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12.2. Los recreos

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Abreviaturas

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de una elección que acaba siendo mortal, y muestra que la conciencia popular ha entendido que aún bien educado, aún perfecto cristiano, puesto que puede salvar todas las trampas de la Inquisición, siempre le quedará al indio un motivo de vergüenza: ser indio.

12. 2. Los recreos

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Quedan pocos testimonios de estos momentos de descanso y desahogo de los caciques: la carta del obispo Pérez de Grado y una representación del cabildo del Cuzco, cuya hostilidad a la fundación del colegio ya se ha visto. Con objetivo de hacerlo cerrar, se quejan, a los pocos meses de su apertura, de que: «las voces que dan jugando todo el día y pedradas que tiran se oyen tan claramente en el altar que divierten al Preste [...]». (AGI, Lima: 305) El que jugaran todo el día, parece muy exagerado ya que según las constituciones solo tenían, como en todos los colegios jesuitas, dos horas de recreo, una por la mañana, de las 12 a la 1, después de comer y otra a las 5 de la tarde después de la escuela. Lo previsto para los recreos era, según la misma expresión del ratio, «algún honesto juego» o tañer un instrumento, u otras habilidades. El deporte o esfuerzo físico era recomendado por Ignacio de Loyola que consideraba que la buena conservación del cuerpo debía conjugarse con la del alma, postura moderna que se desarrollaría mucho más tarde con Rousseau. Los padres de la Compañía dieron importancia a estos recreos hasta disponer de sitios abrigados para los días de lluvia. Los juegos que se practicaban en los dos colegios parecen ser esencialmente juegos de barras y de bolas de dos tipos. En el inventario de Temporalidades del Cercado se menciona una sala con mesa de trucos bolas y tacos, y una pieza para juego de bolas y en Cuzco «un juego de bolas de los caciques: un aro de hierro y cuatro palas». El rector Tomás de Figueroa había comprado en 1735 «otro aro de hierro con cuatro palas nuevas por catorce reales, precisando que era para el juego de bolas de los caciques». También el rector Félix de Silva un poco más tarde «hizo lugar de recreación de colegiales para los días de fiesta; estableció una mesa de trucos, una cancha de bolas y otros juegos» (Macera, 1966: 364). Esto permite pensar que este juego era muy practicado en los recreos. Se jugaba entre cuatro jugadores. Un grabado francés representa el recreo en un colegio jesuita del siglo XVII donde se ven cuatro jóvenes que juegan con palas y una bola una especie de «hocquey» llamado allí «juego de croce» mientras otros juegan a la fossette que es un juego de canicas (Guillot, 1991: IV). Es muy posible que el juego practicado en los colegios peruanos se pareciera a lo que se ve en ese grabado y que se tratara de hacer pasar la bola por debajo del aro de hierro. La mesa de trucos parece ser una especie de billar con otras reglas. He aquí la definición que da Covarrubias en 1611:

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