesidades, intereses, formas de ser y de pensar; además, incluir a todas las personas por igual, aprender a respetar y amar, porque antes del término discapacidad existe el de humanidad. Logremos esta conciencia y reflexionemos si queremos seguir viendo la inclusión como una utopía.

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