Los colegios después de la expulsión de los jesuitas
La educación de las elites indígenas en el Perú colonial
fue huerta», demostraba que hacía tiempo que no tenía uso, etc. (fol. 148). En cuanto a las tiendas antes alquiladas por los jesuitas, todas estaban derrumbadas. La pobreza de los pertrechos del colegio es evidente. En cambio, las imágenes de todas clases abundan en las piezas: veintidós en la sala de la escuela entre las cuales siete «liencecitos de paices de fieras y abrojos», ¿con qué fines pedagógicos? Veinte otros lienzos y doce láminas en la capilla en sus marcos ovalados, un cristo de marfil y dos bultos de santos jesuitas, otros lienzos en la sacristía, otros doce en un corredor, seis en la antesala del cuarto del rector. En la librería se encontraron 200 libros. Si esta cifra es exacta, faltan 57 de los consignados en el inventario efectuado después de la expulsión de los jesuitas (AHNC, Jesuitas del Perú: vol. 377). También faltaba un copón de plata dorado, un hostiario y un ara, de lo que constaba en el inventario del rector Marán en 1776. El rector solo presentó un inventario de muebles y utensilios del colegio, sin las debidas firmas de los rectores que entregaban y recibían el colegio al pie de los inventarios, por tanto sin ningún valor jurídico.
9. Colegiales Los ocho colegiales presentados durante esta visita eran: Feliciano y Rafael Torres, del partido de Aimaraes, Antonio Guamanhuallpa, de Paruro, Cristóbal Chuquicahua, de Andahuaylillas, Mariano Chalco, de San Sebastián, Francisco Ataupaucar, de Urubamba, Vicente Challco Yupanqui, de Acos, y Lorenzo Sinchiroca, de Urubamba. El rector tampoco pudo presentar el libro de entradas de los colegiales y no se precisa si cada uno era realmente hijo primogénito de cacique, ni su edad. Los que más, llevaban tres años en el colegio. No se da ninguna precisión sobre sus estudios pero en su carta de protesta el dimitido rector Tapia argüía que: «Dicho colegio solo fue creado para veinte muchachos hijos de los caziques de aquel Reyno, a los que no se les a enseñado ni enseña mas que a leer, a escribir y contar por el maestro que para ello se nombra […] y para hacerlo assi es indiferente que el Rector sea de una u de otra escuela». (AHNC, Jesuitas del Perú: vol. 377) Esta justificación, que hace caso omiso de la educación superior que los jesuitas prodigaban a ciertos indios nobles en los últimos años, indica que con los seculares, pronto se había dado marcha atrás. Sin embargo, ciertos nombres de los colegiales presentados en la inspección de 1793 llaman la atención porque pertenecen a familias nobles que mandaron a sus hijos en épocas anteriores a San Borja. Son los de Vicente Challco Yupanqui, de Acos, cuyo antepasado, Tomás, pedía en 1766 ser recibido en el número
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